[Thu Nov 29 12:50:24 CST 2012]

Ayer leía en el sitio web de Público una entrevista con el sociólogo Boaventura de Sousa Santos en la que manifestaba que la crisis podría ser precisamente la mejor oportunidad para lanzar una Europa socialista. Habría que ver, por supuesto, a qué llamamos socialismo, pues, como en el caso del capitalismo, tiene muchas variantes históricas. Los pueblos de la Europa del Este, por ejemplo, pensaban que estaban implantando un capitalismo como el de la Europa Occidental (o, como mucho, como el de los EEUU) y se dieron de bruces contra la cruda realidad de un sistema dominado por el nepotismo y la corrupción, además de una desigualdad social espantosa, el recorte de los servicios sociales y el abandono de las infraestructuras. En otras palabras, que pensaban estar sumándose al mercado vistoso y bien pertrechado de las naciones ricas, y han acabado siendo explotados vilmente por las multinacionales y las elites dominantes de sus respectivos países. Pero, en fin, este de pensar que capitalismo es solamente lo que se da en los países más ricos es un error muy típico. Por alguna razón, cuando se habla de capitalismo (bueno, "libre mercado", que es el término que prefiere usarse hoy en día), nunca se mira hacia Guatemala, Haití, El Salvador, Senegal o Filipinas. Siempre se prefiere mirar hacia Alemania, Suecia, Canadá o EEUU. Somos así de ingenuos.

De todos modos, estábamos hablando de la entrevista a Boaventura de Sousa Santos. Hace unas cuantas reflexiones que me parecen relevantes:

— ¿Se retroalimentan mutuamente el déficit democrático nacional y el déficit democrál;tico europeo manejados por los mercados financieros?

— Sí, durante un tiempo se pensó en Europe que estábamos en un juego de suma positiva, en el sentido de que había compensaciones en esta pérdida de soberanía y que la UE actuaba como un agente de desarrollo para los países más débiles. Ahora estamos en un juego de suma cero, es decir, si unos ganan otros pierden. A mi juicio es más dramático, porque quizás todos vamos a perder. Lo que está pasando en Grecia, España, Portugal, Italia e Irlanda va a pasar también en Francia y tarde o temprano también en Alemania.

— Samir Amin ya dijo hace más de una década que el proyecto europeo estaba condenado por el empecinamiento del neoliberalismo. ¿Es el capitalismo y su expresión neoliberal el causante de esta crisis?

— Sí. Para el neoliberalismo era muy difícil entrar en Europa vía los Estados; lo que hizo fue entrar vía las instituciones europeas. Al principio no se notó pero si ahora vemos la constitución del BCE, se constata que realmente había un proyecto neliberal muy claro, prohibiéndole prestar dinero a los países, pero sí a los bancos con intereses muy bajos y luego éstos a los países a intereses muy altos. Así se fortalecieron los capitales financieros y entraron en Europa.

— Esta maniobra no podría haberse realizado sin la complicidad de los partidos socialistas. ¿Qué le ha pasado a la izquierda?

— Eso es lo más dramático, ellos mismos abandonaron la socialdemocracia. Tanto en Grecia como en España o Portugal había gobiernos socialistas cuando todo pasó. Gran parte de los líderes políticos de primer y segundo rango pasó por think-tanks como Georgetown, desde el propio Rodríguez Zapatero, a Durao Barroso, Paulo Portas... todos fueron enseñados en una ideología que resta, que declara que los Estados son ineficientes y deben ser reducidos a la mínima expresión.

Por otro lado, hay informaciones que me permiten decir que realmente la crisis del euro, en gran parte, fue producida activamente por los hedge funds y por el capital financiero más agresivo al servicio de EEUU. El euro estaba siendo una competencia fuerte al dólar. Saddam Hussein fue el primero en querer destruirlo con sus resercas de petróleo, China también. Saddam era fácil eliminarlo y de hecho se eliminó, a China es más complicado y en Europa había que buscar el eslabón más débil y ese fue Grecia, que entró en la UE a través de trampas de contabilidad con la ayuda de Goldman Sachs. Esta fue la oportunidad para derribar el sistema del euro, con un objetivo aún por concretar, que es la destrucción de la socialdemocracia, del estado social. Ya se está destruyendo en Grecia y se va a destruir en Portugal.

Hasta ahí los comentarios sobre la situación actual y las raíces del problema. Quien me conoce sabe que no me gustan mucho las teorías conspirativas. Por consiguiente, no me convence del todo lo que cuenta Sousa Santos sobre los hedge funds y sus planes para acabar con el euro. Cuidado, comparto plenamente la idea de que los líderes políticos y económicos de los EEUU estaban enormemente preocupados por el auge del euro. Asimismo, no me extrañaría nada que tras la animosidad contra Saddam Hussein (antiguo aliado fiel de Washington, no lo olvidemos) se encontraran en realidad una combinación de codicia por sus reservas de petróleo y temor por sus planes para aceptar pagos en euros. Sin embargo, ya va siendo hora de que reconozcamos que el proyecto del euro como tal tenía (y sigue teniendo) claros puntos flacos. Sencillamente, no podemos culpar de todo a los estadounidenses. Por lo demás, sí que me parece correcto ver el proyecto de integración europeo (al menos como se ha realizado hasta ahora) como el caballo de troya del neoliberalismo para socavar el estado social en Europa Occidental. No tenía por qué haber sido así. Podemos pensar un proyecto de integración sobre otras bases más progresistas y solidarias, pero la verdad es que, sobre todo a partir de los años noventa, el objetivo era el que era: construir un gran mercado en el que el poder financiero tejiera y destejiera a su gusto.

Pero pasemos a ver qué salidas ve Sousa Santos a la situación actual, que es precisamente donde me parece que tiene más que aportar a la reflexión:

— ¿Ha aprendido la izquierda la lección o después de haber sido apeada del poder sigue discutiendo qué versión del capitalismo es válida?

Lo primero que hay que tener claro es que hay muchas izquierdas en Europa. La situación es distinta de un país a otro. En España, las fuerzas a la izquierda del PSOE están totalmente fragmentadas y no tienen alternativa que transmitir con credibilidad. El problema es saber si el PSOE tiene alguna posibilidad de renovación interna y a mi juicio, con las condiciones actuales y teniendo en cuenta que es cómplice de todo este sistema, es muy difícil. En Portugal, a la izquierda del Partido Socialista, tenemos la izqauierda comunista que siempre estuvo en contra del euro, y el Bloque de Izquierda, que tiene una política de alternativa, pero es muy pequeño para organizar un frente electoral; quizás debieran unirse.

En Grecia, está muy fuerte Syriza, pero como tiene posibilidades de llegar al poder, sobre todo si la situación empeora, no quiere firmar una salida del euro, está la cosa dividida y habla de renegociar. Y renegociar está bien, porque la solución sería mutualizar la deuda: no hay deuda griega, ni deuda portuguesa ni española, es deuda europea.

— Que es lo que se esyá haciendo a nivel nacional con las deudas de los bancos...

— Exactamente, si lo mutualizamos la tasa de intereses baja y todo es muy diferente.

(...)

— Hablaba de las diferentes izquierdas de Europa pero, a su vez, todas éstas son también muy distintas de las latinoamericanas.

— Sí, son distintas y sobre todo porque las emergencias allí son de partidos bastante distintos entre sí, aunque lo que es característico de todos ellos es que llegaron al poder como resultado de grandes movilizaciones sociales. Esa es la diferencia respecto a Europa, donde tienes distintos indignados en Grecia, en España, en Portugal que piden una democracia muy distinta a ésta, pero no existe la mediación política. La gente va a la calle porque es el único espacio público que no está colonizado por los mercados financieros. Si ocuparan los bancos, que sí están colonizados, la policía los destruiría de inmediato. Pero en la calle no haces formulación política y por eso hay que buscar sujetos políticos de mediación.

— Los movimientos sociales están tan desencantados con los políticos, en los que no se ven reflejados. ¿Cómo llegará esa mediación?

— En los años 60 los movimientos de jóvenes tampoco se reconocían en los partidos de izquierda. Desde un punto de vista sociológico, los indignados no constituyen un movimiento, no tienen la estabilidad ni la organización de otros movimientos como el feminista o el ecologista. Yo los llamo "presencias colectivas", fuertes, que están en la calle y que son importantes, pero tienen sus limitaciones. Por este motivo, tenemos la emergencia de nuevos sujetos políticos democráticos, porque la otra posibilidad es la emergencia de sujetos políticos no democráticos, como estamos viendo en Grecia, que es una cosa muy triste, muy cruel en un país que padeció el nazismo.

Es muy difícil en Europa, tanto en Portgual como en Grecia, eliminar la ilusión de la gente; aún hay muchas personas que piensan que las medidas de austeridad van a funcionar. Todos los datos dicen lo opuesto, pero la ideología conservadora está siendo muy fuerte con su mensaje de que estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. Esa ilusi;ón tendría que ser destruida ahora, antes de que se produzca la catástrofe y, entonces, sería más difícil construir una alternativa.

(...)

— Mencionaba antes un nuevo socialismo. ¿Qué país está ahora más próximo de ese modelo?

— Ninguno, porque para llegar al Socialismo del Siglo XXI antes hay que debatir el Socialismo del Siglo XX y no se ha hecho. Lo propuse en Venezuela y otros países y la gente no quiere y, además está Cuba, que es un producto del socialismo del siglo XX, que para nosotros siempre ha sido parte de nuestras aspiraciones socialistas y no puede considerarse a Castro como un caso de una dictadura simple. Recientemente publiqué en El Viejo Topo un artículo en el que hablo de por qué Cuba se transformó en un problema tan difícil para la izquierda.

— Ahí habla usted de falta de autocrítica.

— Claro, porque cuando surge el debate del socialismo de inmediato surge ese fantasma de que vamos a deslegitimiar a Cuba. Lo que hay en Latinoamérica es una socialdemocracia que ni siquiera se puede decir que sea muy avanzada, pero es muy importante para esos pueblos. Aprovechando una brecha en el imperialismo estadounidense que estaba muy concentrado en el Oriente Medio, se crearon oportunidades para regímenes políticos más progresistas y lo que hicieron fue seguir y avanzar mucho más allí del Banco Mundial, con políticas compensatorias para los grupos más vulnerables. Fue posible por el boom de los recursos naturales.

— Pero ese abuso de los recursos naturales, ese capitalismo extractivista, no encaja con el Socialismo del Siglo XXI.

— Esa es ahora mi preocupación se está creando un divorcio entre los pueblos indígenas y estos gobiernos progresistas. El boom de los recursos naturales dura entre 5 y 10 años. ¿Qué pasará cuando no haya dinero para las bolsas familiares, cuando las aguas estén contaminadas, los indígenas expulsados de sus tierras, la selva destruida por la frontera agrícola? Los políticos no quieren debatir porque están pensando en las próximas elecciones. En Europa también, porque el neoliberalismo ha destruido toda la conciencia ecológica de Europa, que tenía los movimientos ecologistas más fuertes.

— Usted sostiene que sólo es posible combatir el neoliberalismo oponiéndole una cultura de esperanza, felicidad y vida. Póngale letra a esa cultura.

Las juventudes reconocen las energías democráticas con su Democracia Real Ya, pero necesitan de un sujeto político con horizontes de frenar este deterioro. Esa reacción va a traer consigo un periodo corto en el que las cosas irán mal, pero estará suficientemente fuerte y legitimado que la gente verá que va a terminar bien, no como ahora. Entonces será posible empezar otro modelo social que va a empezar con un modelo productivo en el que la contradicción del capitalismo con la naturaleza por fin se aborde. Y, por supuesto, la solidaridad internacional que no hemos sido capaces de aprovechar. España ha demonizado todos los gobiernos progresistas de sus excolonias latinoamericanas y ahora llega la Cumbre Iberoamericana y los mismos que han demonizado estos Gobiernos piden inversiones. ¿Qué puede pasar por la cabeza de Dilma Rousseff o de Rafael Correa? Que nos quieren explotar igual que siempre nos explotaron.

Perdón por una cita tan larga, pero a veces creo que es mejor dejar que se expresen las ideas a fondo. Como es lógico, hay cosas que comparto y otras que no. Sí estoy de acuerdo en los comentarios que hace Sousa sobre la necesidad de debatir los fracasos del socialismo del siglo XX si de verdad queremos construir algo mejor esta vez. Asimismo, comparto su punto de vista con respecto a la práctica socialdemócrata de los gobiernos progresistas latinoamericanos (más allá de una retórica populista o izquierdista, sobre todo en el caso de Chávez, en realidad están poniendo en práctica la vieja política socialdemócrata de hacer que la tarta crezca para repartirla mejor) y, sobre todo, la necesidad de construir un nuevo sujeto político. Sin esto y sin la presencia de movilizaciones sociales en las calles que se compaginen con una nueva presencia política, un nuevo partido-movimiento como lo fueran los partidos socialdemócratas de antaño, no habrá forma alguna de plantear una alternativa seria y consistente. Pero, más importante aún, el socialismo del siglo XXI sólo puede ser una forma de ecosocialismo. En otras palabras, no podemos limitarnos a defender una redistribución más justa de la riqueza sin más. Eso no solucionaría para nada los grandes retos que debemos afrontar no ya como progresistas, izquierdistas, socialistas, o lo que quiera que sea, sino ni tan siquiera como seres humanos, como civilización. {enlace a esta entrada}

[Wed Nov 28 16:51:46 CST 2012]

Un viejo amigo de la época de la Universidad (y militante del PSOE en Madrid), ha compartido conmigo el siguiente video:

En el video aparecen unos militantes de base del PSOE pidiendo perdón por lo que consideran que han sido errores garrafales de su partido en los últimos años. Me consta que hay malpensados que sospechan que esto no es más que un truco de la dirección del PSOE para recuperar la confianza de sus antiguos votantes. Sin embargo, eso no es lo que me comenta mi amigo, en quien confío plenamente. Más bien al contrario, al parecer se trata de verdad de militantes de base que han tomado la iniciativa por su cuenta. De hecho, teniendo en cuenta cómo funcionan las cosas en los partidos políticos, no me extrañaría lo más mínimo que se les "premie" con un buen expediente disciplinario. Ya se sabe, el viejo argumento de que los trapos sucios se lavan en casa... donde, por cierto, raramente se lava nada. Y es que nuestros partidos están necesitados de una buena dosis de democracia interna y de transparencia. A lo mejor la crisis que estamos viviendo sirve al menos para solucionar eso. De momento, se están viendo iniciativas que hasta hace bien poco eran impensables. Ya veremos. {enlace a esta entrada}

[Wed Nov 28 07:50:22 CST 2012]

Sigamos comentando los resultados de las elecciones autonómicas catalanas. Ya se sabe que, en noche electoral, todo el mundo parece haber ganado las elecciones. Pues algo así sucedión con los socialistas del PSC, según nos cuenta Público, vivieron una "dulce derrota" (?!):

Son las paradojas que tienen unas elecciones. A pesar de que el PSC ha registrado su peor dato en las urnas en la historia democrática, los socialistas catalanes y españoles no han podido ocultar esta noche su satisfacción y su alivio por el resultado obtenido en las elecciones de este domingo. Porque aunque ha perdido ocho escaños respecto a los comicios de 2010 y se ha desplazado a la tercera fuerza del Parlament en número de escaños —ha pasado de 28 a 20 representantes—, todos ellos se han esforzado en remarcar que el Partit dels Socialistes se ha mantenido como la segunda fuerza política más votada en Catalunya.

Sobre todo, lo que más han querido destacar esta noche los socialistas es que su descenso en las urnas está lejos de la estrepitosa caída que ha registrado la derecha de CiU. Mientras los convergentes han descendido ocho puntos respecto a los comicios anteriores —han pasado del 38,4% al 30,68%—, los socialistas bajan cuatro —del 18,3% al 14,4%—. En cuanto a número de votos, el PSC pierde 51.900 sufragios —pasa de 575.233 votos a 523.333— mientras que el partido del hoy president de la Generalitat baja 90.489 —de 1.202.380 a 1.112.341&nmdash;.

Leyendo estas cosas, uno no sabe si echarse a reír o a llorar. O sea, a ver si lo entiendo bien, que los socialistas se alegran por el hecho de que, aunque ellos han tenido los peores resultados desde el retorno de la democracia a nuestro país en 1977, CiU, contra toda expectativa, se ha pegado un batacazo. A este respecto, conviene tener bien presente varias cosas: primero, CiU ha estado desempeñando tareas de gobierno durante estos dos últimos años y ha sufrido el consiguiente desgaste; segundo, no sólo ha estado en el gobierno, sino que lo ha hecho en unas circunstancias tremendamente difíciles en las que se ha tenido que responsabilizar de una severa política de recortes que, a pesar de todo, no ha podido evitar la quiebra técnica de Cataluña y la petición oficial de un rescate financiero por parte del Gobierno central; tercero, el PSC ha estado estos dos últimos años en la oposición, criticando sin fin los recortes del Gobierno de Mas, pero ello no parece haberle reportado ningún beneficio en las urnas; cuarto, por más que los socialistas se alegren del fracaso de CiU, todavía les doblan en votos y en escaños; y, quinto, el PSC se ha puesto prácticamente al mismo nivel que ERC e ICV (los socialistas obtuvieron el 14,44% de los votos, por 13,69% de ERC y 13,00% de ICV). Por tanto, dejemos una cosa bien clara: el PSC ha pasado de ser el principal socio de un Gobierno de coalición hace tan sólo un par de años, a no ser siquiera el principal partido de la oposición. Si los socialistas catalanes todavía piensan que esto equivale a una "derrota dulce", allá ellos.

Por lo demás, y como ya explicaba ayer mismo, uno no acierta a ver cómo es posible interpretar estos resultados como una derrota para la propuesta soberanista. Si bien es cierto que CiU ha perdido ocho puntos porcentuales de voto, ERC casi ha duplicado su porcentaje de voto y la CUP ha entrado en el Parlament con el 3,48% de los votos. Mientras tanto, el PP se ha quedado prácticamente igual (no sube ni siquiera un punto porcentual, pasando del 12,37% al 13,00%) y Ciutadans, eso sí, consigue duplicar sus resultados del 2010 (del 3,39% al 7,58%). En otras palabras, que las fuerzas soberanistas, en su conjunto, han conseguido un mayor porcentaje de votos, por más que la apuesta de Mas le haya salido indudablemente mal. Si a ello añadimos que PSC e ICV se vieron obligadas a hacer guiños a los soberanistas de una u otra forma (esto es, apostando por un difuso federalismo los unos, manteniendo una postura vagamente ambigua con respecto a la independencia los otros, y afirmando los dos el derecho de los catalanes a decidir), la verdad es que uno no ve cómo Rajoy y compañía puedan estar tan contentos. No sé qué resultados estarán analizando, la verdad.

Y tenemos, por último, un claro rechazo ciudadano a la política de recortes y austeridad. Aquellas fuerzas que se identifican con dicha política o han sufrido un serio varapalo en las urnas (el caso de CiU y PSC que, al fin y al cabo, se implicón en las mismas políticas cuando Zapatero estaba en la Moncloa) o se han estancado (el caso del PP). Mientras tanto, todas las fuerzas que han manifestado una clara oposición a la política de austeridad desde el principio (ERC, ICV y CUP) han subido como la espuma. No creo que esto sorprenda a nadie. Me limito a constatar la realidad que muestran los resultados electorales. Otra cosa bien distinta es si estas fuerzas proponen una alternativa a dichas políticas. {enlace a esta entrada}

[Wed Nov 28 07:20:28 CST 2012]

De un tiempo a esta parte, los socialistas no parecen dar una a derecha. Sin tiempo alguno para recuperarse del batacazo de las recientes elecciones autonómicas catalanas (batacazo casi tan grande como el de CiU, o quizá peor, por estar en la oposición y no tener que pagar el precio de los recortes), ahora se destapa la trama de corrupción de Sabadell, en la que quedan pringados directamente. De momento, según leemos en otra noticia de El País son dos alcaldes, tres ediles y un constructor los imputados en lo que parece una trama de lo más común, por desgracia:

La investigación apunta a un entramado delictivo que se dedicaba a percibir pagos a cambio de licencias de obras y de locales. Algunos expedientes urbanísticos fueron manipulados para lograrlo, según fuentes del caso. La Fiscalía Anticorrupción, a través de un comunicado, aseguró que los 26 imputados y 12 detenidos exigían 120.000 euros a fondo perdido para cualquier adjudicación que luego se repartían. Además, exigían el 3% en negro del presupuesto total de la obra en cuestión, que gestionaba un despacho de abogados, del cual no han dado detalles. Sus supuestas actividades delictivas pueden suponer delitos de prevaricación, cohecho, tráfico de influencias, falsificación documental, infidelidad en la custodia de documentos, negociaciones y actividades prohibidas a funcionarios, y omisión del deber de impedir delitos o de promover su persecución.

Como decíamos, por desgracia, algo que debe sonar bien familiar a quienquiera que se haya implicado en la política local de cualquier ciudad de mediano tamaño. Hay que asumir, por supuesto, la inocencia de los implicados, pero este tipo de cosas se ven por todo el país o, cuando menos, se oyen rumores aquí y allá que dan a entender que pasa. Si acaso, lo que queda claro en este caso es que los catalanes, al contrario de lo que a menudo piensan, no son especiales a este respecto. De hecho, parecen ser tan proclives a los chanchullos y la corrupción como cualquier otro españolito. En este sentido, me recuerdan un poco a los vociferantes líderes de la Liga Norte italiana, siempre dispuestos a lanzar acusaciones contra la indolencia y la inmoralidad de la gente del sur de su país, pero tan implicados como cualquier otro en sucias tramas de financiación ilegal de partidos políticos, relaciones con la Mafia y, por supuesto, enriquecimiento personal a través de la corrupción. Visto lo visto, se hace difícil entender que todo esto tenga nada que ver con ningún espíritu nacional. Y, por cierto, tampoco el norte de Europa está libre de escándalos. Ahora bien, lo que sí que parece contribuir a mejorar su situación es, además de una buena y estable situación económica que permite a la gente vivir de su trabajo sin pasar penurias, la aplicación de una serie de prácticas en favor de la transparencia, la persecución del delito fiscal y la profesionalización del funcionariado. Nada que ver, por tanto, con el carácter nacional ni nada por el estilo. {enlace a esta entrada}

[Tue Nov 27 15:55:43 CST 2012]

Bueno, pues hace ya un par de días conocimos los resultados de las elecciones autonómicas catalanas y, para sorpresa de casi todos, resulta que CiU se ha llevado un buen varapalo en las urnas. Tanto es así que un buen número de medios de comunicación (sobre todo los de la derecha, pero también El País han aprovechado la ocasión para afirmar que el electorado catalán rechazó "el órdago nacionalista de Mas". Yo, la verdad, no estoy tan seguro de que esta lectura sea la correcta. Veamos. Cierto, CiU ha perdido un total de 12 escaños con respecto a las elecciones del 2010. Pero la verdad es que ERC, mucho más claramente independentista que CiU ha pasado de 10 a 21 escaños, convirtiéndose así en la segunda fuerza parlamentaria por delante de los socialistas. Pero es que, por si esto fuera poco, la también independentista CUP ha entrado en el Parlament con 3 escaños. En otras palabras, que aunque CiU ha perdido 12 escaños, otras fuerzas más claramente soberanistas que CiU han ganado un total de 14 escaños. Y, además, ICV, favorable a la consulta soberanista y con una posición no demasiado clara con respecto a la independencia ha ganado 3 escaños, en tanto que los socialistas (que acaban de redescubrir sus convicciones federalistas) pierden 8 escaños. Entre las fuerzas políticas más favorables al estatus quo autonomista (o, incluso, más o menos recentralizadoras), el PP ha subido tan sólo 1 escaño y Ciutadans sube 6 escaños. Para ponerlo de otra forma, aunque CiU pierde 12 escaños, otras fuerzas independentistas suben 14, los socialistas y su ambiguo federalismo pierden 8 y las fuerzas recentralizadoras (o, como mucho, favorables al estatus quo) suben 7 escaños. Sencillamente, no veo cómo pueda presentarse este balance como el pescozón a las propuestas soberanistas que se nos está intentando vender desde muchos medios de comunicación. Si acaso, más bien me parece que los electores catalanes fueron lo suficientemente inteligentes como para no dejarse engañar del todo por la estrategia de Mas, que consistía en enmascarar su política de recortes con un discurso radicalmente soberanista, pero eso es todo. Piénsese, además, que, si en lugar de centrarnos en los escaños, prestamos atención a los distintos porcentajes de votos, tenemos lo siguiente: las fuerzas claramente independentistas (esto es, CiU, ERC y CUP) cosechan el 47,85% de los votos; las fuerzas más centralistas (esto es, PP y Ciutadans), obtienen el 20,58%; mientras que aquellas fuerzas que, sin oponerse a la consulta soberanista, tampoco parecen apoyar la independencia de forma clara (PSC e ICV), obtienen el 24,24%. Y no hay que olvidar que lo mismo podríamos considerar una buena parte del voto de ICV como independentista. En cualquier caso, quienes han manifestado su apoyo a la consulta aplastan por mayoría. Esperemos que ni Rajoy ni la dirección del PP saque las conclusiones equivocadas del revés electoral de CiU, aunque mucho me temo que eso es precisamente lo que harán. {enlace a esta entrada}

[Mon Nov 19 07:38:58 CST 2012]

Como de costumbre, ando un poco por detrás en esta bitácora. Así que, una vez más, escribo sobre un artículo que leí hace ya varios días. En este caso, se trata de Ferrater Mora: una lección de cordura, de Victoria Camps, que publicara El País la semana pasada. Inspirándose en la obra del filósofo catalán, Camps medita sobre el debate acerca de la independencia de Cataluña, tan en candelero estos días:

Ferrater no pensó nunca que la secesión de Cataluña fuera razonable y sensata. Al contrario, rechazó rotundamente el separatismo al que tildaba de "achaque ochocentista como el nacionalismo y el centralismo". Proclamó una y otra vez su fe en el federalismo como el paso a una novedosa interrelación de Cataluña con España y de ambas con Europa. Aun así, era un hombre pragmático, que estimaba a quienes tenían los pies en el suelo y que detestaba las "obsesiones inútiles" y los conflictos inacabables. No me cabe duda de que, ante la explosión soberanista catalana, hubiera sido partidario de la celebración de un referéndum como la forma más democrática de saber qué quiere la gente, eso sí, siempre que la consulta se propusiera no confundir y plantear una pregunta clara e inequívoca.

Apoyar la celebración de un referéndum como medida democrática no significa ser independentista ni es incompatible con la posición federal que Ferrater siempre sostuvo y desarrolló con algún detalle. Veía en el federalismo la única forma de acabar con la oposición de dos polos que suelen presentarse como irreconciliables: la unidad y la pluralidad. La filosofía integracionista que propugnó se basa justamente en el empeño de acabar con los absolutos, las sustancias y las esencias, trata de ver la realidad no como una pugna entre extremos para anularse mutuamente, sino como un "continuo" inapresable por categorías rotundas y cerradas. Esta perspectiva está ya presente en su ensayo sobre "las formas de la vida catalana", la primera de las cuales es la continuidad, seguida de la ironía, el seny y la mesura. No son solo maneras de ser, sino cualidades a adquirir.

Ya he escrito en estas mismas páginas sobre este tema no hace mucho. Acerca de un artículo escrito por Juan Carlos Rodríguez Ibarra, si recuerdo correctamente. Aunque la comparación esté, lo reconozco, muy manida, se plantea uno el asunto éste casi como un divorcio. No cabe duda alguna de que la separación legal acarreará consecuencias para ambas partes, incluso si la iniciativa de divorcio proviene solamente de una de ellas. Y, sin embargo, ¿cuál es la alternativa? ¿Obligar a la parte que no quiere permanecer dentro del matrimonio a hacerlo? ¿Y qué solucionamos con eso? La separación es, sin duda, desgarradora. Pero, aún así, es preferible a su alternativa. Sencillamente, no se puede obligar a Cataluña (ni, dicho sea de paso, al País Vasco tampoco) a permanecer dentro de una relación de matrimonio que ya no comparten. Se puede hacer un esfuerzo por llegar a un nuevo acuerdo de convivencia (he ahí la propuesta federalista), pero no se les puede obligar a seguir siendo parte de España contra su voluntad. Lo siento mucho, pero es así de claro.

Y, por cierto, en lo que respecta al federalismo, está uno un poco harto de que siempre se lo pretenda recuperar cuando atravesamos por momentos de apuros (o, lo que es lo mismo, como mal menor). La verdad, tiene bien poco de extraño que muchos catalanes no confíen en la sinceridad de los socialistas al afirmar su fe en el federalismo. Cierto, el PSOE mismo está organizado de acuerdo a una estructura federal, pero eso es más teórico que real. Su funcionamiento de hecho deja mucho que desear desde un punto de vista auténticamente federal y Ferraz a menudo acaba imponiendo su voluntad sobre las distintas federaciones autonómicas, aunque sea a regañadientes. No hablemos ya de lo que sucede a nivel provincial. Sí, es una estructura mucho más descentralizada (y federal) que la del PP, sin lugar a dudas. Pero quedarse ahí sería aceptar, una vez más, el engaño de la retórica del "y tú peor". Se mire como se mire, el federalismo del PSOE es más bien formal y superficial, aunque son muchos los socialistas que comparten dicha idea, cuidado. {enlace a esta entrada}

[Fri Nov 9 07:42:28 CST 2012]

El semanario The Economist publica una gráfica mostrando la afiliación religiosa de quienes votaron por Obama o por Romney en las elecciones presidenciales estadounidense de la que se pueden extraer unas cuantas e interesantes conclusiones. Por ejemplo, Romney contó con el voto de la mayoría de protestantes, pero esa afirmación, sin cualificación alguna, no refleja la realidad completamente. La verdad es que fueron los protestantes de raza blanca quienes apoyaron a Romney, pero no los de raza negra, que prefirieron masivamente (más de un 90%) a Obama. En el caso de los católicos, los dos candidatos se repartieron el apoyo de los votantes por igual, pero con una diferencia significativa una vez más: mientras que Romney contó con el apoyo mayoritario de los católicos de raza blanca (un 60% de ellos), Obama arrasaba entre los de procedencia hispana (un 75%, aproximadamente). Y, por último, Obama también consiguió el apoyo mayoritario de judíos, miembros de otras religiones minoritarias y votantes que no se sienten identificados con ninguna religión en particular.

En conclusión, el apoyo a Romney (de hecho, de los republicanos) ha quedado limitado a los votantes de raza blanca, que son precisamente el sector demográfico que está en retirada. Obama, por el contrario, ha cimentado su victoria sobre el apoyo electoral de tres grupos sociales en clara expansión, bien en número o en importancia social: las mujeres, los jóvenes y los hispanos. O, para explicarlo de otra forma, los republicanos se ven ahora en una situación bastante complicada. El discurso ultraconservador que han venido adoptando en los últimos años consolida su presencia entre las capas más adineradas y de raza blanca, pero les condena al ostracismo entre sectores de la población estadounidense sin los cuales no pueden aspirar a construir una mayoría social en favor de sus propuestas.

Por último, una consideración algo más profunda: ¿nos encontramos, quizá, ante lo que suele denominarse un cambio de ciclo? Pues la verdad es que es bien posible. Los republicanos lograron construir una mayoría social allá a finales de los setenta en torno a un programa neoliberal representado por Ronald Reagan que suscitó el apoyo de profesionales y emprendedores de raza blanca hartos de lo que consideraban un exceso de regulación por parte del Estado, una población rural nostálgica de un pasado más floreciente y simple, el creciente número de personas que vivieron un retorno a la fe (por lo general, asociado a una de las religiones de origen protestante) y aquellos sectores de la clase obrera que echaban de menos el patriotismo de antaño y culpaban a las nuevas olas de inmigrantes de su progresiva depauperación (algo, por cierto, no muy distinto al apoyo con que siempre contó Le Pen en el cinturón industrial de París). Aquella coalición electoral fue absolutamente imparable durante más de dos décadas. Cierto, Bill Clinton pudo ganar las presidenciales de 1992, pero solamente debido a una recesión económica bastante fuerte, al hecho de que en aquellas elecciones entró en liza un tercer candidato (Ross Perot) que arañó votos a los republicanos y, sobre todo, al hecho de que Clinton se presentó como un nuevo demócrata difícil de distinguir de los republicanos (algo así como un Tony Blair estadounidense). De hecho, no hay que olvidar que las elecciones parciales de 1994 entregaron la mayoría en el Congreso a un grupo de neoconservadores liderados por Newt Gingrich no muy distinto de lo que hoy representa el Tea Party. En otras palabras, entre finales de los setenta y medida la primera década de este siglo, demócratas y republicanos podían alternarse en el poder, pero la mayoría social era inequívocamente republicana y conservadora, lo que quiere decir que la única forma de ganar las elecciones para los demócratas era correrse hacia el centro, mientras que los republicanos no necesitaban hacer lo mismo (al menos no en la misma medida) porque el centro de gravedad del electorado les favorecía. Esto fue así, como digo, hasta medida la primera década de este siglo, aproximadamente, que es cuando comenzamos a ver cambios sociales de suficiente calado como para facilitar la llegada del primer Presidente de raza negra a la Casa Blanca en 2008. Cierto, en 2010 se vio una reacción neoconservadora a través del Tea Party, pero eso me parece que fue algo más bien circunstancial debido a, primero, la enorme crisis económica que había sacudido el país (y el mundo entero), y, segundo, como una especie de último y desesperado coletazo de un neoconservadurismo populista que asistía impotente a una nueva realidad social que no le favorecía para nada. Así pues, es bien posible que los demócratas hayan dado ahora con la fórmula mágica de una mayoría social de progreso conformada por profesionales urbanos con alto nivel educativo y proclives a una visión progresista, jóvenes estudiantes universitarios, hispanos, negros y mujeres. La cuestión es si serán capaces de mantener una coalición tan variopinta durante los próximos años. Pero ese es siempre el reto de cualquier político.

Ahora bien, hay otro asunto que conviene tener bien presente, sobre todo desde el punto de vista europeo. En primer lugar, no me queda nada claro que Obama haya conseguido aglutinar esa mayoría social en torno a un proyecto más o menos claro, como sí fue sin duda el caso de Ronald Reagan. Al contrario, todo parece indicar que sus votantes han depositado su confianza en él en primer lugar (y sobre todo) como reacción ante un proyecto neoliberal que hundió al país en la mayor crisis económica desde los años treinta, mantiene a las tropas lejos de casa en el cenagal de Irak y Afganistán, no hace sino crear mayor injusticia y problemas sociales y, por último, casi conduce al país a la bancarrota fiscal. O, lo que es lo mismo, que la mayoría social de que hablamos, al menos de momento, no se ha formado tanto en favor de un proyecto como debido a una reacción de hartazgo y desilusión con otro proyecto (el republicano) que no ha hecho sino empeorar las cosas. Y, segundo, esta mayoría se ha aglutinado en torno a Obama más por motivos de imagen que por otra cosa. Obama representa una nueva América, no sólo por su relativa juventud sino, sobre todo, por su raza. Pero que nadie se engañe. Esto no es suficiente para mantener una coalición electoral de estas características. Y, desde una perspectiva europea, la cosa se pone incluso peor, pues, si fuera posible (que, como digo, es bien difícil) sintetizar en qué consiste el proyecto político de Obama, la verdad es que casi todo queda reducido a desarrollar un sistema de salud de cobertura universal, un sistema de impuestos un poco más justo y una política exterior claramente multilateral. Es decir, lo que hace ya mucho tiempo que se implantó en Europa. Parece difícil, pues, que los socialdemócratas europeos encuentren la respuesta a sus problemas en Obama si lo único que está haciendo es desarrollar el proyecto socialdemócrata europeo en los EEUU con unas cuantas décadas de retraso. En este sentido, si acaso, la única alegría que pueden llevarse al otro lado del Atlántico es ver cómo un programa claramente socialdemócrata parece contar con un apoyo mayoritario en los EEUU, pero poco más. No debiera sorprender a nadie que la crítica que más se oye estos días entre las filas conservadoras es precisamente que el proyecto de Obama consiste en "europeizar los EEUU". En buena parte eso es lo que es. {enlace a esta entrada}

[Thu Nov 8 07:57:40 CST 2012]

Toda sociedad tiene sus mitos constituyentes, sus historias fundacionales, que son las que la mantienen unida y, por lo general, funcionando más o menos bien. Tal vez haya alguna que otra excepción, pero yo no la conozco, sobre todo en lo que respecta a las naciones modernas, de gran tamaño y con poblaciones numerosas. Estas historias, repito, son lo que mantiene unida a la sociedad, su argamasa, por así decir. Estos mitos (estas historias) son tan antiguas como la Humanidad misma. Los seres humanos necesitamos las historias, necesitamos dar sentido a lo que nos rodea. De ahí la importancia de la religión, que en cierto modo se ha visto reemplazada en tiempos más recientes por las ideologías políticas y la ciencia. En cualquier caso, todo esto viene a cuento de que aquí, en los EEUU, el mejor momento para observar en qué consiste este mito nacional es, precisamente, cuando se celebran elecciones presidenciales (o cuando el país entra en guerra, pero esa es otra historia). Sirva como ilustración las palabras publicadas por una conocida en Facebook:

"What makes America exceptional are the bonds that hold together the most diverse nation on Earth, the belief that our destiny is shared, that this country only works when we accept certain obligations to one another and to future generations, so that the freedom which so many Americans have fought for and died for come with responsibilities as well as rights, and among those are love and charity and duty and patriotism. That's what makes America great."

Ahí tenemos condensados, en tan sólo unas cuantas líneas, bastantes de los mitos fundacionales de los EEUU. Se trata, como en el caso de cualquier otra sociedad (y la española, por cierto, no es ninguna excepción) simplemente de eso, mitos. No son hechos. Mucho menos son contrastables. Son pura ideología, pura fantasía. Pero, eso sí, fantasías que mueven piedras. El fuel que proporciona la energía con la que funciona toda una sociedad. Lo que hace que la gente siga pedaleando y la bicicleta no quede parada. Así, tenemos, por ejemplo, la afirmación, tan común por estos lares, aunque falsa, de que la sociedad estadounidense es "la más diversa en la Tierra". Se trata, sin duda, del mito fundacional más importante en este país. Es más, se trata de algo que va intrínsecamente unido a su propia esencia, a su propia manera de verse a sí misma, la raíz última del excepcionalismo americano. Y, sin embargo, no es cierta. Es verdad, la sociedad estadounidense es una de las más diversas del planeta, pero no necesariamente la más diversa. La India, por ejemplo, es igual o más diversa. En la India conviven pacíficamente más de 1.000 millones de personas que hablan un total de más de 1.500 lenguas distintas, profesan 6 religiones principales y una miríada de religiones menores y más de 2.000 grupos étnicos diferentes. Que yo sepa, los EEUU no se acercan siquiera a tal nivel de diversidad. Cosa bien distinta es que, desde nuestro complejo de superioridad occidental, ignoremos todo lo que no sea Europa y Norteamérica. Podría mencionar, asismo, países como Sudáfrica o Brasil, que también tienen una extraordinaria diversidad. Pero nada de ello socavaría la fe en la creencia, tan extendida, de que la sociedad estadounidense es la más diversa del planeta. Por cierto, que también se suele pensar que es la democracia de mayor tamaño, cosa que correspondería, una vez más, a India, y no a los EEUU. La India es, además, una república federal también. En fin, como digo, son hechos en los que, en nuestro consistente eurocentrismo, ni siquiera pensamos.

Pero, ¿qué decir del resto de afirmaciones en el comentario de mi conocida? Pues simplemente que se tratan de características de cualquier sociedad. Sencillamente, no puede existir sociedad en la que sus miembros no acepten unas obligaciones junto a unos derechos, en la que no se considere (aunque sea mínimamente) las contribuciones de las generaciones anteriores y lo que dejaremos a las generaciones que nos siguen, etc. En otras palabras, que la sociedad estadounidense es tan excepcional como todas las demás sociedades del planeta. Todas ellas son distintas, por supuesto. Cada una tiene su propia excepcionalidad, casi por definición. De lo contrario, no se habrían constituido como Estados-nación independientes. Pero, por supuesto, nada de ello podría servir de argamasa que une sociedades. Todos queremos oír que nuestro país es especial, diferente a los demás. Y es cierto. Es diferente... como todos los demás. Ni más, ni menos. {enlace a esta entrada}

[Tue Nov 6 11:22:02 CST 2012]

Hace ya cerca de una semana que El País publicó un artículo firmado por Juan Carlos Rodríguez Ibarra titulado O rectifica el PSC o rompe el PSOE que ha dado mucho que hablar. Vaya por delante que debemos reconocer la claridad y autonomía de criterio que casi siempre han guiado a Rodríguez Ibarra. Entre otras cosas, nadie le obliga a meterse en estos berenjenales a estas alturas. Ya hace tiempo que dejó sus cargos en la Junta de Extremadura y en el PSOE (por lo que sé) y supongo que cobra una paga de jubilación más que decente. Por tanto, bienvenida sea la contribución al debate de alguien que, como es el caso de Rodríguez Ibarra, desde luego tiene bastante experiencia política. Ahora bien, dicho todo esto, tampoco voy a ocultar que nunca me han gustado ni el estilo de Rodríguez Ibarra, muy cercano a las ocurrencias faltonas y desvergonzadas de Alfonso Guerra, ni tampoco su apuesta por lo que se ha dado en llamar jacobinismo dentro del PSOE (esto es, un centralismo más o menos remozado que no parece confiar nada en la diversidad ni la pluralidad de España). Aunque Rodríguez Ibarra plantea sin duda unas cuantas preguntas que merecen plantearse, el tono general del artículo sigue la línea tremendista que casi siempre le caracterizó:

¿Cuáles son las razones que animan a comprender la posición del PSC, que se asemeja a lo que propuso Ibarretxe en septiembre de 2002, cuyo objetivo era "alcanzar con el Estado español un pacto político para la convivencia basado en el reconocimiento de nuestra identidad nacional, el derecho del pueblo vasco a ser consultado para decidir su propio futuro". En qué se diferencia la propuesta socialista catalana de la de Otegi en Anoeta, (14-11-2004), que decía: "Deben acordar, partiendo de nuestra actual realidad, el tránsito político hacia un nuevo escenario en el que el pueblo vasco pueda, en condiciones democráticas, decidir cualquier estatus político o institucional para nuestro pueblo"?

¿Y quién es el PSC para quitarle al resto de España su soberanía? ¿En nombre de qué derechos históricos hablan para autodeterminarse? &iquesat;Cuándo ha habido una comunidad catalana independiente?

La Resolución del PSC de 28 de octubre recoge el compromiso de "promover las reformas necesarias" para que los ciudadanos de Cataluña puedan "ejercer su derecho a decidir a través de un referéndum acordado en el marco de la legalidad". ¿Derecho a decidir qué? ¿Qué es una reforma federal de la Constitución? Llevamos 30 años escuchando la misma monserga sin que nunca nadie nos supiera decir qué es eso exactamente. El programa electoral del PSC reafirma su apuesta federalista y aboga por una reforma a fondo de la Constitución en la que se reconozcan los derechos de las "naciones federadas", en referencia a Cataluña, País Vasco y Galicia. ¿Es a eso a lo que se refiere el PSC? ¿A establecer una singularidad para tres territorios, excluyendo al resto? ¿Dónde queda el resto?

Y, después de esa diatriba, cierra con la siguiente demanda:

Ahora sí es absolutamente necesario que se reúna el Comité Federal del PSOE con carácter de urgencia para hacerle saber al PSC, y a toda España, que no cuente con el PSOE si sigue propugnando el derecho de Cataluña a la autodeterminación. Aquí sí que se la juega Rubalcaba como líder del PSOE porque o rectifica el PSC o rompe con ellos el PSOE.

Vayamos por partes. Me alegro, ante todo, de que un conocido ex-dirigente socialista plantee estos temas. Y me alegra porque me consta que una buena parte de la militancia socialista en todo el país comparte su punto de vista. Un partido auténticamente democrático no tiene, pues, más remedio que debatir sobre estos asuntos abiertamente. Hay que hacer lo posible por huir del típico "llamamiento a la responsabilidad" y la "lealtad" que suele hacer en este tipo de casos. Sencillamente, si no hay debate, no hay democracia. Y dudo que nadie pueda echarle en cara a Rodríguez Ibarra que esté planteando un debate sin contenidos. Nada hay, por tanto, que reprocharle, creo yo. Segundo, sí que me parece algo tremendista y exagerado demandar que el Comité Federal del PSOE le pida cuentas el PSC o rompa con él, entre otras cosas porque no acierto a ver cómo puede ello contribuir a encauzar la crisis abierta por la multitudinaria manifestación de la Diada. O, lo que es lo mismo, que creo que el llamamiento de Rodríguez Ibarra en el último párrafo de su artículo es bastante irresponsable y no contribuye sino a calentar aún más el ambiente. Tercero, sigo sin entender a qué viene eso de preguntar sobre los "derechos históricos" o si alguna vez existió una Cataluña independiente? ¿Acaso importa? ¿Puede decirme el señor Rodríguez Ibarra si alguna vez existió una Alemania independiente antes de que se creara a finales del siglo XIX? ¿Y una Italia, una Francia, unos Estados Unidos? ¿Y qué decir de los países latinoamericanos? ¿Acaso existieron alguna vez países como Honduras, Guatemala o El Salvador? ¿Y Kenia, Libia, Sudáfrica o Mozambique? Es más, antes de los Reyes Católicos, ¿cuándo hubo una España independiente? ¿Cuáles son, pues, sus "derechos históricos"? Se mire como se mire, la realidad es que no se puede obligar a una comunidad que tiene su propia identidad por razones históricas y culturales a formar parte de un Estado al que no quiere pertenecer. Nos puede gustar más o menos, pero es una realidad. Finalmente, se me ocurre que gente con la experiencia de Rodríguez Ibarra harían bien en contribuir a moderar los ánimos, en vez de hacer lo contrario. Y, como decía, nada de ello quita para que en verdad plantee una serie de preguntas que conviene responder. En lo que quizá sí que estemos de acuerdo es en el hecho de que el PSC parece estar actuando a remolque de las circunstancias, más que ofrecer soluciones a los problemas de los catalanes. Parece claro que la única razón por la que los socialistas catalanes han vuelto a echar mano ahora de un federalismo tan indefinido es, precisamente, porque sienten la presión de CiU y los independentistas y se imaginan lo que van a deparar las urnas en las próximas elecciones autonómicas. En otras palabras, que tampoco esa es forma de hacer política, la verdad. {enlace a esta entrada}

[Tue Nov 6 07:29:42 CST 2012]

El País publicó hace ya un par de días un interesantísimo artículo titulado Tras la guerra se desató la barbarie en que se nos habla del libro Continente salvaje, del historiador Keith Lowe:

Un soldado enfoca la cámara. Su compañero, igualmente uniformado, se ha colocado entre dos mujeres. Con cada mano agarra los pechos femeninos como si fueran suyos. El marinero sonríe. Seguramente lo vive como uno de los buenos momentos de la guerra. Da igual que las dos napolitanas se presten a las vejaciones por hambre. El soldado se retrata inmune a cuestionamientos morales. En La piel, Curzio Malaparte no incluyó fotos como la anterior pero transmitió sin sutilezas la extinción de la ética que acompañó la entrada de las tropas aliadas en Italia: las mujeres eran la mejor mercancía que tenía la población civil local para acceder a los productos inexistentes.

En Continente salvaje (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), el historiador Keith Lowe lo plasma también sin finuras: "No todos los hombres a quienes los americanos denominan ahora la Gran Generación fueron los héroes abnegados que se representan a menudo: un porcentaje de ellos también eran ladrones, saqueadores y maltratadores de la peor especie. Cientos de miles de soldados aliados, sobre todo los del Ejército Rojo, eran también violadores en serie".

Recordemos aquella manida máxima según la cual la historia la escriben siempre los vencedores. Pues, en este caso, reescribir la historia consiste en presentar a los soldados aliados como enviados del cielo, luchadores por la libertad y la democracia universal que derrotan al satánico enemigo nazi-fascista. Sin entrar en detalles en la nada reconfortante historia de las ambigüedades de las democracias occidentales hacia el fascismo y el nazismo cuando se les vio como último baluarte del capitalismo ante las "imparables hordas comunistas", no hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que, como solían decir los cristianos, de todo hay en la viña del Señor. Y así, junto a gente honrada que luchaba por unos ideales, las tropas aliadas también cobijaban sinvergüenzas de todo tipo. Gente que robaba, saqueaba, violaba, abusaba... gente que se aprovechaba del poder que tenía en aquellos momentos, que nunca falta, por desgracia.

Un somero repaso a la inmediata postguerra nos puede dar una idea de lo que era aquello:

No hay ley ni orden: no hay policías ni jueces. No hay bancos, ni puentes, ni trenes, ni escuelas, ni bibliotecas, ni tiendas, ni fábricas, ni correos, ni teléfonos. No hay sentido del bien ni del mal. "Hombres armados deambulan por las calles", describe Lowe, "cogiendo lo que quieren y amenazando a cualquiera que se interponga en su camino. Mujeres de todas las clases y edades se prostituyen a cambio de comida y protección. No hayvergüenza. No hay moralidad. Solo la supervivencia". Y la venganza.

En otras palabras, que no se pasó directamente de la guerra al maravilloso mundo del Plan Marshall, como los libros de textos parecen hacernos creer. Entre medias, se vivieron unos inacabables años de penuria, supervivencia, abuso, hambruna y, sobre todo, falta de esperanza en la naturaleza humana. ¿Cómo podría haber sido de otra forma después de lo que vivieron? De hecho, lo que parece imposible es que de aquella Europa hundida surgiera la que conocemos hoy día que, con todos sus problemas y limitaciones, ha sido capaz de establecer un marco de convivencia que se considera de los más civilizados y avanzados del mundo no sólo por su riqueza, sino también por su nivel de protección de los más desfavorecidos (aunque, ciertamente, esto último está en claro retroceso en estos momentos).

En definitiva, que, como dijera George Santayana hace ya mucho tiempo, quien no conoce su Historia está condenado a repetirla. No hay que caer en el error de la equivalencia moral, por supuesto. Al menos en aquella guerra, los soldados aliados no luchaban por los mismos objetivos y valores que quienes se batían del lado de las potencias del Eje. De eso no cabe duda. Pero ello no quiere decir tampoco que debamos aceptar pintarlo todo en blanco y negro, aquí los buenos y allá los malos. La realidad, como siempre, tiene también otros colores y, sobre todo, muchas tonalidades. Si no aprendemos estas cosas, no habremos avanzado nada. Conviene echar un vistazo a la Historia con una visión menos partidista, sin agitar banderitas de ningún tipo.

En fin, ahí dejo como ilustración una foto tomada del artículo publicado por El País. Se trata de un grupo de presos liberados del campo de concentración de Dachau burlándose de un antiguo guarda, que posteriormente sería asesinado.

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[Mon Nov 5 12:42:17 CST 2012]

Hace ya unos días que un amigo compartió un enlace a un artículo de José Antonio Gómez Yáñez titulado ¿Se puede reformar la política? ¿Cómo? publicado la semana pasada por el diario El País que bien merece la pena mencionar aquí. Partiendo de la constatación de que en las elecciones autonómicas gallegas y vascas ha habido grandes perdedores, pero no se ha dado una sola dimisión, el autor se adentra en las razones que puedan haber llevado a nuestros partidos políticos a la triste situación en que se encuentran en estos momentos. La endogamia que les afecta es clarísima, como así lo son el nepotismo, el favoritismo, la oposición a cualquier cambio o el premiar la lealtad por encima de todo. Pero el autor no se queda ahí, sino que pasa a hacer una serie de recomendaciones que, al contrario de lo que habitualmente sucede con este tipo de artículos, es bastante clara, concisa y concreta. Nada de generalidades. Así, explica:

La política hay que regularla y no se hace de un plumazo. Estados Unidos y Alemania han avanzado con leyes sobre el funcionamiento de los partidos. Bajo ellas late una directriz: los partidos no son asociaciones privadas con legitimidad para autorregularse; son entidades especiales a las que se da el monopolio de la representación política, financiadas con dinero público y cuyo personal percibe retribuciones públicas, por tanto, deben regularse por leyes para proteger las instituciones, y sus cajas.

Tomemos Alemania como modelo, adaptemos sus leyes de partidos y electoral, sería fácil. La política alemana no es perfecta, vése el Libro Negro del Contribuyente, pero es raro ver a un político alemán ppor los juzgados y dimiten cuando deben. La ley de partidos alemana fija los congresos cada dos años, el voto secreto de los afiliados a personas, no a listas, para elegir los delgados a congresos o cargos internos, y la auditoría externa de cuentas. ¿Para qué regular la actividad interna de los partidos? Para prevenir la cooptación a la que tienden naturalmente, para proteger a los políticos con discursos diferentes a los de la dirección permitiéndoles sobrevivir en un contexto de voto a las personas, o sea, para permitir la supervivencia de alternativas internas; y, sobre todo, para obligar a las direcciones a rendir cuentas en plazos razonables (cada dos años en Congresos y cada tres o seis meses ante los parlamentos internos). Los congresos no son traumas como se pretende en España, ni pueden retrasarse a conveniencia de la dirección. Los órganos internos deben ser operativos para controlar la gestión de sus ejecutivas, no se trata de crear mecanismos para derribar ejecutivas, sino de que haya instrumentos que funcionen cuando sea preciso. Discrepar de la dirección no puede significar despedirse de la carrera política o someterse al silencio, por eso, los cuadros de los partidos deben sentirse protegidos por la seguridad de que su posición se asienta en el voto de los afiliados, no en la benevolencia de la dirección. Solo así pueden decir lo que piensan.

En Alemania la elección de los candidatos dentro de los partidos se incluye en la Ley Electoral. Los afiliados eligen los candidatos a todos los cargos representativos mediante elecciones primarias (internas). Se celebran a fecha fija, si la ejecutiva regional del partido no acepta al candidato ganador se convoca una semana después otra votación, siendo elegido el que gane. Es un sistema menos brillante que las primarias norteamericanas (impensables aquí), pero dota a los elegidos de bases autónomas de poder. Aquí las direcciones eligen a los candidatos en un forcejeo que mezcla la cooptación bajo presión y el reservado el derecho de admisión. Esta fase del proceso electoral debería incorporarse a la Ley Electoral española.

No puedo estar más de acuerdo. El artículo sexto de nuestra Constitución estabolece claramente que:

Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.

Se trata, por desgracia, de un aspecto más en el que lo establecido en la Constitución de 1978 se incumple un día sí y otro también. Al menos en este aspecto, el texto de la Constitución es acertado, pero se falló (como en tantos otros casos) a la hora de llevarlo a la práctica a través de una ley orgánica. Y así hemos terminado con unos partidos políticos que ni forman y manifiestan la voluntad popular, ni son un instrumento fundamental de participación política ni, mucho menos aún, se organizan de una forma auténticamente democrática. Si populares y socialistas quieren demostrar a los ciudadanos que de verdad pretenden solucionar los problemas que nos aquejan en estos momentos y sentar las bases para un nuevo renacer de nuestra sociedad, más les valdría comenzar por una reforma en profundidad que meta mano a los problemas de representación política y al funcionamiento de los partidos. En otras palabras, que les conviene predicar con el ejemplo y comenzar la reforma por su propia casa. No me cabe duda de que, al menos así, contarían con más crédito a la hora de acometer otras reformas igual de necesarias. Podrían comenzar por lo que sugiere José Antonio Gómez Yáñez en este artículo. {enlace a esta entrada}

[Fri Nov 2 12:15:10 CDT 2012]

Ya no cabe duda alguna de que la sociedad del espectáculo se ha extendido prácticamente a todas las esferas de la vida. Si las campañas electorales hace ya bastante tiempo que dejaron de ser la ocasión para debatir los problemas que afectaban a la ciudadanía para pasar a ser un mero intercambio de anuncios publicitarios sobre las distintas "marcas" políticas, ahora parece ya claro que la tiranía del entretenimiento ha llegado a la religión, afectando a la Iglesia Católica misma. Hasta ahora, parecía que el fenómeno de la religión como entretenimiento se vería reducido a unas cuantas iglesias protestantes ávidas de ganar feligreses y obtener, con ello, suculentas ganancias, pero todo parece indicar que la sangría de seguidores ha convencido al mismísimo Vaticano de que a lo mejor debiera intentar ganarse a la gente con las mismas armas que usa el enemigo. Así, leemos hoy en El País que en Brasil se estsá viviendo una auténtica competición para construir templos como si fueran estadios de fútbol para las masas de feligreses:

Además de devotos, los católicos brasileños seguidores de los curas popstar son fans de un estilo de celebración que incluye coreografías, estribillos pegadizos y músicas de los más variados ritmos. Las macromisas están de moda en un país con 123,3 millones de católicos (el 64% de la población). En una de ellas el pasado día 20, en Fortaleza, Reginaldo Manzotti, un representante de esta cosecha de clérigos de la organización Renovación Carismática, cantó y rezó para una masa calculada en 1,6 millones de personas. Este movimiento, que empezó en Estados Unidos en 1960, vive ahora su auge en Brasil. En São Paulo, las multitudes se apiñan en grandes carpas alquiladas para ver al sacerdote —y cantante— Marcelo Rossi, que más de una vez ha reunido a un millón de personas y ha sido uno de los pioneros en este tipo de misa de masas. Este viernes este cura inaugura un macrotemplo que se inscribe en un fenómeno que es, también, una manera de enfrentarse al auge de los evangélicos.

En el nuevo templo del cura Rossi en São Paulo habrá espacio para que 100.000 católicos puedan asistir a las misas y confirmaciones —20.000 dentro y 80.000 fuera—. Una misa inaugurará este viernes el recinto. El proyecto, que comenzó hace 10 años, está aún sin acabar, y el resultado será gigantesco. Más grande que la basílica de San Pedro, en el Vaticano, donde caben 60.000 personas.

(...)

Con una iniciativa como esta, los católicos emulan a las iglesias evangélicas, partidarias de los grandes templos y que a principios de los años noventa del pasado siglo empezaron a ocupar cines cerrados y a comprar parcerlas para construir recintos de culto en la periferia de las grandes ciudades brasileñas. La proximidad entre pastores y fieles evangélicos es similar a la que también persigue ahora la Iglesia católica en el país.

Según el último censo, del 2010, del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, los evnagélicos han crecido un 61% en los últimos años. Han atraído nuevos fieles, incluidos antiguos católicos. "La pérdida de terreno que han sufrido los católicos en favor de los evangélicos ha coincidido con los curas popstar, que tienen éxito porque sintonizan con la sociedad de consumo que se formón en el país", explica Karla Martins, doctora en Historia de la Iglesia Católica. `

El problema, por supuesto, es qué tan lejos pueda llegarse en este camino sin vender el alma al diablo, por usar un símil bien conocido. A lo mejor se gana en audiencia, en popularidad y, sobre todo, en términos crematísticos, pero al precio de perder seriedad, profundidad y consistencia. En otras palabras, siguiendo este camino la religión se convierte en mero espectáculo de masas, algo no muy distinto de un show televisivo que puede atraer a millones de personas, sin duda, pero no por ello va a lograr cambiar nada, pues se trata de mero consumo, una opción por una oferta de entretenimiento. Se trata, de hecho, de la misma tendencia que ha acabado por destruir a los partidos políticos y la actividad política como tal. Al perder profundidad, seriedad y transcendencia, se convierten en meros productos, algo superficial que, por consiguiente, no puede satisfacer las necesidades espirituales de nadie. De ahí que, estoy convencido, esta tendencia quizá tenga un claro éxito empresarial, pero no como vía de acceso a lo espiritual o religioso. A medio plazo, estas masas de feligreses están llamadas a desencantarse de todo esto. La raíz del problema, me parece, es que la experiencia religiosa es esencialmente pre-moderna (como muchas otras experiencias, por cierto). Lo que se persigue es un cierto sentido de comunión con los demás y con nuestro entorno natural. A eso se refiere mucha gente cuando usa el término calculadamente ambiguo de "espiritualidad". Pues bien, ninguno de estos espectáculos pueden satisfacer en realidad esa necesidad de comunión. Al principio sí que parecen hacerlo, al sumergir al individuo en una masa informe que le ofrece un nivel de protección y acomodo, pero pronto comienza a mostrar sus limitaciones. Los baños de masas ya se intentaron bajo el fascismo y el nazismo, y no llegaron a funcionar del todo sino para los objetivos más criminales. Parece que nunca aprendemos de nuestra propia historia. {enlace a esta entrada}

[Thu Nov 1 14:04:25 CDT 2012]

Leemos hoy en El País que ha fallecido el filósofo Agustín García Calvo y se encuentra uno con una curiosidad en el cuerpo de la noticia:

"Agustín era un hombre muy riguroso, siempre muy socrático. Creo que ha sido el último Sócrates", asegura Escsuedero [Isabel Escudero, su pareja desde hace 36 años]. Sobre el filósofo griego, García Calvo escribió algunos de sus textos más famosos, como Lecturas presocráticas y Lecturas presocráticas II. Otras de sus conocidas reflexiones filosóficas son Razón común, Contra el tiempo y Contra la Realidad.

Da un poco de vergüenza que el periodista que firma la noticia no sepa que escribir un libro sobre filosofía presocrática tiene bien poco que ver con Sócrates como tal. Supongo que es una clara evidencia del estado de la cuestión en lo que hace a la enseñanza de la filosofía en nuestras escuelas.

En cualquier caso, leyendo la noticia me encuentro con el enlace a el enlace a una entrevista con Agustín García Calvo publicada en febrero del 2010 donde se subraya el énfasis que el filósofo ponía en la multidisciplinariedad y se mencionan de paso un par de cosas que me han parecido curiosas. Así, tenemos en primer lugar unos comentarios sobre el éxito y el fracaso en la sociedad que nos rodea:

Mucho antes de que se pusiera de moda la palabra "multidisciplinar" Agustín García Calvo lanzó su proyecto de Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lengiaje. La idea era reconciliar disciplinas a las que la enseñanza había ido alejando hasta confinarlas en los compartimentos estancos de la filología, las matemáticas y el teatro.

Por la necesidad de "enriquecerse mutuamente" y para romper las barreras entre las tres disciplinas nació en 1988 esa Escuela —ni escolar ni escolástica—, que duró hasta 1991. Hubo a su amparo tres grandes encuentros de expertos internacionales y la promesa de la Comunidad de Madrid de asegurar su futuro. Promesa rota: "Aquello fracasó, como fracasa todo lo que puede herir. El éxito sólo llega a aquello que no hace daño a nadie, a aquello que sigue la corriente", recuerda García Calvo, que esta tarde presentará el "recordatorio" de la Escuela en un acto que se celebrará a las 19,30 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. "Vamos a celebrar el recordatorio de los 20 años no sólo de lo que pudo ser, sino de lo que puede surgir en cualquier momento", dice.

Como decía, interesante reflexión sobre el éxito y el fracaso en nuestra sociedad. El mismo artículo contiene también unas interesantes meditaciones sobre la lengua, uno de los temas favoritos de García Calvo, sin duda:

Para el filósofo, la lengua hablada pertenece a "una especie de asamblea subconsciente" comunitaria que "no sabe lo que hace cuando habla, y cuando trata de saberlo no hace más que entorpecer el curso de la lengua". Según él, esa asamblea subconsciente, el pueblo, puede llegar a pervertir el signficado oculto de una palabra "para vengarse". Un ejemplo: "idiota", que originariamente significaba "simple". Poeta y autor de letras para canciones (suya es la del nada patriótico himno de la Comunidad de Madrid, hoy fuera de uso), García Calvo trata de sacar la poesía de los libros para devolverla a la oralidad (de nuevo, inconsciente y sin forma fija) de la que surgió: "Hay que volver a las fuentes vivas de la lengua". Y sobre la blindada fifura del autor, sostiene: "Cuando en poesía suerge algo de verdad eso no surge de tu conciencia, no surge de uno, sino a pesar de uno. Lo que de un poema valga algo, eso no lo he hecho yo. La parte mala, la parte obediente, eso sí es mío".

Por cierto, que al leer la referencia a la letra del himno de la Comunidad de Madrid, recordé que no la había leído nunca. Sí sabía que la había escrito él, pero no la había leído nunca. Así que la busqué en la Red, y la verdad es que no tiene desperdicio:

1

Yo estaba en el medio: 
giraban las otras en corro, 
y yo era el centro. 
Ya el coro se rompe, 
ya se hacen Estado los pueblos, 
Y aquí de vacío girando 
sola me quedo. 
Cada cual quiere ser cada una:
no voy a ser menos:
¡Madrid, uno, libre, redondo, 
autónomo, entero!
Mire el sujeto 
las vueltas que da el mundo
para estarse quieto.


2

Yo tengo mi cuerpo: 
un triángulo roto en el mapa
por ley o decreto
entre Ávila y Guadalajara, 
Segovia y Toledo: 
provincia de toda provincia, 
flor del desierto. 
Somosierra me guarda del Norte y 
Guadarrama con Gredos;
Jarma y Henares al Tajo 
se llevan el resto. 
Y a costa de esto, 
yo soy el Ente Autónomo último,
el puro y sincero. 
¡Viva mi dueño!, 
que, sólo por ser algo, 
¡soy nadrileño!


3

Y en medio del medio, 
Capital de la esencia y potencia, 
garajes, museos, 
estadios, semáforos, bancos, 
y vivan los muertos: 
¡Madrid, Metrópoli, ideal 
del Dios del Progreso!
Lo que pasa por ahí, todo pasa 
en mí, y por eso
funcionarios en mí y proletarios
y números, almas y masas
caen por su peso; 
y yo soy todos y nadie, 
político ensueño. 
Y ése es mi anhelo, 
que por algo se dice: 
  De Madrid, al cielo. 

Como bien decía el periodista, la letra tiene bien poco de patriótica, y un mucho de crítica feroz a casi todo. No me extraña que casi no se use. {enlace a esta entrada}