[Thu Mar 29 17:19:20 CDT 2012]

No hace falta estar demasiado al tanto de las noticias para darse cuenta de que hoy, en España, la noticia del día es sin duda la huelga general convocada por los sindicatos contra la reforma de la ley laboral. No voy a entrar en bailes de números, ni tampoco haré sesudos análisis, entre otras cosas porque para eso siempre viene bien un poco de distancia en el tiempo. Pero, eso sí, quiero aprovechar esta oportunidad para subrayar que llaman la atención declaraciones como las de la ministra de Empleo y Seguridad Social, en las que afirma que "la senda reformista es imparable". Y digo que llaman la atención sus palabras porque es algo que hemos oído en el pasado en boca de ministros de uno y otro color político, siempre vendiendo las "reformas" contra una ciudadanía que, en apariencia (o al menos eso se nos quiere hacer creer), es reacia a cualquier cambio, comportándose irresponsablemente como utópicos irredentos que no intentan sino poner obstáculos al devenir de la Historia. Ahí está, claramente, el truco del almendruco. No es sino mera táctica publicitaria, recurso al marketing más manoseado, retórica engañosa. A fin de cuentas, no es necesario tener doctorado alguno para darse cuenta de que sindicatos y manifestantes no se oponen necesariamente a las reformas, sino a la forma en que se quieren llevar a cabo (esto es, sin diálogo ni negociación, pasándose los mecanismos de la democracia más elemental por la entrepierna).

Por cierto, que se pregunta uno ahora dónde quedó aquel constitucionalismo enfervorizado que los dirigentes del PP postulaban constantemente cuando Zapatero estaba en el Palacio de La Moncloa. Lo digo porque no la actitud del Gobierno de Rajoy sobre este tema me parece más bien poco compatible con el espíritu y hasta la letra, si me apuran, de nuestro documento constitucional. Duros tiempos estos en los que hasta la Constitución de 1977 se nos presenta como utopía casi revolucionaria. Parece que al final va a tener razón Julio Anguita cuando decía aquello de que se conformaba con que se aplicase lo que ya disponía la Carta Magna. Ya me dirán si no es triste todo esto. {enlace a esta entrada}

[Mon Mar 26 19:40:27 CDT 2012]

La noticia del día, al menos en España, es sin lugar a dudas los resultados de las elecciones autonómicas en Andalucía y Asturias que tuvieron lugar ayer. Sobre todo en el caso andaluz, la sorpresa ha sido mayúscula. Después de todo, aunque el PSOE ha sido el partido más votado en Asturias, se debe únicamente a que la derecha en aquella comunidad autónoma se encuentra dividida en dos desde que Cascos decidiera crear su propio partido (esto de los partidos personalistas se las trae, y no hace sino demostrar bien a las claras que tenemos unos partidos políticos bien poco maduros, centrados más bien en querellas personales por ganar cuotas de poder que en otra cosa; no es que en otros países no aparezcan de cuando en cuando, pero suelen tener más bien poco peso específico, en tanto que por aquí ya hemos tenido la experiencia de partidos como el CDS de Suárez, la Mesa por la Unidad de los Comunistas de Carrillo, la UPyD de Rosa Díaz o el Foro de Álvarez Cascos... como digo, me parece que muestra la falta de madurez de nuestros partidos, creados con toda prisa durante la Transición y, por consiguiente, con poco arraigo en la sociedad civil, al contrario que en otros países de nuestro entorno). En fin, que el PP puede haber sido el partido más votado en Andalucía y, por tanto, el ganador técnico, pero después de que todas las encuestas les acercaran tanto a la mayoría absoluta, sus cincuenta escaños saben a poco y, además, dificulta enormemente que pueden llegar a gobernar. Seamos claros, el PP andaluz ha perdido 200.000 votos comparado con las elecciones autonómicas de 2008 y unos 400.000 si lo comparamos con los resultados de las generales del 20-N. Todo un señor toque de atención, se mire como se mire.

¿A qué se debe, pues, la sorpresa? Como decíamos, todas las encuestas acercaban al PP a la mayoría absoluta y prácticamente todos los analistas pensaban que le había llegado el turno a los conservadores. ¿Qué les ha fallado? Muchas cosas. Para empezar, les ha fallado la arrogancia con la que ya daban por asumido que iban a ganar. Como muchos afirmaban en los últimos días, se creían que "iban sobrados". El mismo mensaje de altanería, por cierto, que envió su candidato al negarse a participar en el único debate televisado. Aquel error fue, sin duda, garrafal, sobre todo proviniendo de gente que muchos andaluces todavía ven como señoritos que se creen los dueños del cortijo. Pero ahí no queda la cosa. Aún hay más. Hay que tener muy poca vergüenza (o un espíritu ciertamente temerario) para presentar a un candidato por cuarta vez a las elecciones (una persona que lleva ya tres décadas en la política profesional, y no precisamente como actor de segunda fila) y hacer girar el mensaje de la campaña en torno a la idea del "cambio". Las carcajadas deben haberse oído desde el otro lado del Estrecho. Sumemos a todo ello el hecho de que Rajoy ya había hecho públicas algunas medidas más bien duras e impopulares, al tiempo que se guardaba de forma obvia lo peor para después de las elecciones (eso de no aprobar los presupuestos en Consejo de Ministros hasta cinco después de las elecciones es más bien descarado) y ya tenemos todos los elementos que explican el revés electoral de los populares. Si con la que ha caído y está cayendo, con una tasa de desempleo del 31%, la crisis económica, los recortes, los escándalos de corrupción y la desorientación general de los socialistas, el PP no ha podido conseguir el Gobierno de Andalucía, la verdad es que no acierta uno a ver cuándo ni cómo podrán hacerlo. Por cierto, que la reacción de incredulidad, primero, e insultante arrogancia, después, con que muchos comentaristas conservadores han acogido los resultados (vése un buen resumen de José María Izquierdo aquí) no hace sino corroborar el presentimiento que tantos andaluces tienen de que quienes dirigen el PP en Andalucía son precisamente los petulantes señoritos de siempre. No hacen sino darles la razón.

Dicho todo esto, comparto por completo las advertencias de José Manuel Atencia en un artículo publicado hoy por El País:

Pero se equivoca el PSOE si olvida que han perdido las elecciones en Andalucía. Y que tiene gran parte de responsabilidad en ese más de un 40% de ciudadanos que decidieron no acudir a las urnas. El castigo a los socialistas, que por primera vez son la segunda fuerza política, es real, y fruto del hartazgo de muchos ciudadanos a tres décadas de gobiernos ininterrumpidos; también del cansancio de demasiada gente ante la confusión entre lo público y lo privado; del aburrimiento ante un partido que, demasiadas veces, ha premiado la lealtad personal sobre la competencia profesional, y sobre todo, del malestar por la ausencia de controles administrativos y falta de diligencia ante la corrupción. También, por esa sensación de tedio ante los anuncios de cambios que no han cambiado nada. Ni en el PSOE ni en la Junta. Ni en la administración que iban a recortar ni en el partido que iban a renovar.

Ese es precisamente el peligro. Cabe la posibilidad de que, tal y como sucediera a nivel nacional en 1993, el PSOE haya salvado de momento los trastos, pero no sea capaz de llevar a cabo los cambios que no puede aplazar por más tiempos. Si acaso, cabe guardar un poco más de esperanza ahora porque uno debiera asumir que IU no va a dejar pasar la oportunidad de forzarles a dar un giro a la izquierda y, sobre todo, a limpiar un poco los armarios. Ya veremos. No queda más remedio que esperar. {enlace a esta entrada}

[Thu Mar 15 17:05:55 CDT 2012]

El País publica hoy un artículo sobre la investigación realizada por el historiador Thomas Weber acerca de la experiencia de Adolf Hitler en la Primera Guerra Mundial y que viene a deshacer algunos de los mitos sobre el líder nazi. Por ejemplo, nunca fue cabo, como siempre se ha pensado, sino que en realidad no pasó de soldado de primera y jamás tuvo mando de tropa. Asimismo, desempeñó funciones de correo en el puesto de mando de su unidad militar, por lo que en realidad su experiencia en primera línea fue más bien limitada. En todo caso, no me interesa tanto el tema éste de si Hitler fue en realidad un héroe patriota como soldado en las trincheras de la Primera Guerra Mundial como otro asunto algo más peliagudo, si cabe:

Lo que sí es seguro para Weber es que la idea de las cámaras de gas no procede de las vivencias del viejo enlace en la I Guerra Mundial. "Hitler no decidió exterminar a los judíos hasta entrada la II Guerra Mundial, cuando echarlos ya no era posible. Y gasearlos es una idea que vino de otras instancias y é aprobó, claro; a Hitler probablemente no se le hubiera ocurrido, precisamente por conocer el tema. De hecho, nunca quiso usar armas químicas en la II Guerra Mundial".

La razón por la que estas palabras del historiador alemán me parece interesantes es porque se corresponden poco más o menos a lo que siempre he pensado que podría ser la verdad sobre el tema del holocausto. Es decir, que la realidad, como de costumbre, fue mucho más compleja y sutil de lo que habitualmente nos presentan en los medios de comunicación, que no pasa de ser una simplificación de los hechos. Lo que parece probable es que, en realidad, Hitler no hubiera planificado el exterminio de los judís desde el principio, como asumen muchos, sino que siempre prefirió apostar más bien por su expulsión de Europa, eso sí, sin andarse con excesivos miramientos respecto a la metodología a usar. Esto es compatible, además, con lo que sabemos de sus planes acerca de la expulsión de los judíos a la Europa del Este o incluso África. Un estadista que se plantea el exterminio total de una raza, ni siquiera se preocupa por hacer estos planes. En cualquier caso, llegado el momento, teniendo en cuenta las circunstancias de la guerra y obervando los problemas de logística para transportar a los judíos a otros territorios o incluso mantenerlos con vida en las zonas ocupadas, optó por aprobar su exterminio, propuesta que seguramente, como afirma Weber, provino de otras instancias (¿Himmler, quizá?). Nada de esto, por descontado, le exime de responsabilidad alguna. Pero no veo porqué hayamos de simplificar y pintarlo todo con trazos gruesos. {enlace a esta entrada}

[Tue Mar 13 17:13:46 CDT 2012]

Me parece muy acertado el artículo de Javier Mestre que publica hoy la web de Rebelión en el que llama la atención sobre los peligros de acercarse de forma acrítica a gente como Putin o Ahmadineyad. Se trata de una tentación en ciertos círculos de la izquierda más rabiosamente anti-imperialista y anti-sistema, por cierto. Pero, como bien explica Mestre:

Que nadie se lo tome a mal, pero hablar hoy en día de un bloque antiimperialista es un mito tan falso como injusto para con la clase obrera de buena parte del mundo. No tenemos Unión Soviética, pero algunos parecen no querer aceptar que somos débiles. Cuando teníamos URSS, quizás éramos más fuertes, pero con frecuencia no fuimos justos y, por aferrarnos a la ilusión de que éramos muy poderosos, aceptamos demasiados errores y no pocos crímenes. Hoy no hay Unió;n Soviética y parece que muchos compañeros comunistas se empeñan en encontrarla en otro lado, en Rusia, en Iráp;n, en China... como para no sentirse del todo desamparados, supongo yo, como si el poder fuera un argumento principal, por encima de "la razón en marcha", citando la sabia estrofa de la Internacional.

Aunque Vladimir Putin reinstaurara en Rusia el himno soviético, aunque siga emitiendo encendidos discursos de denuncia del imperialismo que con frecuencia aluden con cierta nostalgia a los viejos tiempos soviéticos, en realidad representa, como bien denuncia el Partido Comunista de la Federación Rusa, el poder oligárquico de una mafia capitalista que mantiene en la miseria y la opresión a la clase obrera de su inmenso país. Es el cabecilla de una caterva de ricachones horteras y criminales, producto de la liquidacióp;n brutal del socialismo soviético. Puede que sea un problema para Estados Unidos y su imperio, pero también lo es para su propia población. Los rusos, hoy, conocen el paro y la esclavitud, la corrupción como regla básica del funcionamiento social y la violencia sistemática como respaldo permanente de la injusticia extrema. Conviven en la Rusia actual el derroche más escandaloso, el lavado de dinero y el control oligárquico de la política con la miseria rampante, la carestía de productos básicos, el trabajo infantil, la mendicidad y la hipotermia por pobreza. Aunque la Rusia de Putin sea aliada preferente de la Revolución Bolivariana y apoyo para la Cuba socialista, no debemos olvidar que sus magnates son tan enemigos nuestros como nuestros propios explotadores. Si no lo consideramos así, estaremos cometiendo un grave error: cambiar la necesidad de justicia universal, cambiar el espíritu de La Internacional por una ilusión peregrina de que no estamos solos. No podemos traicionar a los trabajadores rusos apoyando a sus explotadores, aunque nuestros compaeñeros lationamericanos no tengan más remedio que apoyarse en ellos. No debemos olvidar nunca con quié;n se pacta; Lenin ya nos enseñó que hay que llegar a acuerdos con quien sea necesario, pero eso no tiene nada que ver con la amistad o la confianza.

Está escrito, obviamente, desde una óptica comunista que no comparto. Pero ello no es óbice para que uno acierte a ver el claro entre las ramas. La verdad es que hay demasiada gente en el seno de la izquierda que, obcecada por su antiamericanismo primario, está dispuesta a alegrarse de un triunfo del mismísimo diablo con tal de darle una bofetada en la cara al Tío Sam. Me parece un tremendo error. Siempre me lo ha parecido. Así es cómo la izquierda se dejó engatusar por Jomeini y los ayatolás a finales de la década de los setenta. Parece que algunos no aprenden nunca. {enlace a esta entrada}

[Mon Mar 12 14:33:55 CDT 2012]

No estoy seguro cómo sucedió, pero hace un par de días estaba reflexionando y se me ocurrió, de repente, una de esas cosas que parecen clarísimas, aunque uno no suele tenerlas en cuenta a menudo. El caso es que mientras que la crisis de 1929 y los años treinta nos dejó el legado cultural de obras como The Grapes of Wrath o Of Mice and Men, de John Steinbeck, o Modern Times, de Charlie Chaplin, la verdad es que esta otra crisis que estamos atravesando desde 2008 no ha aportado absolutamente nada en el mundo de la cultura. No se me ocurre ni una sola canción, obra de teatro, película o novela que pueda servir, dentro de unas décadas, como ilustración de la crisis que estamos viviendo. ¿Y a qué puede deberse? Sólo se me ocurre una razón: el mundo de la cultura y de las artes en general hoy en día está entregado en cuerpo y alma al mercado. No es sino negocio, puro negocio. No hay otra intencionalidad, al contrario de lo que sucediera en la década de los treinta. De ahí que la desconexión entre cultura y sociedad sea total. Las artes hoy en día no son sino mero objeto de consumo, puro entretenimiento, y no un termómetro de la sociedad, ni tampoco una herramienta de la que nos valgamos para interpretar el mundo que nos rodea. No se trata, por supuesto, de que no existiera también esa forma de cultura en aquel entonces, pero no era la única. Hoy, por el contrario, sí que lo es, al menos en lo que respecta al arte que cuenta, al que la gente ve y oye. El espectador ya no aspira a reflexionar sobre nada, ni tampoco a interpretar nada. Solamente quiere que le den entretenimiento. Y eso le dan. {enlace a esta entrada}

[Mon Mar 12 09:24:12 CDT 2012]

Casi se ve venir que los EEUU e Israel están allanando el camino (esto es, preparando a la opinión pública) para lanzar una nueva guerra. Supongo que, ahora que ya se ha iniciado la retirada de tropas de Irak y está a punto de comenzar la retirada de Afganistán (por cierto, en ambos casos las tropas estadounidenses se retiran sin haber consolidado realmente un sistema democrático, sobre todo en el segundo caso), el infame complejo militar-industrial necesita un conflicto en algún otro sitio para garantizar sus beneficios. Por eso no está de más leer el artículo de Fareed Zakaria titulado Another war in the Middle East? publicado por CNN:

Before we set out on a path to another Middle East war, let's remember some facts. First, Iran does not have nuclear weapons. And the evidence is ambiguous as to whether it has decided to make them...

What if Iran does manage to develop a couple of crude nukes in several years? Obama says a nuclear Iran would set off an arms race in the Middle East. But a nuclear North Korea has not led the two countries directly threatened by its weapons —South Korea and Japan— to go nuclear. Saudi Arabia and Egypt did not go nuclear in response to Israel's developing a large and robust arsenal of nuclear weapons...

Obama has explained that a nuclear Iran would be a problem like Indian and Pakistan with their nuclear weapons. But India and Pakistan went to war three times in 30 years before they had nuclear weapons. Since they wen nuclear, they have been restrained and have not fought a war in 40 years. That case shows the stabilizing, not destabilizing, effects of deterrence. If Israel genuinely believes that deterrence doesn't work in the Middle East, why does it have a large nuclear arsenal if not to deter its enemies?

Iran's weapons could fall into the hands of terrorists, says the President, But would a country that has labored for decades to pursue a nuclear program and suffered huge sanctions and costs to do so then turn around and give the fruits of its efforts to a gang of militants?

En otras palabras, ¿a qué viene tanta preocupación de repente? Seguramente no hará falta que recordemos aquí (lo debiéramos tener todos bien fresco en la memoria) que otro presidente estadounidense (George W. Bush) usó no hace muchos años los mismos argumentos para lanzar la guerra de Irak. Aquel otro presidente tenía tanta evidencia coo tiene este otro (es decir, más bien poca), y ya sabemos en qué quedó todo aquello. Las famosas "armas de destrucción masiva" no se encontraron jamás. Ya saben lo que se cuenta del pastor que no hacía más que gritar "¡que viene el lobo!" Pero es que, por si esto fuera poco, como bien explica Zakaria, aunque Irán llegara a fabricar la bomba atómica, tampoco es el fin del mundo, ni mucho menos. Ni Irán es el demonio que nos pintan, ni tampoco es peor que Pakistán o Corea del Norte. No es que aumentar el número de armas nucleares en el mundo sea algo precisamente positivo, pero tampoco es el fin del mundo. Tenemos planteados problemas mucho más serios en estos momentos. Así pues, cabe preguntarse a qué viene tanta obsesión con Irán. Y es precisemante ahí donde encontramos la respuesta sobre la que merece la pena reflexionar: EEUU está viendo declinar su estrella a marchas forzadas. Mientras China, India, Brasil y Rusia no hacen sino incrementar su influencia internacional, el gigante americano está en horas bajas. Más preocupante aún, se les está yendo de las manos el control del Oriente Medio, con todo lo que ello significa para un país tan dependiente del petróleo. Y, mientras todo esto sucede, ¿qué está haciendo la Unión Europea? Puro seguidismo. Me parece bastante equivocado. Hace ya tiempo que llegó el momento de que los europeos nos planteemos nuestra propia política exterior y de seguridad común, una política que no puede ser sino autónoma de la política estadounidense.

Por cierto, he visto esta ilustración circulando por la Red. Merece la pena tenerla en cuenta:

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[Mon Mar 5 12:59:25 CST 2012]

Según leemos hoy en El País, el ministro de Economía, Luis de Guindos, ya advierte de que la recesión obligará al Gobierno a incrementar los recortes en 8.400 millones de euros:

Sobre el papel, el mayor ajuste presupuestario de la democracia asciende a 29.600 millones, lo que va de cerrar 2011 con un déficit equivalente al 8,5% del PIB a intentar bajarlo al 5,8%, como anunció el viernes el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Pero ir de la teoría a la práctica será más costoso aún, ya que el ajuste se pretende en recesión, con el paro al alza. Y eso se traduce en menos recaudación de impuestos, en más prestaciones por desempleo. El ministro de Economía, Luis de Guindos, acaba de revelar que, para compensar este efecto, habrá que elevar el ajuste en 8.000 millones hasta los 37.500 millones.

Mira que hay economistas (como Paul Krugman o Joseph Stiglitz) que lo vienen advirtiéndolo hace ya tiempo: las llamadas políticas de austeridad promovidas desde Alemania no van a hacer sino hundir a Europa en una segunda recesión de consecuencias impredecibles. Casi pareciera que estuviéramos todos dispuestos a lanzarnos a la espiral suicida en que hace ya tiempo que se encuentra Grecia. En lugar de fomentar la demanda interna, no hacemos sino recortar y recortar aún más el gasto público, disminuyendo con ello la demanda agregada de forma directa primero (los productos y servicios que habitualmente compra el Estado), de forma indirecta después (al dejar a bastantes empleados públicos en la calle o con sueldos reducidos, con lo que su poder de compra también se ve reducido) y, por si todo esto fuera poco, atemorizando a la población en general con un futuro más bien poco halagüerño, lo que no hace sino afectar negativamente tanto a la demanda doméstica como a la inversión. En otras palabras, que nos lo jugamos todo a una carta: el incremento de las exportaciones. Pero sin acertar a ver algo que debiera ser fácil de observar: no todo el mundo puede vivir de exportar más, pues para que haya más exportaciones alguien tiene que importar más. La economía capitalista es un sistema global, y no algo que podamos dividir limpiamente en economías nacionales. Se trata de un circuito cerrado y, como decía, para que alguien exporte más, alguien tendrá que importar más. Ahí está, me parece, el quid de la cuestión. Son demasiados los economistas, analistas y políticos que lo ven todo con el prisma del nacionalismo y las fronteras nacionales. Desde esa perspectiva, desde luego, las respectivas economías son circuitos abiertos. Pero fallan en el sentido de que la economía capitalista hoy día no puede entenderse sin la globalización que ha acelerado la transición hacia unos mercados auténticamente globales en las últimas décadas. Y, desde esa otra perspectiva, la economía es un circuito cerrado.

No obstante, que nadie me malinterprete: tampoco pienso que la cosa sea tan fácil como lanzarse a una política de demanda a lo Keynes. Sencillamente, ¿de dónde sale el capital para hacer eso, teniendo en cuenta lo maltrechas que están las cuentas públicas en todas las economías desarrolladas? En este sentido, estoy convencido de que la economía estadounidense va a pagar tarde o temprano las políticas expansivas llevadas a cabo por Obama, aun cuando no tiene uno más remedio que reconocer que la crisis hubiera sido mucho peor en los EEUU si no hubiera sido por los estímulos. En otras palabras, que nos encontramos todos en una situación nada envidiable. No acierto a ver qué margen de maniobra nos puede quedar, al menos dentro de los parámetros habituales de la economía capitalista. Siempre y cuando permanezcamos dentro de esos parámetros, solamente puedo prever una mayor precariedad laboral, una mayor erosión de las clases medias, un menor poder adquisitivo de la amplia mayoría de la población y una mayor deslocalización de los puestos de trabajo, lo cual irá acompañado de una erosión cada vez mayor de las antiguas políticas de bienestar debido a la inexorable crisis fiscal del Estado. La alternativa, por supuesto, implica salir de este sistema económico. Importa bien poco cómo lo queramos llamar. De hecho, estoy convencido de que debiéramos huir del término "socialismo" como de la peste, pues no haríamos sino granjearnos de entrada la oposición frontal de bastante gente y, además, nos haríamos un flaco favor a nosotros mismos, pues correríamos el riesgo de caer en los errores del pasado (estatismo, dogmatismo, tendencias autoritarias...), ya que las raíces de aquellos errores se encuentran identificadas muy a fondo con el concepto mismo de socialismo. Además, por si todo esto fuera poco, hay otros valores que habitualmente no se identificaron con el socialismo y que ahora se vuelven necesidad inexcusable (sostenibilidad, abandono del materialismo ciego, fin del industrialismo...). Ignoro, pues, cómo podamos llamar a la alternativa y hasta cuáles puedan ser las grandes líneas que la definan. Eso deberemos construirlo entre todos. Pero lo que sí tengo claro es que la crisis actual no hace sino demostrar bien a las claras los límites mismos del capitalismo. {enlace a esta entrada}

[Fri Mar 2 08:45:08 CST 2012]

Ayer leíamos en El País que el PP achaca a un plan del PSOE el clima de "conflictividad social". Con la que está cayendo y, en lugar de demostrar liderazgo político, unos y otros continúan tirándose los trastos a la cabeza en un estúpido y miope juego que no hace sino socavar la poca credibilidad que le va quedando a los políticos profesionales. Este es el momento de lanzar propuestas y hablar de visiones de futuro, no de criticarse unos a otros en un estéril (para la ciudadanía en su conjunto) de intento de hacerse con unos cuantos votos. Es lo que sucede cuando la actividad política se profesionaliza hasta tal nivel que todo se ve en términos de victorias y pérdidas. Los altos ejecutivos de las empresas capitalistas lo ven todo a través del prisma de los beneficios y las pérdidas, en tanto que los políticos profesionales todo lo ven en términos de ganar y perder votos. A unos y a otros les importa bien poco la materia prima con la que trabajan o las consecuencias que pueda tener su actividad. Únicamente les preocupa que la empresa y el partido político, respectivamente, tengan ganancias. No debe sorprender a nadie que la gente muestre cada vez más indiferencia con respecto a unos y a otros, lo cual no es tan grave, evidentemente, en el caso de las empresas como lo es en el de la actividad política. Después de todo, no puede uno pensar que haya democracia alguna si la mayoría de la población se muestra indiferente.

En todo caso, merece la pena entrar a discutir las acusaciones de los dirigentes del PP. Según leemos en El País:

Las manifestaciones de estudiantes del pasado miércoles en varias capitales españolas —que juntaron a miles de personas y degeneraron en episodios de violencia en algunos casos— no son fruto del descontento por los recortes y la reforma laboral del Gobierno, ni botón de muestra de un estado de opinión en un sector de la población, sino consecuencia de una "estrategia del PSOE con el ánimo de crear un clima de conflictividad social" en plena tormenta. Una forma de poner "palos en las ruedas" del Ejecutivo justo cuando los ojos de Europa están puestos sobre España. Es la interpretación que hizo este jueves el número tres del PP, Carlos Floriano, que salió en rueda de prensa a condenar los incidentes violentos y adjudicárselos a los socialistas.

La verdad es que no sabe uno ni por dónde empezar a comentar estas manifestaciones. Como de costumbre, intentaré ser lo más objetivo posible o, cuando menos, intentaré evitar el partidismo, que es algo que nunca me ha atraído lo más mínimo.

Para empezar, convendría que los dirigentes del PP hicieran algo de autocrítica y no negaran la mayor, esto es, que un buen porcentaje de la población está hasta las narices de ver que son siempre los mismos quienes se van de parranda y, por otro lado, también son siempre los mismos quienes pagan la factura de la fiesta. Se equivocan si piensan que la gente que se está echando a la calle (sobre todo los estudiantes de secundaria) son militantes o simpatizantes del PSOE. Por el contrario, les importa un pimiento tanto el PP como el PSOE. Esto es lo que no parece entender el número tres del PP. La gente está hasta las narices de unos y de otros, y no les hace falta que ni el PSOE ni nadie les incite a echarse a la calle. Si acaso, las declaraciones de Floriano no hacen sino demostrar que los políticos viven en su propio mundo, que tiene bien poco que ver ya con el de la mayoría de los ciudadanos. Las condiciones para un estallido social hacía ya tiempo que estaban ahí. No sólo en España, sino también en muchos otros países. Lo único que hacía falta era una pequeña chispa que causara la conflagración. En otras palabras, que por mucho que Floriano y compañía se hagan estas pajas mentales, ni Rubalcaba ni Valenciano son el Lenin de las "hordas revolucionarias" que se están echando a la calle. De hecho, se pregunta uno si esta gente de verdad está tan aislada de la realidad de la gente común o es que están fumando algo.

Ahora bien, dicho eso, tampoco me queda duda alguna de que los dirigentes del PSOE se están sumando al carro de las protestas para intentar sacar tajada al descontento. Los socialistas no están detrás de las protestas, que han surgido de forma autónoma como consecuencia del hastío con los políticos y la situación en general, pero sí que están intentando aprovecharse de las circunstancias para desgastar al Gobierno. Por cierto, que no es muy distinto de lo que el PP había hecho hasta hace bien poco. Y ahí es donde conectamos con lo que decía al principio de esta entrada sobre la deriva que ha tomado la política profesional últimamente. Sólo parece interesar el beneficio propio a corto plazo, mostrar una "cuenta de resultados" positiva a los "accionistas" (esto es, los militantes que dependen de la victoria electoral para hacerse un hueco en la plantilla laboral de cualquiera de los niveles de la Administración). La política entendida como clientelismo. Unos y otros parecen ir a lo suyo. A unos y a otros parece importarles un rábano el futuro del país. Ambos se comportan de la misma manera cuando están en la oposición y cuando llegan al Gobierno. Lo preocupante es que ya tenemos todos los elementos para un resurgir del populismo neofascista. Los próximos años van a decidir si nos dejamos caer en manos de un peligrosísimo liderazgo populista o, por el contrario, nos disponemos a reformar en profundidad el modelo político, social y económico mediante una segunda transición. No veo otra solución que abrir un nuevo proceso constituyente que venga a reconstruir el edificio sobre otros cimientos. {enlace a esta entrada}