[Wed Oct 27 12:21:12 CET 2010]

Me parece sumamente interesante el reportaje sobre la universidad española publicado hoy por el diario El País. Tomando como excusa el debate sobre el coste de las matrículas universitarias en el Reino Unido, se adentra en un asunto que, en verdad, se está planteando igualmente en otros lugares, aunque sea de forma soterrada:

Pero ese debate que está sacudiendo el interior del nuevo Gobierno británico no es exclusivo de aquel país, sino que bajo distintas formas y particularidades locales está toda Europa. ¿Deben pagar más los estudiantes universitarios por sus matrículas? ¿Deben pagar más (bastante más) solo los que suspendan, como se ha planteado en España? ¿Deben hacerlo todos porque el beneficio del título universitario es sobre todo para el que lo ostenta (beneficio privado, se llama, frente al beneficio social) y porque si no el sistema universitario europeo no va a aguantar la crisis ni va a ser sostenible a largo plazo?

Son todas ellas cuestiones muy pertinentes, sin lugar a dudas. Conviene plantearse el debate, además, evitando prejuicios ideológicos (lo cual, por cierto, no equivale a echar por la borda los principios de cada cual) y prestar, por el contrario, más atención a los datos. En asuntos como este que aquí nos ocupa, somos muy dados a dejarnos llevar por inercias ideológicas que en muchos casos son bastante debatibles, como la que asume que gratuidad equivale a mayor justicia social, por poner tan sólo un ejemplo. Estoy convencido de que debemos hacer un esfuerzo por evitar ese tipo de respuestas enlatadas, centrándonos más bien en los hechos.

Veamos. El creciente coste de nuestras instituciones educativas de tercer ciclo es un hecho incontrovertible. Se trata, además, de un coste no ya demasiado alto para unas sociedades sumidas en la peor crisis económica desde la década de los treinta, sino quizá demasiado ato incluso para el ciclo expansivo que podamos vivir una vez superada esta crisis. Habrá quien, desde la izquierda, me acuse de caer en el discurso neoliberal que tanto vigor cobrara en las últimas dos décadas, promoviendo una visión excesivamente economicista de la educación. Se trata, me parece, de una crítica algo demagógica. La cruda realidad es que el sistema educativo hay que financiarlo de alguna forma. Ya se apliquen políticas neoliberales, socialdemócratas o comunistas, la educación no sale gratis. Podemos concederle más o menos prioridad, transferir fondos de otras partidas presupuestarias o cualquier otra cosa, pero el aspecto económico de la actividad educativa no puede soslayarse (en este sentido, por cierto, las críticas de la izquierda me recuerdan a su imagen especular, las críticas lanzadas por una derecha que promete acabar con la deuda al tiempo que concede más y más recortes de impuestos; y es que, como de costumbre, los extremos se tocan).

Dicho esto, debo señalar un par de puntos del citado reportaje que, según me parece, deben ser tratados con mucho cuidado. Tenemos así, en primer lugar, la afirmación harto discutible de que "el beneficio del título universitario es sobre todo para el que lo ostenta". Dejemos de lado el hecho de que, en unas sociedades que hasta hace tan sólo un par de años han estado hipnotizadas por los principios de la trickle-down economics (algunos irían aún más lejos y afirmarían que bien poco ha cambiado en este aspecto), dicho presupuesto ideológico no parece afectar a los estudios, sino únicamente a las inversiones de capital. Como digo, incluso dejando eso de lado, parece evidente que el nivel educativo de una sociedad sí que influye en su nivel de productividad y, por consiguiente, en su potencial económico. No hay más que echar un vistazo a los problemas que está experimentando la economía española (excesivamente centrada en el sector de la construcción y, en general, actividades económicas que dependen del uso intensivo de mano de obra poco cualificada) en estos momentos para entenderlo. Hoy por hoy, lo que tenemos que hacer es promover la educación de una población, en líneas generales, poco cualificada.

Pero es que, por otro lado, también me parece equivocada la política que castiga a quienes más suspenden, sobre todo si se aplica indiscriminadamente. ¿Por qué? Por dos razones fundamentales: primero, porque los estudiantes de las clases más desfavorecidas se ven a menudo obligados a compaginar sus estudios con el desempeño de un puesto de trabajo, lo cual dificulta la obtención de mejors resultados académicos; pero, segundo, porque de todos es sabido que son precisamente aquellas carreras que debemos potenciar más (las ingenierías, las carreras técnicas y científicas) las que son sin lugar a dudas más duras. Por ello, no estoy convencido de que una propuesta como la que estudia en estos momentos el Gobierno acabe teniendo una influencia positiva.

En conclusión, que merecería la pena plantear el debate de una manera sosegada, evitando simplificaciones ideológicas, recetas fáciles y, sobre todo, echando mano de estadísticas y estudios. Algo que, desde luego, no suele hacerse demasiado a menudo por estos lares. Sencillamente, no tenemos tradición empírica. A nosotros siempre se nos dio mejor darnos golpes de pecho y lanzarnos los muebles a la cabeza en nombre de cualquier libro sagrado. {enlace a esta historia}

[Wed Oct 20 13:12:37 CEST 2010]

Leo hoy en el diario Público que Obama hace un llamamiento a la "seriedad" a los gobernantes cubanos para poder dar nuevos pasos de acercamiento. Según se nos explica:

En una entrevista colectiva con varios medios hispanos, el presidente estadounidense opinó que la reciente liberación de presos políticos es "algo positivo" pero indicó que aún no se han visto cumplidas las promesas del régimen castrista.

"Creo que cualquier liberación de presos políticos, cualquier liberalización que tenga lugar en Cuba es positiva para su pueblo, pero no hemos visto aún los resultados de esas promesas", declaró Obama.

"Sigue habiendo demasiados presos políticos que languidecen en cárceles cubanas porque tienen opiniones diferentes a las del régimen", opinó Obama.

Además, en Cuba se mantiene "una economía anclada en el pasado, cuando otras economías en el mundo, desde Vietnam a Rusia, han adoptado el sistema de mercado y han tenido mucho éxito".

Veamos. Quien lee estas páginas sabe que considero al régimen castrista una dictadura sin más. No sólo hay un partido único, sino que la libertad de expresión sufre demasiadas cortapisas y, como bien afirma Obama, no son pocos los disidentes que son perseguidos y encarcelados por manifestar sus opiniones críticas hacia el régimen. Cierto, los defensores del castrismo afirman que las autoridades no les encarcelan por mantener opiniones críticas, sino por conspirar con el enemigo contra el interés nacional. ¿Es que acaso alguien conoce una dictadura que encarcele de forma totalmente arbitraria sin intentar justificar al menos sus acciones de cara a la galería? Seamos honestos, por favor.

Ahora bien, dicho esto, me parece peculiar que Obama también se crea en el derecho de dictar la política económica que hayan de seguir los cubanos. Deberíamos comenzar por comprobar que su afirmación de que "otras economías en el mundo, desde Vietnam a Rusia, han adoptado el sistema de mercado y han tenido mucho éxito" es patentemente falsa, al menos parcialmente. La implantación del capitalismo significó la pérdida inmediata de riqueza de Rusia en su conjunto, algo de lo que no se recuperó en bastantes años. Tenemos, por otro lado, el caso de los países bálticos, hundidos ahora mismo en la crisis más espantosa después de haber aplicado las recetas neoliberales desde su des-sovietización. Pero es que, además, tampoco debemos confundir las grandes cifras macroeconómicas con la experiencia media del ciudadano de a pie. Si las fuerzas de extrema izquierda y extrema derecha han comenzado a renacer en los antiguos países del bloque del Este es precisamente porque la amplia mayoría de la población no cree haberse beneficiado para nada de la transición al sistema de mercado, por mucho que algunas minorías se hayan llenado los bolsillos como nunca pudieron hacerlo con anterioridad (algo que, por cierto, se repite en países como Vietnam o China). Pero es que, por si todo esto fuera poco, tiene su cosa que el Presidente de un país que ha tenido que rescatar a su banca y su industria automovilística con el dinero público tras los excesos del mercado venga ahora a vender recetas mágicas y dar lecciones, sobre todo a un país al que tiene sometido a un cruel embargo desde hace décadas, algo que ni se plantea aplicar a dictaduras mucho más sanguinarias, como las de China o incluso la de ese Vietnam que él mismo usa como ejemplo a seguir (¡tiene mandanga la cosa!). Si Cuba y los cubanos no pueden aplicar la política económica que crean conveniente, ¿de qué vale entonces la democracia? ¿Qué democracia y qué libertad son esas? Más importante aún: ¿por qué se fija Obama preferentemente en la política económica y la apertura de mercados al exterior, y no en el nivel de autoritarismo de los distintos regímenes? A lo mejor entonces descubriría que, mientras que él continúa con el embargo a Cuba, tanto China como Vietnam (ambos socios comerciales de su Administración) tratan a sus respectios disidentes con una mano de hierro infinitamente más dura que la del régimen castrista. Que cada palo aguante su vela. {enlace a esta historia}

[Sun Oct 17 17:19:22 CEST 2010]

Comienza a preocuparme el demagógico recurso a la retórica xenófoba de que parecen hacer gala no ya sólo la derecha más o menos populista, sino hasta los líderes de lo que hasta ahora se ha considerado derecha liberal-conservadora. La cosa comenzó al otro lado del Atlántico con los discursos contra el inmigrante mexicano de ciertos políticos conservadores de los estados fronterizos, se fue extendiendo poco a poco a los medios de comunicación más conservadores del país de la mano de los vociferantes demagogos de las ondas, ha acabado convirtiéndose en pieza central del Tea Party y, ahora, empieza a emponzoñar el discurso y las políticas a este otro lado del "gran charco" con el desvergonzado racismo anti-gitano de que ha hecho gala Sarkozy en Francia durante el pasado verano, el oportunismo político de ciertos representantes del PP en Cataluña para no perder votos por su derecha en las inminentes elecciones catalanas y, por si todo esto fuera poco, ahora resulta que hasta Angela Merkel se suma al carro del flirteo con la xenofobia sacando a la palestra el tema de la integración de los inmigrantes en su país. Quede claro: lo que me preocupa no es que se debata si el llamado multiculturalismo tiene o no sentido, surte o no efecto, sino el clarísimo espíritu demagógico que dejan entrever quienes están planteando estos temas. Al parecer, el populismo es algo detestable cuando se aplica en Latinoaméricam, pero no cuando se emplea como arma arrojadiza para ganar unos cuantos votos en Europa a costa de la integridad física incluso de quienes llegaron a nuestras fronteras con lo puesto. De buenas a primeras, lo importante no es el desempleo, la crisis económica, el rescate de los grandes bancos, el fraude fiscal o la corrupción política, sino los gitanos, el velo y las mezquitas. La operación no puede ser más descarada y, sin embargo, surte efecto. Espero que no debamos repetir dentro de pocos años aquel conocido refrán que advierte de que si criamos cuervos, nos sacarán los ojos. Lo último que necesita la extrema derecha europea es que nuestros gobernantes le hagan el juego, sobre todo en una situación tan delicada como ésta. {enlace a esta historia}

[Fri Oct 15 12:51:28 CEST 2010]

Quien me conoce sabe bien que no me gustan nada los toros, tradición que considero cruel y embrutecedora. Sin embargo, tampoco me parece que merezca la pena perder demasiado el tiempo con discusiones sobre su ilegalización, sobre todo teniendo en cuenta que todo parece indicar que se trata de una afición que cada vez cuenta con menos apoyo entre la población española. Sea como fuere, no creo conveniente obsesionarse con el tema y mostrar constantemente una oposición frontal a todo lo que propongan toreros, apoderados y el resto de colectivos implicados en el negocio. Viene esto a cuento de la columna de Manolo Saco que he leído hoy en el diario Público criticando la posibilidad de que el toreo pase a depender del Ministerio de Cultura, lo cual le parece a él impensable.

Vayamos por partes. El que una actividad como el toreo aún dependa del Ministerio del Interior me parece sinceramente descabellado, independientemente de lo que yo piense sobre la actividad como tal. ¿Pero qué diantres tendrá que ver el toreo con el orden público? Cierto, hubo una época en que el toreo fue tan popular y causaba tantas divisiones entre los aficionados que éstos se daban tortas a cuenta de la "faena" de tal o cual torero. Pero esos años ya pasaron, afortunadamente. Hoy en día, si acaso, la gente se da mamporros por animar a tal o cual club de fútbol. Y, sin embargo, que yo sepa, el fútbol no depende directamente del Ministerio del Interior, por más que éste tenga que enviar siempre a un número de agentes de Policía a todos los partidos. En resumen, que se trata de una disposición anticuada que nunca se puso al día para ajustarse a las nuevas circunstancias. Por consiguiente, yo no veo problema alguno en que se modifique ese aspecto en concreto.

Pero es que tenemos, por otro lado, la petición del mundo del toreo de que su actividad pase ahora a depender del Ministerio de Cultura. Este otro tema es bien distinto. Todo depende de que se considere el toreo como cultura o no. ¿Pasamos a considerar cualquier actividad que el ser humano haya realizado durante décadas o siglos como cultura? Se trata de una concepción de la cultura muy postmoderna, sin lugar a dudas. Algo que se viene imponiendo desde inicios de la década de los ochenta, aunque a mí (trasnochado progre defensor de la tradición ilustrada) nunca me ha convencido. ¿Incluimos ahí entonces tradiciones como las de despeñar perros por los acantilados, lanzar gallinas y otros animales desde la torre de la iglesia y similares? ¿Y las peleas de gallos? ¿Todo es cultura, entonces? Me cuesta trabajo ver las cosas de ese modo pero, como digo, no soy sino un trasnochado que aún cree en la importancia de ciertos valores (pocos, es cierto) que me parecen absolutamente innegociables. Digo yo que habrá alguna forma de que el toreo deje de depender del Ministerio del Interior sin pasar a depender del de Cultura.

En cualquier caso, me da la impresión de que todos los comentaristas que he leído, a fuer de estar tan imbuidos en nuestra cultura política tradicional, han sido incapaces de ver todo este asunto desde un punto de vista alternativo: ¿por qué leches tiene que depender el toreo (o el fútbol, o cualquier otra actividad) de tal o cual Ministerio?. No sé, se me antoja como un claro ejemplo de estatismo excesivo, herencia de un paternalismo autoritario que nos dejó la dictadura franquista. A lo mejor ahí es donde está la raíz última del problema. Por estos lares, quien no llora, no mama. Por eso tenemos a cantantes, actores, directores de cine... y hasta toreros reclamando que su actividad dependa de tal o cual Ministerio. Así pueden beneficiarse de subvenciones y prebendas varias. No quiero esto decir que yo no vea importante que el Estado desempeñe un papel en el ámbito de la cultura, pero a lo mejor habría que evitar tanto intervencionismo. Ya sé, ya sé, lo que propongo suena sospechosamente a neoliberalismo. Pero el caso es que el anarquismo de siempre también mantuvo posiciones similares con respecto a este tema, al igual que sucede con el izquierdismo rabioso que crea sus centros sociales ocupados al margen de la cultura oficial. Yo estoy convencido de que tiene más de positivo que de negativo. {enlace a esta historia}

[Sun Oct 10 15:19:28 CEST 2010]

Leo en Público que Israel va a exigir lealtad al "Estado judío" como condición para convertirse en ciudadano y la verdad es que no me sorprende nada (ya puedo oír las acusaciones de antisemitismo, como de costumbre; parece que no hay forma de criticar nada que hagan los israelíes sin ser acusado de simpatías ocultas hacia el antisemitismo más feroz). El caso es que, contra lo que mucha gente piensa en Occidente, Israel no es un Estado democrático en el mismo sentido que lo son Francia o Alemania, por poner dos ejemplos que nos pillan más bien cerca. Cierto, en su contexto geográfico, es un islote democrático en medio de un mar de regímenes autoritarios, pero ello no quita para que su grado de liberalismo, democracia y tolerancia deje mucho que desear (y no me estoy refiriendo al controvertido conflicto que le enfrenta a los palestinos desde hace décadas). La triste realidad es que Israel es un Estado claramente confesional que identifica su propia existencia con una determinada religión, discrimina a quienes no comparten la fe judía (ya sean fieles de otras religiones o, simplemente, agnósticos o ateos) y su cuerpo jurídico está plagado de muestras de ello. En otras palabras, que los cimientos del Estado de Israel están más cerca del integrismo religioso que de la democracia liberal representativa tal y como se entiende en Occidente. Conviene no olvidar esto para no llamarse a engaño después. {enlace a esta historia}

[Sat Oct 9 21:19:28 CEST 2010]

¡Menuda polvareda han levantado las declaraciones de Barreda sobre el temor a que la impopularidad de Zapatero lleven al PSOE a una debacle electoral en las municipales. Ha habido un poco de todo: llamamientos a la fidelidad al líder, dirigentes dándose golpes de pecho para demostrar su amor por las siglas, despechos a Barreda por "buscar una salida individual a los problemas", etc. Sin embargo, leyendo lo que Barreda ha afirmado, la verdad es que todo parece bastante sensato. Se ha limitado a afirmar lo que todo el mundo reconoce, aunque sea en privado. Pero, según nos cuenta Público, los dirigentes socialistas no ven nada de esto con buenos ojos:

"Lo que todos intuimos es que el 22 de mayo vamos a recibir la patada que se le quiere dar a Zapatero, pero cuando las cosas van mal no puedes abandonar a tu capitán para quedar bien ante tu parroquia. Es tiempo de lealtad interna, no de sálvese quien pueda", señaló el presidente de una comunidad autónoma, que prefirió mantener el anonimato para no atizar los enfrentamientos personales.

(...)

Javier Fernández, secretario general de los socialistas asturianos y próximo candidato a la presidencia del Principado, señaló: "Yo, si tengo algo que decir, lo diré en los ámbitos del partido, no fuera. Me siento responsable de los resultados que obtengamos en Asturias y no se los voy a atribuir al presidente del Gobierno".

He de reconocer que todo esto me parece auténticamente vergonzoso en una democracia consolidada como la nuestra. En respuesta a Barreda solamente se han oído llamamientos a la disciplina de partido y a cerrar filas para protegerse los unos a los otros, como si un partido político democrático fuese una panda de amigos. A tal nivel ha llegado la cosa que se han oído advertencias de que "si debilitas a tu secretario general te debilitas a ti mismo", como si estuviéramos hablando de una mafia o un grupo de matones. Entiendo perfectamente que cualquier cosa que parezca división interna puede ser usado por el PP para restar votos a los socialistas (aunque, todo hay que decirlo, dicho argumento muestra bien poco respeto por la inteligencia media de los ciudadanos que, como ha quedado bien claro en el caso de las primarias madrileñas, tiene más sensatez que muchos dirigentes políticos). No obstante, quienes hacen continuamente un llamamiento a "lavar la ropa sucia en casa" se olvidan de que nuestro sistema político se sustenta en varias patas y una de ellas es precisamente la figura de los partidos políticos, institución recogida en nuestra Constitución y que recibe financiación pública porque se la considera fundamental para el propio sistema, amén de expresión de la soberanía del pueblo, algo completamente incompatible con "lavar la ropa sucia en casa". Si los partidos se financiaran con las cuotas de sus militantes, entonces sí que se podría alegar que estos temas (o cualesquiera otros) deben discutirse de puertas adentro, pero mientras el ciudadano de a pie los financie, sus debates debieran ser públicos. Un partido político no es un club de aristócratas. {enlace a esta historia}

[Thu Oct 7 19:02:31 CEST 2010]

Aunque se publicó hace casi un mes, no he podido leer la conversación entre David Attenborough y Richard Dawkins publicada por el diario The Guardian hasta ahora. Algunas de las respuestas y comentarios que ofrecen los conocidos científicos británicos son auténticamente valiosas. Por ejemplo, preguntado sobre el problema que, en su opinión, los científicos seguramente habrán solucionado hacia el final de este siglo XXI, David Attenborough responde;

The production of energy without any deleterious effects. The problem is then we'd be so powerful, there'd be no restraint and we'd continue wrecking everything. Solar energy would be preferable to nuclear. If you could harness it to produce desalination, you could make the Sahara bloom.

Aparte de que habría que considerar los posibles efectos de desalinizar el Sáhara y convertirlo en un vergel (lo más probable, como sabemos todos, es que se convirtiera en una inmensa explotación agrícola en manos de alguna multinacional), la reflexión que hace Attenborough sobre los efectos que tendría el descubrimiento de una auténtica energía limpia que nos permitiera vivir sin mayor problema me parece de sabio. Lejos de suponer la solución final a nuestros problemas, lo más probable es que no hiciera sino, somo bien dice Attenborough, multiplicar el efecto devastador de la raza humana sobre el planeta. Es una pena, pero es así. No hay más que echarle un vistazo a la Historia y aprender de ella. Sin un serio cambio de nuestras instituciones políticas y sociales, nada cambiaría. Es así de triste.

Preguntado sobre la naturaleza de la realidad, Dawkins expone:

It's intriguing that the chair is mostly empty space and the thing that stops you going through it is vibrations or energy fields. But it's also fascinating that, because we're animals that evolved to survive, what solidity is to most of us is something you can't walk through. Also, the science of the future may be vastly different from the science of today, and you have to have the humility to admit when you don't know. But instead of filling that vacuum with goblins or spirits, I think you should say, "Science is working on it."

Es lo que separa el espíritu científico (y, por extensión, el espíritu ilustrado) del religioso. Por desgracia, todo parece indicar que hemos sustituido el proyecto de la Ilustración por un pensamiento débil bastante descerebrado y, sobre todo, reaccionario. No son pocos quienes, hoy por hoy, prefieren construir mitos e historias antes que reconocer que ignoramos algo y estamos trabajando sobre ello para encontrar una respuesta. {enlace a esta historia}