[Tue May 25 15:16:00 CEST 2010]

El sábado pasado, mientras leía el diario Público, me encontré con una columna de Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica, titulada La destrucción de la ciencia que me dio que pensar más por las asunciones del autor que por otro motivo. A raíz de la lectura de un libro del matemático italiano Lucio Russo sobre la ciencia que se desarrolló en el periodo helenístico, Lozano Leyva aprovecha para subrayar que se dio entonces una auténtica revolución del conocimiento que, en buena parte, hemos olvidado. Hasta tal punto es así que incluso hoy en día identificamos el conocimiento de la Grecia clásica con Aristóteles y Platón, pero no con Arquímedes, Euclides, Eratóstenes, Aristarco, Herófilo y tantos otros cuyo conocimiento fue completamente olvidado hasta que, poco a poco, se fue recuperando a partir del Renacimiento. Y, como digo, ahí es donde las palabras de Lozano Leyva me llaman bastante la atención:

La tarea esencial de Russo, más que mostrar cómo nació la ciencia, ha sido indagar en las causas de por qué tuvo que renacer. Lo cual es fundamental, porque entre su extinción y su renacimiento transcurrió más de un milenio. La ciencia griega y la tecnología romana tenían todo a punto para que se dominara el vapor e incluso la electricidad, en cambio la oscuridad se cernió sobre Europa y el mundo durantes siglos. ¿Por qué y qué podemos aprender de ello? La lección fundamental es que el progreso no fluye inexorablemente, sino que su estancamiento y regresión pueden ser rápidos y su recuperación lenta, muy lenta.

Como podemos imaginar, el autor aprovecha esa reflexión para avisarnos de los peligros que corremos a comienzos de éste, nuestro siglo XXI, como consecuencia del "cambio de los centros geoestratégicos, el afán destructivo de la mística fundamentalista, el papel del terrorismo y los ejércitos, el auge de la pseudociencia, etc." En fin, nada que no hayamos oído anteriormente, la verdad. Lo que sí me parece interesante, en cambio, es el hecho de que Lozano Leyva confunda el progreso de la ciencia (o el conocimiento) con el progreso general o, para ir más al meollo del asunto, que analice la Historia desde el punto de vista del progreso del conocimiento y la técnica. Imagino que es de esperar en el caso de un científico que tienda a ver su propio campo como central en el devenir de la Humanidad, pero no por ello se algo menos chocante. Tanto Lozano Leyva como todos nosotros debiéramos tener bien claro a estas alturas que el conocimiento científico y técnico no surgen de la nada ni se producen en una burbuja, sino que están íntimamente relacionados con el contexto social, político y económico en que se dan. Es más, me atrevería a afirmar que no son la ciencia y la técnica las que empujan a la Humanidad hacia adelante, sino más bien las estructuras políticas, sociales y económicas las que indican a la ciencia y la técnica cuál es la senda por la que merece la pena que transiten sus investigadores. Todo esto ya nos lo contó Marx hace mucho tiempo. Entiendo que la caída del Muro de Berlín supuso el abandono del viejo de Tréveris, que fue arrumbado a las cunetas, pero me parece un craso error olvidar todo lo que escribió e investigó. Entre otras cosas, podríamos ahorrarnos posicionamientos tan extraños como los de Lozano Leyva. {enlace a esta historia}

[Tue May 18 10:44:54 CEST 2010]

Pocos temas hay en nuestro país que tengan la capacidad de generar un ingente número de opiniones disparates como cualquier cosa que tenga que ver con el concepto de autogobierno, Cataluña y su encaje en el resto del Estado. Disparates, por cierto, que provienen a menudo de ambas partes, todo hay que decirlo. Ayer les tocó el turno a los partidos del tripartito y CiU, que pactaron una propuesta para reformar el Tribunal Constitucional claramente elaborada para solucionar a su manera el impasse en que se encuentra el nuevo Estatuto de autonomía catalán. Los tres grupos del Gobierno catalán y el principal de la oposición (CiU) acordaron unas medidas cuyo objetivo evidente es alterar la relación de fuerzas para incrementar las posibilidades de una sentencia favorable a sus posicionamientos con respecto a la reforma del Estatut. Las líneas fundamentales del texto aprobado proponen que el Tribunal Constitucional no pueda emitir sentencia si tarda más de seis meses en llegar a una opinión consensuada entre sus miembros, que dicho cambio se aplique ya a todos los asuntos que están en tramitación en estos momentos (es decir, al Estatut, obviamente), que cesen automáticamente todos los jueces que lleven más de seis meses con el mandato vencido, reforzar la mayoría para dictar sentencias sobre estatutos de autonomía y, finalmente, impedir las sentencias interpretativas (es decir, permitir que el Tribunal Constitucional pueda anular artículos, pero no dictar cómo puedan interpretarse y aplicarse). Aparte del hecho de que este último punto atenta contra la base misma del poder judicial, cuya función esencial consiste precisamente en interpretar las leyes, me parece meridianamente claro que se trata de unas propuestas ad hoc para "solucionar" un determinado problema que nos traemos entre manos y que a los partidos proponentes les gustaría que se resolviera a su favor. Por consiguiente, no me parece que se trate de una propuesta que se haga de buena fe, sino como elemento de presión para dar un aviso a los jueces del alto tribunal que están aún discutiendo el nuevo Estatuto. Uno puede simpatizar con sus posiciones o no, pero lo que me parece evidente es que no conviene legislar para salir al paso, parcheando el obstáculo que tenemos a mano en un momento determinado sin considerar para nada las posibles consecuencias que nuestras decisiones puedan tener a medio y largo plazo. Sencillamente, esto no es gobierno, sino chapuza e improvisación. {enlace a esta historia}

[Mon May 17 17:11:28 CEST 2010]

Me ha parecido bastante bueno el artículo de José Luis Álvarez titulado El asesinato político de ZP que publica hoy El País:

Las sociedades primitivas, en momentos de desconcierto o terror, cuando la escasez de recursos provoca la lucha entre sus distintos grupos de manera que la supervivencia de toda la comunidad está en juego, reaccionan de modo unitario, seleccionando y asesinando a un chivo expiatorio. En el ritual común de violencia, las ilusiones se unifican y renuevan con la esperanza de que, eliminada la encarnación personalizada del desastre o amenaza, todo volverá a la normalidad.

(...)

Zapatero ha cometido graves errores que lo convierten motu proprio en el candidato sacrificial ideal. Uno fue personalizar a tal extremo la opción socialista, sustituyendo la marca PSOE por la suya propia, y acumular tal poder en su persona, que se ha convertido en el objetivo obvio a batir. Otro desacierto ha sido la afasia ideológica en el terreno económico. Discurso inexistente con Solbes y también cuando Zapatero mismo ha llevado de facto las riendas de la economía. En los últimos meses se ha limitado a un "no pasarán" en defensa de los derechos sociales. Y "han pasado", en asedio corto y fácil. Difícilmente podrá la izquierda asimilar una herida en su autoestima como ésta, sin externalizarla en agresividad hacia un culpable.

Pero es el contenido peculiar de la conexión de Zapatero con su electorado lo que puede provocar una mayor virulencia en su contra. La propuesta de valor electoral de Zapatero fue, al principio, de contraste: no ser Aznar en estilo de liderazgo, y el "optimismo antropológico" como meta-ideología frente al pesimismo hobbesiano de la derecha. Y esta oferta política fue suficiente hasta la crisis económica, porque la actitud vital buenista, inocente, de Zapatero encarna los valores de muchos españoles que no pertenecen a las clases medias-altas. La vinculación de Zapatero con su electorado ha sido identitaria, de ingenuidad compartida, no detallada ideológica o programáticamente.

Hasta ahí un análisis que me parece acertado, pero que sin duda hemos leído en otros lugares. Explica, no obstante, la vaguedad ideológica de la gestión de gobierno de Zapatero. Al fin y al cabo, cuando hagamos balance dentro de unos años, estoy convencido de que su etapa de gobierno será recordada por la retirada de las tropas de Irak, la legalización del matrimonio de personas del mismo sexo, la Ley de la Dependencia, la atención prestada a las pensiones más bajas y, por el lado negativo, el fracasado intento de negociación con ETA, el desbarajuste de la reforma de los estatutos de autonomía y, por supuesto, la crisis económica. Ciertamente no culpo a Zapatero de la crisis económica, pero me parece evidente que se le recordará por ello, guste o no, nos parezca justo o no. Así son las cosas. En cualquier caso, lo más interesante, creo, es que los aspectos positivos de la era Zapatero son bastante ambiguos, más "progresistas" que auténticamente socialistas. No puede extrañar, pues, que tanta gente subraye el "buenismo" de Zapatero. Dejemos clara una cosa: seguramente ha sido, de momento, el Presidente más claramente de izquierdas que hemos tenido en este país desde la transición a la democracia. De eso creo que no cabe duda alguna. El problema es que, dejando aparte las políticas sociales hacia ciertos sectores muy determinados (los pensionistas y aquellos que se benefician de la Ley de Dependencia), no puede decirse que haya hecho demasiado por los sectores más humildes del electorado socialista. Me estoy refiriendo al trabajador de a pie.

De todos modos, donde me parece que José Luiz Álvarez da en el clavo es en la siguiente reflexión:

La caída de Zapatero y del partido en el Gobierno supondría un episodio más de una serie de transiciones fallidas. Se forzó el final de Suárez, nuestro primer chivo expiatorio en democracia, se redujo a Calvo Sotelo a la irrelevancia, y se tensó el sistema democrático al máximo en el intento de que González se retirase motu proprio, o para eliminarlo políticamente por otras vías, como la judicial. Aznar se convirtió en 2004 en nuestro segundo chivo expiatorio —qué terrible debió ser su herida narcisista— en un contexto súbito e inesperado de desconcierto emocional que le llevó a perder las elecciones (la derrota fue suya, no de Rajoy). Los lamentables finales de nuestros presidentes señalan, excepto para Aznar, que la democracia española tiene todavía mucho de superestructura y que, cuando deja de ser funcional a las élites y grupos de presión, estos ponen en marcha mecanismos distintos de los estrictamente electorales para acelerar cambios de ciclo.

A eso se refiere, ahora queda claro, con el término "asesinato político". Y la verdad es que no queda más remedio que estar de acuerdo con Álvarez: desde el retorno de la democracia a nuestro país en 1977, todavía tenemos que vivir una transición del gobierno de un partido al de la oposición de una forma más o menos rutinaria. No nos engañemos, algo se ha avanzado con respecto a otros tiempos en los que predominaban los alzamientos revolucionarios y los golpes de Estado, pero ello no quita para que se apene uno al observar la manifiesta incapacidad que demostramos para llevar a cabo una alternancia en el poder más o menos normal. Todo parece indicar que nos encontramos, en efecto, ante un final de ciclo. Y todo parece indicar también que, una vez más, no va a ser posible simplemente que el Presidente saliente pierda las elecciones de una forma transparente, sino que debe ir acompañado de escándalos, presiones por parte de los medios de comunicación y los poderes fácticos de siempre y, en líneas generales, el desasosiego generalizado. No sé, a lo mejor es que aún no hemos internalizado del todo los modos esenciales de la democracia. No hay más que ver la forma en que nuestros partidos siguen eligiendo a sus líderes. Más que líderes de partidos democráticos parece que eligen dictadorzuelos con un mandato limitado en el tiempo. En España no existe casi la vida dentro de los partidos, sino que todo revuelve alrededor de sus respectivos líderes, claramente situados en el vértice de una pirámide cuasi-militar. Ya se sabe, quien se mueve no sale en la foto. {enlace a esta historia}

[Thu May 13 12:58:29 CEST 2010]

La viñeta de Vergara que aparece hoy en el diario Público no tiene desperdicio:

Así es como se siente la mayoría de la gente corriente, la verdad. Al final, hemos tenido que pagar tres veces: primero, no fuimos quienes más nos beneficiamos durante la época de vacas gordas de las distintas burbujas, o al menos no nos beneficiamos tanto como otros; segundo, tuvimos que pagar la factura cuando los ricachones terminaron la fiesta y descubrieron que el monto total ascendía a miles de millones de euros y, por si fuera poco, habían dejado el local hecho un auténtico desastre; y, por último, el montante de esa factura ha sido tal que ahora nos toca apretarnos el cinturón y ser austeros mientras los de costumbre (es decir, quienes causaron la crisis) se van de rositas con el argumento de que tasar las fortunas de los inversores no conduce a ningún sitio. En otras palabras, que el capitalismo (lo que durante todo este tiempo hemos preferido denominar de forma claramente eufemística como "sistema de libre mercado") vuelve ahora a mostrar su auténtica faz, y se parece que da gusto a la que tenía allá a principios del siglo XX, la verdad sea dicha. ¿Cuál es la diferencia, entonces? Que hoy ya casi nadie cree en la alternativa (el socialismo). Y en esto, por supuesto, tiene mucho que ver el fracaso de los experimentos comunistas en el pasado siglo. {enlace a esta historia}

[Fri May 7 17:45:05 CEST 2010]

Me ha parecido muy buena la gráfica titulada Europe's Web of Debt publicada por el diario estadounidense The New York Times en el que se muestra la interrelación de la deuda entre Grecia, Italia, Irlanda, España y Portugal. Se trata de una magnífica ilustración de la tela de araña que teje cualquier economía moderna y, por ende, de las complicaciones unidas a cualquier decisión que podamos tomar. Viendo gráficas como éstas parece mentira que todavía hubiera analistas que dudaran que la crisis de las hipotecas basura en los EEUU se fuera a extender a otros países, por más que contaran con instituciones bancarias supuestamente sólidas.

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[Wed May 5 11:37:45 CEST 2010]

Hoy leemos en Público que el Gobierno se está planteando incluir el uso del hiyab en el proyecto de Ley de Libertad Religiosa. Me parece acertado, pues la verdad es que no puede entender uno la que se ha montado con el caso Najwa en Pozuelo de Alarcón, donde la chica tuvo que acabar cambiándose de colegio porque las normas de su instituto no le permitían usar el hiyab. Sencillamente, tenemos que aceptar de una vez por todas que vivimos en una sociedad mucho más plural y diversa de lo que ha sido en bastantes siglos. Se entiende perfectamente que el uso de prendas como el burka pueda dificultar la realización de ciertas actividades en la escuela (la educación física es lo primero que se le viene a uno a la mente), pero prendas como el hiyab no son en principio distintas de un collar con la cruz cristiana, por poner un ejemplo.

No han faltado estos días quienes han lanzado acusaciones desde la derecha más reaccionaria de que a los progresistas de nuestro país sólo les interesa el laicismo cuando afecta a la religión cristiana, en tanto que se acobardan ante las manifestaciones de la fe musulmana. Me parece que se trata de una crítica, como digo, reaccionaria que, además, deja entrever un tufillo intolerante y esencialista más propio de otros tiempos. Dejémoslo claro de una vez por todas: quienes reclamamos un mayor grado de laicismo en nuestra vida pública no nos oponemos a las manifestaciones privadas de fe religiosa, sino a su imposición a todos los miembros de la colectividad, quieran o no, usando la excusa de que se trata de nuestras tradiciones. En este sentido, no hay punto de comparación entre la opción personal de llevar un hiyab (o, como decíamos, una cruza colgada del cuello) y la colocación de símbolos pertenecientes a una determinada religión de tal forma que presiden las clases atendidas por individuos de credos diversos. En otras palabras, cada cual es libre de creer en lo que quiera y de ostentar símbolos que le identifican con una determinada fe o filosofía, pero desde luego nadie tiene el derecho a hacer dichos símbolos extensivos a la colectividad de la cual es parte sin permiso del resto de individuos que componen su grupo. Lo primero, me parece obvio, es ejercer una libertad de conciencia sin la cual no puede haber democracia, en tanto que lo segundo no es sino imposición autoritaria. Parece mentira que aún no tengamos estas cosas claras a estas alturas de nuestra historia en democracia. {enlace a esta historia}