[Thu Dec 9 12:19:43 CET 2010]

Según leemos en El País, la encuesta del CIS más reciente muestra bien a las claras que la mayoría de españoles demanda una reforma de la Constitucióm. Esto a pesar de que nuestros políticos parecen tener el documento colocado en un pedestal. La verdad es que no es para menos. La Constitución de 1978 trajo consigo el mauor período de estabilidad política y social que ha vivido nuestro país en varios siglos, que no es moco de pavo. Aunque a la Constitución republicana de 1931 no le faltan fans, lo cierto es que aquel otro documento se redactó por un sector de la sociedad española no ya sin contar con el apoyo de una buena parte de quienes se identificaban con un punto de vista más conservador y tradicionalista, sino que se escribió, de hecho, contra ellos. Se puede dorar la píldora todo lo que se quiera, pero se trata de un hecho incontrovertible, si bien tampoco es menos cierto que la derecha más cerril (que no toda ella, que quede bien claro; a los libros de Historia me remito) ya estaba buscándole los cinco pies al gato en su intento de que el experimento republicano fracasara, como finalmente fracasó un poco por culpa de todos. Sea como fuere, el caso es que nuestros políticos aprendieron de errores pasados y acertaron a poner el interés de los ciudadanos por encima de sus propios intereses partidistas, esforzándose en redactar una Carta Magna amplia, diversa y tolerante que diera cabida al mayor número de corrientes políticas posible. Me parece que el resultado fue bastante bueno. Otra cosa bien distinta es plantearse si acaso la sociedad española no había alcanzado tal nivel de desarrollo y madurez que el resultado no podía haber sido otro. Por no hablar de la poderosa influencia de EEUU y potencias europeas como Alemania o Francia, claramente interesadas en que nuestro proceso de transición pacífica a la democracia no se fuera de las manos. En definitiva, que creo honestamente que la Constitución de 1978, con todos sus defectos y problemas, es un magnífico documento con más elementos positivos que negativos, como puede observarse por el legado que nos ha dejado durante estos últimos treinta años de desarrollo económico, modernización y, sobre todo, alternancia pacífica en el Gobierno. Son todos ellos, me parece, motivos para alegrarse.

Ahora bien, nada de ello quita para que, pasado un tiempo, quizá convenga plantearse la reforma del documento constitucional. Se mire como se mire, la realidad está en permanente cambio. Las sociedades no son estáticas, sino que fluyen constantemente, expuestas como están a la influencia de una serie de factores sociales, culturales, económicos y políticos que evidentemente evolucionan con el paso del tiempo. Por tanto, me parece lógico y normal plantearse la reforma de la Constituciónm, siempre y cuando se haga de forma consensuada y sin tocar aquello que nos ha sido útil durante las más de tres décadas que han transcurrido desde su aprobación en referéndum. ¿Pero qué es lo que debemos cambiar entonces? ¿Por dónde empezar? La encuesta del CIS, como bien subraya El País, tan sólo muestra un evidente descontento ciudadano con la forma en que funciona nuestra democracia, más que otra cosa. No hay que olvidar tampoco que, en principio, los líderes del PP siempre han mostrado su desacuerdo con cualquier intento de reforma. Se equivocan, me parece. No obstante, como digo, tampoco creo conveniente reformarlo de manera unilateral y sin contar con el principal partido de la oposición. Sencillamente, esto implicaría tirar por la borda lo que me parece que es el principal punto fuerte del presente documento constitucional, esto es, el amplio consenso que le vio nacer. Pese a todo, donde sí que pienso que es perfectamente posible proceder a hacer cambios es en lo que respecta a nuestro sistema electoral y de partidos. Si de verdad queremos hacer algo sobre el creciente desapego ciudadano por la política y su rechazo de quienes desempeñan los cargos políticos, no queda más remedio que poner fin a la partitocracia reinante. Los ciudadanos están cansados de las listas cerradas y bloqueadas, el favoritismo y el sí señor que prevalecen dentro de los partidos, la profesionalización de nuestros políticos en una casta que se agarra al sillón y se convierte en inamovible... Si no hacemos algo por afrontar estos problemas, mucho me temo que el desapego ciudadano acabará afectando igualmente a PP y PSOE. Tal vez haya llegado la hora de proponer una segunda transición, pero esta vez en serio y asegurando, una vez más, un consenso amplio. Zapatero ya hablaba en estos términos hacia el 2004, pero las circunstancias en que llegó al poder no contribuyeron en nada a alcanzar el tipo de acuerdos necesarios para reformar nuestra Constitución. Esto no quiere decir que el problema haya dejado de ser tan acuciante (o más) que en aquel entonces. {enlace a esta historia}

[Tue Dec 7 18:52:31 CET 2010]

Los resultados del Informe PISA correspondientes al año 2009 han salido a la luz, una vez más, leemos en la prensa titulares que nos advierten de lo mal que se encuentra nuestro sistema educativo. No faltan, por supuesto, quienes ponen en duda la interpretación de los medios de comunicación y les acusan de sensacionalismo. Y puede que tengan razón, aunque sea al menos parcialmente. Cierto, los medios de comunicación abusan de amarillismo, necesitan llamar la atención, no tienen la paciencia para sentarse a leer los cuatro o cinco volúmenes que publica la OCDE y, sobre todo, no cuenta con periodistas capacitados para estudiar un informe como este en profundidad. Todo eso es verdad. Nadie lo niega. Se trata, ni más ni menos, que del mismo asunto con que nos encontramos en otros ámbitos no menos importante de nuestra realidad social. En lugar de un debate serio y sosegado sobre los problemas que tenemos que afrontar, todo parece indicar que preferimos el vociferío, la brocha gorda y la demagogia. Todo eso es cierto. Sin embargo, tampoco es menos cierto que nuestras cifras son, en verdad, mediocres, como por otra parte vienen siéndolo año tras año. No es que nuestro sistema educativo puntúa excesivamente bajo en el informe, ni tampoco que no cuente con algunos aspectos positivos, por supuesto. Pero podíamos estar muchísimo mejor. Para resumir:

Los alumnos españoles de 15 años han tenido en lectura (destreza en la que se centra esta vez el examen) de media 481 puntos (en 2006, fueron 461), frente a los 493 de la media de la OCDE. Con respecto a la media en 2000, año en que esta prueba internacional que se celebra cada tres años también se centró en la lectura, España baja 12 puntos, mientras que la media de la OCDE ha descendido 7.

(...)

Los resultados en ciencias y matemáticas también han sido similares a los de años anteriores. Los alumnos españoles mejoran en tres puntos los 480 que se alcanzaron en 2006 —pero aún inferiores a los 485 del año 2003— y en ciencias igualan la puntuación de hace cuatro años (488, frente a los 486 de hace siete años). En matemáticas, la media de la OCDE es de 496 y, en ciencias, de 501. Desde Educación, en cualquier caso, hablan de estabilidad del sistema español dentro de una leve mejora general de los países desarrollados.

Y he ahí precisamente el problema: no es que nuestros resultados sean especialmente malos, ni tampoco que hayamos empeorado significativamente, sino que otros sí que logran mejorar, en tanto que nosotros no salimos de la situación de cómoda mediocridad en la que nos hemos instalado. Tampoco debe sorprendernos demasiado, la verdad sea dicha, porque casi podría decirse que la sociedad española en su conjunto hace ya tiempo que se instaló en la mediocridad generalizada, en lugar de fomentar la valía y el trabajo bien hecho. Que España es la tierra de la chapuza es algo de sobra conocido. No hay más que echar un vistazo a nuestras calles o las propias casas en las que residimos para observar mil y un ejemplos de parcheo para salir al paso. ¿A quién puede sorprender, pues, que nuestros chavales saquen la conclusión de que no merece la pena esforzarse y que, por el contrario, lo que conviene es salir al paso?

En definitiva, lo que planteo aquí es que quizá debiéramos dejar de apuntar con el dedo acusador al Gobierno de turno (seguramente se trate de una de las muchas herencias de la cultura política del franquismo, pero por aquí tenemos esa tendencia a pensar siempre que el Estado es responsable de todos nuestros males, en tanto que la sociedad civil es siempre inocente) y preguntarnos en qué estamos fallando todos y cada uno de nosotros. Después de todo, lo que este tipo de estudios acaban demostrando una y otra vez es que la correlación entre el nivel de estudios de los padres o la procedencia socioeconómica de los chavales y su rendimiento escolar es, quizá, la variable esencial, por encima de cualquier otra consideración. La nuestra es, por desgracia, una sociedad centrada en la fantasmada del famosete de turno. Una sociedad que lo confía todo no al esfuerzo, sino a la genialidad improvisada. La gente piensa que Rafa Nadal y Fernando Alonso han llegado ahí porque nacieron de esa forma y no porque se lo han trabajado durante años y años durante interminables horas todos los días. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 3 12:12:36 CET 2010]

La noticia publicada ayer por El País comentando los documentos de Wikileaks, según la cual el Gobierno de Zapatero no ponía reparos a los vuelos secretos de la CIA sobre nuestro país, tiene sin lugar a dudas el potencial de restar una buena parte del voto de la izquierda en las próximas elecciones. Hasta el momento, y pese a verse obligado a cambiar de rumbo su política económica (al menos relativamente) debido a la fortísima presión de los mercados, Zapatero había conseguido mantener una imagen más o menos progresista en otros asuntos, como los derechos civiles o la política exterior. Ahora, sin embargo, esta noticia viene a ponerlo todo en tela de juicio en el momento menos oportuno (si es que hay algún momento oportuno para una cosa como esta). Añádasele a esto el temor a promover una política auténticamente laicista y la actitud mantenida públicamente durante la visita del Papa a España y uno ve bien difícil que nuestro electorado de izquierdas sienta ilusión alguna al acercarse a las urnas. La cosa se pone cada vez peor en este aspecto. Las elecciones catalanas han sido el primer aviso, pero todo parece indicar que las elecciones municipales de mayo del 2011 serán una bofetada incluso mayor. No nos engañemos. {enlace a esta historia}

[Wed Dec 1 17:39:31 CET 2010]

La viñeta de Manel Fontdevila que vemos hoy en el diario Público refleja bastante bien, creo, en qué está quedando al final todo el escándalo en torno a los documentos revelados por Wikileaks:

Aunque en un principio uno se puede llevar la sensación de que se trata de una operación realmente desestabilizadora para los intereses de los EEUU, al poco de reflexionar sobre los documentos que se han ido publicando poco a poco se da uno cuenta de que, en realidad, no muestran nada que no supiéramos ya. ¿Que el Gobierno de los EEUU presiona a los países más débiles con arrogancia y chulería para sacar partido? Eso ya lo sabíamos. ¿Que hay una colusión clarísima entre las acciones del Gobierno estadounidense y los intereses económicos de las grandes corporaciones de su país? Pues lo mismo. ¿Que se aplican dos (y hasta tres o cuatro) varas de medir distintas, según se trate de discutir las políticas represivas de Cuba, por un lado, o las de China o Vietnam, por el otro? Pues ídem de lo mismo. ¿Y qué decir de la hipocresía con que se atacan regímenes autoritarios mientras se transportan prisioneros por medio mundo como si fueran ganado? En fin, que dudo mucho que nadie se haya quedado patidifuso por lo que hemos ido leyendo estos últimos días. Todo ello se sabía ya. Si acaso, la única diferencia es que ahora tenemos la evidencia para probarlo. Ya no se pueden achacar al descreimiento de la gente. Eso sí, uno se pregunta si todo esto no incrementará aún más el cinismo del ciudadano de a pie, lo cual quizá acabe reflejándose en mayores índices de abstención. {enlace a esta historia}