[Fri Aug 27 11:42:50 CEST 2010]

Leyendo un número atrasado de El País Semana; me encuentro con una entrevista con el actor y director Tim Robbins en la que, entre otras cosas, hace el siguiente comentario sobre los medios de comunicación de masas:

Lo que creo es que desde cualquier ángulo que lo mires, la izquierda o la derecha, que si ves la televisión y estás demasiado obsesionado por las noticias, acumularás un odio contra ciertos individuos a los que no conoces en persona. Un odio abstracto, y que eso se persigue desde algunos centros de poder, que a muchos les conviene más mantenernos divididos que unidos. Que mientras discutimos o nos pegamos, otros hacen el agosto.

No hay más que echarle un vistazo a Facebook, por poner un ejemplo, para ver de qué está hablando Tim Robbins. Algunos parecen disfrutar únicamente con el insulto, la ofensa contra personas que ni siquiera han conocido jamás en primera persona, con quienes nunca han podido conversar. Se encuentra uno por todos sitios grupos de gente que "odia" a tal o cual personaje público, como si no tuvieran nada mejor que hacer con sus vidas. Parece que hay gente que sólo vive para odiar y hacer público ese odio, compartirlo con los demás y regoderase en él. Triste forma de vivir tus días. {enlace a esta historia}

[Sat Aug 21 19:46:18 CEST 2010]

Leo también hoy una entrevista con Victoria Camps en el diario Público de la que destacaría la siguiente reflexión:

"Los políticos no siempre tienen que dimitir cuando cometen errores, pero deberían admitirlos. Eso les acercaría a los ciudadanos. Hoy la ética ha quedado absorbida por el derecho. Todo se limita a la responsabilidad jurídica y se olvida la personal. Pero tampoco se trata sólo de buscar un culpable. Además, a veces, como en los casos de corrupción, como mínimo, hay dos".

Me parece que se trata, en realidad, de dos reflexiones distintas en un mismo párrafo. Tenemos, por un lado, la sugerencia de que los políticos admitan errores públicamente de cuando en cuando porque "les acercaría a los ciudadanos". Cierto, estoy convencido de que les acercaría. Sin embargo, los políticos españoles (es más, casi me atrevería a decir que prácticamente todo el mundo que se implica en política, aunque sea como simple militante de base) continúan viendo la relación de poder a través del prisma heredado del franquismo y se plantean hasta qué punto puede quien gobierna (o quien aspira a gobernar) reconocer error alguno, si el liderazgo consiste precisamente en saber a dónde se va sin que haya resto alguno de duda. Es decir, que siguen teniendo un concepto iluminista y básicamente autoritario del liderazgo.

Pero también tenemos, por otro lado, la reflexión en las palabras de Camps sobre el excesivo crecimiento de lo legal. Hemos ido asistiendo en los últimos años a un peligroso crecimiento de lo legal, lo jurídico, sobre lo ético, lo personal, de tal forma que el ámbito de autonomía del individuo se ha ido empequeñeciendo progresivamente conforme aparecían más y más normas legales sobre cómo comportarse en público. Se trata de una tendencia preocupante por lo que tiene de progresivo socavamiento de uno de los componentes fundamentales de la democracia liberal, esto es, el individuo autónomo entendido como agente moral y político. Y, sin embargo, se trata al mismo tiempo de una tendencia perfectamente entendible en el marco de una sociedad cada vez más diversa en el que ha ido desapareciendo el consenso anteriormente existente sobre lo que se considera comportamiento socialmente aceptable o no. En otras palabras, asistimos a la paradadoja de que el ámbito de opción individual se ha extendido hasta tal punto a costa de la norma social que, como reacción, la única forma de lograr imponer unas mínimas pautas de convivencia es a través del Derecho. O, lo que es lo mismo, la sociedad de la hipertrofia del individualismo es, al mismo tiempo, la misma sociedad donde el Estado se inmiscuye más en nuestras vidas privadas. Interesante paradoja sobre la que conviene reflexionar cuanto antes, si no queremos vernos dentro de poco en un mundo (in)feliz como el que nos describían los autores de distopias no hace mucho. {enlace a esta historia}

[Sat Aug 21 19:32:34 CEST 2010]

Leyendo, como de costumbre, números atrasados de algunas revistas me encuentro con el reportaje 100 artistas el cine hispanoamericano eligen las 100 películas que cambiaron su vida, en EL País Semanal. Me gustó especialmente el siguiente diálogo:

— ¿Y la lista de actores? —dice Azucena, La Rubia— Sé que hay una encuesta sobre los mejores actores...

David concluye la frase:

... y que naturalmente el mayor número de votos ha recaído en Marlon Brando.

— ¿Por qué "naturalmente"?

—Por lo mismo que la Venus de Milo es la estatua, y las Meninas, el cuadro. Y Bach, el músico... No se señala que sea el mejor (¿qué es el mejor, sino una redundante grosería?), se quiere decir que con su nombre se significan todos los demás. Solo eso.

Ciertamente. Sucede también con otros personajes. Por ejemplo, sucede con Mozart o Hemingway. Nunca faltan quienes ponen en duda la utilidad de este tipo de listas. Y es verdad, no sirven para nada. Pero es que tampoco nadie pretende que tengan utilidad alguna. Se trata más bien de pasar el rato y compartir preferencias personales. Y, al fin y al cabo, como suele decirse, si no están todos los que son, sí que son todos los que están. {enlace a esta historia}

[Fri Aug 20 12:50:17 CEST 2010]

Félix de Azúa nos cuenta en El Boomerang que la revista hispano-mexicana Letras Libres le envió recientemente una pregunta sobre cuál consideraba que era el mayor mal que aqueja a la Universidad española y nos cuenta en esta entrada de su bitácora cómo respondió. A mí lo que me ha parecido más acertado es el párrafo final:

Durante unos cuantos años las familias pobres creyeron en la universidad como sistema de ascenso social. Duró poco. En nuestros días, para ser un buen español es un inconveniente haber acudido a la universidad en lugar de hacerlo a un estudio de televisión. Las mejores carreras los pobres las hacen en los sindicatos. Los ricos, como decía el consejero áulico de Jordi Pujol, en las alcantarillas.

De auténtica pena, pero tiene una buena parte de verdad. Seamos claros, Azúa, sin duda, exagera, pero para subrayar lo que al fin y al cabo no deja de ser sino una verdad como la copa de un pino: que en la sociedad española seguimos sintiendo un desprecio cuasi-fascistoide por todo lo que tenga que ver con la inteligencia o la cultura (me refiero a la cultura universal, por supuesto, y no al folklore, al que tan dados somos). {enlace a esta historia}

[Thu Aug 19 20:53:38 CEST 2010]

Después de tanto tiempo viviendo en los EEUU, donde los ex-presidentes tienen el buen gusto de pasar a un segundo plano y dejar que su sucesor en la Casa Blanca tome el mando e incluso en ocasiones se convierten en emisarios políticos o embajadores ad hoc de presidentes de signo político contrario cuando es necesario sacar las castañas del fuego, las peripecias del señor Aznar se me hacen auténticamente insufribles. El editorial publicado hoy por El País da en la diana:

Contra la idea de sí mismo como hombre parco y eficaz que cultiva, Aznar es un político gestual: argumenta poco y, en cambio, le encanta el ademán teatral. Su visita a la ciudad autónoma nada tiene de apoyo a los melillenses y las fuerzas de seguridad que allí desarrollan su labor, y sí mucho de acoso políticamente oportunista e institucionalmente mezquino al Gobierno de España en un momento de crisis con Marruecos. En sus ocho años como presidente nunca visitó Melilla en condición de tal, de acuerdo con una política de prudencia que nadie le reprochó. Ahora se ha presentado, no para hacer algo, sino para decir aquí estoy yo, mientras que Zapatero y sus ministros no han venido.

Pero quienes están padeciendo una tensión cuyas causas nadie ha explicado de manera fehaciente no obtendrán de su visita ningún beneficio; si acaso, podrían haberse visto perjudicados por una complicación adicional en la solución de la crisis. El hecho de que mientras él realizaba su larde se abriera paso una salida diplomática entre ambos Gobiernos pone de manifiesto la irrelevancia de su pretendida gesta para influir en los acontecimientos.

(...)

El hecho de que informase de su visita al líder del PP, pero no al Gobierno, demuestra que pretendía revestirla de una dimensión política. Pero de la política entendida no como defensa de los intereses generales, sino como autoafirmación personalista. Incluso ante su partido. Si Rajoy la autorizó, se hizo cómplice de un comportamiento superficial y patriotero en contradicción con un verdadero patriotismo. Y si no pudo hacer otra cosa, puso en evidencia las servidumbres de su liderazgo.

En las calles de Melilla, Aznar dio la impresión de querer realizar el paseo triunfal que no pudo llevar a cabo tras su resonante victoria militar en Perejil. Iniciativa teatral con viento de Levante que dañó gravement la confianza que sus socios y aliados depositaban en España para garantizar la estabilidad en el Estrecho. Con sus actitudes desde que salió de La Moncloa Aznar recuerda cada vez más a uno de esos personajes en lucha con sus propios fantasmas.

Pura demagogia la de este señor. Demagogia, además, rallana en la traición, algo que se me antoja interesante en una persona que se considera tan patriota. La única forma de entenderlo, por supuesto, es que su concepto de patria no va más allá de los intereses de su propio partido y de quienes simpatizan con él. Patria chica, chiquísima, por supuesto. Viendo lo visto, se pregunta uno hasta qué punto mereció la pena que cumpliera su promesa de no presentarse a una nueva reelección en el año 2004 si, como parece evidente, sigo plenamente activo en la política. Todo parece indicar, desde luego, que él se sigue viendo como el auténtico líder de la derecha española y defensor de las esencias patrias. Pues nada, que vuelva al ruedo, se presente a unas elecciones y comprobemos qué apoyo popular tiene realmente.

Dicho todo esto, por cierto, sin dejar de reconocer que algo tuvo que haber hecho bien quien, después de todo, fue reelegido por mayoría absoluta en el 2000. Lo digo porque tampoco falta quien lanza sus aceradas críticas contra Zoido, el candidato del PP a la Alcaldía de Sevilla, por defender un programa de reformas para el Ayuntamiento que, según él, se inspira en los cambios que llevó a cabo Aznar al llegar al Gobierno en su momento. Hombre, habrá que reconocer que algo debió hacerse bien cuando se logró sanear las cuentas públicas en tan sólo unos cuantos años. Sí, por supuesto, entiendo que la venta de empresas públicas fue una de las formas de garantizar el éxito fácil del proyecto, pero eso no lo puede explicar todo. Además, tal y como solemos criticarle a Rajoy y sus huestes, lo que aquí cabe preguntar a los socialistas es qué propuestas hacen ellos para sanear las arcas municipales, que bien mal que están. Atacar a Zoido porque dice inspirarse en Aznar no me parece que tenga mucho sentido, y menos aún cuando se le ataca por inspirarse en "el presidente que nos metió en Irak", como si aquello tuviera nada que ver con el tema que se está discutiendo. {enlace a esta historia}

[Wed Aug 18 19:48:37 CEST 2010]

Las declaraciones de Pepe Blanco ayer advirtiendo de que no podemos tener servicios de primera con impuestos de segunda ha levantado una buena polvareda. Bien es verdad que Blanco parece especializarse en soltar la liebre fiscal todos los veranos, a ver qué pasa. Ya lo hizo el verano pasado también. Como afirman hoy en el editorial de El País:

La propuesta ha indignado a la oposición, pero nadie se la ha tomado a broma, porque hace justo un año dijo algo parecido y poco después se aprobaba la subida del IVA. Ese antecedente hace dudar de que, de producirse, sea una subidad solo "para los que más tienen", como dicen Zapatero y Blanco. El riesgo para la economía es que frene el despegue del consumo; y el político, que si, como otras veces, acaba afectando sobre todo a los asalariados de las clases medias, irrite aún más a ese sector, sin cuyo apoyo ningún partido ha ganado nunca unas elecciones.

Dejemos de lado a la oposición que, como de costumbre, va a lo suyo (es decir, a desgastar al Gobierno y evitar entrar en detalles sobre cuáles puedan ser sus propuestas). Tiene razón Blanco al señalar que los españoles (sí, incluso los de las clases medias) pagamos menos impuestos que los de otros países. Se trata de una realidad incontrovertible sustentada en las estadísticas oficiales y, al menos en mi caso, hasta en la experiencia personal. Ahora bien, no es menos evidente que también aquí tenemos un mayor fraude fiscal y la economía sumergida campa a sus anchas. Grecia e Italia son, quizá, los únicos países de la zona euro que se encuentran en una situación similar, y dudo mucho que debamos considerarlos como ejemplo. En definitiva, que a lo mejor el Gobierno podría tomarse en serio la lucha contra el fraude y hacer un esfuerzo porque tengamos un sistema impositivo algo más justo y equilibrado, en lugar de continuar apretándonos el cinturón a los asalariados de todo tipo. {enlace a esta historia}

[Mon Aug 16 18:04:42 CEST 2010]

Me encanta esto de disfrutar de un fin de semana de tres días porque en verdad le queda a uno tiempo para dedicarlo a las aficiones, en mi caso de la lectura. Así que una parte del tiempo la he dedicado a ponerme al día en la lectura de los distintos suplementos culturales y dominicales de la prensa diaria y hay un par de cosas que me han llamado la atención. Tenemos, en primer lugar, un artículo sobre un libro inédito de Balzac, El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo, que más bien parece un análisis de la actualidad económica que nos ha tocado vivir (y sufrir) estos últimos años. Algunos de los aforismos incluidos en el artículo no tienen desperdicio:

"Mientras más deudas se tienen, más crédito se tiene; mientras menos acreedores se tienen, menos ayuda se puede esperar".

"Quien no consigue crédito, inevitablemente entra en quiebra, pues mientras más crédito se tiene, más movimiento de ventas se hace. Mientras más movimiento de ventas se logra, más negocios se hacen. Mientras más negocios se hacen, más dinero se gana".

Díganme que no se trata de una descripción perfecta de lo que nos traemos entre manos. Por cierto, que el corolario de ello no puede ser otro sino darse cuenta de que, después de tantos años como han pasado, nuestra sociedad sigue siendo más o menos igual que la que describiera Balzac. Menuda dentellada a nuestra suficiencia de nuevos ricos que se creen superiores a aquellos anticuados del siglo XIX cuando, en realidad, nos las vemos con los mismos problemas.

Tenemos, por otro lado, el reportaje titulado 10 autores en busca de lector en el que se nos hace un adelanto de los libros que se venderán en las librerías a la vuelta de las vacaciones. Y de este otro artículo lo que me llamó la atención fue una frase tomada de Temperamentos filosóficos, de Peter Sloterdijk:

"La filosofía que uno elige depende del tipo de persona que se es".

Le recuerda a uno esto a aquello otro de si la esencia precede a la existencia o es más bien al revés. Y a lo mejor no le falta razón a Sloterdijk al sospechar que elegimos la filosofía que nos parece más acertada dependiendo de nuestra actitud, de nuestra personalidad. De ahí quizá que en tantas ocasiones nos dé la impresión de que tal o cual persona verderamente parece haber acabado influenciada por la filosofía que postula cuando, en realidad, quizá lo que esté sucediendo es más bien lo contrario, que debido a su personaidad se inclina por una filosofía determinada. A ver quién acierta a desenredar esta madeja. {enlace a esta historia}

[Thu Aug 12 10:05:12 CEST 2010]

Buscando información sobre el tamaño del sector público en las distintas economías del mundo, me encuentro con un breve texto referido a las reflexiones de Johan Norberg, un columnista liberal sueco, sobre el funcionamiento del Estado en su país que merece la pena reseña aquí:

Sweden's bureaucracy is one of the most impressive in the world, and it has been for a couple of hundred years —that's what makes it possible to have a public sector this size. This is something foreigners rarely understand. They think that our big government makes the country run well, whereas it is the other way around —the fact that it works well makes it possible to have a big government.

If countries don't already have a tradition of an efficient, non-corrupt bureaucracy with an impressive work ethic a larger government only means more abuse of power and more waste of money. I often try to convince Americans, no, more government in the US would not get yuo a big version of Sweden, it would get you a big version of the US Postal Service.

Veamos. De entrada, no me parece que el US Postal Service funcione para nada mal. Sí, sé que entre los estadounidenses se ha convertido en una especie de chiste de lo más común asumir que se trata de un auténtico desastre. Yo nunca me he molestado en echarle un vistazo al estado de sus cuentas, pero sí que he de decir que, en lo que respecta a su funcionamiento, a mí siempre me pareció que funcionaba eficientemente. Desde luego, funciona de una forma mucho más eficiente que el sistema de Correos español (y está abierto al público más horas a la semana también).

En todo caso, a uno le da la impresión de que Norberg se saca la afirmación un poco de la manga. ¿En qué se basa para afirmar que la burocracia sueca era más eficiente que la de otros países hace ya doscientos años? ¿Era también más eficiente la burocracia sueca de hace doscientos años que la de cualquier otro país hoy en día? ¿Cómo lo medimos? O, peor aún, ¿cómo se medía hace doscientos años? En otras palabras, que me parece una afirmación un poco gratuita. Algo así como una justificación ex post facto para explicar la razón por la que a Norberg le parece, a priori, que está bien que el tamaño del sector público en Suecia sea tan grande, pero no tanto en otros países. O, para usar la terminología de Karl Popper, la afirmación de Norberg no es falsable y, por tanto, no es sino mera opinión que lo mismo puede estar basada en experiencia objetiva como en meros prejuicios ideológicos.

Y, sin embargo, creo que no conviene tirar por la borda las palabras de Norberg sin más. Me parece poco inteligente imponer prejuicios sobre el tamaño del sector público así, sin acceso a ninguna información sobre el contexto. Se trata de mera ideología, catecismo político, dogma cuasi-religioso. Ni la eliminiación del sector público tiene que significar mayor eficiencia, ni tampoco su crecimiento es siempre sinónimo de mayor equidad. Conviene andarse con cuidado cuando se tratan estos temas. Todo depende del contexto, por lo que, como acertadamente advierte Norberg (en este sentido sí creo que tiene razón), lo que funciona bien en un país no tiene por qué funcionar en otro. He de reconocer que me dan miedo quienes aplican dogmas políticos a cualquier circunstancia sin siquiera detenerse a analizar los detalles. Y esto se aplica tanto a quienes siempre defienden una reducción del sector público por principio como a quienes sostienen la posición contraria. {enlace a esta historia}

[Sun Aug 8 15:08:43 CEST 2010]

Unas cuantas pinceladas extraídas del somero repaso a El País esta mañana. Tenemos, en primer lugar, el retorno de Fidel Castro a la Asamblea Nacional cubana y el vergonzoso y rastrero servilismo mostrado por los demás representantes en la cámara ante un dictador que, a todas luces, ya está chocheando. Como todo parece indicar que la "hecatombe nuclear" que predijo hace poco para este mismo verano no va a tener lugar, se desdijo con un "todavía hay esperanzas de salvarnos", señalando a Obama como único responsable de lo que pueda suceder (?!). Como era de esperar, nadie le preguntó por la situación interna de Cuba, no fuera a ser que se pusiera al líder supremo en un apuro. En su lugar, se prefirió lanzar dardos continuamente contra el satánico imperialismo americano, que siempre queda muy bien cuando uno no sabe de qué hablar y, sobre todo, cuando a uno no le queda más remedio que ocultar lo mal que están las cosas por casa.

Tenemos, por otro lado, el comentario a la noticia de que el Vaticano pretende cobrar a los peregrinos la entrada a las misas que el Papa Benedicto XVI oficiará en el Reino Unido en septiembre. Si no fuera porque lo publica un periódico serio, pensaría uno que se trata de un chiste. ¿Quién te ha visto y quién te ve? La Santa Madre Iglesia cobrando por asistir a una misa oficiada por el Papa, como si se tratase de una vulgar estrella de rock. Por algo así surgió el cisma de Lutero en su momento. Como bien indican desde El País, se trata de un caso claro de simonía. Eso sí, ¿quién le va a pedir coherencia entre el discurso y las acciones a la Iglesia?

En tercer lugar, las páginas dedicadas al verano traen un artículo de Javier Rodríguez Marcos sobre El primer hombre, de Camus. En este otro caso, lo que me llama la atención es el comentario que se hace al final sobre las palabras de Camus en una conferencia que dio en 1957: "Líbrame, Dios mío, de vivir una época interesante". Tiene poco de extraño oír eso de boca de alguien que perdió su padre en la Primera Guerra Mundial, vivió la Segunda Guerra Mundial y la invasión nazi, conoció el holocausto, la expansión del totalitarismo soviético por la Europa del Este, la connivencia de los intelectuales occidentales con el comunismo y, finalmente, la guerra de Argelia, el país que le vio nacer. Sin duda, a veces conviene considerar si quizá no merezca la pena aburrirse antes que "entretenerse" con tanto acontecimiento histórico de postín.

Finalmente, me hizo sonreír el leer una anécdota en el artículo que Manuel Vicent dedica al Café Gijón:

Si todo el tiempo que he pasado en el café Gijón lo hubiera dedicado a estudiar piano tal vez le habría hecho la competencia a Arturo Rubinstein. Entré por primera vez en esa botillería una tarde lluviosa de domingo, en otoño de 1960. En medio de una niebla de humo se movían tres filas de fantasmas agolpados al pie de la barra alargando los brazos hacia los camareros para reclamar el cortado con leche fría o el chato de tinto con una banderilla o unos cacahuetes. La ración de jamón estaba aún más lejos en el horizonte que la gloria literaria, pero pronto llegaría el momento en que Alfonso Paso y Miguel Mihura, después de un éxito en el teatro, saludarían a sus enemigos con una cigala en la mano.

Mientras me abría paso a codazos hacia el lavabo, donde reinaba una vieja loca que atendía el tel´fono, sentí un mordisco en la pantorrilla, precedido de un ladrido humano. Un tipo a cuatro patas simulaba ser un perro. Era el pintor Paredes Jardiel, que en ese momento estaba triunfando en Italia. A media tarde, con la lluvia en los cristales, los artistas y los viejos poetas se guardaban los terroncillos de azúcar en el bolsillo para sus nietos; en cambio había señoras de la burguesía que extasiaban las horas ante un chocolate acompañado con picatostes de una calidad extraordinaria. Un día dejaron de servirlos. Cuando le preguntaron al dueño Pepito por qué había dejado de ofrecer a la clientela aquellos picatostes que tenían fama en todo Madrid, contestó: "Es que los pedían mucho".

He ahí la diferencia entre nuestro capitalismo y el capitalismo anglosajón. {enlace a esta historia}

[Sat Aug 7 17:24:02 CEST 2010]

Echándole un vistazo a un número atrasado de El Cultural, el suplemento del diario El Mundo, me encuentro con una recensión de Hoy no es ayer. Ensayos sobre historia de España en el siglo XX, de Santos Juliá que incluye un par de referencias a algunas de las reflexiones que el gran historiador recoge en este libro. La primera es una referencia a la llegada de la Segunda República:

El régimen republicano se inició con un discurso revolucionario (...) aunque se tratase de una apelación revolucionaria que estaba lejos de los modelos que, por aquellos años, brindaban los totalitarismos. En cualquier caso, el propósito revolucionario era evidente y derivaría en un régimen radical que trató de afianzarse sobre la exclusión de una buena parte de la sociedad española.

Vaya por delante que, ya desde mi adolescencia, he sido un aficionado a estudiar el periodo histórico de la Segunda República y sigo sintiendo un enorme respeto por las élites políticas de aquel entonces (Alcalá Zamora, Azaña, Prieto, Fernando de los Ríos...). Sin embargo, ello no quita para que reconozca con quien firma esta recensión (Octavio Ruiz-Manjón) que los líderes de la Segunda República cometieron el terrible error, sin lugar a dudas, de abusar de la retórica revolucionaria ya desde los mismos inicios del régimen, alienando con ello a buena parte de la sociedad española y azuzando el fuego extremista de algunos sectores de la izquierda. No nos engañemos, ya desde el principio se optó por dejar al margen a los católicos en nombre de un laicismo radical y anticlerical de claro corte afrancesado que no hizo sino contribuir a sentar las bases del estrepitoso fracaso que vendría después. Conviene recordar esto precisamente ahora que tanto esfuerzo se está haciendo por parte de ciertos sectores de la izquierda por recuperar el republicanismo más como arma arrojadiza en su afán de dividir la sociedad española en buenos y malos que en fomentar un auténtico espíritu cívico de hondas raíces liberales, que eso otro sí que es ahora más necesario que nunca. Sea como fuere, me temo que aunque la generación de políticos que hizo la transición (Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga y tantos otros) aprendieron la lección de aquellos a&ntide;os, hoy vuelve con cierto vigor una reinterpretación partidista y dogmática de los años treinta, tanto por la derecha como por la izquierda. Ya veremos dónde acaba todo esto.

Pero decíamos que había también otra reflexión de Santos Juliá que me había parecido interesante. Se trata de la siguiente cita, tomada de la página 341 de su libro aquí reseñado y en la que el historiador comenta precisamente este súbito interés por la memoria histórica:

"Había que mirar el pasado no para conocer lo ocurrido, sino con el propósito de recuperar señas de identidad supuestamente perdidas: el racionalismo combatido por el romanticismo".

Haríamos bien en prestar atención a la advertencia del maestro. Lo que estamos viendo últimamente (vuelvo a repetir, tanto por la derecha como por la izquierda) no es un interés por conocer nuestra Historia y extraer las lecciones pertinentes, sino más bien el apasionado esfuerzo por reinterpretar el pasado de tal forma que contribuya a consolidar una identidad pura y dogmática, una justificación a unos parámetros ideológicos ya establecidos de antemano. En otras palabras, se está jugando con trampa. De ahí que, en lugar de ser los historiadores profesionales quienes hayan tomado relevancia en este debate, hemos oído únicamente los desagarradores gritos de los propagandistas de uno y otro bando. Y, por si fuera poco, hay que añadir a esto la aparición en escena de la mitomanía nacionalista. ¡Arrieritos somos! {enlace a esta historia}

[Sat Aug 7 15:54:14 CEST 2010]

También publica hoy El País un artículo de Ramin Jahanbegloo titulado Estudiar filosofía en Teherán en el que el catedrático de Ciencias Políticas de la Universudad de Toronto hace una defensa de la filosofía frente a los fundamentalismos:

La idea de que es posible examinar la vida haciendo preguntas, unas preguntas atemporales y universales, sigue siendo hoy tan revolucionaria como en la época del maestro griego [Platón]. La experiencia de las tiranías en la historia y, más en concreto, los regímenes totalitarios en el siglo XX, demuestra que un poder político que se considere a sí mismo la encarnación de una ideología y la cima de la filosofía no puede tolerar el pensamiento filosófico. Pese a ello, la filosofía ha sobrevivido tanto a sus mártires como a sus perseguidores.

¿Cómo puede afectar el hecho de estudiar y enseñar filosofía a un persona que viva bajo un régimen teocrático aquí y ahora? En otras palabras, ¿cómo es posible estudiar filosofía en Teherán? Por extraño que pueda parecer, estudiar filosofía en Teherán puede no solo ser un consuelo espiritual sino un arma política. Es un desafío claro al monolingüismo del pensamiento tiránico, pero es también una invitación a ser un individuo dialógico responsable en una cultura que se ha puesto sistemáticamente a resguardo de la tarea socrática de aprender a base de hacer preguntas y "vivir en la verdad".

Ése sigue siendo, como siempre, el tentador peligro: querer "vivir en la verdad". Por suerte o por desgracia, nuestras humanas limitaciones nos impiden conocer nunca la verdad a ciencia cierta, si bien ello no debiera ser razón para abandonar su búsqueda. Tal y como lo veo, lo único que nos queda es tratar de acercarnos a ella. La verdad como camino, no como meta. Si en algún momento se topan con un régimen político o una institución de cualquier tipo (iglesia, partido, club...) que os ofrece la Verdad (así, con mayúsculas, la Verdad inmutable y eterna), huid de ellos como de la peste, pues no otra cosa es lo que os traen. {enlace a esta historia}

[Sat Aug 7 15:44:24 CEST 2010]

Si ayer mismo publicaba un comentario en mi cuenta de Facebook sobre la incapacidad de ver la viga en el ojo propio mientras se critica la paja en el ojo americano, hoy me encuentro en El País con un artículo de Xavier Rius titulado Arizona en Lavapiés en el que nos advierte precisamente de un hecho que todos debieran ya conocer por aquí: nuestras Policía ya pone en práctica precisamente las mismas medidas que tan racistas nos parecen cuando la aplican los americanos:

Los medios de comunicación españoles han reproducido las voces que califican la reforma de Arizona de racista sin advertir que la legislación española ya convirtió en delito en 2003 transportar un irregular aunque fuera sin ánimo de lucro, y que la policía nacional, pese a carecer de marco legal para ello, realiza de forma ahbitual controles selectivos en base a la apariencia étnica para detener inmigrantes sin papeles como los que realizará Arizona.

En otras palabras, como decíamos, la viga en el ojo propio. Hay que tener en cuenta, por si esto fuera poco, que mientras que la medida legislativa en Arizona cuenta con el apoyo del 71% de la población después de haberse debatido en los medios de comunicación y en la calle durante meses, así como de contar con el voto favorable de los representantes del pueblo democráticamente elegidos, por aquí estas cosas se hacen a la chita callando, casi siempre introduciendo una circular aquí o una orden especígica allá. En fin, que dudo mucho que podamos dar a Arizona lecciones de transparencia y democracia, como por aquí parece que creemos. Pero estas cosas suelen suceder, casi siempre cuando se trata de los EEUU. Así de poderosa es la ignorancia. {enlace a esta historia}

[Wed Aug 4 09:55:07 CEST 2010]

Uno de mis contactos en Facebook compartión ayer el enlace a un artículo de Francisco González Ledesma sobre las corridas de toro del que destacaría su comentario final:

Gente docta me dice: te equivocas. Esto es una tradición. Cierto. Pero gente docta me recuerda: teníamos la tradición de quemar vivos a los herejes en la plaza pública, la de ejecutar a garrote ante toda una ciudad, la de la esclavitud, la de la educación a palos. Todas esas tradiciones las hemos ido eliminando a base de leyes, cultura y valores humanos. ¿No habrá una ley para prohibir esa última tortura, por la cual además pagamos?

Ya he escrito por aquí mi opinión sobre el tema de las corridas, pero no está de más subrayar que, como bien indica Gónzalez Ledesma, la tradición no es argumento. Conviene decirlo, por verdad de perogrullo que parezca, porque por aquí somos muy dados a justificar las cosas diciendo que "siempre se ha hecho así", como si se tratara de un mandato divino. {enlace a esta historia}

[Mon Aug 2 12:10:21 CEST 2010]

Lo de los partidos políticos españoles y su forma de elegir a los candidatos para las distintas citas electorales es de vergüenza ajena. Basta echarle un vistazo a los periódicos para saber a qué me estoy refiriendo. Mientras corren rumores de que Zapatero quiere imponer a Trinidad Jiménez como candidata a Presidenta de la comunidad autónoma de Madrid pese a que el PSM prefiere a su Secretario General, Tomás Gómez, tenemos por otro lado el pulso de Álvarez Cascos con la dirección del PP para ser candidato en Asturias. Y, por si esto fuera poco, nos encontramos también con que la Agrupación Local del PSOE de Lepe ha suspendido de militancia ni más ni menos que a 132 de sus 135 militantes por, suspuestamente, "postular" a una militante a través de Facebook como candidata a la Alcaldía (?!). ¿Desde cuándo es punible postular a una candidata? ¿En qué queda la democracia interna en los partidos políticos si los militantes no pueden ni siquiera proponer candidatos? ¿Cuál es su función entonces? ¿Limitarse a pegar carteles y hacer campaña?

Algo falla estrepitosamente en nuestro sistema político cuando lo normal no es que los militantes de los partidos decidan quiénes serán los candidatos (¡oh, qué escándalo!), sino que se decida todo en torno a la mesa camilla donde se reúnen los dirigentes de siempre. En otras palabras, las órdenes vienen de la cúpula y los militantes no tienen otra opción que aceptarlas como hechos consumados o, si les parece mal, darse de baja. Todo atado y bien atado. ¿A quién puede sorprender, pues, que haya tanto trepa en nuestros partidos? El propio sistema promueve ese comportamiento. Facilita la endogamia y el control férreo por parte de la dirección, en lugar de la apertura a la sociedad a la que, se supone, representa. Visto lo visto, no queda más remedio que darle la razón a José María de Miguel, primer Presidente autonómico de La Rioja, quien recientemente afirmaba en una entrevista que "la disciplina y la lealtad han sustituido en la política al mérito y la capacidad". Ahí van otras reflexiones suyas sobre el asunto que merecen ser consideradas con atención:

— La desconfianza en los políticos ha aumentado hasta convertirse en uno de los principales problemas para los españoles. ¿A qué lo achaca, además de a la corrupción?

La política se está degradando frente a la sociedad de tal manera que ahora mismo nadie quiere acceder a un partido político, y el problema se retroalimenta. En mi época conocí a gente entregada en todos los partidos, había muy buena clase política, pero ahora no puedes contar con ese tipo de personas porque están en sus despachos, en sus trabajos, y la política no les aporta nada. Encima, como consecuencia de la degradación, la gente exige castigo y menos sueldo para los políticos, y los considera a todos unos chorizos, cuando yo creo que no es verdad.

(...)

— Su camino a la vida pública fue de ida y vuelta, con regreso a la actividad privada, ¿ése debería ser el modelo?

— Bueno, los partidos necesitan gente en el aparato que asegure permanencia y estabilidad, pero también deben nutrirse de personas de ida y vuelta, con independencia económica y profesional, y con experiencia en el mundo real. Tiene que haber gente de este tipo para que tengamos una clase política más aceptable; además, es un disparate que todos sean profesionales de la política. Ver la realidad desde muchos ámbitos distintos te da una mayor riqueza que observarla sólo desde los despachos de un partido.

Ahora mismo hay una generación de chavales que tienen como referencia a políticos que no han trabajado prácticamente nunca fuera de los partidos y que han triunfado. Es un ejemplo devastador porque hay un montón de jóvenes que quieren hacer carrera política a su imagen y semejanza, y ése es su objetivo fundamental, no se acercan a la política como un instrumento para hacer realidad algunas pequeñas convicciones que tengan. Quieren ser profesionales de la política y, además, quieren serlo desde jóvenes, y eso por definición es imposible: la política no debería garantizar permanencia.

Imposible, por desgracia, no es. Hay miles de jóvenes en nuestros partidos que ya están ahí. Ya se han "colocado" y no hay un dios que les eche. No han conocido (ni van a conocer) otra cosa que vivir de la política. Como bien dice José María de Miguel, eso no es política, o al menos no es política democrática sana. ¿A quién van a representar estos jóvenes cuando se sienten en su escaño? Se trata de individuos que no tienen idea de cómo transcurre la vida de un ciudadano normal, de un ciudadano no implicado en política. Son jóvenes que jamás han montado un negocio, han sufrido un recorte salarial o han tenido que sufrir en silencio mientras su empresa hacía recortes de plantilla. Y, lo que es peor, viven las 24 horas del día con su partido en mente porque no conocen otra cosa. ¿A quién sorprende, pues, que el nivel de confrontación política no haga sino subir? Sencillamente, esta gente no ha mamado otra cosa. Yo conozco a personas que terminaron la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense conmigo a mediados de los noventa, se metieron en un partido político y ya no han vuelto a salir. No conocen otra realidad. Han sido consejeros en cajas de ahorro y similares (por designación política, por supuesto, que no por mérito propio, ni tampoco por conocimientos). Han sido concejales y hasta diputados autonómicos. Ahora bien, lo que no han sido es autónomo o trabajador despedido. Le deben su vida entera al partido.

En fin, como bien dice José María de Miguel, es necesario contar con cuadros medios en los partidos (esto es, algo así como los funcionarios) para darles estabilidad, pero quienes representan a los ciudadanos no pueden ser estos individuos sino que, por el contrario, deberían ser políticos de ida y vuelta, por así decirlo. Nuestros representantes no debieran ser políticos de carrera, si de verdad queremos tener una democracia sólida y saludable. Claro que, para llegar ahí, casi habría que promover una segunda transición con reformas políticas en profundidad. {enlace a esta historia}

[Sun Aug 1 15:08:09 CEST 2010]

La entrevista con Pedro Solbes que publica hoy el diario El País nos muestra a la persona que creo todos imaginamos que es: un señor moderado, sensato y con los pies en el suelo. Aparte del "creo que se están haciendo más las cosas como yo quería" que el periodista destaca en el mismo titular (por cierto, que tiene toda la razón del mundo: para este viaje no hacían falta tanta alforjas), yo destacaría otro par de cosas. En primer lugar, sus palabras con respecto a Manuel Pizarro y, en general, el ambiente de confrontación sin límites (al menos en lo que respecta a la oratoria) que vivimos en el país:

— En aquella querella electoral con Manuel Pizarro pareció que usted quería que a su contrincante no le fuera mal...

— Seguramente porque todo el mundo quería pensar que una figura como Pizarro debía ser el triunfador nato. Y todo el mundo planteaba el tema como una confrontación entre Pizarro y yo. Somos amigos desde hace muchos años, de modo que él sabe quién soy yo y yo sé cómo es él. No soy anti-Pizarro, nunca lo fui. Con cualquier otro lo hubiera hecho de modo parecido. Había que buscar los elementos comunes más que las diferencias. Si hubiera sido luego, como yo esperaba, el responsable de Economía del Partido Popular, que hubiera sido muy bueno, me hubiera permitido poner muchas cosas en común... No le dieron el papel que podían haberle dado. No le utilizaron.

— Habla usted de las diferencias. Parece que este país las cultiva mucho, otra vez.

— Sí, de alguna forma reaparece el concepto de las dos Españas. Yo siempre pienso que las confrontaciones son consecuencia de la educación, de un tipo de cultura. Creo que este país tiene que avanzar todavía en términos de generosidad en una conversación normal; el diálogo sigue siendo necesario. Hay que ver cómo los demás piensan ciertas cosas. Y es verdad que somos un país donde muchas veces los dogmas adulterados son la razón. Y seguramente eso solo se cura con más educación y más cultura.

No estoy yo tan convencido de que la cultura y la educación vayan a solucionar el problema. Me temo que se trata más bien de un problema de actitud y, quizá, hábito. Por consiguiente, el saber más acerca de la literatura universal, la filosofía oriental o las últimas teorías de la física cuántica no van a contribuir mucho a disminuir el grado de confrontación en nuestra sociedad. Lo que hace falta, me parece, es fomentar desde la escuela una actitud centrada en el trabajo en equipo y la resolución de problemas mediante su análisis concienzudo desde distintas perspectivas. Hasta que no hagamos un esfuerzo en nuestras escuelas en esa dirección, de bien poco valdrá que nuestros chavales pasen más años en el sistema educativo, como hemos podido comprobar en las últimas dos o tres décadas.

Su otra reflexión que me pareció interesante es sobre el proceso de globalización y los cambios que están introduciendo:

— ¿Y hacia dónde vamos?

A un cambio de posiciones relativas de los países como consecuencia de la crisis. Esto lo que pone de relieve también es un cambio de estructuras institucionales que responden al modelo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Y ahora empiezan las costuras a romperse. Hay elementos estables: Estados Unidos sigue siendo la potencia dominante, ya no tan dominante. Pero hay un principio de multipolaridad en el mundo. La segunda potencia es Asia, que es mucho más que China: es India, es Japón, sigue siendo Japón. Y es importante saber qué es Europa, la Europa sin Rusia. Eso de que Europa es un factor dominante en el mundo debemos quitárnoslo de la cabeza, y si además pretendemos cada uno jugar un papel por el interés nacional creo que nos irá mucho peor. Y es importante saber qué es Europa, la Europa sin Rusia. Eso de que Europa es un factor dominante en el mundo debemos quitárnoslo de la cabeza, y si además pretendemos cada uno jugar un papel por el interés nacional creo que nos irá mucho peor. Me preocupa que en muchas ocasiones nos centremos tanto en este país. Necesitamos jugar un papel más a nivel mundial para seguir siendo parte importante de ese universo.

No hay más que ver el tiempo que perdemos mirándonos al ombligo tratando de dilucidar si Cataluña es o no una nación, si la única nación como tal es España y cosas por el estilo. Mientras tanto, el mundo continúa avanzando sin nosotros. No podemos perder el tren de la globalización de la misma forma que perdimos el de la industrialización hace más de cien años. {enlace a esta historia}