[Thu Apr 29 14:34:33 CEST 2010]

Lo que ha venido sucediendo en los últimos días como consecuencia de la rebaja de la calificación de la deuda española por parte de Standard & Poor's es auténticamente deleznable. A decir verdad, la infamia de esta historia entronca asimismo con lo que se está haciendo con respecto a la deuda griega y, por supuesto, con las raíces mismas de la crisis económica que aún nos rodea.

Veamos. Me parece deleznable, de entrada, que los medios de comunicación entren en esta dinámica de dar pábulo a todo tipo de campañas de desprestigio de las economías nacionales que se encuentren en el punto de mira de los especuladores de turno, aunque no debiera extrañarnos nada de nada, sabiendo como sabemos que todos ellos dependen precisamente de las inversiones de quienes tienen grandes sumas de capital, sobre todo en estos momentos de apuros financieros. Pero es que, se mire como se mire, la realidad objetiva es que hay tres agencias de calificación (Standard & Poor's, Moody's y Fitch), y tan sólo una de ellas ha reducido la calificación de la deuda española de una AA+ a AA (en otras palabras, el equivalente a rebajar la nota de un alumno de un 9 a un 8), mientras que las otras dos mantienen a nuestro país en la nota máxima. Sin embargo, ello no quita para que los mercados de valores españoles cerraran la jornada ayer con un descenso del 3%. ¿Basado en qué, exactamente, podría uno preguntarse? ¿En hechos objetivos? No, hombre no, basado en especulaciones, rumores y titulares de prensa. Al parecer, eso es suficiente para que el "termómetro de la economía" se lance cuesta abajo en un desenfrenado esfuerzo por vender acciones, independientemente de cómo le vaya a cada una de las empresas cuyas acciones de están compando y vendiendo en la Bolsa. Es lo que tienen estas cosas. Todo dios asume que la Bolsa refleja la realidad económica de un país, pero en realidad sólo refleja la reacción de la "comunidad inversora" a los titulares del día. Es algo así como una encuesta diaria sobre los asuntos que se discuten en los medios, pero donde solamente puede opinar la gente con dinero.

Por si esto fuera poco, tenemos también la existencia incontrovertible de operaciones de especulaación para continuar garantizando ganancias exorbitantes (del 8-10% cuando menos, como en los buenos tiempos) aunque sea a costa de tomarle el pelo a la gente y extender algo así como una especie de estado de excepción, terror y estrés permanente entre la población. Así tenemos que ayer, tras el anuncio de la rebaja de la calificación por parte de Standard & Poor's, la Bolsa comenzó a bajar sin freno (¡vende, vende!), mientras que hoy, menos de 24 horas después, la tendencia es precisamente la contraria (¡compra, compra!) sin que haya cambiado nada de nada, por supuesto. Uno no tienen más remedio que preguntarse si más de uno aprovechó la ocasión ayer para ir contra la corriente, comprar acciones y después venderlas hoy, ganando ipso facto un buen fajo de billetes sin haber hecho nada ni haber contribuido a mejorar la economía nacional (que no la suya propia, claro). En fin, como se ve, poco o nada ha cambiado con respecto a ese capitalismo de casino que nos condujo a estos lodos en primer lugar. Mucho hablar de "refundación del capitalismo", pero estamos exactamente en el mismo lugar donde estábamos hace un par de años: la misma gente sigue teniendo la sartén por el mango, las prácticas siguen siendo exactamente iguales, el capital fluye libremente de país en país sin que beneficie realmente a la gente llana, los paraísos fiscales continúan prosperando y, por supuesto, seguimos leyendo y oyendo llamamientos a recortar el "excesivo" gasto social. ¡Que viva la refundación! {enlace a esta historia}

[Thu Apr 29 12:29:30 CEST 2010]

La viñeta de Manel Fontdevila que aparece hoy en Público da que pensar:

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[Tue Apr 20 14:40:24 CEST 2010]

Aunque le pese a algunos, todo parece indicar que algo se está moviendo finalmente en Cuba. Hace unos días, El País publicó un artículo de Jorge Castañeda titulado Principio del fin para el régimen castrista? en el que se reflexionaba precisamente sobre este tema advirtiendo, no obstante, que tampoco es la primera vez que todo parece indicar que se acercan cambios en la isla caribeña y después todo queda en agua de borrajas. Sin embargo, Castañeda identifica una serie de novedades en las actuales circunstancias:

El primer elemento nuevo, o en todo caso ausente desde el "Período especial" en 1994, es una crisis económica feroz, que ha introducido elementos de hambre y miseria en Cuba desconocidos desde aquella época. La caída del precio del níquel y del turismo el año pasado, el estancamiento de las remesas procedentes de Miami y los huracanes en tiempos recientes han paralizado la actividad en la isla; los apagones, las terribles deficiencias del sistema de salud, la falta de alimentos producidos nacionalmente o importados principalmente desde Estados Unidos, la crisis de vivienda generalizada y la suspensión de pagos de Cuba a todos sus acreedores —amigos o adversarios— desde enero del 2009, pintan un panorama desolador.

El subsidio venezolano resulta a la vez indispensable e insuficiente: las privaciones y las dificultades de la vida cotidiana alcanzan un grado inusitado, incluso para un pueblo acostumbrado a sufrir. Y ya no es tan fácil echarle la culpa al "imperio": no es lo mismo George Bush o Ronald Reagan que Barack Obama, cuya popularidad entre el cubano de a pie parece ser descomunal. Como lo han señalado muchos autores, una crisis económica más, por sí sola, no va a derrocar a los Castro. Pero junto con los factores siguientes, tal vez nos conduzca a territorios inexplorados.

En efecto, a pesar de su carácter lógicamente minoritario y aislado, tanto el movimiento de los huelguistas de hambre como el de las Damas de Blanco han generado un elemento discordante y novedoso en la política cubana. La muerte de Orlando Zapata colocó al Gobierno a la defensiva, y canceló cualquier posibilidad de una normalización con la Unión Europea o con México, a pesar del vergonzoso cinismo de Lula, Calderón y Moratinos, y pospuso indefinidamente el acercamiento con Washington. La perseverancia de Guillermo Fariñas en su propia huelga de hambre, su rechazo a las invitaciones españolas, su creciente carácter de líder opositor articulado y centrado, además del claro altruismo de su causa (no es un preso político, pero suspendió el consumo de agua y alimentos para obtener la liberación de los que sí lo son) le dan un relieve interno y externo que pocos disidentes habían logrado. Si se confirman las noticias sobre Darsi Ferrer y Franklin Pelegrino, dos nuevos huelguistas de hambre que se unieron en solidaridad con Fariñas el 30 de marzo, y si se complicara el cuadro médico del propio Fariñas, los acontecimientos podrían tomar un giro insospechado.

(...)

Lo que sí todos saben, sin lugar a dudas, es que Fidel ya no lleva los asuntos del día a día. He aquí el tercer factor. El comandante jamás hubiera permitido que un asunto como el de Orlando Zapata se le fuera de las manos: o lo libera antes de que iniciase su huelga de hambre, o lo fusila, o lo condecore, pero nunca se habría visto arrinconado como sucedió con su hermano menor. Lo mismo con Fariñas, con las Damas de Blanco, y sobre todo, con los posibles efectos de la simultaneidad de una debacle económica y un incipiente movimiento de protesta. Esta vez, no estará Fidel para dirigirse al Malecón de La Habana como en agosto de 1994, en pleno éxodo de los balseros, para confrontar a un nutrido — allí sí— grupo de manigestantes y doblegarlos con la magia de su verbo y con su aparato de seguridad. Raúl Castro es incapaz de semejante faena. Carece por completo de los instintos políticos que le permitieron a su hermano durante medio siglo detectar a opositores en potencia antes de que ellos mismos se les ocurriera serlo.

El artículo de Castañeda en sí me parece —todo hay que decirlo— algo flojito. En líneas generales, los tres elementos de los que habla pueden ser importantes para el correcto análisis de lo que está sucediendo, pero me parece que se le escapan otras cosas de igual (o más) importancia, al tiempo que hace unas afirmaciones completamente gratuitas e ingenuas sobre otros aspectos. Así, por ejemplo, parece mentira que todo un ex-Secretario de Relaciones Exteriores de México (el equivalente a nuestro Ministro de Asuntos Exteriores) afirme sin pudor que ya no es tan fácil echarle la culpa al "imperio" porque "no es lo mismo George Bush o Ronalrd Reagan que Barack Obama, cuya popularidad entre el cubano de a pie parece ser descomunal". Ignore qué tal pueda ser su popularidad entre los cubanos, pero lo que sí tengo claro es que, al menos de momento, la política estadounidense hacia Cuba ha cambiado bien poco y el embargo continúa en pie. Lo demás es mera cuestión de imagen, y Castañeda debiera ser capaz de diferenciar entre ambas cosas. No creo, además, que lo esencial del asunto sean esos tres elementos que Casteñeda menciona en su artículo. Si acaso, me parece mucho más importante percatarse del hecho de otro hecho bien distinto: incluso conocidos defensores del régimen, como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés se atreven a hacer públicas sus críticas ante lo que consideran una situación insostenible. O, lo que es lo mismo, las críticas no parten ya solamente desde Miami o la oposición dentro de Cuba, sino hasta de las propias filas oficialistas. A mí esto me parece mucho más significativo que cualquier otra cosa. De ahí precisamente que tenga la impresión de que quizá en esta ocasión algo cambie realmente en la isla.

Dicho todo esto, he de aclarar que me disgusta también la demagogia en que se cae a menudo para descalificar al régimen castrista. No me cabe duda alguna, dejémoslo bien claro de entrada, que un régimen que ha sostenido al mismo individuo en el poder durante más de cuatro décadas tiene bien poco de democrático. El poder desgasta, se vea como se vea. Sin embargo, de ahí a comparar la Cuba de Castro con la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini o la URSS de Stalin hay un buen paso. Sencillamente, la comparación no se sostiene. Ninguno de esos dictadores permitió jamás la existencia de una oposición interna, aunque fuera discriminada y vilipendiada. Ninguno de ellos permitió jamás crítica alguna, cosa que sí se ve en Cuba. Pero es que, finalmente, hace falta hacer alarde de hipocresía para achacarle todos los males de la economía cubana al régimen castrista sin pararse a pensar que países como la República Dominicana, Nicaragua, El Salvador o Guatemala no están en mejor situación, y ello a pesar de que no existe embargo alguno en esos otros casos. En fin, como de costumbre, las cosas no son blancas ni negras. {enlace a esta historia}

[Mon Apr 19 16:39:46 CEST 2010]

Rebelión publica hoy una entrevista con Santiago Alba Rico sobre B-52, su recién estrenada obra teatral, de la que entresaco los siguientes comentarios sobre las circunstancias actuales en las sociedades industriales avanzadas:

Todos los críticos del capitalismo, con mucha razón, han puesto el acento en los lugares de sufrimiento del capitalismo, pero yo creo que la entraña del capitalismo se entiende perfectamente, o incluso mejor, en los espacios de placer que ofrece a sus víctimas. Centros comerciales, parques temáticos, televisión, son lugares y formas de placer donde uno es incapaz de autorrepresentarse y de comprender el sufrimiento de los demás. Somos como pilotos de bombardero, de un B-52, sólo capaces de mirar las cosas que vamos a destruir. Miramos lo que vamos a borrar. Ése es el único placer que nos ofrece el sistema capitalista.

Y, más adelante durante la entrevista:

Una de las mayores perversidades de nuestro tiempo es considerar que lo peor de la guerra es nuestro sufrimiento moral, y no el sufrimiento que infligimos a los otros. Es ese placer europeo por los remordimientos. Disfrutamos destruyendo, y luego teniendo remordimientos. ¿Por qué cuanto más daño hacemos mejor nos sentimos?

Son dos comentarios que, me parece, debieran mover a la reflexión. {enlace a esta historia}

[Wed Apr 7 12:37:56 CEST 2010]

Detecto una enorme satisfacción entre mis amigos socialistas por los escándalos de corrupción que están afectando al PP, y la verdad es que ni lo comparto ni lo entiendo. Vaya por delante que estoy de acuerdo con las críticas que desde la izquierda se están lanzando contra Rajoy y los dirigentes del PP: en lugar de colaborar con la Justicia, no están sino lanzando bombas de humo, culpando al Gobierno de todo y echando balones fuera sin llegar a asumir responsabilidad alguna. Todo cierto. Como es también cierto que el comportamiento de los dirigentes del PP es impropio de quienes aspiran a gobernar el país tras las próximas elecciones generales en el 2012. Lejos de mostrar ningún tipo de liderazgo, no están haciendo sino aplicar la estrategia del avestruz escondiendo la cabeza bajo tierra.

Sin embargo, cuesta trabajo creer que nadie (salvo las mentes más partidistas) pueda alegrarse de que el principal partido de la oposición se vea envuelto en un escándalo de desfalcos, fraude fiscal y uso indebido de fondos públicos. Sencillamente, no parecen darse cuenta de que el ciudadano de la calle no culpa al PP cuando lee estas cosas, sino a los políticos en general. Dudo mucho que nada de esto vaya a tener un reflejo positivo en los resultados que los socialistas obtengan en las urnas y, en cambio, me temo que la abstención va a ser la gran beneficiada. El hartazgo ciudadano se palpa con solo prestar la suficiente atención. El desgaste lógico de la acción de gobierno y los terribles efectos de la crisis económica han afectado a Zapatero irremediablemente. A estas alturas, estoy convencido de que únicamente el entorno de Moncloa no lo ve así, aunque casi nadie en el partido se atreva a alzar el dedo y comentar este asunto en público (no, ni siquiera en las reuniones de los órganos internos del PSOE... hasta ahí llega el deplorable estado de nuestros partidos políticos). Pero, lo que es aún peor, salvo la derecha de siempre y los ya convencidos, nadie tiene fe alguna en el PP tampoco. Además, se están ganando a pulso la indiferencia de los ciudadanos con su incapacidad de hacer propuestas en positivo, de afrontar sus propios problemas internos y comunicar una visión de gobierno que vaya más allá del infantil "nosotros lo vamos a hacer mejor que los socialistas... porque sí, porque somos mejores". La política española ha tocado fondo, aunque algunos no lo quieran ver, y los ciudadanos no están dispuestos a que se les siga tomando el pelo. ¿El voto de protesta? No es posible en un sistema electoral tan claramente diseñado para favorecer a los grandes partidos que ni siquiera permite la existencia más o menos estable de un partido de centro y otro a la izquierda de los socialistas, así que ¿cómo vamos a ver surgir un partido populista, de extrema derecha o verde? Las posibilidades son más bien remotas. Esto está atado y bien atado para que los de siempre continúen sosteniendo la sartén por el mango. Así que la única salida posible que el ciudadano medio tiene para mostrar su desprecio es la abstención y, si no lo remediamos, eso es lo que tendremos. Como digo, no veo razón alguna para alegrarme por los apuros del PP. Si acaso, no hace sino demostrar la mezquindad que impera en nuestro discurso político, donde en lugar de exponer los motivos por los que uno milita en el bando que milita, se prefiere lanzar acusaciones, insultos y críticas constantes contra el oponente. El viejo "calumnia, que algo queda".

El caso es que, entre una cosa y otra, esto está empezando a parecerse a la situación que teníamos en la Restauración: clientelismo, corrupción, turnismo entre dos sabores del mismo plato, las instituciones en manos de las élites de siempre... Uno se pregunta si está al caer una marea reformista como la que condujo a la proclamación de la Segunda República en 1931, y eso que, en principio, a mí la forma de gobierno me parece secundario. No se trata tanto del debate monarquía versus república como de la necesidad imperiosa de reformar un sistema político que ya no responde a las necesidades de la sociedad española. Si la Restauración y sus viejos y artificiosos esquemas importados de Gran Bretaña no respondían a los anhelos de los españoles en 1931, tampoco es menos cierto que el sistema que hemos heredado de la Transición no se ajusta a las necesidades de la España del siglo XXI. O emprendemos las profundas reformas que se hacen inevitables en estos momentos, o lo mismo tendremos que asistir a la caída del "régimen". En ese sentido, lo que me preocupa es que el Partido Socialista no esté demostrando la grandeza de espíritu y la visión como para liderar este proceso de reformas del que hablamos. Muy al contrario, está actuando con complicidad y alevosía para que todo siga igual, consolidando un turnismo que conviene a sus élites dirigentes tanto como a las del PP. Craso error, me parece. El Partido de Pablo Iglesias abandonando cualquier proyecto de reforma en profundidad y apostando, en su lugar, por la continuidad del sistema. ¡Quién te ha visto y quién te ve! {enlace a esta historia}

[Tue Apr 6 12:49:42 CEST 2010]

Por alguna extraña razón me ha gustado el poema de Mark Strand que envía The Borzoi Reader hoy a quienes se subscriben a su lista Poem-A-Day:

Mirror

A white room and a party going on
and I was standing with some friends
under a large gilt-framed mirror
that tilted slightly forward
over the fireplace.
We were drinking whiskey
and some of us, feeling no pain,
were trying to decide
what precise shade of yellow
the setting sun turned our drinks.
I closed my eyes briefly,
then looked up into the mirror:
a woman in a green dress leaned
against the far wall.
She seemed distracted,
the fingers of one hand
fidgeted with her necklace,
and she was staring into the mirror,
not at me, but past me, into a space
that might be filled by someone
yet to arrive, who at that moment
could be starting the journey
which would lead eventually to her.
Then, suddenly, my friends
said it was time to move on.
This was years ago,
and though I have forgotten
where we went and who we all were,
I still recall that moment of looking up
and seeing the woman stare past me
into a place I could only imagine,
and each time it is with a pang,
as if just then I were stepping
from the depths of the mirror
into that white room, breathless and eager,
only to discover too late
that she is not there.
Sí, lo sé, no se trata de nada del otro mundo, pero desprende una mezcla de bella tristeza y nostalgia que me ha gustado. A lo mejor es que llevaba ya unos cuantos meses sin leer poesía, la gran víctima de nuestros acelerados tiempos. {enlace a esta historia}