[Fri May 29 11:44:59 CEST 2009]

Creo haber escrito hace ya un tiempo sobre el blog literario de Lector mal-herido. Su estilo resulta algo chocante, altivo, chulesco y hasta misógino, cierto. Y, sin embargo, resulta al mismo tiempo refrescante. Imagino que de ahí, precisamente, su popularidad. No nos vende el autor, desde luego, reseñas literarias al uso, sino una visión muy personal de los libros que comenta, la literatura y el mundo de la edición en general. Ahí van algunos ejemplos que me han llamado la atención:

La carretera me recuerda a El viejo y el mar, de Hemingway, Ernst [sic]. Es una novela que parece una gran novela. Del mismo modo que, si entras al cine, y la película es lenta y los personajes se quedan mucho rato rato quitándose la pelusilla del jersey, consideras que estás viendo una obra maestra, si lees un libro en el que las coordenadas narrativas son simbólicas, te apuntas enseguida a la opinión colectiva de que eso es una obra maestra de la literatura.

lector que acaba de salir de misa para mezclar a Dios en su estómago con unas gambas: Esto es demasiado complejo para un domingo, tío.

Ya.

El caso es que si uno escribe una novela en la que no se da el nombre de los personakes, en la que no se dice qué ha pasado, en la que hay mucho polvo pero nada más que polvo, y en la que se describen con pasión ferretera todas las partes de un tornillo, los lectores idiotas (que son los que leen, porque hay que ser muy gilipollas para abrir un libro con la que está cayendo primavera abajo) consideran que están ante algo "importante".

Eso pasa con El viejo y el mar.

La calidad literaria es un cliché.

Así es Lector mal-herido, iconoclasta como sólo él puede serlo en un mundo (el de la reseña literaria) donde la impostura prevalece por todos sitios. ¿Y qué decir de este otro análisis de la misma obra?:

La diferencia entre un best seller y una obra maestra es que el autor de la obra maestra no concede entrevistas.

El best seller y la "obra maestra", sedicente obra maestra, compiten en la misma raya de coca del comercio: cada una posicionada en un extremo de la misma. Donde el best seller besa el márketing, la obra maestra besa el anti-márketing, que es una forma de promoción en negativo: no se dice, no se concede, no se propone, no se ve, no se sabe, no se fotografía, no se está: pero se habla todo el tiempo. El antimárketing es la locuacidad del no.

McCarthy, Salinger y el puto Pynchon son las estrellas del anti-márketing. Toda su obra funciona por organdad. Todos sus libros son como post it donde se leen mensajes como: Salí fuera; No estoy; Algún día volveré. Mensakes como: Estuve aquí, pero ahora estoy en un sitio más interesante.

En el Día, comprando yogures desnatados, por ejemplo.

La obra en sí (que, como llevo dicho en este post tan serio, es en realidad una obra "en no") no se diferencia químicamente de cualquier libro de Haruki Murakami o Dan Brown. Son libros que consiguen, desde fuera, por sugestión mediática y autosugestión lectora, hacernos creer que una frase como "Tequiero" es una gran frase; o que "Luché por la libertad y la igualdad, y perdí", es una gran frase; o que "Todos somos iguales" es una gran frase. Consiguen, en definitiva, que el lector confunda la "intención de la obra" con la "calidad de la obra".

Si hay tantos lectores devotos de obras mediocres es porque la obra mediocre conecta con nuestro anhelo de entender el mundo. El libro grande de verdad, el Pedro Páramo que lo es y no el que dice que va a serlo, no nos ordena el mundo, sino que nos muestra su caso. Por eso, leerla es leerse a uno mismo. La obra mediocre, sedicente obra maestra, nos ordena incluso a nosotros mismos, dejándonos tranquilos en nuestro ideal moral y político: "Todos somos iguales", "Luché por la libertad", "Te quiero".

Aunque por lo general suele escribir de forma ligera y humorística, es precisamente cuando se pone serio cuando más da en el clavo, me parece a mí. De todos modos, se trata de uno de esos blogs a los que merece la pena echarle un vistazo de cuando en cuando. Si les interesa la literatura, claro, pues de lo contrario disfrutarán más sin duda de una buena cerveza fresquita con aceitunas. {enlace a esta historia}

[Wed May 27 14:44:24 CEST 2009]

Leo en El Periódico de Catalunya que David Cameron, el líder de los conservadores británicos, insta a un cambio del sistema político del país y no tengo más remedio que acordarme de las promesas que hiciera Tony Blair en su momento, y que estaban en la misma onda. En aquél entonces —esto es, antes de llegar al poder, como es ahora el caso de Cameron—, Blair llegó incluso a prometer la reforma del sistema electoral para hacerlo más proporcional y ganarse así el favor de la oposición liberal-demócrata. Ya sabemos en qué quedó todo aquello, y cabe predecir el mismo futuro para el llamamiento a la reforma que ahora hace Cameron. No nos engañemos, tanto conservadores como laboristas se benefician claramente del status quo, aunque ciertamente todo parece indicar que la democracia británica como tal —o, como prefieren llamarlo algunos, el sistema— va necesitando unos retoques que le vuelvan a granjear la confianza de los ciudadanos, como está sucediendo en todos sitios. Dicho sea todo esto sin dejar de reconocer la labor reformista que sin duda llevó a cabo Blair, al menos en lo que respecta a la descentralización administrativa, algo que no se habí hecho en el Reino Unido en siglos.

En cualquier caso, no saco este tema a colación aquí para hablar de la reforma del sistema electoral. Ya he manifestado mi opinión sobre el tema en varias ocasiones. Lo que sí me llamó la atención fue, sin embargo, fue el párrafo con el que se cierra la noticia:

Cameron rechazó, sin embargo, una reforma del sistema electoral, algo que propuso el lunes el ministro de Sanidad, Alan Johnson, considerado el posible sucesor de Brown. El sistema británico es mayoritario y Johnson propuso introducir un elemento de proporcionalidad. Cameron afirmó que "la representación proporcional quita el poder a los hombres y mujeres de la calle y se lo da a las élites políticas.

Me temo que Cameron anda bastante equivocado. Lo que entrega el poder a las élites de los partidos no es el sistema proporcional, sino las listas cerradas y bloquedas. Pero lo uno no tiene porqué llevar a lo otro. De hecho, en algunos países (Irlanda, por ejemplo), no existen las litas cerradas y bloqueadas y sí que hay un sistema más o menos proporcional. No obstante, y dicho sea de paso, estoy de acuerdo con su obsesión por evitar que sean los aparatos de los partidos (y no los ciudadanos en las urnas) quienes decidan quién les va a representar. De eso entendemos mucho en España, por desgracia. {enlace a esta historia}

[Wed May 27 10:18:00 CEST 2009]

Me ha gustado mucho uno de los puntos del decálogo ético publicado por Alejandro Gándara en su bitácora:

Discutir para ganar es como follar para contarlo.

Viene que ni pintado en plena campaña electoral, sobre todo en esta. Los debates parecen estar sirviendo solamente como mero pim-pam-pum para achacarle a Zapatero todos los males que nos afligen. Claro que, es cierto, estamos hablando en ese caso de debates, y no de discusiones. De todos modos, por esta tierra somos más dados al debate que a la discusión. El diálogo no es lo nuestro, ni siquiera después de más de tres décadas de democracia. En ese sentido, estoy un poco defraudado. Uno pensaba que llegaría pronto el momento en que los ciudadanos de a pie, lejos de los focos, sí que podrían discutir sobre los temas de forma sosegada y razonable, pero parece que aún nos queda mucho trabajo por hacer en este aspecto. De hecho, he de reconocer que hasta yo me contagio del espíritu agónico que nos caracteriza como pueblo. Por lo que quiera que sea, el ambiente general en otras sociedades (Irlanda y EEUU, que son los lugares donde he vivido) favorecía la conversación tranquila mucho más que por aquí. Aún somos demasiado dados a la floritura verbal y el ingenio dialéctico, características que siguen pesando mucho más que la consistencia o la coherencia. {enlace a esta historia}

[Wed May 27 09:06:05 CEST 2009]

La viñeta de El Roto publicada hoy por El País da qué pensar:

{enlace a esta historia}

[Tue May 26 14:32:52 CEST 2009]

El País publica hoy un artículo sobre el futuro de la prensa escrito por José Luis Pardo que me parece interesante sobre todo porque evita caer en el tan manido comentario sobre la amenaza de los medios digitales y prefiere, en cambio, adentrarse en un análisis más profundo sobre la naturaleza misma del periodismo:

Es muy probable que lo que solemos llamar periodismo amarillo o sensacionalismo no sea únicamente una deformación perversa y tardía de una prensa originariamente recta y objetiva, sino una de las tendencias naturales de la institución. Primero, porque parece mucho más verosímil que la rectitud y la imparcialidad sean un logro evolutivo conseguido tras gradnes esfuerzos por neutralizar la mezquindad, y segundo, porque está en la naturaleza misma del periodismo, en cuanto invención de la ciudad industrial, el luchar contra la principal característica de los tiempos modernos (que supone a la vez una gran ventaja y un terrible inconveniente), a saber, que éstos son un prodigioso contenedor que admite en su interior toda clase de contenidos, siendo las limitaciones y prohibiciones puramente convencionales y contingentes.

Esta poderosa indiferencia respecto de los acontecimientos es la que el titular de prensa intenta combatir llamando la atención del lector potencial con el reclamo de que ha ocurrido algo extraordinario, algo fuera de lo corriente, cosa verdaderamente inaudita en una época en la cual todo se ha vuelto corriente. Incluso es posible que todos los titulares de prensa sean variaciones en torno a una proto-noticia que ningún periódico pudo ofrecer a los lectores en su momento, porque cuando se produjo aún no había diarios: la llegada de un tiempo nuevo, la inauguración de la modernidad (a este tiular sólo se aproximan de verdad los "Ha estallado la guerra" o "La guerra ha terminado", que en los conflictos militares convencionales producen grandes tiradas).

Me gusta que Pardo, en lugar de apuntar el dedo acusador que tantos otros aprecian, prefiera reflexionar sobre la posibilidad de que, sencillamente, el sensacionalismo sea consustancial al periodismo como tal. O, lo que es lo mismo, que a lo mejor resulta que el periodismo fue, en primer lugar, mero amarillismo propagador de rumores y noticias escandalosas para, tan sólo después, con la llegada de la Ilustración, convertirse en foro público o lugar de intercambio de ideas y opiniones variadas en el seno de una comunidad democrática moderna que anteriormente no existía. ¿Y por qué importa esto? Pues porque ilumina las posibles razones tras el predominio de la llamada prensa del corazón y la tele-basura en nuestra sociedad, aún más si tenemos en cuenta que nos sumamos algo tarde al carro de la Modernidad, la verdad sea dicha. La libertad de prensa por estos lares ha nacido junto a la democracia y sólo en parte ha conseguido por tanto ser el artífice principal de los foros públicos de debate de nuestra comunidad democrática. A su vez, esto quizá pueda explicar la penosa carencia de debate público en nuestro país. Cuidado, porque no me quejo de que éste sea de poca calidad. Eso ya sucede en otros países. Lo de aquí es peor, en el sentido de que el debate ni siquiera existe más allá del cruce de eslóganes políticos, pues está mucho más mediatizado por los partidos políticos que en otros lugares.

Pero lo que Pardo indica a continuación me parece tan importanto como todo esto:

El hecho de que cuando hoy se debate sobre el porvenir del periodismo se trate casi únicamente de la cuestión de los contenedores (digitial versus analógico, pantalla versus papel) y de la dimensión del negocio informativo (la búsqueda frenética de la publicidad), pero casi nunca de la de los contenidos, el hecho de que pocos cuestionen el modo como —sin que pueda culparse de ello a la crisis económica ni al desarrollo tecnológico— la prensa va paulatinamente dimitiendo de su función sistematizadora de la esfera pública, huyendo del juicio crítico, renunciando a la jerarquía de la información y asumiendo su dependencia con respecto a los poderes políticos y económicos, es un síntoma de que también en este caso puede que a los más adeptos al sensacionalismo se les vuelva a escapar la noticia-bomba del final de su profesión, es decir, de que el periodismo como máquina de producir titulares ha devorado al periodismo como articulación de la opinión pública en una sociedad democrática.

En otras palabras, que Pardo propone un periodismo cívico, claramente inserto en la comunidad democrática en que transcurre su actividad, como alternativa al periodismo entendido como mero relator de titulares. Y puede que tenga al menos parte de razón. Si pretende competir en ser el primero en llegar al lugar de la noticia y hacerse eco de la misma, el periódico tiene un futuro bien negro frente a la televisión, la radio y los medios digitales (incluyendo aquí las redes sociales y los blogs). En cambio, si enfoca su actividad hacia la reflexión y el análisis, a lo mejor puede todavía salvar los muebles. Claro que entonces a lo mejor estaríamos hablando de algo más parecido al semanario que al diario tradicional. {enlace a esta historia}

[Sat May 23 17:49:05 CEST 2009]

ABC publica hoy un artículo de Francisco Rodríguez Adrados, miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia, sobre el pasado y el presente de la idea de democracia que quiero destacar aquí más que nada porque evita la descripción excesivamente idealista del pasado de la democracia:

En fin, otros rasgos de aquella democracia [la ateniense] se repiten ahora en todas: el libre debate, la protección a los más débiles. O se intenta hacerlo. Y hay otros que nos gustaría no ver y sin embargo los vemos cada día. Me refiero, por ejemplo, a la politización de la Justicia, que se usó ya contra Pericles, Sócrates y otros más, como Alcibíades, con daño para Atenas. O que el éxito de los políticos dependiera, muchas veces de su sonrisa o sus gestos o su demagogia extremista, de su convertirse en una especia de atletas o de actores de teatro. Cuando Alcibíades ya no sabía cómo llamar la atención, cortó la cola a su perro, para que los atenienses tuvieran algo de que hablar en relación con su persona.

Ni que decir que esto queda bien lejos de la idealista visión sobre la democracia ateniense que tan extendida está entre ciertos comentaristas conservadores de los que apuestan claramente por el "cualquier tiempo pasado siempre fue mejor". Tampoco hay que preocuparse. En otros países existen igualmente los críticos nostálgicos que añoran una supuesta edad dorada de un pasado que, en realidad, nunca existió. El caso es que la democracia ha sido siempre un sistema político repleto de imperfecciones que, además, reconoce sin pudor y de las que se enorgullece. Se diferencia, por ello, tanto de los regímenes autoritarios de inspiración humana o divina como de la utópica "democracia directa".

En fin, Rodríguez Adrados también extrae lecciones históricas sobre cómo fomentar una democracia estable y comedida:

Sobre todo: la democracia es la línea media, esto bien lo vió Aristóteles. Y los trágicos sabían que el exceso, el que alguien creyera que podía consguirlo todo, traía el desastre. Por obra de los dioses (así Esquilo) o de la propia naturaleza humana (así Tucídides). El forzar graves decisiones sin posible retorno sobre la base de mayorías circunstanciales, irrazonables, ciegas, de mera conveniencia, dañinas además para un sector importante de la población o para la totalidad de ella, trae funestas consecuencias.

El problema, claro, está en decidir qué pueda considerarse medida "irrazonable" o "ciega" que tenga, además, "funestas consecuencias" sobre la población. Algo me dice, por ejemplo, que el autor incluiría entre éstas a la legalización del matrimonio de parejas del mismo sexo y ahí tendría que mostrar mi desacuerdo. {enlace a esta historia}

[Fri May 22 13:45:18 CEST 2009]

Me encuentro con una simpática anécdota leyendo una breve noticia sobre el compositor de música contemporánea Philip Glass en las páginas de cultura de El Mundo (NOTA: el enlace requiere subscripción para leer el documento, pero no he encontrado otra versión gratis):

Philip Glass recuerda sin rubor la anécdota del cliente que se subió en un taxi de Nueva York y se quedó mirando con curiosidad la chapa de identificación del conductor: "Oiga, se llama usted igual que un famoso compositor...". "Soy yo mismo", replicó Glass, aferrado al volante. "Pero tengo una familia y dos bocas que alimentar..."

Según nos cuenta el periodista, Glass no pudo vivir de la música que componía hasta cumplidos los 41 años. Hasta entonces, trabajaba en lo que podía y componía por las noches. Y lo cierto es que cualquier que conozca su música —que muchos críticos suelen etiquetar como minimalista— seguramente entenderá porqué le costó tanto trabajo vivir de lo que componía. La música de Glass puede gustar o no, se puede considerar más o menos original e innovadora, pero desde luego pegadiza no es. De eso no me cabe la menor duda. De todos modos, me parece loable que un artista tenga tanta dedicación que siga componiendo durante tantos años a pesar de no disfrutar de éxito alguno. {enlace a esta historia}

[Fri May 22 12:14:11 CEST 2009]

Me está desilusionando mucho UPyD. Como he señalado en numerosas ocasiones, me parece que un partido de centro que sirva de bisagra en nuestro sistema de partidos tendría unos efectos enormemente beneficiosos. Sin embargo, en primer lugar, UPyD parece ser más el coto privado de doña Rosa Díez que un auténtico proyecto político colectivo que inspire ilusión y pueda contribuir a la tan necesaria renovación de nuestra política. Pero es que, en segundo lugar, me disgusta la obsesión cerril que parecen tener con el asunto de las autonomías. Ayer, sin ir más lejos, Rosa Díez abrió la campaña de las europeas con el mismo monotema de siempre, según leo en las páginas del diario Público:

En Madrid, la diputada de UPyD, Rosa Díez, ha fijado el objetivo primordial de su campaña en lograr una España más fuerte en una Europa más unida, y su cabeza de lista, Fernando Sosa Wagner, ha pedido a los españoles que se conviertan en pregoneros del boca a boca para conseguir cambiar "los vetos por los votos".

No tengo ni idea de a qué se pueda estar refiriendo el cabeza de lista con eso de cambiar "los vetos por los votos". Pero, mensajes más o menos crípticos aparte, yerra Rosa Díez al hablar de "una España más fuerte" como el objetivo primordial para unas elecciones europeas. No parece darse cuenta del hecho de que el Parlamento Europeo no está ahí para defender los intereses nacionales de cada estado-miembro, sino para representar la voz de todos los ciudadanos de la Unión Europea en su labor de control de la Comisión. Ella, en cambio, prefiere seguir con su obsesión monotemática de siempre: el Estado de las Autonomías y el "España se rompe". Como decía, me está defraudando UPyD. Lo que nos hace falta es un partido de centro moderno, pragmático y dinámico, y no contraponer el nacionalismo español al nacionalismo periférico. Con eso no vamos a ninguno lado ni arreglamos nada, pero no parece que Rosa Díez tenga la grandeza de espíritu para liderar ese proyecto. Es una pena. {enlace a esta historia}

[Fri May 22 12:11:14 CEST 2009]

Me ha parecido muy buena la viñeta de Gallego y Rey publicada hoy por El Mundo:

{enlace a esta historia}

[Thu May 21 13:43:05 CEST 2009]

El diario El Mundo publica una serie de imágenes de las obras principales del arquitecto Norman Foster, lo que me lleva a reflexionar sobre el fenómeno del arquitecto-estrella, que tan exitoso se ha vuelto desde la década de los noventa aproximadamente. Si por un me alegra que el goce estético de la obra arquitectónica se extienda por la sociedad, por otro lado me disgusta que se banalice todo mediante el fácil recurso a la monumentalidad y el espectáculo. Durante los últimos quince años o así hemos estado viviendo la época del arquitecto-estrella y la obra arquitectónica como símbolo de la gran urbe. Y, como digo, no me parece mal del todo, pero corremos el riesgo de perdernos en lo meramente formal, de caer en la preeminencia de la imagen por encima de la sustancia, de confundir la anécdota con el conjunto. Sí, ciertos edificios se han convertido en carta de presentación internacional de algunas ciudades y han contribuido a promover su imagen por todo el globo, pero ¿acaso no debemos concebir la ciudad como algo más que una mera postal? Las ciudades están habitadas por seres humanos y lo ideal sería que los edificios se adaptaran a ellos, y no al revés. De ahí que, de todos los proyectos de Norman Foster incluidos por El Mundo en esta colección, me quede con el Banyan Tree Corniche Bay, un hotel integrado en el paisaje natural de La Gaulette, en Mauritania:

{enlace a esta historia}

[Thu May 21 13:28:02 CEST 2009]

Leo una entrevista con el cineasta Wim Wenders en la publicación alemana Deutsche Welle y me llama la atención que su experiencia tras vivir tanto tiempo en los EEUU sea tan similar a la mía:

— You lived in America for several years and directed most of your films there. What does that experience mean for you today?

— Yes, I made more films in America than anywhere else. I lived in the US for a total of 15 or 16 years. It was a kind of new home for me, a home by choice even though it was there that I really rediscovered myself as a German, or rather discovered myself in the first place.

And I realized during the effort to make American films that I wasn't an American director and would never become one. I also realized that I could never make American films but that I was a German at heart, and a European filmmaker by profession. I only recognized that abroad, in America, and then accepted it.

— How did your European roots shape your perception of cinema?

— I grew up with American films just like any boy in Germany, at least in West Germany. Just as in former East Germany many grew up watching Russian films, I grew up with westerners watching American movies. At the time I didn't really value my European film education —all the films by Antonioni, Bergman, Buñuel and Fellini.

Ignoro a qué edad llegó Wenders a los EEUU, pero quizá todo lo que describe se explique porque, como en mi caso, comenzara realmente su vida adulta en aquél país. Mucho se ha escrito sobre la importancia de los años de infancia y juventud para dar forma a nuestra personalidad, y no dudo que haya buena parte de razón en ello. Pero me da la impresión de que tan importante son los años de la primera madurez, cuando uno se define profesionalmente, como ciudadano y como miembro de una familia en muchos casos. O a lo mejor no nos queda más remedio que reconocer que, en realidad, todas las fases vitales dejan su impronta en nuestra personalidad, pues ésta se rehace continuamente, conforme se suceden los acontecimientos y las experiencias y nosotros reaccionamos a ellas. En otras palabras, que el individuo no para de hacerse, de construirse, hasta el mismo momento de la muerte. Se trata de una visión bastante alejada del esencialismo tan occidental que nos ha acompañado desde Platón, pero que me parece mucho más acertado y ajustado a la realidad. En cualquier caso, también yo descubrí mis raíces mediterráneas y europeas durante mi estancia en los EEUU, aunque no se trata desde luego de la identidad estereotípica, esencialista e inamovible que suelen definir conservadores y tradicionalistas. {enlace a esta historia}

[Tue May 19 11:10:57 CEST 2009]

Siempre he admirado la capacidad de algunas personas para adaptarse a los cambios sociales conforme envejecen, en lugar de entregarse a la fácil nostalgia por un supuesto tiempo pasado en el que todo fue siempre mejor, que es lo que hace la mayoría. Lo normal, de hecho, es convertirse poco a poco en un viejo cascarrabias que echa de menos su años mozos, por lo que hace pagar a las nuevas generaciones en la forma de comentarios ingratos sobre la supuesta decadencia de nuestros tiempos. Viene todo esto a cuento de un breve artículo publicado en el suplemento El Cultural sobre Umberto Eco y el e-book (artículo que encontré, por cierto, en la web de El bibliómano). Como digo, lejos de caer en el pesimismo vital, Eco adopta un punto de vista bien diferente, lo cual le honra:

Los enemigos de los libros son "principalmente los hombres, que los queman, los censuran, los encierran en bibliotecas inaccesibles y condenan a muerte a quienes los han escrito. Y no, como se cree, Internet u otras diabluras", afirma el literato en una entrevista que publica el diario turinés La Stampa.

"Internet enseña a los jóvenes a leer, y sirve para vender un montón de libros", añade. Eco (Alessandria, 1932), Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2000, apuesta por una estrecha colaboración de las nuevas tecnologías con la literatura y defiende la existencia del libro electrónico, conocido como "e-book", como forma de soporte de textos.

Y con respecto al e-book, mantiene Eco la misma sensata postura que por lo que hace a muchos otros temas:

"Aún (no he usado ninguno), pero si, por cualquier trabajo, tuviera que transportar diez mil páginas de documentos, lo usaría con mucha satisfacción. Para leer una novela no lo sé. Para mí es importante mojarme el dedo para girar la página".

Me gusta su tolerante pragmatismo, tan alejado de las advertencias apocalípticas de otros. A notar cómo se limita a afirmar que seguramente no usaría un e-book para leer una novela porque a él le gusta mojarse el dedo para tornar la página, pero se trata meramente de un gusto personal. Que cada cual haga lo que crea conveniente. Nada de excomuniones. Eco debe estar acercándose al punto de la auténtica sabiduría. {enlace a esta historia}

[Tue May 19 09:38:47 CEST 2009]

Como suele suceder, la viñeta de El Roto publicada hoy por El País no sólo divierte, sino que también llama a la reflexión:

{enlace a esta historia}

[Mon May 18 16:21:27 CEST 2009]

Hace ya mucho tiempo que no cito la bitácora de Alejandro Gándara en estas páginas, aunque me sigue pareciendo bastante buena. Hoy leí una entrada de hace ya un par de semanas sobre los sabios de la Antigüedad que me parece digna de reseña. Comenta Gándara que se nos hace bien difícil el acercamiento al mundo del pensamiento antiguo, ya sea oriental u occidental, lo que le lleva a reflexionar sobre las posibles razones de dicha dificultad:

En primer lugar, porque la sabiduría, el conocimiento, la filosofía o lo que se quiera tenía por entonces valor práctico, ni teórico, ni libresco. La virtud del sabio consistía precisamente en volver útil su saber. No hagamos comparaciones dañinas con el presente. Era así hasta el punto de que ni Confucio, ni Sócrates, por poner casos concomitantes casi en el tiempo y a pesar de la distancia, pensaron nunca poner por escrito su pensamiento y mucho menos en volverlo especializado o técnico. Se pensaba o se estudiaba porque eso valía para cosas necesarias, como la salud del alma y del cuerpo, la relación con los semejantes y la comunidad, lo que hay que hacer con los muertos, cómo gobernar, cómo administrarse, esa clase de asuntos.

En segundo lugar, la virtud así adquirida no era una habilidad, una techné, algo con lo que se podía hacer algo específico, sino una areté, una forma de ser, de estar, que comenzaba (tanto en Confucio como en Sócrates) con el conocimiento de uno mismo. Ahora, los que te conocen son los del banco y los de la comunidad de vecinos, y a ti mismo, si te encuentras por la calle, ni te saludas.

En parte como consecuencia de lo anterior, la actitud y los resultados que se obtenían del conocimiento no eran democráticos. No todo el mundo disponía de la exigencia, la voluntad o el esfuerzo de llegar hasta el final: un final que, por otro lado, no concluía en nada. Se trataba del camino, un arte del transitar por esta vida.

Qué duda cabe que hoy hemos perdido este concepto de sabiduría y lo hemos sustituido por la mera erudición, puro compendio de conocimientos técnicos. O, lo que es lo mismo, asistimos al triunfo definitivo de la razón instrumental de que hablaran Adorno y Horkheimer en su momento: la razón, el conocimiento, se limita a ser mero instrumento, herramienta para llevar adelante la labor que todos asumimos como legítima porque jamás nos planteamos los objetivos últimos de nuestra sociedad. Esa conversación suena a algo demasiado abstracto y alejado de nuestras perentorias necesidades cotidianas. Como individuos de esta sociedad occidental que se nos ha ido de las manos, nos diferenciamos bien poco del pequeño hamster caminando sobre la rueda en su jaula: si cesamos de andar, nos caemos; y jamás nos planteamos siquiera si hay una alternativa, un mundo distinto más allá de los límites de nuestra pequeñísima jaula. En este sentido, no me parece mal del todo que nuestras instituciones educativas se ajusten a las necesidades del mercado. ¿Qué otro remedio nos queda, si no nos resignamos a ser cada vez menos competitivos y asistir pasivos al traslado de nuestros puestos de trabajo a otros mercados donde pueda encontrarse mano de obra más barata? Ahora, lo que sí echo de menos es la existencia de algún tipo de estructura alternativa que sí que nos permita promover una educación auténtica, una sabiduría con cierta hondura. Los medios de comunicación no ofrecen sino la basura que nos rodea por todos lados, y lo mismo puede casi decirse de la industrial cultural en su conjunto, incapaz de presentar otra cosa que la imparable e interminable carrera por estar siempre a la última, al tanto de las tendencias que marcan la pauta... o, lo que es lo mismo, dale que te pego a la dichosa ruedecita del hamster dentro de la jaula. Y uno no tiene más remedio que preguntarse si acaso no ha lugar para un movimiento de auténtico esparcimiento que promueva la cultura y la educación sin supeditarlos al mero consumo, que acierte a crear comunidad en lugar de atomizarnos. {enlace a esta historia}

[Mon May 18 15:28:48 CEST 2009]

Y ya que estamos hablando de estos asuntos, hay políticos y políticos. O, como se dice en mi tierra, a algunos (como Obama, por ejemplo) hay que echarles de comer aparte. Vale que ya ha transcurrido el tiempo suficiente como para que algunos le critiquen tal o cual decisión. Es lógico y normal. Solamente puede equivocarse quien se moja. De todos modos, Obama prometió que iba a traer un aire fresco a la política estadounidense y me parece que lo está cumpliendo. Sin ir más lejos, leemos en las páginas de Público que Obama se ha atrevido a lanzar un mensaje a favor del aborto en la Universidad católica más importante de EEUU. El titular llama la atención, desde luego. Sin embargo, a mí lo que me parece más importante no es ya el hecho de que Obama tuviera las agallas de manifestar su posición sobre este tema precisamente en un contexto que dista mucho de ser el más cómodo para alguien de sus ideas, sino la apuesta clara y rotunda que ha hecho por el diálogo entre las posturas encontradas:

El presidente, que llegó a la Universidad después de que cinco personas quedaran detenidas hoy en manifestaciones contra el aborto en el exterior del campus, afirmó que "cuando abrimos nuestros corazones y mentes a aquellos que puede que no piensen como nosotros es cuando descubrimos al menos la posibilidad de puntos en común".

"El encontrar puntos de contacto incluso entre personas de buena voluntad, hombres y mujeres con principios y valores, puede ser difícil", admitió el presidente, que indicó que el aborto es el asunto en el que más se detecta ese problema.

"Cada lado seguirá planteando sus argumentos al público con pasión y convicción. Pero debemos poder hacerlo sin reducir a la caricatura a aquellos que tienen puntos de vista diferentes", sostuvo.

Ya me dirán si esto no es un soplo de aire fresco en el enrarecido ambiente político que se respira en todos sitios, no sólo en los EEUU. Por cierto, que en este afán por caricaturizar al oponente caen tanto los antiabortistas empeñados en calificar al oponente de asesino sin escrúpulos como el proabortista que suele dibujar al contrario con los rasgos del reaccionario de misa y comunión diaria. Si de verdad queremos llegar a algún acuerdo, no nos queda más remedio que superar las caricaturas. Y eso, por cierto, vale tanto para nosotros en España como para los ciudadanos estadounidenses. {enlace a esta historia}

[Mon May 18 14:53:42 CEST 2009]

Quienes me conocen saben que no soy muy partidario de ver las cosas en blanco y negro. Incluso en aquellos casos en los que me parece estrictamente necesario implicarse y elegir entre varias opciones, prefiero siempre subrayar que no hay que tomarse las cosas demasiado a pecho (lo que no es lo mismo que dejar de apasionarse) y saber mantener cierta distancia. Pues bien, el riesgo de caer en el maniqueísmo se acrecienta sin lugar a dudas cuando se discuten temas como el de la valía de los políticos. Ya he escrito en numerosas ocasiones que soy partidario de hacer serias reformas a nuestro sistema electoral para, entre otras cosas, profundizar en la democratización y romper el excesivo poder de los aparatos de los partidos, culpable en buena medida (aunque no exclusivamente, no nos engañemos) de la mediocridad general que se observa en nuestras cámaras legislativas. Sin embargo, ni me parece que tengamos, como algunos piensan, los peores políticos de nuestra historia, ni tampoco creo justo acusarles de comportarse como meros trincones, como les suele representar el humorista Forges, por poner tan sólo un ejemplo. Viene todo esto a cuento de un artículo que hemos leído hoy en el diario Público sobre el pluriempleo de los diputados. Se agradece que un medio de comunicación nacional acepte bajarse del púlpito por una vez y haga un esfuerzo por mostrar la otra cara del asunto. Así, nos enteramos, por ejemplo, que en realidad la amplia mayoría de diputados que declara algún tipo de ingreso adicional se limita a participar en charlas o tertulias. Nada del otro mundo, desde luego. Bien lejos de las oscuras tramas de intereses que se imagina el ciudadano de la calle cuando no pasa de los titulares más amarillistas. Pero si saco este tema a colación aquí es por un párrafo en concreto que, creo, nos debiera hacer reflexionar más profundamente sobre el tema:

Muchos diputados mantienen latente una segunda actividad como puente de retorno ante un eventual regreso a la vida civil. "Esa dedicación ajena a la política te aporta tranquilidad ante el futuro —admite Grande [Pilar Grande, diputada socialista por Las Palmas]—. Si no, sólo podrían dedicarse a la política los funcionarios".

Y tiene Grande toda la razón del mundo. Por ello, no ha de extrañarnos en absoluto que sea tan alto el número de funcionarios entre nuestros políticos. Es más, se da la paradoja en nuestro país de que hasta la derecha, que tanto habla de la importancia de la creación de empleo por parte del sector privado y lo vital de fomentar la labor de los emprendedores, suele estar liderada por funcionarios de carrera que presumen no de haber construido un gran imperio comercial, sino de ser el primero en sus oposiciones. La verdad, no se imagina uno a la derecha británica enorgulleciéndose de que su líder fuera el que obtuviera mejor puntuación en las oposiciones a fiscal del Estado o notario. Sin embargo, por aquí nos parece de lo más normal, aunque no lo tenga que ser. Y es que, en estas condiciones, lo lógico es que solamente se dedique a la política quien no puede hacer otra cosa, quien tiene el trabajo asegurado por ser funcionario o, en un caso extremo, quien realmente siente tanto amor por el servicio público que está dispuesto a jugárselo todo. Porque, al fin y al cabo, dedicarse a la política (y esto no lo considera detenidamente la mayoría de la gente) supone que tu trabajo esté en el aire cada cuatro años con suerte, pues en otras ocasiones te puedes quedar sin él incluso antes de que pase ese período de tiempo. Yo no tengo empacho en reconocer que siempre he tenido vocación política pero cuando era más joven no quise implicarme precisamente para evitar venderme al mejor postor y, ahora que ya tengo los cuarenta y cierta independencia, el problema es que pasarme a la política no me traería más que quebraderos de cabeza y problemas económicos a medio plazo. En fin, que tenemos lo que nos merecemos, pero siempre es más fácil enregarse al discurso demagógico que se oye por todos sitios con respecto a este asunto. A nadie le han hecho jamás un feo por lanzar puyas contra la tan denostada "clase política". De hecho, está hasta bien visto socialmente. {enlace a esta historia}

[Sun May 17 17:10:54 CEST 2009]

Desde luego se podrá acusar a Javier Marías de muchas otras cosas, pero no de autocensurarse en nombre de lo políticamente correcto. El artículo de Marías publicado hoy por El País Semanal pone el dedo en la llaga que más duele a la progresía ultrapacifista:

Desde hace tiempo todos nuestros Gobiernos,sin duda para tranquilizar a una ciudadanía desaforadamente pacifista y tiquismiquis, nos han vendido que las intervenciones de nuestras tropas en el extreanjero son "solidarias" si no "humanitarias". Ni un solo soldado nuestro se desplaza a ningún sitio si no es para hacer el bien, ayudar a reconstruir un país, proteger de quien sea a la pobre población, entregar flores a los niños y por supuesto no disparar un solo tiro, así los estén degollando los fanáticos o bandoleros de cada lugar. Somos el único país que tiene un Ejército no para la guerra sino para la paz, faltaría más, dónde se han visto militares que entren en combate, disuadan e infundan temor en los enemigos y demás antiguallas belicistas condenables, crímenes todos contra la humanidad que nosotros jamás vamos a cometer. Los españoles de hoy somos justos y cristianos, ofrecemos siempre la otra mejilla, y muy terribles se tienen que poner las cosas para que osemos repeler un ataque, qué es eso de responder con disparos a los disparos, así sólo se consigue crear una espiral de violencia y aumentar la tensión.

La verdad, no recuerdo cuándo comenzó esta deriva de la izquierda más centrada y mayoritaria hacia la no-violencia, aunque todos sabemos que la más utopista abrazó el concepto aproximadamente junto al hippismo de los años sesenta. Antes de eso, había tanta ansia belicista en la izquierda como en la derecha. No hay más que echarle un vistazo a las apologías de la "revolución española" del 36, la hagiografía del maquis o, más inconvenientemente cercano y, por desgracia, todavía relevante, las aventuras de la "guerrilla urbana" en los setenta. Pero, sea como fuere, el caso es que el progresismo de hoy en día ha venido a identificarse con un pacifismo a ultranza que se demuestra auténticamente inoperante para contribuir a la solución de los problemas internacionales que se nos plantean, por lo que tiene poco de extraño que a fin de cuentas no conduzca a otra cosa que a entregar nuestra política de seguridad y defensa al amigo americano, a quien confiamos la tarea de sacarnos las castañas del fuego mientras nosotros vemos los toros desde la barrera y, con demasiada frecuencia, hasta nos atrevemos a criticarles por no haber dado tal o cual pase con suficiente arte. El descaro es completo, y la irresponsabilidad también.

Sin embargo, estamos alcanzando unos niveles de ridículo que parecen difícil de explicar. Como señala Marías:

Y eso nunca, en escenarios de guerra o similares. Es lo que han ordenado la Ministra del ramo y el Estado Mayor de la Defensa para los casos de barcos españoles secuestrados por piratas en el Índico. "Los militares españoles sólo podrán utilizar la fuerza letal cuando esté en riesgo la vida de los marineros secuestrados, pero no para evitar que los armadores tengan que pagar rescates", decía la noticia. Y añadía: "Se trata de un procotolo muy restrictivo, que contempla el empleo de la fuerza como último recurso, de forma proporcionada y progresiva, y evitando a toda costa una eventual escalada de la tensión" (las cursivas, mías). Mecachis, y yo que creía desde la infancia que el asalto y abordaje por parte de un barco pirata era una situación de máxima tensión difícilmente superabole. Pues no, ya ven, toda la vida equivocado. Para el Ministerio de Defensa sólo hay máxima tensión, y está autorizado el uso de la fuerza letal, en el momento en que los piratas empiezan a hacer desfilar por la plancha a sus rehenes, camino del fondo del mar, o a cargárselos en cubierta con tiros en la nuca o decapitaciones. "Al contrario que los Estados Unidos y Francia, que en los últimos días han liberado por la fuerza dos embarcaciones secuestradas, matando a cinco piratas, España sólo contempla el uso de la violencia para salvar la vida de los rehenes, que es la máxima prioridad", proseguía la noticia. Por fortuna matiza nuestro Ministerio: "Un rescate por la fuerza podría estar justificado si los piratas adoptan actitudes más violentas hacia sus secuestrados, lo que no se puede descartar tras los últimos incidentes". Supongo que los marinos españoles, en sus fragatas, sabrán por arte de magia, o a través de algún médium, en qué instante a dichos piratas —fuera de su campo visual y de su alcance— les ha dado por ponerse "más violentos" con sus cautivos. Y entonces sí, ah, entonces que se preparen, porque haremos uso de la fuerza letal, aunque estemos a centenares de millas y no tengamos ni idea de dónde se encuentran, ni ellos ni sus prisioneros brutalizados. Pero oko, antes habrá que cerciorarse de que están pasando a éstos a cuchillo, no vayamos a contribuir "a una eventual escalada de la tensión".

En fin, que el comunicado del Ministerio de Defensa es un auténtico despropósito. No tiene nada de extraño que, de cuando en cuando, altos mandos de las Fuerzas Armadas estadounidenses declaren que prefieren no contar con apoyo alguno de tropas extranjeras, a no ser que se trate de aquéllas que pueden realmente serle de ayuda alguna, como es el caso de las británicas o las francesas. Hasta tal punto llega el asunto que uno se pregunta para qué nos molestamos siquiera en contar con un Ejército. Si de verdad no le vemos utilidad alguna a las fuerzas armadas más allá de su utilización aquí o allá como mero partícipe en operaciones de ayuda humanitaria, atrevámonos a dar el último paso, dispersémoslas y traspasemos su presupuesto a unas cuantas organizaciones no gubernamentales. Eso sí, si queremos seguir contando con unas fuerzas armadas en condiciones, usémoslas para lo que sirven las fuerzas armadas. Entiéndaseme bien, no se trata de abandonarse a un militarismo descerebrado como el del último Presidente Bush, sino de reconocer que los ejércitos aún tienen una función que cumplir en este mundo en que vivimos, aunque se trate de una tarea ingrata y poco atractiva para la mayoría de la ciudadanía. En este sentido, no es tan diferente de la tarea policial. ¿Me gustaría vivir en una sociedad donde no fuera necesario arrestar y encarcelar a nadie? Sin duda. Pero soy lo suficientemente realista, maduro y responsable para reconocer que no vivimos en ese mundo y debemos de dotarnos de unos cuerpos policiales encargados de hacer cumplir las leyes que nos hemos dado democráticamente. El pacifismo a ultranza no me parece razonable y hasta creo que no puede ser entendido sin comprender al mismo tiempo que buenos sectores de nuestra sociedad occidental se han entregado al relativismo más absoluto y disolvente. O, lo que es lo mismo, hemos sustituido el razonamiento y la reflexión por los sentimientos, la imagen y el mero gusto personal. Asís nos va, claro. {enlace a esta historia}

[Sat May 16 18:58:04 CEST 2009]

Me parece digno de reseña el artículo de José María Calleja congratulándose por la investidura de Patxi López como nuevo lehendakari publicado hoy por El País, aunque sólo sea por lo que el autor señala como méritos de dicha investidura al principio del escrito:

La llegada del socialista Patxi López la la Lehendakaritza abre una etapa de esperanza a la libertad, cierra 30 años de gobierno nacioanlista y se inscribe en el muy democrático sistema de alternancia política. Tiene triple mérito el que un socialista sea lehendakari. Primero, porque en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) no todos los partidos políticos juegan con la alineación al completo. Socialistas y populares tienen bajas provocadas por la muerte, carecen de banquillo a causa del miedo y sufren un árbitro, los medios de comunicación públicos, que es ardorosamente del PNV, como mínimo.

Segundo, porque en la CAV existe —gracias a la hegemonía de la cultura nacionalista— una marcada tendencia a vivir la política de forma religiosa, de manera que los que no pertenecen a la comunidad nacionalista vasca son presentados como pecadores, seres ingeriores, lópeces ajenos a la verdad revelada, fuera de la cual, hasta ahora, parecía que no había salvación.

Tercero, porque frente a necesarias políticas anteriores, que lograban movilizar a las bases constitucionalistas, pero excitaban a los votantes nacionalistas, en este caso hemos asistido a un cambio tranquilo; revolucionario, pero tranquilo, que no ofrece los inconvenientes del frentismo, no se presenta con el estigma del revanchismo y ha propiciado una derrota política sin precedentes del nacionalismo.

Me parece evidente que la investidura de Patxi López supone, sin lugar a dudas, un hecho sin precedentes en la reciente historia de aquella comunidad. Sencillamente, es el primer lehendakari no nacionalista desde que se formara por primera vez un Gobierno autonómico allá durante los años de la Guerra Civil. Y, con ello, se sienta un precedente que a lo peor se interpreta como una seria amenaza desde los cuarteles del nacionalismo, tan proclive al concepto patrimonialista de la nación. En este sentido, todo hay que decirlo, los seguidores del PNV se distinguen bien poco de los del PP, convencidos como están de representar éstos últimos a la "auténtica España" frente a los "descreídos progres traidores". Sin embargo, el hecho de que tanto la comunidad autónoma vasca como la catalana estén gobernadas en estos momentos por presidentes que no se identifican con el nacionalismo me parece de una enorme importancia para la salud y vitalidad de nuestra democracia pues viene a demostrar bien a las claras que es posible la alternancia incluso en aquellas comunidades donde una determinada facción política ha querido apropiarse de los símbolos comunes. En definitiva, que introduce transparencia y aire fresco en un ambiente por lo demás excesivamente enrarecido y propenso a la eternización de las élites gobernantes debido a la enorme rigidez de un sistema electoral que ya viene mostrando fisuras desde hace lustros pero cuya reforma nadie se atreve a acometer. {enlace a esta historia}

[Mon May 11 13:03:14 CEST 2009]

Como de costumbre, ando algo atrasado en la lectura de los suplementos culturales de los diarios. Así que hasta este fin de semana no tuve ocasión de leer el artículo de Elena Romero sobre la prensa sefardí publicado en ABCD el mes de noviembre pasado. Plantea Romero, fundamentalmente, un par de asuntos que vienen a poner fin a otros tantos mitos sobre la comunidad sefardí: la identificació constante de España con la Inquisicón por parte de quienes fueron expulsados de nuestro país en 1492 y la supuesta pervivencia del judeoespañol de la época de los Reyes Católicos. A raíz de ellos, comenta Romero lo siguiente:

Esos dos temas me llevan a la fatigosa tarea de acoso y derribo de sendos errores tipificados sobre el judeoespañol, que, nacido en tiempos de Pulido, siguen aún vivitos y coleando. 1) El de que los sefardíes hablaran la lengua de la época de los Reyes Católicos, como si una lengua vivia pudiera quedar fosilizada en un momento histórico gracias a la varita mágica de una frase que alguien creyó feliz. Y 2) el de que los sefardíes hubieran mantenido su lengua durante cinco silogs gracias a su imperecedero amor a la patria hispánica, rimbombante frase en la que de forma general se ignora que en el mantenimiento por un pueblo —el sefardí— de la lengua que le es propia —el judeoespañol— no hubo nada de singular, y en la que de forma particular se desconoce que la lengua hispana fue para los sefardíes en el Imperio Otomano tan seña de identidad como nación como lo fuera la religión, y que cuando, por haberse modificado las circunstancias históricas, dejó de ser tal seña de identidad y para su mantenimiento hubiera hecho falta un claro esfuerzo volitivo, fue entonces cuando se inició su imparable ocaso, acelerado por el desprecio de sus propios hablantes y rematado por el Holocausto.

Me parece aún más interesante la reflexión de Romero por cuanto yo mismo había asumido siempre esos dos mitos sobre los sefardíes que ella desmonta con lógica implacable. {enlace a esta historia}

[Fri May 8 13:15:11 CEST 2009]

Aunque creo recordar que no hace mucho escribí sobre el tema, la verdad es que no me queda más remedio que dejar constancia de algunas reflexiones con respecto a la actitud de José María Aznar porque lo de este señor es que clama ya al cielo. Según leemos hoy en Público, Aznar ha arremetido contra el Gobierno de Zapatero afirmando que "España vuelve a liderar la Champions League del paro" y se ha quedado tan pancho. Según el buen señor, los cinco años de Gobierno socialista han servido para convertir "una herencia envidiable" en "una pesadilla económica y social" o, como la denomina él, una "auténtica recesión social de la España democrática" generada sobre todo por la "cultura de la irresponsabilidad" que, afirma, ha venido a caracterizar los años de gobierno del PSOE. Acusando a Zapatero de "funámbulo de la política" no se corta un pelo en aseverar que "el fondo de la actual crisis es político". Aparte del hecho incontrovertible de que sea bien difícil soltar tantas insensateces en tan corto periodo de tiempo, le apena a uno que un ex-presidente se comporte de esta forma. Si el culpable de la crisis económica en España es el socialismo comecocos, ¿quiere eso decir que el culpable de la crisis en Francia, Alemania o EEUU es el liberalismo al que se adscribe precisamente Aznar? ¿Y qué ideología se libra entonces de la debacle, si hasta la China comunista está sufriendo las consecuencias de la recesión económica mundial? Creo evidente que hasta un adolescente con mínimos conocimientos de lógica (y, eso sí, menos furor partidista) puede darse cuenta fácilmente de estos hechos. Pues bien, no el señor Aznar, con su pasión ideológica ultraliberal, entregado en cuerpo y alma a evangelizar a las legiones de descreídos sobre las bondades del catecismo de la Escuela de Chicago. Que un profesorcillo del tres al cuarto adopte esta actitud ante los sangrantes problemas que nos acucian es hasta lógico y normal, por desgracia, pero que sea precisamente un político de la talla de un ex-presidente el que se entregue a este tipo de ejercicios espirituales debiera avergonzar a cualquiera. Y he aquí, me parece, la razón por la que detesto tanto el comportamiento de Aznar desde que su partido perdiera las elecciones de 2004. El problema no es que exprese su opinión sobre los asuntos que preocupan a los ciudadanos, pues me parece hasta saludable que nuestros ex-presidentes hagan precisamente eso, sino que lo haga de una forma tan poco acorde con la actitud sabia y experimentada que debiera adoptar un ex-presidente. Sencillamente, este señor aún no parece haberse dado cuenta de que ya no está en primera fila de la política, que hace varios años que abandonó el palacio de la Moncloa y ahora son otros quienes han recogido el testigo en representación de su partido. En otras palabras, que se está comportando todavía como si fuera el candidato del PP en las próximas elecciones generales. Al contrario que otros presidentes que le precedieron en el cargo, Aznar no parece haber sido capaz de adaptarse a su nueva vida de ex-presidente y sigue empeñado en figurar en candelero constantemente y que se hable de él y sus maniqueas opiniones de catecismo vulgar. ¡Qué pena, penita pena! {enlace a esta historia}

[Wed May 6 10:53:01 CEST 2009]

He de reconocer que me preocupa esta tendencia que se ve recientemente en ciertos sectores de la sociedad española a criticar la transición democrática desde una posición más o menos purista. Por ejemplo, leemos hoy en Público sobre unas jornadas dedicadas a la Transición por el Colectivo contra el Olvido en la Universidad de Valladolid en las que se puso el énfasis en los aspectos más sombríos del proceso que condujo a la instauración de nuestra democracia constitucional. Según se nos informa, la única voz discordante partión de Santiago Carrillo, en tanto que otros participantes en el acto prefirieron subrayar el hecho de que el proceso entero se desarrolló bajo la amenaza latente de un nuevo golpe de Estado o que no se ajusticiara a los responsables de los desmanes cometidos durante el franquismo. La verdad, no creo que nadie niegue que nuestra transición a la democracia estuvo severamente limitada por las circunstancias. Cualquiera que viviera aquellos años es consciente que el proceso entero se llevó a cabo bajo la espada de Damocles blandida por las Fuerzas Armadas y a sabiendas de que los crímenes más sangrientos cometidos en nombre del orden franquista quedarían impunes. No se trata de ningún secreto. Es más, aquel acuerdo tácito formó parte intrínseca de la transición. Lo que sucede es que es demasiado fácil echar un vistazo al pasado y dar lecciones a toro pasado. Como bien indica Carrillo:

En la Transición se hizo cuanto se podía y se debía, por lo que creo que está bien hecha.

Sencillamente, la política no se hace en el vacío, sino en unas condiciones reales que vienen a limitar el abanico de posibilidades. No me parece que quienes se entregan a la orgía teórica de postulados ideológicos cerrados acierte a reconocer esto. En este sentido, la línea divisoria entre quienes ven los toros desde la barrera y presumen de pureza ética e ideológica, por un lado, y quienes se echan al ruedo a lidiar con los problemas, enfangarse y aportar su granito de arena para que nuestras perspectivas de futuro mejoren, por otro lado, está bien clara. Porque, al fin y al cabo, se trata precisamente de eso: ¿preferimos mirar al pasado o al futuro? Bien está que se recupere la memoria, no cabe duda. Pero de nada vale idealizar el pasado y entregarse a revivir el qué podría haber sido mientras ignoramos los problemas que tenemos entre manos ahora mismo. Ante la disyuntiva, yo lo tengo bien claro: encarguémonos del presente con la mirada siempre puesta en el futuro. El pasado está ahí para ayudarnos a reconocer quiénes somos y de dónde venimos, pero poco más. Me duele ver el resurgir de un falso progresismo más anclado en la nostalgia del pasado que otra cosa. Más aún, me parece una temible trampa en la que no debemos caer. {enlace a esta historia}

[Mon May 4 11:00:48 CEST 2009]

La semana pasada tuve la ocasión de leer un artículo de Ramon Marimon titulado La destrucción de espejismos publicado en El País que me pareció bastante objetivo en su tratamiento de los problemas del mercado laboral español:

Tiempo para mantener la serenidad: evitar conclusiones erróneas sobre la experiencia reciente. Y una conclusión equivocada sería pensar que ha sido un exceso de flexibilidad lo que ha llevado al récord de destrucción de empleos. El exceso de contratación temporal —unánimemente denunciado como uno de los causantes— no es muestra de flexibilidad del mercado laboral español sino, al contrario, muestra de un mercado "inflexiblemente dual". El problema no es sólo que los contratos temporales raramente se transforman en estables, crean incertidumbre y se destruyen con facilidad, sino también que los contratos temporales difícilmente conllevan la inversión en capital humano que el aumento de la productividad, y la realización personal, requieren.

Se trata de un problema que venimos arrastrando desde hace tiempo, sin lugar a dudas. De hecho, no debiera extrañarnos que la productividad sea tan baja en un país cuya mano de obra sufre de una alta dosis de temporalidad. Como bien indica Marimon, el empresario no tiene aliciente alguno para invertir en el capital humano en esas circunstancias. Y, lo que es peor, el trabajador tampoco lo tiene. En primer lugar, porque no se lo puede permitir debido a los bajos ingresos. Pero, en segundo lugar, porque no ve tan claro que adquirir más educación le vaya a reportar mejora alguna en sus condiciones de trabajo. Si a todo esto añadimos la increíble rigidez de nuestro sistema educativo, unos horarios lectivos demasiado restrictivos (consecuencia casi siempre, todo hay que decirlo, de unos convenios colectivos donde los sindicatos parecen preocuparse únicamente de los derechos de aquellos trabajadores que ya tienen trabajo) y la escasez de oferta de cursillos intensivos de capacitación como los que existen en otros países, ya tenemos buena parte de las razones que explican nuestros problemas respecto a este tema.

Pero ahí no queda la cosa. Como explica Miramon, también hay otras razones que vienen a explicar las dificultades de las economías europeas para superar esta crisis:

Es un espejismo pensar que un banco central está haciendo su labor si los precios son más o menos estables, los depósitos asegurados y no hay pánicos bancarios. Hoy en día, un banco central tiene que utilizar todos los instrumentos a su alcance para garantizar que el sistema crediticio funcione adecuadamente, para contrarrestar —en la medida de lo posible y sin crear incentivos perversos— sequías del inside money. Desgraciadamente, tras la autojustificación sobre "el mandato", aparecen las manos atadas del BCE. Por falta de coraje o autoridad, no quiere o no puede dar crédito a largo plazo, como le piden los grandes bacnso. Por evitar conflictos, no se plantea seguir el ejemplo de la Reserva Federal e inyectar liquidez comprando deuda pública o papel comercial, ya que no existe la "deuda europea", sino la italiana, la belga... Y ¿a quién favorecer comprando su deuda?

Y el tercer espejismo que la crisis ha destruido es el pensar que la teoría económica tiene El Modelo adecuado (sea clásico o keynesiano) para explicar la crisis y recesión actual. Eso sí, dos leccciones del pasado no se han destruido. La primera, que una política económica inadecuada es el factor principal que transforma crisis financieras y recesiones en depresiones. La segunda, que un país que quiere salir de una recesión y volver a crecer de forma sostenida, debe intentar no destruir, sino regenerar, su capital humano.

Poco hay que decir con respecto al asunto del BCE. Tiene Miramon toda la razón del mundo. Su mandato está trágicamente limitado a mantener la estabilidad de los precios, asegurar los depósitos bancarios y poco más. Pero es que la propia política económica de la Unión Europea está igualmente limitada a un par de asuntos y pare usted de contar. O, lo que es lo mismo, no hemos profundizado lo suficiente en el proceso de integración en este ámbito. Y, que conste, ello no quiere decir que haya que proceder a un trasvase de poderes de los gobiernos nacionales a la Comisión Europea necesariamente. Pero, eso sí, la coordinación de las políticas económicas de los estados-miembro no puede hacerse esperar más.

Finalmente, ¿qué decir con respecto a los comentarios sobre la teoría económica? Parece claro que nos encontramos en uno de esos momentos en los que la teoría antigua (en la forma de ambos, el paradigma neoliberal y el keynesiano) ya no funciona pero aún no hemos acertado a encontrar un sustituto adecuado. Lo que sí debiéramos tener bien claro es que de nada vale agarrarnos desesperadamente al dogma neoliberal (como está haciendo el PP) ni tampoco retomar el keynesianismo sin más (como está haciendo el PSOE), sino que habrá que encontrar algún nuevo paradigma que nos ayude a navegar por estas aguas. Entiendo perfectamente que es bien fácil hacer afirmaciones de este tipo cuando uno no tiene que tomar decisiones de gobierno aquí y ahora, pero creo que hasta que podamos ver una nueva solución algo más definida conviene tomar decisiones basadas en argumentos pragmáticos más que ideológicos. En estos asuntos la ideología vale de bien poco, sobre todo cuando está anticuada y solamente responde a las cuestiones del pasado, como es el caso. {enlace a esta historia}

[Mon May 4 10:41:22 CEST 2009]

Me preocupa la tendencia de ciertos sectores de la izquierda más "moderna" a caer en un papanatismo moral que bien poco se diferencia de la actitud pacata y trasnochada que siempre caracterizó a la derecha más rancia. Las razones que se esgrimen para justificar ciertos comportamientos son, al menos en apariencia, bien distintas de las de la derecha reaccionaria, pero cuando uno se para a reflexionar sobre el asunto se da cuenta inmediatamente de que la misma realidad subyace en el trasfondo: la idea de que es aceptable e incluso conveniente imponer las convicciones morales propias al resto de la población usando para ello el aparato represor del Estado. Así, mientas que no hace mucho teníamos que sufrir el fervor religioso contra las tentaciones de la carne que llevaba a la censura de numerosas películas y obras de arte de todo tipo, ahora tenemos que aguantar que el Grupo Socialista del Ayuntamiento de Madrid haga un llamamiento al Alcalde para que prohíba una campaña publicitaria que incluye a unos modelos haciendo striptease en unos escaparates de la céntrica calle Preciados. Entiendo perfectamente por dónde van los tiros y no hace falta explicarme que dicha campaña trata el cuerpo como un mero objeto de satisfacción sexual. Ahora, lo que ya no me queda tan claro es porqué dicho comportamiento haya de considerarse inmoral, ni mucho menos tengamos que declararlo ilegal. Uno, en su extremada ingenuidad, siempre había pensado que los socialistas defendíamos la mayor cota posible de libertad en lo que respecta a la capacidad de los individuos para decidir qué moral quieren seguir, siempre y cuando no se recorte la libertad de los demás o se atente contra los derechos humanos. Por tanto, como decía al principio, me preocupa esta tendencia tan a la moda en ciertos sectores de nuestra progresía a lanzar cruzadas morales en nombre de tal o cual precepto que les parece a ellos de vital importancia. Me parece muy bien que vivan como les venga en gana, pero que por favor dejen al resto del personal en paz. Uno ya no sabe si los socialistas madrileños han perdido el Norte después de llevarse tantos años en la oposición o a lo mejor es que se agarran a un clavo ardiendo con tal de criticar a Ruiz Gallardón. Aún más preocupante me parecería que se tratara del anuncio de un cambio de tendencia generalizada de la izquierda española hacia lo políticamente correcto. {enlace a esta historia}