[Tue Jun 30 12:18:43 CEST 2009]

Conviene alegrarse, creo, por el hecho de que la Administración Obama haya hecho un claro llamamiento a la restauración de la democracia en Honduras, reconociendo a Manuel Zelaya como el único Presidente legítimo. No quiere esto decir que a uno le guste el populismo demagógico de Zelaya, ni tampoco que le parezcan bien las maniobras políticas que se están dando una y otra vez en Latinoamérica para extender el mandato de sus presidentes (y, dicho sea de paso, esto me parece tan preocupante en el caso de Venezuela y Honduras como en el de Colombia, aunque a juzgar por la reacción de la prensa internacional algunos son más iguales que otros, como en la novela de Orwell).

Por cierto, que me ha gustado también la defensa de la democracia frente al izquierdismo rancio que hace Jorge Edwards en su artículo Conversación en Roma, publicado hoy en El País. Tomando como excusa una vieja conversación entre Gabriel García Márquez y Enrico Berlinguer que tuvo lugar en Roma a finales de 1973 (es decir, poco después del golpe de Estado de Pinochet en Chile), reflexiona Edwards sobre las condiciones para que se produzca una auténtica transformación social:

Hay una reflexión general que recuerdo muy bien, que me impresionó en ese momento y que me sigue impresionando, y que se basaba en forma directa en la recién transcurrida y fracasada experiencia de la Unidad Popular. No era posible, según ella, hacer grandes transformaciones revolucionarias en una sociedad determinada a partir de una simple mayoría electoral numérica. Por el contrario, era necesario alcanzar un fuerte compromiso entre diversas fuerzas de la sociedad, un acuerdo global que implicaba cambios internos en cada sector, acercamientos, concesiones: en suma, una negociación colectiva de gran envergadura y que debía desembocar en un amplio consenso. De ahí, la noción del compromiso histórico que presidía aquella tesis. Fuerzas como la Iglesia, la democracia cristiana, el comunismo, los intelectuales, el Ejército, tenían que acercarse entre ellas y elaborar un programa común de progreso político, económico, social. Si no se producía un acercamiento de esta naturaleza, el PCI podía ganar en elecciones normales, por algunos votos, a la democracia cristiana, fenómeno que en la Italia de aquellos años no era en absoluto imposible, pero ese triunfo, por sí solo, no le permitiría introducir cambios fundamentales en la vida italiana sin correr el riesgo de llegar a un desenlace a la chilena.

Edwards (y Berlinguer) habla del antiguo concepto gramsciano de hegemonía, elemento fundamental de cualquier estrategia socialista o socialdemócrata de transformación social. Felipe González y los socialistas de los ochenta asumieron muy bien esta idea, que fue precisamente lo que les llevó a romper con los estériles radicalismos de antaño y apostar en su lugar por el consenso. Guste o no, era la única forma de transformar la sociedad española como sin duda lo hicieron. Nos falta ahora, por el contrario, ese proyecto unificador, ese apoyo social que entonces se granjearon los socialistas. Se trata de algo que puede construirse bien mediante la implantación de partidos, sindicatos y otras asociaciones, bien mediante un liderazgo personal fuertemente carismático como el de Felipe (de hecho, recientemente hemos visto algo similar en el caso de Obama en los EEUU). Pero, de una u otra forma, sin ese amplio consenso social no hay forma de llevar adelante un proyecto de transformación social. Eso lo debemos tener bien claro.

Edwards contrapone todo esto al inmovilismo de los comunistas chilenos, que todavía cuelgan un enorme cartel de Fidel Castro en su sede santiagueña y afirman sin pudor que en Cuba existe una democracia popular más auténtica que la descafeinada democracia burguesa. El problema es que uno, leyendo las palabras de Edwards, no tiene más remedio que recordar carteles similares en las sedes de Izquierda Unida en nuestro propio país. Y, como bien dice Edwards, hay que preguntarse si los acuerdos con este tipo de comunistas obcecados conducen a ningún sitio, pues dede luego cuesta trabajo creer que contribuyan a crear una mayoría social de progreso lo suficientemente consistente como para llevar a cabo las transformaciones que nuestra sociedad necesita. A estas alturas de la película todos debiéramos tener bien claro en qué consiste la democracia, y Cuba desde luego no tiene cabida dentro de los países democráticos. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 29 16:24:35 CEST 2009]

El País publica hoy un artículo de Juan Carlos Rodríguez Ibarra titulado Ganar o perder, ganar o aprender que me llamó la atención por lo que dice acerca del tan cacareado "cambio de modelo productivo":

El Gobierno, en el debate del estado de la nación aventuró, por boca de su presidente, el inicio de una política que aborde los retos que se nos plantean con la nueva economía. Es la decisión más acertada de todas cuanto se han oído en los últimos meses. Muchos no han entendido el mensaje e inmediatamente han preguntado a José Luis Rodríguez Zapatero por las claves de esa nueva economía. Pregunta inútil, porque la nueva economía se basa en la incertidumbre. ¿En qué consiste la nueva economía? Si hay que dar la respuesta, habría que decir: "No lo sé". Ésa es la primera condición para enfrentarse a la nueva economía. ¡No lo sé! ¿Qué va a pasar? Nadie está seguro de nada. Por ahí andan los editores de libros, preguntando: ¿qué va a pasar con los libros? Por ahí andan los editores de periódicos con la misma duda: ¿qué va a pasar con los periódicos? Por ahí andan los productores de cine: ¿qué va a pasar con el cine? Por ahí andan los expertos en educación desconcertados ante la información en Internet que supera a la de cualquier profesor, ¿qué va a pasar con los alumnos digitalizados?

La primera condición para enfrentarse a ese nuevo modelo que el presidente del Gobierno quiere poner en marcha, es aceptar que no sabemos qué es lo que va a pasar, que estamos llenos de incertidumbres. Las certidumbres eran del siglo XX y, ahora, casi todas se han demostrado falsas, como se ha puesto de manifiesto en el último gran fracaso industrial de la General Motors. Durante un siglo estuvimos llenos de certidumbres. Hoy estamos inmersos en las dudas. En el siglo XX, el lema de la sociedad industrial era ganar o perder; en el siglo XXI, el lema es ganar o aprender, porque lo que caracteriza a la nueva sociedad es la acumulación de conocimientos. Ahora no se pierde nada. Si Obama va a insuflar dinero público en General Motors para que hagan lo mismo que antes, será perder, será dinero tirado a la calle y embargado a los que quieren arriesgarse en la nueva sociedad, en las nuevas tecnologías, en el nuevo conocimiento. No se puede invertir dinero para seguir haciendo lo mismo que siempre, porque lo mismo que siempre ha fracasado. Por eso parece tan desalentador que algunos exijan al presidente Zapatero que desvele los secretos de la nueva economía. La nueva economía consiste en experimentar, en ayudar a la gente joven para que arriesgue en este mundo nuevo, en esta nueva sociedad.

Totalmente de acuerdo, aunque es cierto que la afirmación, tan tajante ella, suena más bien a excusa para esconder la falta de ideas. Sin embargo, si lo piensa uno fríamente, Rodríguez Ibarra tiene toda la razón del mundo. Atrás queda el siglo XX con sus certidumbres criminales —las que derramaron tanta sangre, las que condujeron a dos guerras mundiales, amén de cientos de conflictos locales y revoluciones fracasadas. ¿Y qué nos queda ahora? Fundamentalmente, la incertidumbre, la duda, por más que les duela a Benedicto XVI y otros enemigos acérrimos del relativismo. No fueron precisamente el escepticismo y la duda metódica los que nos condujeron al holocausto, sino el dogmatismo cerril. De hecho, si algo llama la atención es que sean precisamente los mismos ideólogos del liberalismo a quienes se les llena la boca con su firme defensa de la iniciativa privada quienes ahora demandan que el Presidente del Gobierno defina en qué consiste el nuevo modelo productivo. ¿Pero no habíamos quedado en que había que evitar el intervencionismo excesivo y dejar hacer al mercado? Se trata, al parecer, de meros conceptos que conviene defender de boquilla, pero nada más.

No obstante, lo que sí me preocupa es que nuestra sociedad no esté preparada para un mundo donde reinen la incertidumbre y el riesgo, la sociedad líquida de que hablara Zygmunt Bauman. Esto sí que me preocupa mucho más. Por aquí nos suele gustar trabajar sobre un plan, somos muy dados a las inercias. De hecho, no tiene nada de extraño que seamos el país de los opositores por excelencia —nosotros y, quizás, Italia y Grecia, que tal bailan. Siempre hemos oído hablar de nuestra capacidad para improvisar, pero se trata de una capacidad relativa. Nos gusta improvisar para salir al paso, para evitar trabajar a fondo y salir adelante con la proverbial chapuza, pero no para innovar. Nuestra capacidad creativa se limita al mundo de las artes, y pare usted de contar. El resto es inercia, inercia y comodidad. Nos cuesta trabajo ir a contracorriente, oponernos a la tradición, al "así son las cosas" y el "así se ha hecho toda la vida". Nos falta espíritu de riesgo, el amor auténtico por la experimentación. Y esto se mama desde la misma escuela primaria, donde nos obligan a repetir las mismas fórmulas de siempre, memorizando libracos para después vomitarlo todo en un examen y olvidarnos por completo de lo aprendido. O, lo que es lo mismo, aprendemos a saltar por encima de los obstáculos que se nos ponen por el camino, a adaptarnos a una situación insensata que no conduce a ningún sitio. Nuestras instituciones, por otro lado, no hacen sino promover la misma mentalidad, como es lógico. Las instituciones son, después de todo, algo íntimamente ligado a la sociedad en que se dan. ¿Es que a alguien le cabe en la cabeza que se hubiera podido dar aquí un Obama? ¿Cuándo tienen nuestros votantes la oportunidad de apostar por un candidato que no es el favorito de los aparatos de los partidos? Por ahí hay que empezar. Tenemos que cambiar esta mentalidad si queremos transformar nuestro modelo productivo. No queda otra solución. No podemos sentarnos a verlas venir. El tren ya se nos echa encima. {enlace a esta historia}

[Fri Jun 26 15:02:53 CEST 2009]

Este otro, de El Roto, también publicado en El País, no está nada mal como comentario político:

{enlace a esta historia}

[Fri Jun 26 14:58:13 CEST 2009]

Humor negro (negrísimo) el de Erlich en su viñeta publicada hoy por El País:

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[Tue Jun 23 19:16:26 CEST 2009]

Una amiga estadounidense me ha enviado el enlace a un artículo de Nicholas Kristof sobre la industria agroalimentaria y sus efectos sobre la salud publicado en The New York Times. De hecho, se trata de una columna escrita a raíz de una visita al cine para ver el documental Food Inc., que tiene muy buena pinta por lo que leo. La parte esencial del argumento de Kristof es el siguiente:

I've often criticized America's health care system, and I fervently hope that we're going to see a public insurance option this year. But one reason for our health problems is our industrialized agriculture system, and that should be under scrutiny as well.

(...)

Huge confinement operations for livestock and poultry produce very cheap meat and eggs. But at what cost?

(...)

There is some evidence that pathogens, including E. coli, become much more common in factory farming operations. Move feedlot cattle out to a pasture for five days, and they will lose 80 percent of the E. coli in their fut, the film says. And the massive routine feeding of antibiotics to farm animals is a disgrace that reduces the effectiveness of antibiotics in treating sick humans.

Pathogens are now seeping into the unlikeliest foods. On Friday, the FDA advised consumers not to eat Nestlé cookie dough —cookie dough!— because of concerns about E. coli contamination, after reports of illness in 28 states.

American agribusiness truly is wondrous. When I moved back to the United States after years of living in China, I remember visiting a supermarket and feeling a near-religious awe. Yet one consequence of this wondrous system is that unhealthy calories are cheaper than nutritious ones: think of the relative prices of Twnkies and broccoli. We even inflict unhealthy food on childrenin the school lunch program, and one in three Americans born after 2000 is expected to develop diabetes.

Y lo que más me duele es que el problema no se reduce solamente a los EEUU, como aún muchos piensan. Si algo he observado desde mi regreso a España tras vivir tantos años en los EEUU es precisamente que los españoles han ido adoptando en mi ausencia este mismo tipo de malas costumbres de las que habla Kristof. No tiene uno más que acercarse por una barbacoa organizada por estos lares hoy en día para observar la completa ausencia de hamburguesas o salchichas de pollo o pavo, por no hablar de las alternativas puramente vegetarianas que son moneda de uso corriente en cualquier barbacoa de Minnesota. En fin, que, conforme nos hemos ido modernizando (y, sobre todo, conforme hemos incrementado el nivel general de riqueza), hemos ido adoptando también un modelo de vida claramente dañino para nuestra salud. Lo que más me duele, sin embargo, es el hecho de que hayamos aprendido tan poco de lo que ya sucedión en otros países anteriormente. Por aquí aún quedan muchas tiendas pequeñas donde uno puede comprar productos frescos y "del tiempo", como se les suele llamar. Sin embargo, parece bien claro que los grandes hipermercados se los están comiendo poco a poco. A este paso, no está muy lejos el día en que tengamos nuestro propio agribusiness en el solar patrio, ofreciéndonos la falta opción entre dos productos igualmente insatisfactorios, insalubres y sin auténtico sabor. En nuestras manos está. Depende de lo que hagamos ahora. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 22 21:46:19 CEST 2009]

El País publicó hoy un artículo de Julio Llamazares titulado Lectura estética de las últimas elecciones en el que el escritor reflexiona sobre los escándalos de corrupción que han venido afectando al PP durante los últimos meses y la escasa relevancia que parecen haber tenido en las urnas. Como suele suceder cuando la gente de izquierdas escribe sobre estas cosas, menciona de pasada que el votante de derechas parece perdonarle todo tipo de corruptelas a los suyos, mientras que el de izquierdas parece ser mucho más estricto. No estoy de acuerdo del todo con esta apreciación que me parece claramente parcial, como si de alguna manera el votante de izquierdas fuera más honesto que el de derechas. No lo veo así, sencillamente. Me da la impresión de que el bipartidismo del pim-pam-pum que ha venido imponiéndose en nuestro sistema político durante los últimos años ha llegado a tal punto de desvergüenza que unos y otros no aciertan a reconocer la legitimidad de las opiniones del contrincante. Y esto me preocupa, la verdad. No creo que las condiciones sociales y económicas de hoy en día tengan nada que ver con las de los años treinta, pero me duele que los españoles hayamos aprendido bien poco de nuestro propio pasado en este sentido y continuemos lanzándonos puyas unos contra los otros y negándonos a reconocer siquiera el derecho que asiste al prójimo de opinar de forma diferente a como lo hacemos nosotros. En otras palabras, que a pesar de los más de treinta años de democracia hemos avanzado bien poco por la senda del pluralismo y el respeto mutuo. La nuestra sigue siendo una sociedad guerricivilista, cainita e incívica, empeñada en discutir de política como si se tratara de las guerras de religión o, cuando menos, de declararse forofo incondicional de cualquiera de las partes implicadas. De ahí que me llamaran la atención las siguientes palabras escritas por Llamazares en el citado artículo:

Algo pasa en un país cuando la corrupción no sólo no penaliza a quienes se benfician de ella sino que les favorece. En los últimos días se han hecho muchos análisis sobre el asunto, comparando el caso de España con los de otros países de nuestro entorno (el de la Italia de Berlusconi o el del Reino Unido de Gordon Brown, tan parecidos a primera vista, pero resueltos por la población de modo muy diferente), pero nadie se atreve a decir lo que muchos sospechamos o pensamos ya hace tiempo: que la sociedad española tiene un problema muy grave y éste no es tanto la crisis económica, que existe, eso es evidente, cuanto la moral y estética. Y esa crisis, que es ya antigua (viene de la dictadura, incluso de más atrás), se ha acentuado en estos útimos tiempos al socaire de la bonanza económica que el país ha vivido durante años y de una cultura, o incultura, la de la picaresca, que, arraigada en nuestro carácter (el español presume de listo, nunca de honrado, ni de trabajador), se adapta a cada momento en función de sus características.

Puede parecer un comentario sin importancia, pero la apreciación que hace Llamazares sobre la facilidad con la que el español medio presume de listo, pero nunca de honrado o trabajador, es fundamental para entender las raíces del problema. Hace tan sólo un par de días, durante una conversación cuyos detalles no vienen a cuento aquí, pero en las que una conocida se mostraba orgullosa de haberse salido con la suya al manipular el voto durante unas recientes elecciones internas falsificando con ello el resultado tuve la oportunidad de observar la actitud ésta de que habla Llamazares. Mientras los españoles no aprendamos a tener el trabajo o la honradez en mayor consideración que el ser "listo" (y ya sabemos todos a qué nos referimos con ese otro adjetivo) bien poco avanzará en nuestra sociedad. Lo que nos sigue fallando, tantos años después de la reinstauración de la democracia, es el exceso de individualismo, el egocentrismo cínico que se desentiende de lo colectivo en nombre del beneficio propio y equipara el enriquecimiento con el éxito social. Parece mentira que tenga que decir esto, pero el culto al triunfador se da mucho más si cabe aquí en España que en los EEUU. Eso sí, mientras que aquí el triunfo está basado en ser un "listillo", por allá suele ser consecuencia del esfuerzo y la constancia. No siempre es así, por supuesto, pero en líneas generales eso es lo que hay. De ahí, también, que los escándalos de corrupción no tengan la misma repercusión en Italia o España que en EEUU, Suecia o el Reino Unido. La diferencia se encuentra, en última instancia, en la actitud. {enlace a esta historia}

[Sun Jun 21 19:02:02 CEST 2009]

Me ha impresionado sobremanera ver hoy en la prensa la foto de la viuda del inspector de Policía Eduardo Puelles, asesinado por ETA antes de ayer. Camina tras el féretro con la frente bien alta, en clara muestra de orgullo por la tarea que desempeñara su esposo, brutalmente asesinado.

{enlace a esta historia}

[Fri Jun 19 12:49:54 CEST 2009]

Leo en Público que el planeta ha registrado los mayores niveles de dióxido de carbono en 2,1 millones de años, y se me viene automáticamente a la cabeza una conversación que oí en la radio estadounidense recientemente sobre un estudio científico que se ha presentado a la Administración Obama sugiriendo el uso de partículas en la atmósfera para reflejar la luz del Sol y disminuir así los efectos del calentamiento del planeta. No tiene uno más remedio que llevarse las manos a la cabeza ante la miseria del espíritu humano, más dispuesto a interferir con los mecanismos de regulación del clima aún a riesgo de incrementar los problemas con tal de no llevar a cabo cambios en nuestro sistema político, económico y social. Ésta viene siendo la historia del capitalismo desde hace al menos un par de siglos: una alocada carrera hacia adelante, consumiendo todos los recursos naturales que se le ponen por delante sin considerar los efectos que pueda tener a largo plazo. Con tal de mantener el sistema socioeconómico intacto, se justifica cualquier cosa. Da que pensar. {enlace a esta historia}

[Thu Jun 18 15:10:24 CEST 2009]

Continúan los despropósitos a cuenta del traslado de presos de Guantánamo a los países aliados. Leemos hoy en Público que los cuatro presos de Guantánamo [que vendrán a España] no tienen ningún cargo. Es más, según la noticia,

En los expedientes de los cuatro prisioneros, aparece la expresión en inglés Clear for release, que indica que estas personas pueden ser liberadas al no haberse demostrado que tengan vínculos con actividades terroristas, han informado fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Lo cual, por supuesto, no hace sino plantear nuevas preguntas: ¿entonces qué leches hacen presos aún? Peor incluso, ¿por qué no los liberan en EEUU? ¿O es que los EEUU están para crear el problema y que después sean los demás quienes limpien el desaguisado? Y cuidado, porque entiendo perfectamente el punto de vista del Gobieno de Zapatero. Si hay que echar una mano para que se cierre el campo de prisioneros, pues me parece muy bien. Yo soy de los que no se oponen a que colaboremos con la Administración de Obama para tratar de solucionar la patata caliente que le dejó Bush, desde luego. Solamente me planteo unas cuantas preguntas porque uno no tiene más remedio que llevarse las manos a la cabeza ante tanto despropósito ético y legal. {enlace a esta historia}

[Wed Jun 17 08:45:58 CEST 2009]

Hay algunas cosas que uno no acierta a entender. Leo en El Mundo que EEUU pedirá hoy ayuda a España para acoger presos de Guantánamo. La idea, en principio, parece buena: aún quedan prisioneros en Guantánamo que son bastante peligrosos y a quienes no se puede liberar así como así. Por consiguiente, si queremos cerrar el campo, habrá que buscarles un sitio donde puedan permanecer, eso sí, con mayores garantías penales que las que tienen en la base caribeña. Hasta ahí todo más o menos claro, aunque uno puede siempre preguntarse por qué diantres no son los EEUU quienes se encargan de solucionar el problema por su cuenta, puesto que tanto interés pareció mostrar en su momento por hacer la guerra por su cuenta. Y es que tampoco es de recibo que, cuando les convenga, sean "la única superpotencia del mundo", capaz de llevar a cabo decisiones tomadas unilateralmente, y en otras ocasiones hagan alarde de multilateralismo y echen mano de los aliados para que les saquen las castañas del fuego. En fin, todo sea en nombre de la amistad entre nuestros pueblos (¿o es sólo entre nuestros Gobiernos?) y el reconocimiento a las muestras de querer hacer las cosas de otro modo que ha dado Obama desde que llegara la Casa Blanca. Pero sigue habiendo un pequeño detalle que no entiendo del todo. Veamos. La noticia se abre de la siguiente manera:

El enviado especial de EEUU para el cierre de Guantánamo, Daniel Fried, se reúne hoy en Madrid con representantes de los Ministerios de Asuntos Exteriores, Interior y Justicia para concretar la petición de ayuda para que España acoja algunos prisioneros sin vínculos con actividades terroristas.

(...)

El Gobierno ha reiterado su voluntad de acoger a algunos detenidos siempre que su llegada no vulnere la legislación española y sobre ellos no pesen cargos por actividad terrorista.

Perdonen la pregunta obvia: si no tienen vínculos con actividades terroristas, ¿qué rayos hacen encerrados en el campo de prisioneros de Guantánamo? ¿No habíamos quedado en que se trataba de gente enormemente peligrosa? ¿Qué otras actividades delictivas no relacionadas con el terrorismo y que no puedan ser juzgadas en cualquier tribunal civil pueden haber cometido? ¿O es que ahora resulta que los EEUU se habían dedicado a apresar a todo tipo de combatiente que se hubiera opuesto a su invasión de Afganistán e Irak? Me parece que son preguntas de lo más pertinente, aunque supongo que siempre cabe la posibilidad de que se trate de un problema de expresión del periodista que escribió la noticia. {enlace a esta historia}

[Tue Jun 16 10:33:14 CEST 2009]

Para quien venga aquí buscando mi análisis de las elecciones al Parlamento Europeo, los iré publicando en mi otra bitácora, Socialismo Ciudadano, en diferentes entregas. De momento, he escrito una reflexión sobre el alto nivel de abstención y otra sobre la innegable derrota de la socialdemocracia europea en estos comicios. Si fuera posible, me gustaría completarlo con algunas reflexiones sobre los resultados en España, Andalucía y Sevilla, pero ya veremos. {enlace a esta historia}

[Tue Jun 16 10:21:58 CEST 2009]

Seguimos con las tropelías cometidas por el fútbol profesional. Ayer tuvo lugar en Sevilla una manifestación de aficionados béticos para pedir la marcha del máximo accionista, Lopera, que logró reunir nada más y nada menos que a unas 60.000 personas, según leemos en la prensa de hoy. Creo recordar que ni el Felipe de su mejor época consiguió reunir a más de 50.000 personas en Sevilla. Con la que está cayendo, los sevillanos sólo aciertan a movilizarse para "salvar" al Betis. Es que tenemos lo que nos merecemos. Para que luego digan.

Y, por si la manifestación de los béticos fuera poco, también nos enteramos hoy que Caja Madrid y el Banco de Santander han concedido un préstamo de 150 millones de euros al Real Madrid "para poder acometer la espectacular política de fichajes que llevará al Santiago Bernabéu a Cristiano Ronaldo y a Kaká, por los que el club blanco dersembolsará 94 y 65 millones respectivamente". Mientras tanto, conozco a pequeños empresarios que no consiguen préstamos de los bancos para ampliar sus negocios, por no hablar de individuos que tampoco los consiguen para comprarse una casa. ¡Eso se llama tener las prioridades bien claras! La cosa es, si cabe, aún más sangrante en el caso de Caja Madrid, organismo de crédito semipúblico que debiera hacer un serio esfuerzo por potenciar la economía productiva. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 15 14:37:06 CEST 2009]

Tras la noticia del fichaje de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid no me queda más remedio que manifestar mi más profundo asqueo con el deporte profesional. Hace ya muchos años que dejé de seguirlo debido en buena parte a estos excesos, pero uno no puede evitar enterarse de lo que sucede en el mundo del fútbol, sobre todo en un país como este, donde casi no parecen existir los otros deportes. En fin, la viñeta de Forges publicada hoy por El País viene a ilustrarlo bastante bien:

{enlace a esta historia}

[Mon Jun 8 19:31:54 CEST 2009]

Como hasta hoy no he podido revisar la prensa del fin de semana (es lo que tiene estar tan comprometido con la política y participar activamente en los procesos electorales), no había tenido ocasión de leer la noticia sobre Jasad, la primera revista erótica del mundo árabe, editada por la poetisa libanesa Joumana Haddad. Según nos cuenta El País:

Jasad también viene cargada de arte, literatura y de "las ciencias del cuerpo"; "en su dimensión erótica, social, estética, antiestética, antropológica, lingüística". Es un trimestral de 200 páginas con un tema principal (el incesto, el fetichismo, la ninfomanía, la violencia conyugal, etcétera), varias rúbricas (mi primera vez, cocina afrodisiaca, etcétera) y también ensayos, críticas de cine o de literatura.

Los colaboradores vienen de distintas disciplinas pero todos pertenecen al mundo árabe. Escribe con sus propios nombres. Los seudónimos están prohibidos. Todo sirve al fin de contribuir "a un verdadero cambio de las mentalidades radicales y oscurantistas. Vivimos en un mundo de hipocresía y de esquizofrenia, tenemos que empezar a decir lo que pensamos". Las imágenes, bastante explícitas, son obras de arte y están porque "el explícito visual es una necesidad como visión artística primordial".

En un país donde se cortan las partes consideradas de contenido literal en las películas, revistas o libros, resulta sorprendente que se permita la publicación de una revista cuyo tema principal es el sexo. Todo se debe, afirma Haddad, "al ministro de Información actual". "Un gran intelectual que cree en la libertad de expresión". Se dirige a todos los públicos y cuenta con suscriptores en varios países —sobre todo en Arabia Saudí, donde no se vende—.

En fin que, aunque se trata solamente de une simple revista, lo mismo cabe interpretarlo como un auténtico soplo de aire fresco en el enrarecido ambiente intelectual de muchos (que no todos, cuidado) países árabes. {enlace a esta historia}

[Fri Jun 5 16:51:00 CEST 2009]

La viñeta de Forges publicada ayer por El País viene a ilustrar bastante bien lo que muchos ciudadanos piensan de la campaña para las elecciones europeas que está a punto de finalizar esta misma noche:

No son pocos los ciudadanos que me han manifestado en conversaciones sobre el tema un profundo hartazgo con al pim-pam-pum que se traen entre manos los representantes de los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP. El debate real ha brillado por su ausencia, por no hablar del diálogo. En su lugar, sólo hemos tenido acusaciones cruzadas, insultos y amenazas de llevar diversos asuntos de corrupción a los juzgados (cuando no se han llevado ya directamente). Mientras tanto, la gente asiste atónita al toma y daca. ¿Alguien puede sorprenderse de que el ciudadano medio tenga la sensación de que los políticos se limitan a dirimir sus cuitas, a ver quién se alza con al trofeo y tiene, por consiguiente, más capacidad de repatir prebendas en los próximos años? No sólo va a subir escandalosamente la abstención en estos comicios, sino que uno llega incluso a preguntarse si acaso no sucederá lo mismo en otras elecciones futuras. El hastío con el bipartidismo realmente existente es absoluto, pero la cosa no tiene visos de solución si tenemos en cuenta que tanto PP como PSOE tienen un interés claro en mantener el estatus quo. Dudo mucho que se atrevan a reformar la ley electoral, por más que todos tengamos bien claro que hace falta. ¿Nos espera un final como el de la Primera República italiana, quizá? ¿Una traca final de escándalos de corrupción entre la indiferencia ciudadana? Si fuera así lo peor es que no hay más que ver lo que ha resultado de aquella crisis en Italia para darse cuenta de que las cosas no han mejorado en demasía. {enlace a esta historia}

[Wed Jun 3 13:45:31 CEST 2009]

El País publicó ayer un artículo de Paul Cliteur titulado Por qué hablan de laicismo "agresivo" que es ahora más necesario que nunca, a pesar del hecho de que reitera unos conceptos tan básicos que entristece un poco el ver que se tengan que aclarar a estas alturas. Tras introducir el problema y afirmar que nuestras sociedades son obviamente multirreligiosas y multiculturales hoy día, el autor pasa a analizar los cinco modelos que se han dado históricamente para facilitar la convivencia en este tipo de sociedades: el "ateísmo político" o "ateísmo totalitario" puesto en práctica en la antigua URSS por Lenin y Stalin; el Estado religiosamente neutral o laico, que admite todas las religiones, pero sin adjudicar a ninguna de ellas una posición de privilegio; el Estado "multirreligioso" o "multicultural", que trata a todas las religiones por igual y las ayuda en la misma media, pero tiene el problema de discriminar contra ateos y agnósticos, entre otras cosas; el Estado que tiene una Iglesia oficial a la que se conceden privilegios especiales sobre las otras religiones; y, finalmente, el modelo teocrático, como el implantado en Irán a raíz de la revolución islámica de 1979. Partiendo de esta base, no queda más remedio que estar de acuerdo con las conclusiones de Cliteur:

La discusión acerca de cuál tendría que ser la actitud del Estado en relación con las religiones debe limitarse pues a elegir entre los tres modelos intermedios: laicismo, multiculturalismo o Iglesia oficial. El problema de este último modelo es que discrimina a las religiones que no ocupan la posición privilegiada de la que ha logrado ocupar ese lugar de privilegio. En las actuales circunstancias no parece plausible que reaparezca una sociedad con un único credo común. Así se trata de un modelo basado en la nostalga. Por su parte, el modelo multicultural es igualitario en lo que concierne a todas las religiones pero discrimina a los no creyentes. Se olvida de la mitad de los ciudadanos de los países europeos, que no suscriben ningún credo religioso. Además, es incapaz de crear una base verdaderamente universal sobre la que construir una ética compartida, pues hoy en día la diversidad religiosa no es lo que nos une, sino lo que nos separa.

El laicismo parece pues la idea más adecuada para proporcionar una base común a todos los ciudadanos, sea cual sea su fe religiosa, y permite unirlos a todos en torno a una serie de valores, los de la democracia, derechos humanos y Estado de derecho. Por supuesto que los laicistas deben cuidarse de no defender sus convicciones de manera "agresiva", según nos advierte el arzobispo Tomasi, pero sí deberíamos confiar en la posibilidad de que los países europeos encuentren una nueva identidad que no esté basada en el cada vez más evanescente pasado religioso común.

No hace falta ifnorar la herencia espiritual y religiosa, como pide Sarkozy, para saber que el futuro no parece anunciar la prevalencia de una única religión compartida por todos. Los europeos haríamos bien en aceptar este hecho irrebatible, y construir Estados y sociedades basados en un modelo realista que, al propio tiempo, constituya una fuente de inspiración para todos sus ciudadanos, cualesquiera sean sus convicciones religiosas. Pensándolo bien, un Estado laicista no parece tan mala idea. Nos proporcionaría un idioma común a todos, un "esperanto moral" que todos podríamos ser capaces de hablar.

Pues bien, si ayer leíamos eso en las páginas de El País, hoy la edición sevillana del diario ABC se hace eco de las palabras del cardenal emérito de Valencia, monseñor Agustín García-Gasco, quien en el transcurso del XXV aniversario de la coronación de la Esperanza de Triana afirmó que "la cultura del laicismo radical es un fraude y un engaño". Nótese bien la falta de argumentos, más allá del mero insulto a la opinión de quienes están en desacuerdo con las ideas del monseñor. Es más, el mismo diario le echaba en cara el sábado pasado al Alcalde de Sevilla que no hubiera acudido a la celebración de una misa en honor a Fernando el Santo, patrón de la ciudad. Será todo lo patrón de la ciudad que quieran (santo-patrón, eso sí, solamente para quienes comparten su fe, porque para todos los demás, incluyendo aquellos que creen en otra religiones, no se trató sino de un rey más), pero no veo porqué el Alcalde de la ciudad haya de atender un oficio religioso en representación de sus conciudadanos, cuando entre los sevillanos hay obviamente de todo (católicos, musulmanes, evangelistas, luteranos, judíos, agnósticos... y hasta ateos, como es lógico). Y es que, en realidad, tanto el diario ABC como buena parte de la derecha española más conservadora aún no puede deshacerse de su pasado más negro e intolerante y dejar de concebir España (o Andalucía, o Sevilla...) como algo no estrictamente supeditado o íntimamente ligado al mensaje evangelizador de la Iglesia Católica. En otras palabras, que aún no han acertado a entender lo que ya sabían los padres fundadores de los EEUU: que la estricta separación de Iglesia y Estado no solamente es más abierta y democrática, sino que además favorece del libre desenvolvimiento de las distintas iglesias con mucha mayor autonomía del poder político, lo que casi siempre redunda en su propio beneficio. Vamos, que nuestra derecha sigue siendo más conservadora que liberal. Pero eso ya lo sabíamos todos, ¿a que sí? {enlace a esta historia}

[Tue Jun 2 11:32:34 CEST 2009]

Una vez más, El Roto acierta a describir con precisión la superficialidad de nuestra sociedad de consumo:

El capitalismo avanzado en que vivimos tiene una enorme facilidad para convertir cualquier fenómeno en mero objeto de consumo para satisfacer nuestras más bajas necesidades. Así, los debates electorales se convierten en un mero pim-pam-pum entre dos púgiles (lo estamos viendo ahora), las obras de arte son tan valiosas como el dinero que se paga por ellas o, en el mejor de los casos, dependiendo de su fama y aceptación popular (o, lo que es lo mismo, su capacidad para atraer compradores en las estanterías del mercado cultural) y, finalmente, los problemas ecológicos se convierten también en moda. Se diga lo que se diga, seguimos viviendo en una sociedad donde el mercado es el rey. Los análisis sociales de Marx (si no las respuestas que él daba, ni tampoco a lo mejor sus análisis económicos) siguen siendo claves para entender la sociedad en que vivimos. Lo que no equivale, por supuesto, a reivindicar la resurrección del marxismo. {enlace a esta historia}