[Wed Dec 30 11:10:12 CET 2009]

No entiendo del todo a qué pueda deberse el excesivo celo regulador de la sociedad española, aunque supongo que podemos achacarlo a las cuatro décadas de dictadura franquista en la que nos convencieron a todos de que papá Franco estaba siempre ahí para sacarnos las castañas del fuego. Viene esto a cuenta de un comentario recogido en el editorial publicado hoy por La Razón sobre el pacto por la educación:

Precisamente porque PSOE y PP no se pueden permitir más frivolidades partidistas y doctrinarias con la enseñanza, es exigible que pasen sin demora de las buenas intenciones a los hechos y acuerdos concretos. Ambas partes debe poner lo mejor de sí mismas, pero le corresponde la carga de la prueba al PSOE, cuyas leyes promulgadas durante la etapa de Felipe González y reeditadas tras la breve y truncada reforma de Aznar son las causantes del desastre educativo al que se ha llegado.

No voy siquiera a entrar en el tono catastrófico general del texto, que me parece excesivo (sí, hay bastante que mejorar en nuestro sistema educativo, pero hablar de "una financiación tercermundista" es, sencillamente, falso). Tampoco voy a discutir el hecho de que los países que lideran, según los estudios internacionales, todos los ránkings, cuentan con un potente sistema de educación pública que no discrimina entre los chavales de familias más pudientes (que van a la concertada) y los de familias más pobres (que van a la pública). Pero lo que sí voy a hacer es manifestar la palpable contradicción entre un discurso supuestamente liberal y el persistente recurso a culpar de todo al Gobierno. Ahora resulta que a quienes se les llena la boca hablando de la sociedad civil no aciertan a ver mejor solución para nuestros problemas que pasar una nueva y maravillosa ley. No me negarán que el asunto tiene su interés. Mucho hablar de la autonomía de los agentes sociales y de la necesidad de potenciar a la sociedad civil para, al final, hacer lo de siempre: caer en el arbitrismo más caduco y proponer que todo esto lo puede arreglar el Gobierno (esto es, el Estado) con una buena ley escrita, eso sí, como Dios manda (en ambos sentidos de la expresión, me temo). ¡Menudo liberalismo del tres al cuarto que tenemos por aquí!

Visto el panorama, uno no tiene más remedio que preguntarse si a lo mejor el problema no son las leyes, sino precisamente la falta de compromiso social. Estudio tras estudio demuestra que la variable más importante en la educación de los hijos no son las escuelas, ni tampoco las leyes, sino el grado de involucración de los padres. Pues bien, en nuestro país estos prefieren entregarse a la comsabida orgía de fútbol y programas televisivos de dudoso gusto mientras dirigen el dedo acusador a las escuelas, como si el profesorado pudiera hacer milagros. La realidad es que los medios de comunicación, al contrario que en otros países, no presta atención alguna al mundo de la enseñanza, a no ser que sea para informarnos sobre una huelga de profesores, la negociación de una nueva ley, el constante toma y daca a cuenta del uso del castellano y las otras lenguas co-oficiales o cualquier otro escándalo por el estilo. Se echan de menos noticias positivas sobre actividades y proyectos iniciados acá o allá y que puedan servir de inspiración a otras escuelas. No existen tampoco organizaciones sin ánimo de lucro dedicadas en cuerpo y alma al fomento de la educación, ni los museos que vemos en otros países dedicados al fomento de la ciencia, la tecnología y el conocimiento. Las asociaciones de padres y madres agonizan ante la indiferencia generalizada de todos. Y, mientras tanto, en lugar de lanzar iniciativas desde la base, desde la sociedad civil, nos entregamos al juego político de siempre, al discurso del "y tú más que yo" y las pajas mentales sobre nuevas leyes que vengan a solucionar el problema. {enlace a esta historia}

[Wed Dec 30 10:14:55 CET 2009]

Debido a mi estrecha relación con los EEUU (viví allí durante más de doce años, mi esposa es estadounidense, y mis hijos también nacieron allá), me llaman la atención las noticias que publica la prensa española sobre aquel país y, en especial, la ignorancia que suele demostrar sutilmente el contenido de muchas de las noticias. No tiene nada de extraño, por supuesto. Todos recurrimos, más tarde o más temprano, a una socorrida colección de prejuicios e ideas preconcebias sobre los otros países y culturas que pueblan el planeta. Si acaso, lo único que diferencia a los EEUU es que, siendo como es, el país más poderoso del mundo, los medios de comunicación publican un mayor número de noticias sobre lo que allí sucede. Poco más.

En todo caso, viene todo esto a cuento de la noticia que bajo el titular Estados Unidos repudia a Tiger publica hoy el diario Abc, y me refiero en especial al inicio del texto:

En onda con la recatada moral del país, la cota de popularidad de Tiger Woods se ha derrumbado por los suelos después de sus hazañas extra matrimoniales. Según un sondeo de la principal cadena de televisión de EE.UU., la CNN, el estado de opinión de la calle respecto a su primer héroe deportivo ha cambiado por completo. De la adoración se ha pasado al repudio.

Vayamos por partes. A lo mejor ha cambiado bastante la cosa, pero la última vez que leí algo al respecto, la principal cadena de televisión de EEUU (medida por el tamaño de su audiencia) no era la CNN, sino Fox News. De todos modos, entiendo que se trata de una puntualización que no afecta para nada al meollo del asunto. Ahora, lo que sí me parece curioso es que se hable de "la recatada moral del país" al referirse a los EEUU. Sí, ya sé que se trata de un lugar común que, a fuerza de repetirse miles de veces, acaba calando incluso entre la población más leída. El problema es que se trata de una afirmación que debe relativizarse bastante, cosa que raramente se hace. Veamos. ¿Es cierto que los medios de comunicación estadounidenses no muestran imágenes cargadas de sexo durante la mayor parte del día (esto es, durante las horas en que los chavales pueden accidentalmente verlas)? Sí, sin duda. Como también es cierto (de esto se habla mucho menos por aquí) que tampoco se muestran imágenes de alta violencia en la misma franja horaria. Se puede pensar lo que se quiera al respecto, pero en principio no me parece que se trate de una política descabellada ni mucho menos. Téngase en cuenta, además, que, si recuerdo correctamente, dicha política no afecta a la televisión por cable que uno puede contratar libremente, y que incluye canales de alto contenido erótico si uno así lo solicita. Esto otro seguramente no es ya tan conocido por estos lares. En cualquier caso, lo que jamás parece tenerse en cuenta cuando se habla de estos temas es que cualquier ciudadano estadounidense tiene acceso a varios canales de televisión de contenido erótico, locales de strip-tease, amplias secciones de literatura subida de tono en sus librerías, sex-shops de todo tipo, asociaciones de intercambio de parejas y clubes sadomasoquistas y de prácticas sexuales alternativas de lo más variadas. De hecho, da la impresión de que nuestra prensa olvida que el movimiento gay contemporáneo y sus prácticas nació precisamente en tierras americanas. Pero es que, además, nuestra prensa no parece acordarse tampoco del hecho de que, junto a Tiger Woods, personajes como Pamela Sue Anderson o Paris Hilton son tan típicamente americanos como él, por no hablar de series televisivas como Sexo en Nueva York o Mujeres desesperadas, de los prostíbulos de Las Vegas, la industria del sexo de Nevada en general o el cine porno, que viene precisamente de allí. ¿Dónde queda, entonces, el supuesto recato de la sociedad estadounidense?

La disonancia se debe, me parece, a un malentendido. Cuando la popularidad de Tiger Woods se derrumba después de conocerse su infidelidad, no es debido al recato de la sociedad estadounidense (sociedad, por cierto, que no se lleva las manos a la cabeza al oír noticias similares sobre Paris Hilton o la amplia mayoría de las estrellas de Hollywood), sino al hecho de que Tiger ha montado toda su imagen pública sobre la idea de que él representaba al deportista puro, limpio y honesto. No se le critica, pues, por sus acciones, sino por la hipocresía de haber mantenido una imagen pública que poco tiene que ver con su comportamiento. En este sentido, no se diferencia mucho de nuestra reacción cuando los jerarcas de la Iglesia, por poner un ejemplo, se ven envueltos en este tipo de escándalos, o lo que sucedería si algún día saliera a la luz que Aznar ha estado conchabado con ERC para fomentar la independencia de Cataluña. Lo lógico y normal es que se oyeran críticas hacia la hipocresía de quien decía defender una cosa y, en realidad, conspiraba en favor de otra bien distinta. ¿O es que alguien ha visto caer la popularidad de Paris Hilton cuando se han publicado noticias escandalosas sobre su vida sexual? {enlace a esta historia}

[Tue Dec 29 13:42:15 CET 2009]

Interesante artículo de Sami Naïr sobre el laicismo publicado por El Periódico de Catalunya, aunque el meollo de su argumento sea en verdad de lo más sensato y, por ello, fácil de entender, al menos en teoría:

La laicidad es un combate. No sólo contra quienes, convencidos del sentimiento de omnipotencia de su fe, quieren imponerla a los demás, destruyendo así el pilar básico de la libertad individual sobre la que se fundamenta la civilización moderna, sino también frente a los propios laicos, que suelen olvidar el respeto debido a los creyentes de todas las confesiones. Un combate exterior contra las tentaciones totalitarias de las religiones e interior frente a la intransigencia para con el prójimo. Esta es la situación de Europa. El problema no es simple. Primero, porque todos los píses europeos tienen sus tradiciones y su historia particular de gestión de las religiones. Y también porque la emergencia de una nueva confesión, sobre todo cuando aparece como externa a la cultura del país, con sus hábitos y costumbres, como el islam europeo, difícilmente puede evitar ser percibida como una amenaza identitaria.

(...)

El Estado suizo no es culpable del aumento de las miasmas malolientes de su opinión pública; la opinión pública francesa no es responsable del carácter aventurado de sus dirigentes políticos, pero, en ambos casos, la manipulación sólo es posible porque la laicidad va mal y no sabemos cómo adaptar las instituciones seculares en la época de renacimiento de las identidades confesionales. Es decir, los europeos deben decidir entre construir una sociedad confesional donde el cristianismo sólo acepte a las demás creencias según sus propias reglas, lo que supondría una enorme regresión cultural, o bien establecer un pacto laico donde todas las confesiones, confinadas en el ámbito privado, vivan en el respeto mutuo, lo que fortalece el Estado de derecho democrático. Sólo esta vía permitirá que Europa, sobre todo si quiere combatir los integrismos, recobre su vocación universal en la práctica y no sólo en los discursos.

Se trata, evidentemente, de uno de los retos más importantes que tenemos planteados en Europa en estos momentos. Sin embargo, me quedo con la primera parte del artículo, donde se advierte no sólo contra los integrismos, sino también contra el laicismo radical. Aquí en España, además, tenemos el problema agravado de que nuestra izquierda ha sido tradicionalmente anticlerical, por lo que las actitudes viscerales contra todo lo que tenga que ver con las creencias religiosas ha sido casi siempre visto con buenos ojos entre los progresistas. Ha llegado, no obstante, la hora de ponerse al día, aprender de los errores del pasado y darse cuenta de que la religión está aquí para quedarse. Sencillamente, forma parte intrínseca de la experiencia humana. Incluso quienes nos consideramos agnósticos o ateos (en mi caso, lo primero) no podemos dejar de plantearnos una cuestión tan fundamental como la relativa a la existencia de Dios, y dudo mucho que esto cambie en un futuro cercano. Más vale partir de ahí, del reconocimiento de una realidad insoslayable, para así poder construir un mundo mejor con ciertas garantías de éxito.

En todo caso, me gustaría hacer una puntualización con respecto a la definición de laicismo que hace Naïr. Él define el pacto laico como aquél que permite que "todas las confesiones, confinadas en el ámbito privado, vivan en el respeto mutuo". A mí, en cambio, esta definición me parece incorrecta, pues la obligación de confinar algo tan importante para el creyente como su fe al ámbito privado se me antoja como un claro ejemplo de intoleranciai. La religión no debe estar involucrada con el Estado, cierto, pero ello no quiere decir que su ámbito deba restringirse a lo privado. Por el contrario, el creyente debe gozar de la libertad de expresar sus creencias en público sin ninguna cortapisa, siempre y cuando respete el derecho de los demás a hacer lo propio y, por supuesto, renuncie a usar el Estado como instrumento de imposición de su particular verdad revelada. Ése es, para mí, el auténtico significado del laicismo tolerante y respetuoso que necesitamos en la Europa globalizada del siglo XXI. {enlace a esta historia}

[Tue Dec 29 13:11:51 CET 2009]

Aunque hace ya bastante tiempo que se publicó en la prensa diaria, mientras repasaba mis notas me he vuelto a encontrar con un artículo de Félix Ovejero Lucas que debiera ser de lectura obligatoria en nuestras escuelas, quizá en la tan polémica asignatura de Educación para la Ciudadanía (¡cosas veredes...!). Partiendo de las acusaciones de racismo que se han vertido contra Franco y Pujol en tiempos recientes, el autor reflexiona sobre otro asunto aún más preocupante:

Pero no me interesa ahora el racismo, sino ese afán que lleva a cargar todos los muertos al personaje odiado. El malo sería malo como el tonto es tonto en la caracterización orteguiana: vitalicio y sin poros, no descansa nunca. El hábito es común. Se ha repetido a cuenta de los niños del gueto de Gaza: Israel, responsable de sus muertes, porque responsable de una muerte es el que dispara, no sólo se burla del derecho internacional, sino que los exterminaría con gusto y ganas; los de Hamás no sólo eran terroristas, es que estarían encantados de sacrificarlos como escudos. Ni un matiz. Con qué facilidad circularon esos días, ante el menor "ejem", calificativos como "antisemita" o "prosionista". Aquí, desde luego, también hacemos uso del recurso. Los rivales son inmorales, ignorantes e imbéciles. El lote completo, la triple I. No cabe que a Aznar le pudiera gustar la poesía y, por supuesto, Zapatero es simplemente bobo. Ni agua.

Esa disposición a describir a los otros como la encarnación de todos los males incapacita para entender el mundo. Pocos ejemplos más chuscos que el de esos extraviados soldados de una guerra fría que se resisten a creer acabada, que necesitan no dar por acabada, y que en cualquier esquina encuentran agentes imperialistas, "fascistas" se añade con despendolada ligereza, o, en el otro lado del fantasmal muro, equiparan, sin que les estorben las sutilezas, a Zapatero, Chávez y Castro, todos ellos, a su parecer, pequeños aprendices de Stalin. Incluso, ya en la pendiente del delirio, empaquetan en el mismo lote a Putin, sin otra razón que su condición de ruso, en un movimiento simétrico, todo hay que decirlo, de aquellos otros que en la izquierda se sienten obligados a defenderlo por lo mismo, por ruso.

(...)

La vida, bien sabemos, es más compleja. Está instalada en el matiz. Como en el poema de Borges, somos un yo plural de sombra única. Conozco investigadores honestos, amantes de la verdad y entregados al estudio de nobles principios, que en su trato con los demás mienten más que hablan. Uno no se casaría con ellos, pero estaría encantado de escribir un libro a dos manos. Entre los alemanes que arriesgaban sus vidas por rescatar a los judíos no faltaban los golfos irrecuperables. ¿Tenemos que dudar de las teorías de los científicos estadounidenses porque el 40% de ellos creen en Dios y le rezan? Sobran los ejemplos de músicos de jazz de vida disipada, entregados al principio del placer más inmediato, cuyo buen hacer artístico sólo puede ser el resultado de una portentosa capacidad de disciplina y de concentración.

¿Quién duda de que nos falta un poco (o un mucho) de esa disposición a ver el matiz? Nuestra vida política continúa instalada en el tremendismo y el discurso faltón, el desprecio al oponente y la renuncia al diálogo (puede haber, y de hecho, a menudo hay) negociación, pero raramente hay diálogo). No se trata, por otro lado, de una tendencia puramente española. También se observa en otros países de nuestro entorno. Se ve, sin lugar a dudas, en los medios de comunicación estadounidenses, donde para demostrar que uno tiene dudas sobre el plan de reforma del sistema de sanidad lanzado por el Presidente Obama parece que hay que entregarse en cuerpo y alma a un discurso sensacionalista que le acusa de promover una conspiración comunista para acabar con elo sueño americano que tantas vidas costó construir. Mucho peor aún, el desacuerdo político se extiende a la esfera personal. Al contrario, ni agua. Se trata de un retorno a la lógica schmittiana del poder y la política que nunca trajo nada bueno. Nuestras sociedades han avanzado con el diálogo y el consenso, con el respeto mutuo. Pues bien, parece que nos estamos alejando de esa tradición a una velocidad vertiginosa. Precisamente ahora nos hacen falta líderes con auténtico empaque, líderes capaces de cambiar esta tendencia y evitar lo peor. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 24 08:46:43 CET 2009]

Me ha gustado la viñeta de El Roto publicada hoy en El País:

Es que por aquí no nos andamos con chiquitas cuando se trata de celebrar festividades. Cualquier bestialidad es "tradición" y sólo se la podrá criticar desde la "anti-España". {enlace a esta historia}

[Tue Dec 22 14:53:16 CET 2009]

Lo de este señor hace ya tiempo que ha dejado de tener gracia alguna. Como de costumbre, Aznar ha vuelto a abrir la boca para despacharse a gusto con Zapatero y el Gobierno, algo que lleva haciendo desde el 2004, dentro y fuera del país, se tercie lo que se tercie, se le pregunte sobre el tema que se le pregunte. La culpa es siempre de Zapatero, que está llevando al país a la ruina y amenaza con destruir la esencia misma de España, blah, blah, blah. Ahí van unas cuantas perlas del de los pies encima de la mesa y las armas de destrucción masiva:

Aznar se gustó en el atril y le gustó el Aznar que gobernó España. "Los socialistas han desperdiciado la política exterior que construyó el PP durante sus años en La Moncloa", dijo.

Ahora, ha dicho, el Gobierno "cada vez que ve una pancarta que dice 'me rindo' allá va. Que hay que rendirse ante los piratas, se rinde ante los piratas; que hay que perder todo el dinero de las negociaciones europeas, pues se pierde; que hay que rendirse y dialogar con los terroristas de Al Qaeda, pues se dialoga, faltaba más; que hay que pagar un precio por traer a una señora a la que no debería haberse traído, se paga lo que haga falta", ha ironizado.

Pero con esta política "nadie te toma en consideración, y es una pena, porque lo tuvimos y lo hemos desperdiciado", se ha lamentado.

Con Zapatero, ha reiterado, España ha hecho un camino "de ida y vuelta" en la política exterior, ya que al llegar el PP al Gobierno "no estábamos en los sitios, pero llamamos a la puerta, nos costó que abrieran, entramos y empezamos a estar, e incluso conseguimos algún puesto destacado", y hoy "nos hemos convertido en lo peor que un país puede convertirse en la escena internacional: en irrelevantes".

(...)

"Lo advierto: hemos pasado la raya de un Estado que ya es un Estado ineficaz, frágil y residual, y que incluso siendo residual es un Estado en desmantelamiento, en el que todos los días se hace algo para hacerlo aún más débil", ha avisado, por lo que ha instado al PP a que trabaje por recuperar el Gobierno y por dar solución al "desastre" que dejará Zapatero en herencia.

Cierto, se trata del catastrofismo a que ya nos tiene acostumbrados Aznar, pero no por ello deja de ser chocante el oír constantemente a un ex-Presidente del Gobierno desempeñando el papel de una casandra faltona, chillona, arrogante y con una obsesión insana por aparecer siempre en portada. Sencillamente, no es el papel que le corresponde desempeñar a un ex-Presidente. Ni Suárez, ni Calvo Sotelo, ni tampoco Felipe González se han comportado jamás de esta forma. Aznar recuerda más al peor Alfonso Guerra, al Guerra mitinero y demagogo, que a un estadista retirado. Se puede (y seguramente se debe) criticar la política exterior de Zapatero sin necesidad de caer en el catastrofismo más burdo. Pero para ello harí falta un espíritu serio y constructivo que Aznar no parece tener. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 18 14:13:57 CET 2009]

El artículo de José Luis Álvarez publicado hoy por El País está dando bastante que hablar entre las filas socialistas, al menos entre las bases. El autor no pierde el tiempo con tonterías y lanza el órdago ya desde el mismo título: ¿y si Zapatero no vuelve a presentarse? Así, de sopetón, la proposición suena algo alocada, pero Álvarez desgrana después las poderosas razones por las que quizá convenga plantearse el tema en serio:

Algunas razones para un cambio semejante son estructurales a la democracia española. Primera, la opinión pública tiene como desiderátum la alternancia de partidos en el Gobierno. Aunque a la izquierda le pueda parecer injusto, pues implica dos pasos adelante y dos atrás en el avance de sus ideales, este deseo está firmemente arraigado en el imaginario democrático por fenómenos como la corrupción o el agotamiento del ímpetu político, que la población asume, con lógica, que empeoran con los años de un partido —cualquier partido— en el poder. A diferencia de las elecciones autonómicas y municipales, donde el clientelismo es más poderoso que este principio, en el Gobierno de la nación no es muy probable que un partido pueda governar más de tres legislaturas seguidas, y el PSOE de Zapatero ya va camino de dos, ambas de enorme desgaste.

(...)

La segunda razón para recomendar un relevo es que la generación de un líder capaz de gobernar un ciclo de dos o tres legislaturas requiere casi otras tantas de aprendizaje en la oposición. Y ello tanto para asentarse en el propio partido y ser conocido por la opinión pública como par articular unas líneas maestras de acción de Gobierno y generar un sentido de inevitabilidad respecto al cambio.

(...)

Para afrontar hoy esta cuestión, hay también una razón específica a Zapatero: ya no tiene nada sustancialmente nuevo y distintivo que ofrecer. Lo que no ha tenido más remedio que hacer ya lo ha realizado: resistir en sus primeros cuatro años los intentos de deslegitimiación de su triunfo del 14 de marzo de 2004; resistir en la segunda legislatura la laminación de derechos laborales bajo excusa de la crisis que pretenden los conservadores. Y lo que siempre quiso hacer, el epicentro de su visión del mundo y la clave de su posicionamiento electoral, esto es, los avances en derechos de ciudadanía, ya lo ha implementado en buena parte. Pero ahora es tan inverosímil imaginar a Zapatero liderando en la próxima legislatura un cambio de modelo productivo como a Rajoy encabezando la lucha contra la corrupción.

El PSOE tiene dos opciones. La primera es resignarse a la alternancia, sin tomar la iniciativa, que es lo que más conviene a Rajoy. Si éste vence a Zapatero en las próximas generales —a la fecha, el supuesto más racional para la formulación estratégica electoral—, la sucesión en el socialismo será enormemente complicada, al tener que efectuarse desde fuera del Gobierno y con la dificultad añadidda de dos vacíos: el de poder que dejaría Zapatero por su ejercicio personalista del liderazgo y el ideológico de la izquierda. La izquierda, al haber pasado de usar la clase social como referencia de representación al vago concepto de ciudadanía, tiene retos de construcción de coaliciones sociales y de desarrollo de ideas-fuerza electorales muy complicados.

(...)

Por el contrario, lo que el PSOE puede hacer antes de las elecciones no lo puede hacer el PP: utilizar la carta de la sucesión en el liderazgo para tomar la iniciativa y cambiar la dinámica competitiva, algo que la derecha sólo puede realizar en un improbable horizonte de desastre en las próximas elecciones municipales y autonómicas.

Dejemos una cosa clara: la sucesión tampoco es la pancea. No hay más que fijarse en lo sucedido en el Reino Unido cuando Blair le pasó el mando a Gordon Brown. Y, sin embargo, cabe pensar que las cosas en aquel país serían bien distintas si el Primer Ministro no se hubiera topado con la mayor crisis económica y financiera desde los años treinta. Tenemos, además, en nuestro país el precedente de la sucesión de Aznar en 2004 que, si bien no salió como se había previsto, cabe pensar que fue debido a la arrogancia de Aznar al conducir al país a la guerra de Irak pese a la masiva oposición de la amplia mayoría de ciudadanos y, después, por si eso fuera poco, la cabezonería demostrada tras los atentados de Madrid empeñándose en culpar a ETA, lo cual no pudo sino dejar en el aire la sospecha de que estaba intentando beneficiarse electoralmente del mayor atentado terrorista sufrido en nuestro país.

Para concluir, que aunque la cosa dista mucho de estar clara desde el punto de vista de los socialistas, sí que me parece importante considerar la cuestión que plantea Ávarez. En todo caso, de una u otra forma, lo que sí que urge es alcanzar la madurez suficiente como para que la sucesión en el liderazgo de nuestros principales partidos políticos se vea como un elemento más de la democracia representativa, y no como una crisis política en potencia. Ahí, por desgracia, todavía no hemos llegado después de más de treinta años de democracia. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 18 13:26:30 CET 2009]

No he querido escribir estos días atr´s sobre la odisea de Aminetu Haidar porque la historia no podía estar más de afirmaciones, contradicciones y desmentidos. La verdad, tampoco es que ahora haya quedado el tema del todo claro, pero al menos sí que sabemos que la activista saharui ha podido regresar a El Aaiún gracias a las gestiones de las autoridades españolas y francesas. Y esto es precisamente lo que me parece más interesante de todo el asunto. Los líderes del PP, como viene siendo habitual en ellos, se agarran a un clavo ardiendo, lanzan advertencias catastróficas sobre lo mal que está todo y culpan al Gobierno, de forma previsible, de lo primero que se ponga a tiro. Ahora que el problema, al parecer, se ha resuelto, ya verán como también aciertan a despotricar contra Zapatero y Moratinos pero, como de costumbre, con una crítica gruesa y zafia, usando la artillería pesada. Después se quejan nuestros políticos de la creciente atonía ciudadana, pero es que nos toman el pelo constantemente. Nos tratan como si fuéramos niños de parvulario incapaces de analizar temas supuestamente demasiado complejos para nuestra limitada inteligencia de meros ciudadanos. Y, sin embargo, hay que reconocer que se han cometido errores desde el Gobierno, y algunos han sido de peso. La pena es que ninguno de ellos saldrá a la luz en la crítica de reality show a la que les someterá la oposición. Digo esto porque, si al menos las críticas fueran sopesadas y serias podríamos aprender todos y corregir los mismos errores en el futuro. Así que, a falta de análisis constructivos desde las filas de la oposición, nos tendremos que conformar con el editorial de El País:

Marruecos ha deteriorado gravemente la credibilidad de su propuesta de autonomía para el Sáhara. Con el trato dispensado a Haidar, a quien ha aplicado un castigo brutal y sin proporción alguna con la acción inicial de la activista, además de adoptado sin intervención judicial y contraviniendo los derechos humanos, ha dejado patente que la represión sigue formando parte de los métodos para tratar a los saharuis. Y ha vuelto a situar la cuestión del Sáhara en la agenda inernacional, donde languidecía después de fracasar los intentos de solución llevados a cabo por algunos de los más comprometidos enviados internacionales, como James Baker.

(...)

Pero tampoco la diplomacia española, en particular el ministro Moratinos, sale indemne del trance. En la esfera internacional, España se ha visto forzada una vez más a involucrar a algunos de sus principales socios y aliados en la solución de un contencioso con Marruecos, mostrando su incapacidad para gestionar por sus propios medios y con solvencia la estabilidad de una región crucial como es el Magreb. Las dudas sobre el papel del Gobierno español en el origen de la crisis no hacen sino reforzar la creciente convicción internacional de que los asuntos entre España y Marruecos deben ser tratados como bilaterales, con lo que nuestro país corre el riesgo de ser progresivamente percibido, no como parte de la solución, sino del problema.

Es completamente cierto. Una vez más hemos tenido que echar mano de un aliado para que venga a sacarnos las castañas del fuego, y esto viene repitiéndose ya tan a menudo que se está convirtiendo en un problema fundamental de nuestra política exterior. Que no vengan ahora los dirigentes del PP a clamar al cielo y culpar a Zapatero. De la misma forma que ahora hemos necesitado la colaboración francesa para salir del atolladero, hace unos años fue Aznar quien tuvo que recurrir a la ayuda estadounidense tras la heroica acción de Perejil. Con unos y con otros, lo cierto es que no estamos demostrando la madurez que se nos exije para ocuparnos de nuestros propios asuntos. Por eso digo que éste parece estar convirtiéndose en uno de los puntos flacos de nuestra política exterior, independientemente del color político del Gobierno de turno. Más convendría planteárselo desde ese punto de vista, en lugar de aprovecharlo como arma arrojadiza en el Congreso de los Diputados. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 17 13:31:35 CET 2009]

Mucho me temo que en España tenemos unos liberales muy poco liberales. Según leo en Diario de Sevilla, la diputada del PP en el Congreso, Dolors Nadal, ha preguntado al Gobierno durante la sesión de control de ayer miércoles sobre su "actitud contemplativa ante la vulneración flagrante de la Constitución" que, según ella, suponen las consultas soberanistas que se están llevando a cabo en Cataluña. Veamos. Sobre la consulta como tal, cada uno puede pensar lo que quiera. Yo, desde luego, nunca me he caracterizado por ser un defensor acérrimo de la "identidad nacional", ya sea la catalana, la andaluza, española o de cualquier otro sitio. Además, estoy convencido de que la celebración de consultas de este tipo no hace sino empeorar las cosas, tensar el ambiente y, por consiguiente, reducir las posibilidades de que podamos construir un consenso sólido entre todos para convivir pacíficamente en una sociedad democrática. Ahora bien, dicho esto, no veo cómo la celebración de una consulta por parte de una plataforma ciudadana que no está haciendo uso de fondos públicos ni tampoco engaña a nadie (en el sentido de que no pretende que tal consulta sea vinculante) constituye una "flagrante vulneración de la Constitución". Casi parece que llevarle la contraria a la señora Nadal en asuntos como éste constituya ya, de por sí, una actitud anti-constitucional. Parece que algunos (y algunas) aún no han asumido que se les pueda llevar la contraria. Cierto, se trata de un asunto fundamental en cualquier comunidad política, pero ello no implica para nada que deba suponer una vulneración de la Constitución. ¿Pero no son los liberales quienes se llenan la boca defeniendo la autonomía de la sociedad civil frente al Estado? ¿O es que eso sólo se aplica cuando conviene? En fin, que me parece que tenemos una derecha sin duda conservadora y también nacionalista (nacionalista española, claro está, que todos los demás nacionalismos son malos), pero bien poco liberal. La tradición liberal en España, por desgracia, nunca arraigó. Hubo gente como Manuel Azaña, José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o Salvador de Madarigaga, pero eran pocos, nadie les prestaba atención y salieron todos escaldados de la experiencia republicana. Así nos va... {enlace a esta historia}

[Thu Dec 17 13:23:42 CET 2009]

Hacía tiempo ya que no publicaba aquí una de las viñetas de el Roto, pero no podía dejar pasar la que hoy vemos en El País:

{enlace a esta historia}

[Thu Dec 17 11:18:33 CET 2009]

El País publicaba ayer un interesante artículo de Víctor Gómez Pin sobre la iniciativa que se debate en el Parlamento catalán para abolir las corridas de toros. Y digo que me parece interesante, sobre todo, por su sensatez.

La abolición de las corridas de toros es ahora presentada como el corolario de un proyecto más general, que tendría marcado tono ecologista, apuntando a revitalizar el sentimiento de nuestra pertenencia a la naturaleza y la exigencia de proteger la biodiversidad. Tras estos argumentos abolicionistas es indudable que subyace un enorme problema filosófico y científico, en el que está en juego la concepción misma del hombre y de su lazo con las demás especies. Desde luego, una interpretación reduccionista del alto grado de homología genética que se da entre humanos y otros animales puede dar lugar a una revolución en el concepto que tenemos de comportamiento ético. Éste no pasaría ya por la exigencia de no instrumentalizar a los seres de razón, de tratar al hombre como un fin y nunca como un medio, sino por la empatía con todos los seres susceptibles de sufrimiento, en cualquier caso con aquellos dotados de sistema nervioso central.

Esta nueva ética tendría sin duda la dificultad de la coherencia, pues ¿cómo renunciar a la instrumentalización —empezando por esa forma mayor que es alimentarse de ellos— de seres dotados de sistema nervioso central, sin poner en entredicho las condiciones mismas de supervivencia de los seres humanos?

Una de las organizaciones que apoya la abolición con loable coherencia (pues, a diferencia de otras, se niega a hacer excepción de las fiestas consideradas oriundas de Cataluña, y que quedan prácticamente blindadas si prospera la presente iniciativa) dice es una resolución interna que "la tortura y los espctáculos crueles e inhumanos con los animales no pueden justificarse bajo la consigna de la tradición y la cultura". No puedo estar más de acuerdo.

Si la corrida de toros transgediera ciertos imperativos éticos universales e irrenunciables (cosa que sí hace el que practica la vivisección sin anestesia de mamíferos superiores, o simplemente maltrata a su perro, confinándole en espacios donde no puede realizar su naturaleza) sería simplemente obsceno pretender defenderla en base a argumentos de fidelidad a tradiciones. El problema reside precisamente en determinar si la tauromaquia infringe alguno de estos imperativos absolutos. Obviamente los taurinos lo niegan y hasta suelen manifestar su sorpresa de que puede considerárseles enemigos del pensamiento ecológico, o de carecer de sensibilidad para con los animales. Ecólogos, desde preservadores de medio ambiente en la baja Andalucía hasta responsables de los parques de la Camarga francesa; economistas, ganaderos o veterinarios, coinciden en que el mantenimiento de esos espacios que son las dehesas (parques auténticamente naturales, donde un animal criado por el hombre goza de condiciones para realizar su naturaleza específica, es decir, para actualizar todas las potencialidades para las cuales se halla genéticamente dotado) sería inviable si la fiesta de los toros. Y enfatizan el hecho de que para el toro la corrida no significa tanto sufrimiento como combate (de 15 minutos tras una vida enteramente libre de más de cuatro años), comabte que en absoluto rehúye, lo cual sería incomprensible si se busca la analogía con un ser torturado.

En fin, nunca he sido un aficionado a los toros y, en principio, el tema en sí ni me va ni me viene. Ni siquiera en los años en que estuve afiliado a Los Verdes me preocupó demasiado, la verdad. En todo caso, no creo que tenga mucho sentido abolir las corridas de toros sin mover un dedo para abolir otras prácticas igual de crueles (o más) hacia los animales que se practican con toda impunidad a lo largo y ancho de nuestro país. Aún peor me parece la hipocresía de proponer la abolición de las corridas por motivos de identidad nacional. ¿Es que a alguien se le ocurre prohibir los libros de Shakespeare en Cataluña porque no forma parte del "acerbo cultural de la nación catalana"? ¿Pero qué sinsentido es éste? ¿Tan lejos vamos a llegar con la estupidez identitaria?

Sencillamente, en asuntos como este prefiero adoptar la tradicional posición liberal y dejar que cada individuo decida por su cuenta lo que desea hacer. No veo, en principio, que la existencia de las corridas vaya en detrimento de los intereses de la sociedad en su conjunto. Y tampoco veo, además, un sólido consenso sobre el tema. Por tanto, permitamos que cada cual decida cómo actuar incluyendo, por supuesto, la libertad de lanzar campañas a favor o en contra de la práctica. Creo fundamental preservar ciertas áreas de autonomía individual, pues de lo contrario no hay democracia que valga. Esa sí que es una lección válida del liberalismo, y no el dogma del libre mercado que se extendió entre nosotros las dos últimas décadas, llegando incluso a hacer indistinguibles las propuestas de conservadores, liberales y socialistas, derecha e izquierda. Y no se me saque a colación, como suele hacerse, el ejemplo de los fumadores, por favor. Son dos casos completamente distintos. El que alguien decida acudir a una plaza de toros para presenciar una corrida no afecta a mi salud, ni tampoco a la de los trabajadores que desempeñan su labor en la plaza. Fumar, por otro lado, se me impone, quiera yo o no. Y no digamos ya en el caso de el desafortunado individuo que tenga que trabajar tras la barra de un bar. Dicho eso, si alguien desea fumar en un lugar donde no fuerce a los demás a respirar el humo, pues me parece miy bien. Está en su derecho. Usemos el cerebro un poco más y dejemos de lanzar eslóganes. {enlace a esta historia}

[Mon Dec 7 15:01:33 CET 2009]

A pesar de tener uno la que edad que tiene, se sigue sorprendiendo del descaro con el que algunos comentaristas y analistas que publican en los medios de comuicación de mayor tirada no se cortan un pelo a la hora de escribir ciertas cosas desde el subjetivismo partidista más evidente. Tomemos como ejemplo la columna titulada Agit prop, escrita por José María Marco y que publica el diario La Razón hoy mismo. Ahí van unas cuantas líneas para que vean cómo se las gasta el menda:

Según la interpretación corriente, España ha conocido, desde hace cuarenta años, un proceso acelerado de secularización. Esto no se ha traducido, sin embargo, en los signos y los gestos que pueblan la vida pública. Sólo el 15 por ciento de la población va a misa semanal (cifra muy considerable, por otra parte), pero los crucifijos siguen poblando algunas ceremonias oficiales y en el Ejército se practican actos religiosos católicos. Como es bien sabido, José Luis Rodríguez Zapatero y su Gobierno se han propuesto cambiar España de arriba abajo y lo están consiguiendo, sin mayoría absoluta en el Parlamento, por cierto. Así es como se ha creado una España desnacionalizada, se va a aprobar una Ley del Aborto que convierte a éste en un derecho, se ha cambiado el significado del matrimonio y se ha reintroducido la ideología en la vida cotidiana gracias a la llamada memoria histórica y a una educación igualitaria y politizada. Falta la cuestión religiosa, en la que el cálculo del Gobierno está claro. Se trata de adaptar la España oficial, que se ha quedado atrás, a la realidad que ha ido surgiendo en estos años, más secular y también —fenómeno más reciente— más diversa. Como la España oficial, según esta interpretación, no responde a la realidad, cambiarla, o acabar con ella, no es difícil y, sobre todo, sale gratis.

No me que da nada claro a qué "interpretación" se refiere, pues él mismo es el primero que reconoce la secularización de la sociedad y el hecho de que tan sólo un 15% de nuestros conciudadanos acuden semanalmente a misa (que a él le puede parecer a lo mejor un número altísimo, pero que se acerque por cualquier iglesia estadounidense un domingo por la mañana si quiere ver lo que de verdad significa tener implantación y apoyo social). Ya me gustaría a mí oír al señor Marco si el índice medio de participación en nuestras elecciones generales fuera del 15%. ¿Le parecería alto? ¿Pensaría tal vez que ello sería más que suficiente para considerarlo representativo de la población en su conjunto? Pero es que, por si todo esto fuera poco, pasa por alto que algunas de las medidas que él critica (como la del matrimonio de personas del mismo sexo, por ejemplo) cuenta con el apoyo masivo de los ciudadanos españoles. ¿O es que se trata, quizá, de los "malos españoles", lo "traidores a la Patria", la "anti-España"? Porque, al fin y al cabo, ésa es la sensación que tiene uno. Parece que el autor del artículo parte de una clara concepción esencialista de lo que deba ser España (y, por supuesto, el catolicismo figura como uno de los elementos centrales de esa identidad nacional) y de esa burra no hay quien le baje. La mayoría de españoles pueden pensar lo que les plazca, pero sólo hay una forma de ser españoles "auténticos", aunque no lo sepan. Y para eso están ahí el señor Marco y La Razón, para record´rselo a todos ellos, hombres de poca fe. No sé, pero a mí me recuerda a otros tiempos. La verdad es que da un poco de miedo que una parte considerable de la derecha española todavía se plantee las cosas de esta forma. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 3 19:37:14 CET 2009]

Navegando por ahí me encuentro con la noticia de que a partir de ahora, IU juzgará incompatible la militancia en su formación con la participación en el Gobierno del PSOE y lo primero que se me viene a la cabeza es que los propios partidos políticos son responsables de su descrédito en la calle. Sí, entiendo que un militante de IU que desempeñe un cargo político en el Gobierno de Zapatero puede estar cayendo en cierta contradicción (aunque ni siquiera eso lo tengo tan claro, pues depende del punto de vista de cada cual), pero no, no entiendo que la dirección de un partido político (y, seamos claros, tanto el PP como el PSOE se comportan de la misma forma) sea quien deba tomar este tipo de decisiones. Bien distinto sería si estuviéramos hablando de un alto cargo del partido, por supuesto. Pero no es así. Al parecer, el principal afectado es un simple militante de base. Y es que, me temo, todo esto no sea sino una rémora más de las muchas que nos dejó el franquismo, por la que la acción política se concibe de forma "disciplinada" y jerarquizada, al estilo más puramente militar. El militante de base, en realidad, no tiene derechos, sino que se limita a ejercer de tropa. La dirección señala hacia dónde hay que dirigir los disparos y el soldado raso no tiene más remedio que limitarse a cerrar el pico, apuntar y abrir fuego, a no ser que quieran que le abran un expediente disciplinario por no mostrar la necesaria "solidaridad" con la sacrosanta organización. Y, mientras tanto, pisoteamos las libertades individuales, por supuesto. Como decía, entiendo la posición en el caso de altos cargos, pero no en el de militantes de base. Me parece mucho más inteligente (por no decir transparente, democrático y tolerante) permitir que cada ciudadano tome las decisiones que crea conveniente en lo que respecta a su nivel de compromiso político. Si alguien piensa que debe involucrarse en el Gobierno de la nación y mantener al mismo tiempo la militancia en un partido de la oposición, ¿quién somos ninguno para expulsarle de nuestro partido? Allá cada cual con sus decisiones. No entiendo esta obsesión con la disciplina cuasi militar en nuestros partidos. Es más, me parece una tomadura de pelo al ciudadano y a la democracia. Estas decisiones pertenecen al ámbito individual o personal, y no a la organización. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 3 16:20:22 CET 2009]

Quien me conoce sabe que le tengo mucho respeto a Felipe González y a su gestión al frente del gobierno durante el periodo de mayor cambio social que ha experimentado este país en muchísimo tiempo. Sin embargo, ello no quita para que de cuando en cuando esté en desacuerdo con sus opiniones sobre tal o cual tema. En este caso, se trata de unos comentarios que hiciera Felipe González sobre la educación y el conocimiento de las nuevas tecnologías en el transcurso de una charla sobre el bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos:

El continente, dijo González, debe darle a sus jóvenes "el coraje y la potencia que tienen sus países desde el punto de vista material, y abrirle todas las posibilidades para afrontar el siglo", en un momento histórico —dijo— en el que por primera vez, en cuanto al conocimiento digital, son "los hijos los que educan a sus padres".

Se trata, es verdad, de una imagen muy repetida, ésta de las nuevas generaciones enseñando a sus padres cómo usar las nuevas tecnologías. Se repite mucho, por supuesto, porque resulta intrigante, simpática y hasta chocante. Pero no por ello (esto es, porque se repita hasta la saciedad) deja de adolecer de ciertos problemas. Me explico. En primer lugar, como con casi todo, debiéramos evitar las generalizaciones. Hay muchos jóvenes que no están tan familiarizados con las nuevas tecnologías como nos pudiera parecer, de la misma forma que también hay bastantes adultos que se desenvuelven perfectamente con ellas y las han integrado en su vida cotidiana sin mayor problema. Y digo esto porque el asumir estas generalizaciones puede llegar a ser peligroso, al enviar el mensaje a los chavales de que sin hacer ningún esfuerzo ya están amoldados a la nueva cultura digital, cuando no es así, ni mucho menos. Nadie lleva esto en los genes. Se tiene que aprender y, para ello, hay que esforzarse y ponerle empeño. Siempre me ha molestado el mensaje ese de que quienes han nacido en tal o cual país o región, quienes tienen tal o cual edad o pertenecen a ésta o aquella religión llevan algo "en la sangre". En la sangre no llevamos absolutamente nada, a no ser los glóbulos rojos y los glóbulos blancos que nos ayudan a transportar el oxígeno y otras sustancias o a defender nuestro organismo, pero nada más. El discurso ese de que un grupo determinado de la población lleva algo "en la sangre" se me antoja de lo más pre-ilustrado que podamos echarnos a la cara.

Pero, además, en segundo lugar, corremos el riego de hundir a quienes pertenecen a las generaciones anteriores en una especia de pasividad inducida por el pesimismo. Después de todo, les estamos repitiendo hasta la saciedad que, mientras que los chavales casi nacen conectados a un portátil por inyección intravenosa, ellos lo tienen bien crudo. Sencillamente, no es así. No es cierto. Como todo lo demás, dependerá del interés que ponga uno en aprender algo nuevo. Debemos abandonar de una vez por todas la actitud ésta tan fatalista según la cual no podemos hacer nada para cambiar las cosas. No es así. Sí que podemos cambiarlas, siempre y cuando asumamos que hay que esforzarse y trabajar inteligentemente hacia la consecución del objetivo que nos propongamos.

Finalmente, tampoco estoy de acuerdo con las palabras de Felipe González en este caso porque caen en un defecto muy típico de quien precisamente lo ignora casi todo sobre las nuevas tecnologías (me da la impresión de que González se incluye entre ellos, la verdad): confundir el estar "enganchado" a un artilugio tecnológico con saber usar las nuevas tecnologías. No es lo mismo. Son muchos los chavales que están constantemente pegados a la videoconsola, pero eso no quiere decir que sepan usar las nuevas tecnologías, ni mucho menos. Conocer las nuevas tecnologías no es saber apretar los botoncitos de colores, sino ser capaz de integrar los artilugios en nuestra propia vida para hacernos más productivos y eficientes, facilitarnos el acceso al conocimiento o la comunicación. Me da la impresión de que González se está quedando en le mera superficie, como por desgracia tantos otros comentaristas y analistas, por no hablar de quienes se encargan de elaborar nuestra política educativa. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 3 16:00:00 CET 2009]

Leo en El País que Zapatero anuncia una reforma laboral limitada sin entrar en el abaratamiento del coste del despido y me alegro de ello. La actitud que se había adoptado ante este tema últimamente era la de cerrarse en banda a discutir siquiera la reforma laboral, cuando no hay más que echar un vistazo a las estadísticas para darse cuenta de que algo falla en nuestro mercado laboral. No me refiero solamente a las altas cifras de desempleo, sino también a la altísima tasa de temporalidad y el problema que supone el desempleo juvenil cuando comparamos nuestra situación con la de otros países de nuestro entorno. Cierto, el mero abaratamiento del coste del despido (que es, no nos engañemos, lo que de verdad están pidiendo los empresarios por boca de la CEOE) no haría sino precarizar aú más nuestra mano de obra, con las consecuencias fácilmente previsibles sobre la cualificación de nuestros trabajadores (¿para qué invertir en la propia formación si no hay forma de conseguir un puesto de trabajo o el que se consigue es de naturaleza temporal y paga mal?) y la productividad nacional. En este sentido, estoy de acuerdo con quienes critican a la CEOE de defender únicamente el interés a corto plazo de los empresarios, pecando de una miopía excesiva que no conduciría a nuestra sociedad sino al fracaso más estrepitoso. Y, sin embargo, como decíamos, merece la pena plantearse qué falla en un mercado laboral que sufre una tasa de temporalidad de casi un tercio de su mano de obra, entre otras cosas. Nunca está de más dialogar con los distintos agentes sociales sobre estos problemas para ver si es posible llegar a un acuerdo sobre su resolución. No voy a entrar aquí en recetas de ningún tipo porque un problema tan crónico como este merece, cuando menos, dedicarle un tiempo de estudio y reflexión antes de entrar a tratarlo con cierta seriedad, pero bienvenida sea la nueva actitud del Presidente del Gobierno respecto a este tema. {enlace a esta historia}