[Tue Sep 30 17:36:57 CEST 2008]

Echándole un vistazo a números atrasados de Babelia me encuentro con un artículo de Javier Maderuelo sobre la construcción cultural del paisaje que me parece magnífico:

Tal vez por una deformación heredada del sentimentalismo romántico se encuentra hoy muy extendida la idea de identificar paisaje con naturaleza, sin embargo, es necesario empezar por aclarar que paisaje no es sinónimo de naturaleza, que se trata de un concepto cultural. Disfrutamos con la estancia en determinados lugares y con la contemplación de sus vistas porque hemos adquirido la capacidad de interpretarlos como paisajes, distinguiendo y valorando ciertas características de coherencia interna que tienen relación con las formas del territorio, la variedad de la vegetación, la presencia de agua o los matices que ofrece la luz en determinado momento del día o estación del año. Cuando miramos el campo con ojos estéticos y contemplamos escenarios que provocan emociones estsamos ante un paisaje, es decir, las cualidades paisajísticas de un territorio dependen de las emociones que sean capaces de despertar en el sujeto que las contempla. El paisaje no es, por tanto, un hecho objetivo.

No sólo tenemos que deshacernos del sentimentalismo romántico para entender este concepto del paisaje de que habla Maderuelo, sino que hoy día tenemos que cotender además con la moda ecologista que nos invade —cuidado, porque no critico aquí el ecologismo bien entendido, ni mucho menos el mero respeto por el entorno, sino el dogmatismo cuasi-religioso que parece invadir a demasiada gente, el misticismo de lo verde o, dependiendo del punto de vista de cada cual, la moda de lo natural y orgánico. En definitiva, que aunque cueste trabajo entenderlo en una época tan centrada en lo verde como ésta, lo cierto es que el paisaje es algo artificial, cultural. O, en palabras de Maderuelo:

Cuando en cualquier lugar de Europa salimos al campo, ante nuestros ojos se ofrecen unos panoramas que nada tienen que ver con lo generado de forma espontánea por la naturaleza. Todo lo qu vemos ha sido antropizado, ha sido transformado por el hombre, en mayor o menor medida, o ha sufrido las consecuencias de esas acciones. Lo que nos sobrecoge de los páramos castellanos, de las dehesas extremeñas, de las suaves laderas olivareras andaluzas o del bosque mediterráneo es precisamente lo que cada uno de esos lugares tiene de antrópico, de construido trabajosamente por decenas de generaciones de esforzados campesinos.

Se trata, sin duda, de un bello artículo que merece la pena leer. Me recuerda a mi época más académica, en la que incluso consideré la posibilidad de hacer un estudio más o menos profundo —una genealogía al estilo nietzscheano— del concepto de naturaleza en la civilización occidental durante los últimos dos o tres siglos. Se me ocurrió esta idea poco después de abandonar el partido de Los Verdes, donde había tenido ocasión de conocer de primera mano los excesos a los que puede conducir el misticismo naturalista. Aquello, como tantas otras cosas, se quedó en un proyecto abortado antes incluso de llegar a ser un esbozo en el papel, pero se inspiraba en la misma idea que el artículo de Maderuelo: nuestra idea de naturaleza es mucho más cultural (y, por tanto, artificial, humana) de lo que a menudo creemos. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 29 15:56:13 CEST 2008]

Hoy nos hemos enterado de que la extrema derecha ha subido como la espuma en las elecciones austriacas y, como era de esperar, no faltan quienes ya han comenzado a rasgarse las vestiduras. A mi me parece, en cambio, mucho más importante entrar a analizar de dónde procede el voto que se ha marchado hacia los partidos populistas de la extrema derecha, pues solamente de esa forma podemos llegar a una conclusió;n productiva que nos ayude a parar los pies a movimientos autoritarios en suelo europeo. En este sentido, merece la pena destacar cómo, al igual que en el caso de Le Pen en Francia, la extrema derecha recoge votos tanto entre las clases medias como entre los trabajadores que ven peligrar su futuro y la juventud desencatada por "el sistema". Nótese que no se trata de un simple trasvase de votos de la derecha moderada a la derecha dura, como les gusta interpretar a algunos, sino que tanto socialdemócratas como democristianos han perdido votos, al igual que los verdes. En otras palabras, cometeríamos un tremendo error si pensáramos que el voto que apoya a estos partidos es siempre de derecha reaccionaria o dura, o siquiera puramente fascista. Al contrario, la derecha populista de tipos como Le Pen o Haider, entre otros, no pesca votos solamente entre los nostálgicos de Hitler o el régimen de Vichy, sino que se han puesto al día, se han modernizado incluso más que los partidos de corte tradicional, lo cual me parece aún más preocupante, dado el inmovilismo de que se suele hacer gala desde los partidos liberal, conservadores y socialdemócratas —no entremos a considerar siquiera a los comunistas, que más que al inmovilismo parecen haberse entregado a la mera recreación del pasado y a una especie de religión secular en torno al Che y otros mitos similares. No hay más que darse cuenta que es precisamente en aquellos países en los que el sistema político parece haber entrado en una parálisis permanente como consecuencia del bloqueo llevado a cabo por los partidos hegemónicos (Francia, donde ni socialistas ni liberal-conservadores ofrecían nada más que distintas variantes de la misma corrupción y estatismo hasta que aparecieran Sarkozy y el Movimiento Demócrata de François Bayrou; Austria, donde socialdemócratas y democristianos han reducido sus diferencias tanto que se coaligan sin problemas, eliminando casi la posibilidad de alternancia democrática en el sistema; Holanda, donde el caos generado por lo que quizá pudiera considerarse un excesivo pluralismo de partidos ha terminado por consolidad, al igual que en otros lugares, una especie de coalición cuasi-permanente de partidos que lo dominan todo, etc.) para concluir que la mejor forma de contrarrestar el crecimiento electoral de estos grupos no es sino proceder a la reforma seria y en profundidad de nuestro sistema político y electoral. El populismo de derechas (como, por otra parte, el de izquierdas, si es que los comunistas tuvieran al menos dos dedos de frente y miraran menos al pasado) no tiene más que lanzar los dardos contra la partitocracia, la casta de los políticos, la corrupción y, de cuando en cuando, aprovecharse de la preocupación ciudadana en torno a ciertos temas que resurgen periódicamente en los titulares de prensa para subir como la espuma en las votaciones. Ahí es donde tenemos que luchar contra ellos. Si no somos nosotros (quienes nos identificamos con los partidos moderados y democráticos) los que propugnamos reformas profundas del sistema, serán estos peligrosos populistas los que se hagan con las banderas de la regeneración, y eso sería sumamente peligroso. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 29 13:40:25 CEST 2008]

Me ha gustado mucho el artículo de Aurelio Arteta, titulado Constitucional o inconstitucional: ¿eso es todo? que publica hoy el diario El País, y en el que hace una firme revindicación del Derecho como algo que va más allá del mero respeto a las normas establecidas:

¿No sería oportuno discutir la conveniencia de una práctica habitual, y un tanto cansina, en nuestra escena pública? Se trata de la constante referencia al acuerdo o desacuerdo con la Constitución de cualquier propuesta política de cierto alcance como si fuera el argumento con el que sentenciar lo admisible o rechazable de tal propuesta. La inician los políticos y la refrendan después (que me perdonen algunos queridos colegas) unos cuantos profesores de Derecho Constitucional. O viceversa, lo mismo da. Favorables y contrarios tienden a plantear el debate sobre política lingüística, reformas estatutarias, financiación autonómica y otras cuestiones cruciales del momento... en términos de constitucionalidad o inconstitucionalidad, y pare usted de contar. Acertada o tramposa, me temo que esa invocación —tal como suele hacerse— maleduca a los ciudadanos.

Y es que la constitucionalidad no debe ser nuestro único recurso a la hora de emitir un juicio político lo bastante meditado. Si fuera el único, se vendría a confesar el vacío de otras razones que avalaran la opción preferida y que ésta carece de más sustento que el puro mandato de la ley. Pero es que tampoco debería ser el principal y, en cierto sentido, ni siquiera el último argumento al que acudir para zanjar las disputas públicas. Eso sería tanto como mantener que las demás razones (en última instancia, morales) tan sólo valen si las respalda la sanción legla y pierden su fuerza en cuanto dejan asomar alguna discrepancia con el derecho. Y si esas razones son secundarias y hasta sobran cuando aparece la jurídica, ésta sería entonces la máxima y autosuficiente. En definitiva, es un argumento que disuade de indagar otros argumentos.

Obviamente, Arteta escribe estas palabras fundamentalmente a cuenta del llamado Plan Ibarretxe y su disparatada propuesta de convocar un referéndum para decidir sobre la autodeterminación en el País Vasco. Arteta no se muestra a favor del plan, evidentemente, pero deja bien claro que se opone por motivos mucho más importantes que la mera constitucionalidad o no del proyecto: su naturaleza antidemocrática al afirmar unilateralmente la existencia de una soberanía nacional vasca que incluye un "derecho a decidir", así como la defensa de unos derechos colectivos asociados a un pueblo étnico; el hecho de que fomentan en enfrentamiento civil dentro de la comunidad; las circunstancias de terror en las que se celebraría tal referéndum, que evidentemente favorecería únicamente a una de las partes enfrentadas en el conflicto, etc. En definitiva, que lo que cuestiona Arteta no es tanto la propuesta de celebrar la consulta como tal como la beatificación de la Constitución en que parecemos haber caído el resto. En este sentido, la crítica me parece muy acertada. La Constitución ha de respetarse, obviamente, pero tampoco hay que rasgarse las vestiduras porque se propongan soluciones que la contravengan. Discutamos las propuestas primero y usemos argumentos de peso para mostrar nuestro apoyo u oposición a ellas. Después, si entre todos acordamos que a lo mejor es necesario hacerle ajustes a la Constitución para llevar a cabo la solución que nos ha parecido la más correcta, pues hagámoslo. Tampoco es el fin del mundo. La Constitución no es un documento de inspiración divina e inalterable. No es, ni más ni menos, que el documento que nos damos a nosotros mismos como comunidad política para establecer los principios que dirigirán nuestra vida en común y, por consiguiente, algo que puede (y debe) cambiar conforme cambiar las circunstancias. No hay porqué alterarse ni llevarse las manos a la cabeza. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 29 13:22:17 CEST 2008]

A vueltas con los problemas del bipartidismo imperfecto del que tanto hablan nuestros politólogos. Me encuentro una noticia publicada por la edición sevillana de ABC en el que se nos refieren los problemas de infraestructuras de transporte que aquejan a la comarca sevillana del Aljarafe. Como bien se afirma en el titular, la comarca acoge 9 centros comerciales y dos polígonos (casi el 23% de la equipación comercial de toda la provincia), mientras que sigue con los mismos accesos que tenía en 1992. Mi esposa tiene que llevar a los niños todos los días a un colegio de la zona y puede atestiguar que el obvio déficit de infraestructuras deriva en un caos circulatorio diario —algo, por cierto, a lo que ella no está acostumbrada a ver en ciudades norteamericanas de un tamaño similar al de Sevilla, donde verdaderamente no hay excusa para que se den estos problemas, salvo la falta de planificación de las administraciones públicas. Y precisamente por eso saco el tema a colación aquí. Cualquiera que se dé un paseo por los pueblos del Aljarafe tendrá ocasión de ver algún que otro panel de anuncios mostrando eslóganes que critican a la Junta de Andalucía —o, sin más, a los socialistas— de la situación, muy en la buena tradición del bipartidismo que tanto he criticado en estas páginas cada vez que surge la oportunidad. Ahora bien, lo que nadie parece observar es el hecho incuestionable de que la comarca aún cuenta con las mismas infraestructuras viarias que ya tuviera en 1992 y, desde entonces, al menos que yo sepa, también ha habido gobiernos del PP en la nación. Dicho sea esto, por supuesto, sin ánimo de negar que el gobierno autonómico es precisamente quien tiene la obligación de promover este tipo de obras. Sin embargo, no me parece casual para nada el hecho de que la fecha mencionada popr el propio diario conservador sea la de 1992. De todos es sabido que, durante los años de gobierno del PP en Madrid, a Andalucía no se le daba ni agua, así que tiene bien poco de extraño que se le negaran también los fondos para mejorar las infraestructuras del Aljarafe que, por cierto, se han retomado recientemente con la llegada de Zapatero a La Moncloa.

¿A dónde quiero llegar con todo esto? Sencillamente, al hecho fehaciente de que tanto PP como PSOE, una vez más, tienen una responsabilidad directa en los problemas que afectan a los ciudadanos y a lo mejor, en lugar de lanzarse dardos envenenados unos a otros, harían mejor en sentarse a dialogar y tratar de solucionar estos problemas. Después de todo, de bien poco valdría que ahora se lanzara un proyecto si dentro de poco el gobierno a cualquiera de los niveles (esto es, municipal, autonómico o nacional) cambia de manos y se hace labor de zapa. En fin, que hace falta más voluntad para aceptar las responsabilidades propias con madurez y menos propensión a culpar al contrario de todo. Seguramente ganaríamos todos si se diera un cambio de este tipo. Es más, a lo mejor incluso conseguimos que los ciudadanos recobren un cierto respeto por la política y los políticos, aunque sólo sea parcial. Falta hace, desde luego. {enlace a esta historia}

[Sat Sep 27 14:22:27 CEST 2008]

El Cultural publica esta semana una reseña de Los dos mensajes del Islam, de Antonio Elorza, en la que se reflexiona sobre la ambivalente actitud de algunos fundamentalistas hacia la tecnología occidental:

Lo que Antonio Elorza —siguiendo a otros autores— no salva del calificativo de esquizoide es el hecho de que muchos musulmanes cultos concilien todo esto con la aceptación y el máximo uso posible de la tecnología más avanzada, de origen occidental. Para eso, no basta comprender el Islam, sino, además, no plantearse siquiera la posibilidad de que el desarrollo tecnológico occidental tenga que ver con la inexistencia de varias de las trabas fundamentales que impone el credo islámico. Al revés: aceptado el contrasentido sin preguntarse sobre él, un musulmán fiel a sus creencias puede llegar incluso a concluir —fácilmente también— que son justamente ellos los llamados a reconducir esa tecnología por el camino del bien, que no es sino el propio Islam. El islamismo radical no sería sino la consumación de esa mezcla, llevada al extremo. Extremo del que forma parte la aceptación del martirio. Pero un martirio que remite al cabo a aquella dualidad del monoteísmo originario, que, en el Islam, se presenta como la más cruda disyuntiva entre Venganza y Reconciliación, según Elorza.

Los comentarios de Elorza acerca de la visión fundamentalista del Islam como verdad revelada que viene a liberar al ser humano de su supedtiación a la tecnología me recuerda las diversas conversaciones que he tenido con musulmanes cultos sobre el tema en las que, una y otra vez, invariablemente, surgía el nombre de Heidegger como referencia, especialmente en su vertiente más anti-tecnológica. Tiene razón Elorza. Son muchos los musulmanes cultos que ven la tecnología occidental como un Moloch descontrolado, máximo ejemplo de la entronización del conocimiento científico y técnico sin consideración alguna hacia los valores morales y religiosos sobre los que, entienden ellos, ha de sustentarse una vida auténticamente humana. No debiera sorprendernos, entonces, el hecho de que el Islam se haya extendido entre ciertos sectores progresistas de nuestra sociedad con una fuerte veta ecologista o naturista, donde hasta goza de buena imagen. Sin embargo, como bien dice José Andrés Gallego, el autor de la reseña en cuestión, lo que aún faltaría por cuestionar es la posibilidad de un conocimiento científico y técnico sin los otros aspectos concomitantes que han venido caracterizando a la cultura occidental durante los últimos siglos (cuando menos, desde el Renacimiento, pero con más razón incluso desde la Ilustración). No son pocos los musulmanes que nos recuerdan las viejas glorias de la ciencia islámica allá durante los siglos XI-XIV, pero lo hacen sin pararse a pensar en las posibles causas de la sequía creativa que han vivido desde entonces. Prácticamente todas las civilizaciones tienen sus viejas glorias, pero la situación presente es otra cosa bien distinta y los musulmanes cultos a los que nos referíamos no parecen haberse detenido a reflexionar seriamente sobre las causas de este declive cultural. {enlace a esta historia}

[Fri Sep 26 11:59:00 CEST 2008]

La verdad es que da pena leer a tantos expertos en temas económicos y financieros decir "Diego" donde antes dijeron "digo". Ahora resulta que, quienes hasta hace bien poco estuvieron cantando loas a la desrregulación y el libre mercado como juez último de todo, escriben artículos a favor de poner cotos al campo. Por ejemplo, Jeffrey Garten escribe en Financial Times a favor del establecimiento de una autoridad monetaria global:

The current global institutional apparatus is woefully incapable of overseeing the financial system that is evolving. The International Monetary Fund is irrelevant to this crisis, the Group of Seven leading industrial countries lacks legitimacy in a world where China, Brazil and others are big players, and the Bank for International Settlement has no operational role. The US Federal Reserve is too besieged to act as a global central bank.

The vacuum at the centre is dangerous for everyone. The US's dependence on massive inflows of foreign capital, roughly $3bn (€2bn, £1.6bn) a day, will surely increase now as Uncle Sam acquires $1,000bn in new obligations from current bail-outs. For years to come, Wall Street and Washington will be unable to manage without strong co-operation from other markets.

(...)

All of these considerations point to the eventual need for a new Global Monetary Authority. It would set the tone for capital markets in a way that would not be viscerally opposed to a strong public oversight function with rules for intervention, and would return to capital formation the goal of economic growth and development rather than trading for its own sake.

O, lo que es lo mismo, que quienes criticaron la excesiva alegría financiera de las últimas décadas en nombre de los sólidos valores de antaño (inversión productiva y trabajo constante frente a especulación) llevaban razón, por más que durante todo este tiempo se les haya llamado de todo, desde carcas hasta socialistoides. Ahora resulta que quienes propusieron la creación de instituciones internacionales que pudieran poner ciertas cortapisas a la pura especulación financiera tenían razón. No estaría de más oír a alguno de estos comentaristas reconocerlo públicamente, porque ahora resulta que hasta Thomas Friedman, gran pope de la globalización entendida como internacionalización de los mercados financieros sin cortapisa alguna, está redescubriendo los beneficios del intervencionismo público sin reconocer error alguno. Vamos, que todos estos tipos parecen seguir escribiendo con la misma continuidad de siempre. Antes decían blanco, ahora dicen negro, y lo hacen con la mayor naturalidad del mundo, como si no hubiera cambiado nada y su discurso siguiera siendo el mismo. Si antes le explicaban a la masa ignorante lo bueno que era desregular, ahora le explican a la misma masa ignorante lo bueno que es intervenir, y aquí no ha pasado nada. Eso sí, lo que de verdad me da miedo es la posibilidad de que tanto analista y comentarista de pacotilla contribuya a llevar las cosas demasiado lejos en el otro extremo, y de promover la ley de la jungla pasemos sin solución de continuidad a un estatismo excesivo, ahora que parece que el liberalismo anda de capa caída. Me parece un tremendo error, pero me temo que la naturaleza humana es así. Ahora toca que el péndulo se desplace en la otra dirección. ¡Jesús, qué cruz! {enlace a esta historia}

[Wed Sep 24 14:10:45 CEST 2008]

El País publica hoy un artículo de Fernando Vallespín titulado El final de una ilusión que me parece interesante no tanto por la premisa (la idea de que la crisis financiera que todavía estamos viviendo ha dado portazo a las esperanzas de una sociedad auténticamente global basada en una democracia planetaria y cierto espíritu cosmopolita), sino más bien por lo que tiene que decir con respecto a Europa:

Queremos más Estado, pero con poca política transformadora, Estado cobardes y ensimismados. Hoy en Europa domina el catenaccio, jugamos a la política escondiendo el balón, defendiendo el área apelotonados atrás. Hemos renunciado a lo que desde siempre ha sido nuestro signo de identidad y estaba en la pizarra de nuestra estrategia: el juego al ataque, el asumir los riesgos de quien está dispuesto a realizar los valores en los que cree. Como en toda biografía personal, en política tampoco se consigue nada sin el coraje de asumir desafíos; sin contraataques certeros, sin una voluntad clara de salir a ganar. A esto podemos llamarlo el impulso hacia el progreso, aunque aquí quizá encaje mejor el término menos épico de la "ambición". La política pasiva y sin ambiciones, guiada por la añoranza de las certidumbres perdidas, es el peor remedio para salir de donde estamos. Improvisamos al arrastre de los acontecimientos, sin anticipación alguna. Tal como somos, Estados zombies.

Como acaba de demostrar la crisis, quienes formamos parte de eso que llamamos Europa somos radicalmente heterónomos, carecemos de autonomía para imponernos sobre un enemigo sin rostro al que eufemísticamente calificamos como "fuerzas del mercado", "imperativos sistémicos". ¡Pobre Europa!, ha vendido su alma de potencial superpotencia política para gozar de la placidez del minifundismo estatalista. Y cuando la sacuden, reza para que la Reserva Federal tome las decisiones adecuadas o los rusos no nos corten el grifo del gas. Si la lección que extraeremos de esta crisis sólo se conjuga en clave defensiva y en el "sálvese quien pueda", habremos labrado nuestra ruina. La mejor salida de la preocupación por un nuevo mundo global huérfano de capacidad de acción política pasa por recuperar un cierto optimismo ilustrado en la capacidad de la humanidad para reinventarse a sí misma y afrontar de una vez los nuevos desafíos de la era global.

Firmo sin problemas la última frase. Europa sólo puede triunfar si defiende con tenacidad y constancia lo que a fin de cuentas ha sido su seña de identidad desde el principio: el proyecto ilustrado. Debemos dejarnos de cuentos chinos, amorís postmodernos con el todo vale y las ensoñaciones multiculturales, retomando en su lugar el humanismo ilustrado, el ideal universalista. No hay razón alguna para pensar que esto no sea posible sin caer en los excesos imperialistas o totalitarios del pasado. Precisamente en eso consiste el estudio de la Historia, en aprender de nuestros propios errores. Pero no caigamos en el error aún mayor de echarlo todo por la borda simplemente porque hubo en su momento quienes llevaron las cosas a su extremo. El proyecto ilustrado europeo, sobre todo el de inspiración claramente humanista, es parte intrínseca de nuestra identidad y representa, al menos de momento, el único proyecto emancipador que ha demostrado ser capaz de alcanzar resultados materiales concretos para la Humanidad. Todo lo demás, hasta que se demuestre lo contrario, no han sido sino peligrosas aventuras. No hay por qué tener temor a afirmar lo occidental, sin que por ello hayamos de promover actitudes arrogantes e irrespetuosas hacia otras culturas tampoco. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 24 10:32:08 CEST 2008]

Leemos hoy en la prensa que el presidente Bush ha hecho un llamamiento a fortalecer las Naciones Unidas. ¡A buenas horas, mangas verdes! O, como diría un castizo: este hombre tiene un morro que se lo pisa. Después de haber afirmado sin contemplaciones la irrelevancia de la ONU cuando le convenía —es decir, cuando el Consejo de Seguridad se negó a seguir sus órdenes— y después de asistir impasible a las declaraciones de numerosos miembros de su partido en favor de la salida de los EEUU de la organización sin decir esta boca es mía, ahora resulta que Bush, a punto de abandonar la Casa Blanca, descubre que la ONU y otras instituciones multilaterales son hoy "más necesarias y de modo más urgente que nunca, y debemos fortalecerlas". También podría haberse dado cuenta hace ocho años y haber llevado a cabo las políticas necesarias para hacerlo posible, se nos ocurre a quienes asistimos sorprendidos al espectáculo. Después de todo, no negará que en los preludios de la invasión de Irak fueron varios los representantes de la "vieja Europa" que le advirtieron de la importancia del multilateralismo como única solución posible a los problemas que tenemos planteados. Claro que en aquel entonces la prioridad era lanzar la cruzada mundial contra el anti-americanismo y desoír a quienes trataban de mantener un poco de sensatez en medio del ensordecedor griterío neocon. Bush habla ahora de reformar la ONU para hacerla más operativa. Necesario es, sin lugar a dudas, pero no lo era menos hace ocho años, aunque él, dominado por la arrogancia patriotera que en ocasiones se adueña de algún que otro político estadounidense (sobre los de tendencia conservadora, todo hay que decirlo), no estuviera dispuesto a oír razones. En definitiva, que en este aspecto, como en muchos otros, la presidencia de George W. Bush pasará a la Historia no sólo como un tremendo error que no hizo sino emperorar las cosas, sino también como la pérdida de ocho años que podrían haber servido para construir las bases sólidas sobre las que edificar el mundo globalizado y multipolar que se nos echa encima. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 24 08:57:27 CEST 2008]

La viñeta de Peridis que publica hoy El País viene a ilustrar bastante bien los chanchullos que se traen entre manos los partidos políticos con respecto a la renovación del Consejo General del Poder Judicial sobre la que escribíamos hace ya unos días.

El poder judicial como guiñol de los grandes partidos. ¡Menuda opereta! {enlace a esta historia}

[Tue Sep 23 17:14:40 CEST 2008]

Leemos hoy en El Mundo que el PP está unificando criterios para actuar contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Se trata, me temo, de uno de esos temas donde más se deja entrever la penosa situación a la que nos vemos abocados como consecuencia de los excesos retóricos del bipartidismo rampante. En este caso, la reivindicación de los populares de que se consensúe "un contenido estrictamente educativo basado en el conocimiento" me parece de lo más lógico y razonable. Pero, de la misma manera, me parece también lógico y razonable la posición que mantienen los socialistas (frente a los populares) en lo que respecta a la Ley de la Memoria Histórica y la recuperación de la dignidad (y los cuerpos) de quienes fueron perseguidos durante la posguerra. En otras palabras, que me parece que tanto los socialistas en aquél otro tema como los populares en este otro están manteniendo posiciones razonables, a pesar de las críticas del contrario y los intentos de unos y otros por sacar el debate de madre y tensar las relaciones. Una vez más he de repetir que echo de menos la influencia moderadora que pueda tener un partido de centro en nuestro sistema político —por no hablar de las consecuencias que pudiera tener sobre la perniciosa influencia de los partidos nacionalistas en las mayorías de gobierno.

Eso sí, tengo que hacer un par de observaciones después de leer el citado artículo. En primer lugar, los populares defienden que el contenido de la asignatura se limite al conocimiento de la Constitución española, cuando yo preferiría verla dotada de un mayor contenido cívico sin necesidad de entrar en aquellos temas que son obviamente polémicos y donde se dan legítimas diferencias de opinión (matrimonios del mismo sexo, aborto, etc.). Por la misma razón, tampoco estoy de acuerdo con la crítica que se hace desde el PP a lo que ellos denominan "conciencia moral cívica", y que parecen equiparar a una educación doctrinaria o abiertamente ideologizada. Nada más lejos de ello, pienso yo. La conciencia moral cívica es estrictamente necesaria para el correcto funcionamiento de cualquier sociedad, por no hablar de un sistema democrático. Supongo que nos referimos a cosas distintas cuando usamos esos mismos términos. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 23 15:30:16 CEST 2008]

Público incluye hoy una breve noticia sobre unas recientes declaraciones de Rosa Díez en las que explica su abandono del PSOE debido a manifiestas diferencias ideológicas con respecto a la política anti-terrorista y, entre otras cosas, afirma también que sus ambiciones estaban ya más que colmadas en el Partido Socialista. Sin embargo, la razón por la que menciono esto aquí no tiene nada que ver con las ambiciones personales de Rosa Díez ni el análisis que podamos hacer de su carrera política, sino más bien debido a sus declaraciones con respecto al PNV:

Díez ha asegurado que el lehendakari Ibarretxe "todavía no se ha enterado de que no puede tener los mismos fines que una organización terrorista, no se ha enterado de que ETA es enemigo de la democracia y de que hace política matando".

La diputada de UPyD ha apuntado que "el problema que tiene este lehendakari y el Partido Nacionalista Vasco es que siguen diciendo que comparten los fines y cuando alcanzar determinados fines requiere de la eliminación del adversario político, son los fines los que son ilegítimos", apuntó.

No estoy de acuerdo con Díez. Vaya por delante que no siento simpatía alguna por el nacionalismo de ningún tipo, y menos aún popr el vasco, que ha demostrado fehacientemente estar caracterizado por la brutalidad, el sectarismo y la cerrazón. Sin embargo, no me parece que la señora Díez esté demostrando la conciencia democrática necesaria cuando afirma que el PNV no debería tener los mismos fines que ETA. Cualquier partido político puede enarbolar sin problemas la bandera del independentismo, siempre y cuando lo haga de forma tolerante y democrática, respetando las reglas y ajustándose al Estado de Derecho. Otra cosa bien distinta es, obviamente, que el resto de ciudadanos estemos o no de acuerdo con esos planteamientos. Pero la existencia de ETA no ha de ser obstáculo alguno para que quien quiera defender la independencia del País Vasco mediante la palabra y el voto pueda hacerlo tantas veces como lo desee. Es más, se me oculta por completo cómo podemos usar desde el bando de los demócatas el argumento de que los etarras deben abandonar las armas y aceptar las reglas del juego democrático si, al mismo tiempo, también afirmamos bien a las claras que tienen vetada de entrada la defensa de determinadas posturas políticas que no nos gustan. Dicho sea todo esto, como mencionaba más arriba, dejando al mismo tiempo bien claro que no comparto los fines de ETA ni del PNV, pero que la expresión de los mismos en democracia ha de ser plenamente libre o, de lo contrario, no estaremos hablando de democracia.

Éste es, precisamente, el punto principal que me mantiene a raya con respecto a UPyD, la verdad sea dicha. Me atrae su intento de servir de bisagra entre los dos grandes partidos, como también me atrae su interés por fomentar un auténtico debate de ideas. Sin embargo, me asusta la excesiva atención que prestan al tema del terrorismo y los nacionalismos, hasta el punto de caer en un discurso casi monotemático en demasiadas ocasiones. En este sentido, estoy en completo desacuerdo con las declaraciones que ha hecho Díez —recogidas también en la misma noticia— identificando al centro con "la nada" y afirmando que su partido es "progresista". Por el contrario, creo necesario que surja en España un partido fuerte de centro que logre no sólo servir de bisagra para facilitar la alternancia en el poder, sino también para moderar el tono general del debate político y hacerlo algo más constructivo.

Por cierto, que también merece la pena leer los comentarios que se gasta el personal lector con respecto a la noticia de Rosa Díez. Echa uno en falta el argumento razonado y cierta elocuencia en la expresió;n, al tiempo que sobra claramente el lenguaje grosero y el insulto fácil. Hace ya tiempo que perdimos la decencia y el civismo, y eso va a llevar tiempo recuperarlo. también merece la pena leer los comentarios que se gasta el personal lector con respecto a la noticia de Rosa Díez. Echa uno en falta el argumento razonado y cierta elocuencia en la expresió;n, al tiempo que sobra claramente el lenguaje grosero y el insulto fácil. Hace ya tiempo que perdimos la decencia y el civismo, y eso va a llevar tiempo recuperarlo. también merece la pena leer los comentarios que se gasta el personal lector con respecto a la noticia de Rosa Díez. Echa uno en falta el argumento razonado y cierta elocuencia en la expresió;n, al tiempo que sobra claramente el lenguaje grosero y el insulto fácil. Hace ya tiempo que perdimos la decencia y el civismo, y eso va a llevar tiempo recuperarlo. también merece la pena leer los comentarios que se gasta el personal lector con respecto a la noticia de Rosa Díez. Echa uno en falta el argumento razonado y cierta elocuencia en la expresió;n, al tiempo que sobra claramente el lenguaje grosero y el insulto fácil. Hace ya tiempo que perdimos la decencia y el civismo, y eso va a llevar tiempo recuperarlo. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 23 12:56:38 CEST 2008]

Acabo de leer que un estudiante ha irrumpido a tiros en un instituto de Finlandia y no puedo evitar preguntarme cuántas veces habremos oído noticias similares referidas a los EEUU acompañadas de los consabidos comentarios sobre los devastadores efectos del racismo y la desigualdad en una sociedad como la estadounidense. Ahora resulta que también se están dando estos casos en países como Francia, Alemania o Finlandia, que para nada pueden ser considerados como paraísos del neolibralismo rampante. Y todo esto sin tener en cuenta siquiera el hecho de que, debido al tamaño mismo del país, lo más lógico es que este tipo de crímenes se den con más frecuencia en EEUU que en cualquiera de nuestros países, bastante más pequeños y con menos población. Eso sí, si uno pasara a hablar de Europa como un todo, quizá nos lleváramos alguna desagradable sorpresa. ¿Qué sucedería, por ejemplo, si consideráramos a la UE como un solo país y observáramos que en los últimos años se han dado dos grandes atentados terroristas en Londres y Madrid —al menos uno de ellos, el de Londres, llevado a cabo por inmigrantes o hijos de inmigrantes que, al parecer, no se sentían plenamente integrados en su sociedad de acogida—, otros atentados de menor consideración en diversos lugares de España realizados por ETA, varias jornadas de disturbios en las afueras de París causadas también por inmigrantes que sienten escasamente integrados y marginados, así como repetidas reyertas también de origen racial en Italia y Roquetas, en Almería? A lo mejor resulta que debiéramos prestar más atención a la viga en nuestro ojo que a la paja en ojo ajeno (el de los EEUU, en este caso). O, cuando menos, hacer un esfuerzo por evitar simplificaciones. La mayoría de estos incidentes, la verdad, me parece que guardan más relación con la creciente anomia social y el hecho de que nuestras sociedades avanzadas parecen haber perdido la brújula por completo, más que ser consecuencia directa de tal o cual política de gobierno. Sencillamente, los problemas están tardando más en llegar a algunos países porque se encuentran en un estadio menos avanzado del desarrollo social. Después de todo, lo mismo sucedió en su momento con temas como las altas tasas de divorcio. No hace mucho, por aquí pensábamos que la sociedad estadounidense, debido a sus altas tasas de divorcio, debía ser algo así como una Sodoma y Gomorra contemporánea. Después nos hemos ido dando cuenta de que, conforme la mujer se va incorporando al mercado de trabajo y las parcelas de autonomía individual se van incrementando, también aumentan las tensiones dentro de la unidad familiar, se hace más difícil compaginar la vida laboral con la personal y, en última instancia, la familia se resiente. En fin, que convendría tomarse todos estos asuntos un poco más en serio y abandonar el comentario altamente ideologizado que tanto se oye por ahí. {enlace a esta historia}

[Fri Sep 19 13:19:53 CEST 2008]

Lector mal-herido publicó hace un par de semanas un breve comentario sobre Los peces de la amargura, de Fernando Aramburu, que se cierra con unas reflexiones acerca de la literatura sobre ETA y el País Vasco que merece la pena resaltar aquí:

Escribir sobre ETA y el País Vasco es jodido. Y escribir sobre un libro sobre ETA y el País Vasco, también: la verdad.

Realmente, yo quiero un cuento en el que un tipo se acerque a otro, le encañone a dos centímetros de distancia, y le vuele la cabeza. Quiero ver los sesos desparramados por la página. Quiero seguir al asesino al siguiente capítulo. Quiero entrar en su casa y quiero ver cuando se mira al espejo, cuando se lava las manos.

Quiero ver cuando se sienta ante la tele, para comprobar si ya dieron lo suyo.

Quiero ver su cara cuando la tele da lo suyo.

Quiero saber lo que piensa.

Yo quiero un escritor que meta la mano en el centro del horror, no en el centro de la pena.

Quiero saber por qué salta la sangre.

Para mí, la penúltima frase es la clave: hasta ahora, siempre se ha escrito sobre la pena, pero no sobre el horror. Por supuesto, entiendo que ante casos como estos uno siempre tienda a identificarse y solidarizarse con la víctima, como es lógico. Y, sin embargo, quien nos haría un verdadero favor a todos es el escritor que acertara a meterse en la piel del criminal. Eso sí que es infinitamente más difícil y, por consiguiente, tendría mucho más mérito no ya literario sino inclsuo tal vez sociológico e incluso político. Hasta que no entendamos eso, bien poco podremos hacer sobre el terrorismo etarra. Quizá logremos derrotarlo policialmente, pero aún continuaremos ignorando qué puede haber llevado a su nacimiento y persistencia. Se trata, en este sentido, de algo similar a lo que sucede con el fenómeno del holocausto: lo verdaderamente difícil no es retratar el sufrimiento de las víctimas, sino la crueldad de los verdugos y, sobre todo, la indiferencia de la mayoría. Eso es lo que verdaderamente tiene mérito, pero con lo que nadie se atreve por aquello del qué dirán. {enlace a esta historia}

[Fri Sep 19 10:58:29 CEST 2008]

De hace un tiempo a esta parte —desde que el CDS desapareció del Parlamento e IU se encuentra en claras vías de extinción—, el bipartidismo imperfecto que vivimos (y sufrimos) no ha hecho sino consolidarse más y más, con lo que ello conlleva de empeoramiento general del debate político. La verdad, no es que nunca hayamos tenido un debate político de altos vuelos, pero es que últimamente no tenemos otro remedio que asistir con bochorno a un simple intercambio de insultos y declaraciones vociferantes del tipo "y tú más que yo" más propias de un gallinero que de la octava potencia económica del mundo. A nuestra prensa —y a nuestros conciudadanos— les encanta hacer chistes sobre el nivel del debate en los EEUU, pero lo cierto es que tampoco estamos aquí como para dar lecciones ni mucho menos.

Viene todo esto a cuento del numerito que se han montado nuestros políticos y opinadores a raíz de las declaraciones de Mariano Rajoy ante la Junta Directiva Nacional de su partido, que algunos han catalogado de racistas:

"Ya empezamos a ver algunas cosas que no son buenas en algunas ciudades de España. Hay 180.000 extranjeros cobrando seguro de desempleo, y ya volvemos a tiempos pasados: ya hay 20.000 andaluces que han pedido trabajo en la vendimia francesa".

Como era de esperar, los socialistas han ido directamente a por la yugular. El inefable José Blanco, por ejemplo, no se lo ha pensado dos veces a la hora de comparar a Rajoy con Le Pen y afirmar que trata a los inmigrantes "como esclavos" —hombre, bien está afirmar las discrepancias de uno con cualquier líder político, pero tampoco conviene perder la brújula de esta manera, haciendo declaraciones sin sentido alguno de la mesura, aunque la verdad es que Blanco es un buen experto en ello. Imagino que, como miembro del PSOE que soy, se esperará que jalee las declaraciones de Blanco y me ría de la supuesta estupidez mental del oponente, como si estuviéramos hablando de fútbol y todos tengamos que apoyar a nuestro equipo "manque pierda". Es una pena, pero en eso ha quedado la política española y, como he escrito en otras ocasiones, dudo mucho que mejore hasta que reformemos el sistema electoral. En fin, yo me niego a hacerles el juego. Sencillamente, me niego a poner el cerebro en remojo y adoptar las actitudes típicas de un hooligan del tres al cuarto. La política es mucho más seria que eso, o a lo peor es que soy un anticuado.

Vamos a ver. Si en lugar de despotricar automáticamente contra todo lo que diga el oponente, nos paramos a escucharle y reflexionar sobre lo que dice con una actitud abierta y tolerante, con la intención honesta de entender y no sólo de atacar como un perro de presa, seguramente llegaríamos a las siguientes conclusiones. Primero, es cierto que Rajoy podía haberse expresado mucho mejor, como él mismo ha reconocido al matizar sus palabras. Segundo, estaba afirmando simplemente que ya "empezamos a ver algunas cosas que no son buenas" en España, como por ejemplo el hecho de que haya 180.000 extranjeros sin empleo. ¿Acaso alguien duda de que eso no es bueno? Yo mismo me he llevado casi desde que regresé al país advirtiendo a mis compañeros de partido que no se durmieran en los laureles pensando que en España no somos racistas y tratando de hacerles ver que en cuanto la situación económica diera un vuelco podríamos comenzar a ver reacciones xenófobas aquí y allá. ¿Acaso se me puede llamar racista por hacer dicha advertencia? ¿Acaso no es evidente que no estaba justificando el comportamiento xenófobo, sino simplemente advirtiendo de la posibilidad de un rebrote en el caso de que se produjera una ralentización de nuestra economía, como finalmente ha venido a suceder? En otras palabras, el problema no es el hecho de que haya 180.000 extranjeros cobrando el subsidio de desempleo porque no tengan derecho a él, que lo tienen. El problema, más bien, serán las consecuencias que ello pueda tener para nuestra sociedad, así como la clara evidencia de que nuestra economía no está marchando bien. ¿Ha de llevar esto a un cambio en nuestra política de inmigración, como lleva años ya reivindicando Rajoy? Seamos honestos. ¿Quién no ve el nombramiento de Celestino Corbacho como ministro hace unos meses precisamente como una señal de cambio en este campo? ¿No recordamos ya que prácticamente todos los análisis que se hicieron en su momento iban precisamente en esa línea? ¿Y qué decir de los significativos retoques a que Zapatero ha sometido nuestra política de inmigración (eso sí, siempre en la línea de endurecerla) con la excusa de adaptarla a lo que se decide en las altas esferas de la UE? Todo esto son hechos, no historias que se inventa uno. Pero es que, en tercer y último lugar, tenemos el comentario de Rajoy sobre los 20.000 andaluces que han marchado a la vendimia francesa este año. ¿Acaso va a negar alguien que hace tan sólo unos años henchíamos nuestro pecho de orgullo al mencionar que los andaluces ya no necesitaban ir a Francia para vivir dignamente? Pues bien, aquí estamos otra vez, de vuelta en el punto de partida.

En fin, ¿alguien niega honestamente que "empezamos a ver algunas cosas que no son buenas", como ha afirmado Rajoy? Nuestra reacción no debería ser ni negarlo, ni tampoco lanzarnos a la yugular, sino tan sólo subrayar que, aparte de describir la situación y culpar de todo al Gobierno, él desde luego ha ofrecido bien pocas soluciones y, a continuación, ofrecer alternativas desde el Gobierno. Todo lo demás no es sino teatro barato, bipartidismo entendido como derby futbolístico y política como entretenimiento de televisión basura. {enlace a esta historia}

[Thu Sep 18 10:40:21 CEST 2008]

A raíz del artículo que leí el otro día en The New York Times, me he encontrado con una entrevista de Robert Birnbaum a Alberto Manguel en The Morning News que incluye también alguna que otra interesante reflexión. En primer lugar, sobre el hecho de que Manguel es más bien un autodidacta que decidión abandonar la Universidad al poco tiempo de llegar allí:

— I am struck by your disclaimer to any rigorous formal education. Does that make you an autodidact?

— Yes, I suppose so. But just in the sense that I decided not to go to university. I had a very good high school. We were very, very lucky in Buenos Aires. I did my schooling in Buenos Aires —I landed in a high school where they were trying something out which worked very well for my generation, which was that the classes were not being taught by high school teachers but by university professors. And they have them carte blanche, so what we had were people who were very enthusiastic about their field and who spent the whole year maybe teaching their one particular thing. But what you learn is that if you spend a whole year —instead of studying, say Spanish literature from the Middloe Ages to Garcia Marquez— you only study, as we did, Don Quixote, for the whole year, the fact of reading one book in depth opens you up to everything else. So, not only Spanish literature but the literature of the rest of the world. What you learn is something more important than going by an official list of books. You learn how to read. And it was an extraordinary experience. The same was true of chemistry, whatever, mathematics.

A lo mejor es verdad que el método oficial de enseñar literatura a nuestros jóvenes —esto es, con un listado oficial de libros que han de leerse de pe a pa— es fundamentalmente equivocado. Lo que dice Manguel, desde luego, suena sensato. Cierto, conviene que nuestros jóvenes estén más o menos familiarizados con los libros fundamentales de nuestra literatura, pero a lo mejor es algo que puede conseguirse sin necesidad de que los lean completos, de la primera a la última hoja, y, por el contrario, a lo mejor merece más la pena que sí aprendan a leer uno o dos libros de verdad, analizando sus contenidos, empapándose de ellos. A fin de cuentas, lo que nos interesa no es tanto que lean algo de mala manera (de hecho, suelen limitarse a copiar las notas de los compañeros, la verdad), sino que aprendan a leer. ¿Acaso no merecería la pena que nuestros adolescentes leyeran tan sólo uno o dos libros al años en clase de Literatura si, a cambio, se les imbuye un cierto amor por la lectura y, con el paso de los años acaban leyendo a Galdós, Cervantes, Lope de Vega, Dámaso Alonso y demás?

Igualmente interesante me parecieron las reflexiones de Manguel en la citada entrevista sobre la importancia de lo fragmentario en nuestra cultura contemporánea:

Well, Walter Benjamin said the genre, the style that corresponded to the end of the 19th century, the 20th century he was talking about, is the fragment. That we can no longer aspire to be complete. We couldn't be like someone even in the Renaissance —who could say, "I have read all the books. I know everything". That is naturally impossible, and so we have transformed that into the idea of a specialist, which is another horrible notion —the person who knows everything about this particular tiny point and therefore sees nothing because he is completely isolated. Instead, the fragment allows you to explore, to partake of a variety of experiences without having to catalogue them. Without having to say, "I am going to put this in this box and that in that box". You just allow the experiences to interact, to produce new ones, and you don't feel the need to have to complete them if an interesting idea comes to you about the formation of clouds or a poem you liked or a relationship you have experienced —you don't feel the need to explore that to the bitter end. And say, "OK, no, I have said everything that can possibily be said about the formation of clouds". I like that. Also, I am very sacttered, disorganized. [laughs] I could very easily be distracted.

Se trata, sin duda, de un tema muy de actualidad. Conforme se han ido extendiendo las nuevas tecnologías y fenómenos como la blogosfera, han aparecido más y más comentaristas que se quejan de la supuesta falta de profundidad que nos aqueja. La crítica me parece, al menos en parte, acertada. Sin embargo, como indica Manguel, no tiene en cuenta que nuestro mundo no es ya el del Renacimiento, ni tampoco el de los ilustrados. Hoy en día el número total de publicaciones y estudios sobre cualquier tema es tal que ni siquiera los especialistas pueden afirmar que conocen todo sobre el tema particular en que se han especializado, conocimiento, por cierto, ya de por sí fragmentario por definición. En estas circunstancias, aspirar a un conocimiento profundo de todo es prácticamente imposible, por más que se pretenda otra cosa. En otras palabras, el ideal ilustrado del hombre culto y con conocimiento de todo es, hoy por hoy, imposible. Y, sin embargo, esto no quiere decir que hayamos de tirar la idea del humanismo renacentista por la borda, ni mucho menos. Ahí es donde, creo yo, se equivocan muchos. Como señala Manguel, el camino correcto que debemos transitar consiste en promover una cultura general amplia y sólida, si bien necesariamente fragmentaria y limitada. Nadie puede conocerlo todo sobre un único tema que sea de alguna utilidad —los únicos especialistas que conozco que lo saben todo de un tema en particular resulta que limitan su trabajo a un tema tan limitado que, en realidad, requiere de alguien con conocimientos más generalizados para insertarse en algún lugar donde pueda mostrar su utilidad. Ahora bien, lo que sí podemos hacer es afirmar la importancia de combinar distintas piezas del conocimiento en un puzzle que nos pueda ser útil como sociedad. Bien es verdad que esta estrategia sólo puede ser útil si abandonamos el estrecho concepto del humanismo como algo limitado al mundo de las letras que se ha impuesto en las últimas décadas. Nuestra misión es reivindicar la importancia de una nueva conjunción del mundo de las letras con el de las ciencias para encontrarse en un humanismo de nuevo cuño no tan distinto, en realidad, de lo que aspiraban a construir renacentistas e ilustrados. En este sentido, aquí en España lo que hay que promover es fundamentalmente la ciencia, pues las letras hace ya tiempo que gozan de una popularidad más o menos sólida entre aquellos interesados en el mundo de la cultura. Las ciencias, por el contrario, nunca han sido nuestro punto fuerte, la verdad. {enlace a esta historia}

[Thu Sep 18 09:59:46 CEST 2008]

Ayer escribíamos acerca de la repentina conversión de nuestros neoliberales al intervencionismo, que únicamente parece estar justificado en casos de crisis galopante, sobre todo si son ellos quienes comienzan a ver sus riquezas diluirse en Bolsa. Pero lo que no se esperaba uno era leer que el mismísimo Presidente de la CEOE pida que se haga un paréntesis en los quehaceres del libre mercado. Literalmente ha declarado:

Hay que hacer un paréntesis en la economía de libre mercado.

A partir de ahí, se ha lanzado a pedir un mayor papel intervencionista del Estado para hacer frente a la crisis. Que conste que, en principio, no me parece mal que el Estado eche una mano en estas circunstancias. Aquí nos la jugamos todos, empresarios, asalariados y, sobre todo, desempleados y jóvenes en busca de empleo. Ahora bien, lo que sí me gusta menos es la evidente contradicción de esteos señores, siempre favorables al libre mercado cuando se trata de ganar dinero, pero firmes proponentes del intervencionismo cuando vienen las vacas flacas. ¡Por favor, señores empresarios, seamos responsables! La sociedad en su conjunto no equivale tan sólo a sus propias cuentas de resultados. Sucede a menudo que, a pesar de que ustedes tienen beneficios suculentos, hay sectores enteros de la sociedad que se encuentran en crisis y se las ven y se las desean para llegar a fin de mes. A lo mejor no estaría de más recordar eso y la próxima vez que experimentemos una nueva época de crecimiento económico no se opondrán a que el Estado use parte de sus beneficios para echarle una mano a esos sectores. En fin, que el mundo no gira en su derredor, señores, por más que ustedes se crean a veces el centro del Universo. {enlace a esta historia}

[Thu Sep 18 09:16:29 CEST 2008]

El País publica hoy un artículo del penalista Bonifacio de la Cuadra en el que achaca el apaño que se montaron PSOE y PP a cuenta de la elección de los 20 vocales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a lo que él denomina un "bipartidismo imperfecto". Como ya escribí en su momento (la semana pasada, si mal no recuerdo), estoy de acuerdo en que los defectos de nuestro sistema de partidos son, al menos en parte, responsables del estropicio general en el poder judicial. Sin embargo, ello no quita para que puedan proponerse (como, una vez más, hacíamos aquí la semana pasada) posibles soluciones limitadas únicamente al método de elección de los vocales. En todo caso, es bien cierto que nuestro sistema de partidos necesita una reforma urgente para adaptarse a una sociedad que es hoy mucho más fluida, dinámica, flexible y madura de lo que era a finales de los setenta. Urge modificar la Ley Electoral no sólo para introducir mayor proporcionalidad, como propone IU (aquí cada uno va a su bola y defiende lo que más le interesa, sin pararse a pensar, aparentemente, en lo que pueda beneficiar a la sociedad en su mayoría), sino también para permitir a los ciudadanos mayor libertad a la hora de elegir a sus representantes y, sobre todo, para fortalecer la relación entre representantes y representados, así como dinamizar la vida interna de nuestros partidos de tal forma que se premie el pluralismo, el intercambio de opiniones e incluso el voto discrepante en aquellas ocasiones en que pueda ser necesario. La disciplina de voto y los bloques parlamentarios vinieron bien, sin duda, durante la frágil transición, pero la sociedad española del siglo XXI necesita algo bien distinto si de verdad queremos evitar la atonía generalizada entre los ciudadanos. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 17 15:26:10 CEST 2008]

Creo recordar que fue hace algo más de un mes o así cuando me topé casi por casualidad con un artículo en The New York Times sobre la biblioteca personal del escritor Alberto Manguel que me gustó bastante. El texto, clara evidencia del amor de su autor por los libros, incluye también reflexiones de carácter social o político como ésta:

I left my books behind when I set off for Europe in 1969, some time before the military dictatorship [Manguel nació en Argentina]. I was 21 years old and wanted to see the world I had read about, the London of Dickens, the Paris of Marcel Aymé. My books, I thought, would faithfully wait in my parents' house for me to come back one day. I could not have imagined that, had I stayed, like so many of my friends, I would have had to destroy my library for fear of the police, since in those terrible days one could be accused of subversion merely for being seen with a book that looked suspicious (someone I knew was arrested as a communist for carrying with him The Red and the Black). Argentine plumbers found an unprecedented call for their services, since many readers tried to burn their books in their toilet bowls, causing the porcelain to crack.

A nadie sorprenderá, desde luego, la cerrazón de que hicieron gala los militares argentinos, como suele suceder con toda dictadura. La verdad, tampoco es que el totalitarismo comunista haya demostrado ser más tolerante con quienes poseían ejemplares de su particular lista de libros prohibidos. Por lo que hace a mí, este odio tan profundo de todas las dictaduras hacia los libros no hace sino atraerme aún más, si cabe, a ellos. Cuando tanto energúmeno despotrica contra ellos, algo tendrán.

En todo caso, Manguel también comparte otras reflexiones más cercanas a la bibliofilia pura con nosotros:

Since my library, unlike a public one, requires no common codes that other readers must understand and share, I've organized it simply according to my own requirements and prejudices. A certain zany logic governs its geography. Its major divisions are determined by the language in which the books are written: without distinction of genre, all books written originally in Spanish or French, English or Arabic, come together on the same shelves. (I allow myself, however, many exceptions: Certain subjects —boks on the histort of the book, biblical studies, versions of the legend of Faust, Renaissance literature and philosophy, gay studies, medieval bestiaries— have separate sections.)

Certain authors are privileged: I have thousands of detective novels but few spy stories, more Plato than Aristotle, all Zola and hardly any Maupassant, almost all of john Hawkes and Cynthia Ozick. I have dozens of very bad books that I don't throw away in case I ever need an example of a book I think is bad. The only book I ever banished from my library was Bret Easton Elli's American Psycho, which I felt infected the shelves with its prurient descriptions of deliberately inflicted pain. I put it in the garbage; I didn't give it to anyone because I wouldn't give away a book I wasn't fond of. Nor do I lend books. If I want someone to read a book, I'll buy a copy and offer it as a gift. I believe that to lend a book is an incitement to theft.

[...]

Like every library, mine will eventually exceed the space allotted to it. Barely seven years after setting it up, it has already spread into the main body of the house, which I had hoped to keep free of bookshelves. Travelogues, books on music and film, anthologies of various kinds now cover the walls of several rooms. My detective novels fill one of the guest bedrooms, known now by friends and family as the Murder Room. There is story by Julio Cortázar, House Taken Over, in which a brother and sister are forced to move from room to room as something unnamed occupies, inch by inch, their entire house, eventually forcing them out into the street.

I foresee a day in which my books, like that anonymous invader, will complete their gradual conquest. I will then be banished to the garden, but knowing the way of books, I fear that even that seemingly safe place may not be entirely beyond my library's hungry ambition.

En fin, que se trata de un delicioso artículo que cualquier amante de los libros seguramente disfrutará. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 17 09:50:59 CEST 2008]

Ayer oíamos en la noticia que nos informaba de que la Reserva Federal estadounidense ha tomado el control del 80% de la aseguradora AIG para salvarla de la quiebra poco después de que las mismas autoridades monetarias se decidieran a hacer un cuantioso préstamo a las dos entidades crediticias más importantes del país, Fannie Mae y Freddie Mac. Si algo está caracterizando a la Administración republicana (teóricamente neoliberal en lo económico) en su forma de afrontar esta crisis financiera internacional es precisamente su claro intervencionismo,en las antípodas de lo que han mantenido siempre los grandes prebostes del Partido Republicano desde los gloriosos días de la revolución conservadora de Ronald Reagan. Atrás quedan todas las puyas contra el big government, rápidamente olvidadas en favor de las urgencias del momento. Como bien afirma Felipe González en un artículo publicado hoy por El País:

Es una crisis extraña, incluso para reaccionar con una mínima coherencia. Por el momento ha liquidado la extendida creencia de que el mercado lo arregla todo y solo. Es decir, la teoría dominante desde los años 90 del "todo mercado", con un rechazo fundamentalista a la intervención regulatoria.

También ha mostrado que la globalización del sistema financiero plantea problemas de gobernanza que escapan a la capacidad de los poderes establecidos en el viejo Estado nación y en los organismos internacionales tradicionales.

Bienvenido sea el reconocimiento (por la vía de los hechos, pues no he oído a nadie afirmarlo públicamente) por parte de las autoridades políticas estadounidenses de que el mercado no puede solucionarlo todo y es necesario que el Estado intervenga en ocasiones para regular las cosas, aunque me temo que en cuanto los problemas desaparezcan volverán a su discurso ideológico tradicional. En esto del papel que le toca representar al Estado en la economía hace ya tiempo que me parece tan peligroso el estatismo izquierdista como el catecismo del mercado defendido por los liberales más doctrinarios. La posición más acertada, como de costumbre, creo que se encuentra en algún punto medio difícil de definir a priori y que, por si fuera poco, dependerá de las circunstancias específicas de cada sociedad. En otras palabras, que no hay recetas mágicas. No nos queda más remedio que olvidarnos de los catecismos y analizar los problemas uno por uno, conforme se nos plantean. Obviamente, ello no quiere decir que debamos echar por la borda también nuestros respectivos valores filosóficos y morales, pero sí que debemos aprender a definirlos de una forma más flexible y realista. La época de los grandes sistemas de pensamiento ya pasó, aunque muchos de quienes hacen política y escribe o hablan sobre ella no parecen haberse enterado. La prioridad debe ser solucionar los problemas, no leer la cartilla y dar rapapolvos. O, lo que es lo mismo, la política como actividad profesional en lugar proyecto de salvación (por favor, no confundamos esto con la llamada profesionalización de la política en el sentido de que haya individuos incapaces de ganarse la vida fuera de este ámbito porque no han conocido otra cosa en toda su carrera; es decir, que la política entendida como actividad profesional no es lo mismo que el carrerismo descarado).

En todo caso, a quienes critican la hipocresía de las medidas intervencionistas que se están tomando estos días —he visto muchas viñetas sobre este tema, aprovechando lo fácil que es sacarle punta al tema— les recordaría que la alternativa no es sólo dejar que estas empresas se vayan a la bancarrota arruinando a sus ricos inversores, sino asistir impávidos a una crisis global y completamente fuera de control que podría hundirnos a todos en una situación similar a la que se vivió en los años treinta. A lo mejor hay quien por tal de dar una bofetada a los más pudientes estaría dispuesto a hundirse en el fondo del mar y ahogarse, pero a mí me parece de lo más estúpido e irresponsable que pueda hacerse. No es hora de demagogias populistas, aunque quienes dibujan las viñetas no suelen preocuparse mucho porque no le deben cuentas a nadie (o, lo que es lo mismo, no tienen por qué mostrarse responsables). Eso sí, a quienes han redescubierto súbitamente las bondades del Estado interventor también les recordaría que las políticas intervencionista y la regulación en general no son sino eso, meras herramientas que pueden sernos útiles en algunos casos. No hay necesidad de demonizarlas y declarar que nuestra disposición a no usarlas jamás agarrándonos a no sé qué abstracto principio filosófico. Si el intervencionismo puede justificarse para evitar que una gran firma aseguradora entre en bancarrota arrastrando Dios sabe a cuántas otras empresas y puestos de trabajo, a lo mejor resulta que también puede emplearse en otras circunstancias menos desesperadas para fomentar ciertos comportamientos que, entre todos, consideramos socialmente deseables. En fin, que a lo mejor nos iría mucho mejor si diéramos de lado a sectarismos cerriles.

Por cierto, que el mencionado artículo de Felipe González incluye también un parrafito que me llamó la atención:

Subyace a la crisis actual una situación nueva, inducida por dos factores: la evolución de los precios de las materias primas, sobre todo energéticas, que han trasladado masivamente el capital a los países productores y a los que han mostrado capacidad de generar riqueza y ahorro como nuevas potencias emergentes (China o la India). El llamado Occidente desarrollado tiene que pagar en el futuro lo que ha gastado ya, en tanto que las zonas productoras de energía y los grandes emergentes han ahorrado lo que podrán gastar o invertir en ese mismo futuro.

La verdad es que el resto del artículo pasa sin pena ni gloria. González afirma que de momento no se ha hecho sino proponer medidas dirigidas hacia los síntomas de la crisis y no sus causas profundas, pero él tampoco acierta a ver cuáles puedan ser éstas. Eso sí, hace un llamamiento a afrontar la crisis "con el mayor pragmatismo posible y sin pérdida de tiempo" al tiempo que reconoce que "las teorías tradicionales no nos ofrecen soluciones a la nueva realidad que aparece fuera de libreto" y nos habla de recuperar una "política con mayúsculas", al parecer definida tan sólo como aquella "capaz de hacer más previsible la evolución futura de este mercado global que escapa a los poderes establecidos en la sociedad industrial". Es decir, que tanto su diagnóstico como sus ligeramente esbozadas soluciones me parecen demasiado generales. Pese a todo, el párrafo citado arriba creo que es de una gran importancia, pues viene a subrayar algo que no siempre tenemos presente: desde los años ochenta a esta parte, los países desarrollados hemos venido viviendo del crédito, tirando de tarjeta como quien dice, y, como bien advierte Gonzáez, es bien posible que en las próximas décadas no tengamos más remedio que pagar esa deuda que ya hemos contraído. Otros países, por el contrario, estarán en la situación opuesta, lo que seguramente les permitirá crecer económicamente y competir mejor. Más vale que nos vayamos atando los machos. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 10 14:37:15 CEST 2008]

Ya he escrito en otras ocasiones sobre lo ridículo de los mitos nacionalistas —sí, es cierto, de todos los mitos nacionalistas, tanto los de aquellos que cuentan con Estado propio como los que no. Pues bien, hoy mismo nos encontramos con una noticia publicada por El País sobre los estudios a que se ha sometido la supuesta momia del príncipe de Viana que se lee casi como un chiste negro:

Un meticuloso estudio antropológico y genético llevado a cabo por las universidades autónomas de Barcelona y de Granada, a lo largo de los 10 últimos años, ha concluido que los restos mortales atribuidos hasta ahora a don Carlos de Navarra y Aragón, príncipe de Viana (1421-1461), que se encuentran en una tumba del monasterio de Poblet (Tarragona), no son los del noble, "icono del nacionalismo catalán", según lo definió ayer Miguel C. Botella, uno de los investigadores. En realidad, pertenencen a tres individuos distintos. Para más inri, uno de ellos es una mujer.

Pero ahí no queda la cosa, sino que lo más estrambótico de todo es los esfuerzos que se llevaron a cabo para manipular la realidad y construir unos restos que vinieran a servir de icono del nacionalismo:

La momia es una falsificación hecha por un ilustre intelectual catalán, Eduard Toda. Este diplomático, egiptólogo y escritor, hizo un puzzle con huesos que seleccionó al azar de entre el montón que el cura de L'Espluga de Francolí (municipio vecino de Poblet) había recogido del suelo del monasterio, donde permanecieron esparcidos durante años. Estos restos estaban mezclados y hasta "pateados", según Botella, tras la revuelta de 1837 y la profanación de las tumbas del monasterio.

Eduard Toda construyó una momia seleccionando los huesos grandes, del tamaño que él calculó que tendrían los del príncipe navarro, que murió a los 40 años, y colocó cada uno en su sitio. Cuando ya tenía montada la momia, la cubrió con una capucha y la colocó en un sarcófago moderno, según relató ayer divertido Botella, que presentó la investigación junto a su directora, Mariona Ibars y la investigadora Assumpció Malgosa.

Eduard Toda no hizo del todo mal la falsificaci&oaocute;n. Las manos de la momia tienen las uñas cuidadas, detalle propio de un noble. Sin embargo, no debió encontrar entre el montón de huesos ninguna columna vertebral apropiada y serró y unió la de varios individuos. Lo hizo sin pensar que alguien, en algún momento, no se limitaría a echar un vistazo al conjunto, sino que estudiaría esa columna vertebral con lupa y descubriría que tiene ochoe vértebras lumbares, cuando ninguna, ni siquiera la del mismísimo príncipe de Viana, puede tener más de cinco.

En fin, son las cosas del ardor nacionalista. Se deja uno llevar por el fervor patriótico y no repara en cuestiones básicas de anatomía. Y conste que, como decía al principio, la idiocia particularista no es patrimonio de los nacionalismos sin Estado, sino que se extiende también a los otros. Baste recordar los golpes de pecho que algunos se pegan afirmando la autenticidad de los restos de Cristóbal Colón, tal o cual monarca, éste o aquél otro santo o santa. Parece que la estulticia aplicada a los enterramientos y otras actividades necrológicas pisa con fuerza en ciertos sectores. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 9 14:53:29 CEST 2008]

Apenas regreso a España —encontrándome, por cierto, con que han entrado en mi casa forzando la reja del patio y me han robado hasta el router de DSL, pero ésa es otra historia— y me doy de bruces con el apaño que se han montado los partidos políticos para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Resulta que PSOE y PP han recurrido al trapicheo de costumbre para repartirse las candidaturas entre jueces afines, dejando a quienes no se han asociado a ninguna organización —ni más ni menos que la mitad de los jueces— sin representante alguno en lo que de hecho no es sino el máximo órgano del poder judicial. ¡Ahí es nada!

De entrada, reconozcamos que al menos los dos partidos dominantes en nuestro sistema político han logrado ponerse de acuerdo tras la larga espera para renovar el CGPJ, lo cual es de agradecer. Resulta que se han llevado al menos cuatro años lanzándose dardos unos a otros, descalificando al oponente cada vez que se tercia y negándose siquiera a discutir la posibilidad de sentarse a dialogar, así que, tal y como estaba el patio, nos tenemos hasta que dar con un canto en los dientes al leer que populares y socialistas hayan sido capaces de ponerse de acuerdo en el trapicheo de marras. La cosa es así de triste, como triste es que diversos portavoces de CiU, PNV e IU no pongan el grito en el cielo por lo que al fin y al cabo es un obvio pasteleo que atenta contra el espíritu mismo de la Constitución —si no contra la letra misma—, sino que sus protestas se han limitado a subrayar que se les ha dejado sin su correspondiente pedacito de tarta —o con un trozo demasiado pequeño, que para el caso viene a ser lo mismo.

En definitiva, que precisamente cuando las críticas ciudadanas contra los jueces arrecian a cuenta del escándalo del asesinato de la niña Mari Luz a manos de un pederasta que debía haber estado entre rejas, nuestros partidos se descuelgan con éstas. Imagino que después alguien clamará contra el cinismo y la atonía generalizada entre los ciudadanos, como si no se les hubiera dado motivo para ello. Como si la desfachatez de nuestros representantes no llegue a tal punto que la amplia mayoría de la población se muestra completamente descreída de la política, en lugar de verla como la actividad digna y fundamental para la vida en sociedad que debiera ser. Sí, está muy bien que PSOE y PP se hayan dignado a dialogar de una vez por todas después de dejar que el CGPJ se pudra durante más de dos años por sus propios intereses partidistas, pero eso no soluciona los graves problemas que tiene planteados nuestro sistema penal. La Justicia española es lenta, ineficaz, centrada aún en los informes y tochos de papel —da vergüenza ajena ver las fotografías que se han venido publicando en los medios de comunicación estos días, mostrando despachos enteros tomados por pilas y pilas de papel, sobre todo en esta era de la información y las nuevas tecnologías—, cerrada en buena parte a la sociedad, accesible casi siempre a los miembros de las élites de siempre, contradictoria, paquidérmica y opaca a los ciudadanos. ¿Y a qué se dedican nuestros políticos? A repartirse el pastel.

No es este el lugar de exponer posibles soluciones al problema, entre otras cosas porque, como digo, no se trata de un único problemas, sino de muchos. El tema tiene que discutirse entre todas las partes implicadas y contar con la participación seria de los principales partidos y asociaciones judiciales, pero la reforma del sistema se hace urgente. En todo caso, la modernización de nuestro sistema de Justicia no puede esperar más. Sencillamente, no puede haber Estado de Derecho que valga sin una Justicia que funcione. Es así de claro. De bien poco vale aprobar leyes sensatas si no somos capaces de hacerlas cumplir. Eso creo —espero— que lo entiende cualquier persona con dos dedos de frente, independientemente de sus convicciones políticas o preferencias partidistas. De todos modos, no puedo evitar el subrayar la importancia de garantizar una mayor independencia del poder judicial para que nuestra democracia funcione correctamente. La fórmula concreta puede y debe discutirse, como decía, entre todas las partes implicadas, pero no es de recibo que entre unos y otros hayamos asesinado y enterrado a Montesquieu —por cierto, evitemos también aquí el partidismo descerebrado y las referencias a la famosa frasecita de Alfonso Guerra, pues el PP es tan culpable como cualquier otro de la situación que tenemos entre manos, sobre todo después de gobernar durante ocho años, cuatro de ellos con mayoría absoluta, y continuar con el pasteleo. ¿Que si se me ocurre algo? Pues a lo mejor no estaría de más aplicar un truco estadounidense: si los miembros del CGPJ y del Tribunal Constitucional son elegidos de por vida, ya cuentan de entrada con la garantía de que nadie les va a mover la silla dependiendo de las decisiones a las que lleguen en el desarrollo de sus funciones. A lo mejor conviene fomentar ese tipo de independencia en nuestras instituciones, sobre todo si queremos evitar el crecimiento desmesurado del Estado de partidos que tenemos encima. Este tejido de intereses hay que desmantelarlo, y no queda más remedio que hacerlo recurriendo tanto a la reforma de la Justicia como del propio sistema político y electoral. No se me ocurre otra forma. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 2 13:22:20 CDT 2008]

Parece que algo está cambiando en la política estadounidense con esta campaña presidencial que enfrenta a McCain y Barack Obama. The New York Times publicaba ayer mismo que la hija adolescente de Sarah Palin, candidata a la Vicepresidencia por los republicanos, está embarazada de cinco meses, lo cual realmente no debiera tener relevancia alguna, pero acaba teniéndola en una sociedad como la norteamericana, sobre todo si la Palin se identifica con la derecha ultra-conservadora que lleva ya varias décadas apuntando con dedo acusador a los medios de comunicación y a una educación supuestamente demasiado liberal como responsables últimos de todos los problemas sociales, en especial el de los embarazos no deseados. ¿En qué sentido, pues, digo que las cosas parecen estar cambiando? En primer lugar, porque parece que McCain era consciente del hecho antes de tomar la decisión de elegir a Palin como candidata a la Vicepresidencia, lo cual le honra como político capaz de tomar la decisión que considera correcta independientemente de estos asuntos de imagen. Pero, segundo, porque Barack Obama ha respondido también de una manera que no tiene precedentes en la política estadounidense, señalando claramente que el asunto no ha de tener relevancia alguna en la carrera presidencial:

Senator Barack Obama, the Democratic nominee, was asked at a brief press conference in Monroe, Mich., about the suggestion by some Republicans that Democrats —particularly liberal bloggers— were trying to advance rumors about the Palin family.

"Our people were not involved in any way in this and they will not be," Mr. Obama snapped, his voice raised. "And if I ever thought there was somebody in my campaign that was involved in something like that, they'd be fired, O.K.?"

Mr. Obama said the pregnancy "has no relevance to Governor Palin's performance as a governor or her potential performance as a vice president". He added that, "my mother had me when she was 18. How a family deals with issues and teen-age children —that shouldn't be the topic of our politics."

¡Chapeau! A ver si tanto McCain como Obama siguen por esta senda. A lo mejor consiguen cambiar la faz de la política estadounidense. {enlace a esta historia}