[Mon Mar 31 13:06:34 CEST 2008]

Este sábado pasado compré El País y ABC para, como solía decir un antiguo profesor mío en la Universidad, echarle un vistazo a lo que tenían que decir las dos Españas. Bueno, por eso y porque el suplemento cultural de ABC es una magnífica calidad y a mí me gusta mantenerme al tanto de lo que se cuece en el mundo de la cultura. Pues bien, mis expectativas no se vieron defraudadas. Resulta que ese mismo día ambos periódicos incluían una historia posicionándose claramente en trincheras opuestas en lo que hace al tema del papel que debe desempeñar la fe en la vida pública de una democracia moderna. Mientras El País daba cuenta de una conferencia de Fernando Savater en la Universidad de Sevilla, ABC publicaba un editorial titulado Católicos en la vida pública en el que sostenía un punto de vista frontalmente opuesto al del filósofo y catedrático. Comencemos con las palabras de Savater:

Savater remontó el concepto de separación entre la Iglesia y el Estado a las propias raíces del cristianismo. "Hace uno años, con motivo de la frustrada Constitución europea, se planteó si se debía hacer una mención específica a las raíces cristianas de Europa en esa Constitución. Parecía que era una pretensión que podría ser inmanejable y engañosa. Yo veía algo tramposo en ella porque, precisamente, lo que aporta el cristianismo es una separación entre el Estado y la religión entendida como legitimación del poder, las instituciones y el emperador. Ello convierte a la religión en algo que está al margen del Estado", detalló el escritor donostiarra.

"La verdadera raíz cristiana es la separación de la Iglesia y el Estado. La aportación del cristianismo es la separación entre el Estado y la religión. Las raíces cristianas de Europa son el laicismo. Eso es lo que no existe en el mundo musulmán, donde no ha existido nunca una separación entre el Estado y la religión", agregó Savater. El filósofo recordó, además, que "la expresión más sencila y comprensible del laicismo está en el Evangelio: 'Dal al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios'".

(...)

Savater hizo un elogio de la libertad de conciencia y de sus consecuencias. Esa libertad supone, a su juicio, que "se respeten todas las posturas sabiendo que eso implica que a uno le molesten muchas de las cosas que oye y muchas de las conductas que ve". "El verdadero laicismo es el reconocimiento de esta situación y que todos nos acostumbremos a que tenemos que convivir con aspectos ideológicos que no nos agradan", afirmó el filósofo. (...) "La religión o la irreligión es un derecho de cada cual. Lo malo es que para el verdadero creyente la religión no es un derecho, sino un deber para él y para los demás", concluyó el pensador.

Como puede imaginarse, el editorialista de ABC mantiene una posición bien distinta respecto a estos temas:

Frente a la tendencia laicista que pretende recluir las creencias religiosas en el ámbito privado, la Iglesia reclama con insistencia el protagonismo de los católicos en el espacio público, una necesidad inexcusable en la sociedad de masas y en la actual democracia mediática. La insistencia en este punto de Juan Pablo II y ahora de Benedicto XVI resulta muy significativa. Lo que no está en el foro público carece hoy día de influencia real, y por ello reducir la fe al terreno de la conciencia personal no es un criterio inocente sino una postura ideológica para minusvalorar el papel de la Iglesia. Por lo demás, la propia Constitución —en su artículo 16— proclama la necesidad de una cooperación positiva entre el Estado y las diferentes confesiones religiosas, con una especial referencia por razones históricas y sociales a la Iglesia católica. (...) Se equivocan las minorías laicistas cuando promueven una legislación hostil a las creencias más arraigadas en nuestro país, de manera que el Gobierno tiene el deber inexcusable de encauzar la nueva legislatura por vías de cooperación con la Conferencia Episcopal. El derecho a la vida y el rechazo al aborto, el apoyo a la familia cristiana o la libertad de enseñanza frente al dogmatismo ideológico que refleja la EpC [Educación para la Ciudadanía] son materias que la Iglesia defiende y seguirá defendiendo por muchas presiones que reciba.

Yo, por mi parte, no tengo más remedio que posicionarme con Savater y frente al editorial de ABC, si bien habría que hacer algunas puntualizaciones. Estoy completamente de acuerdo con Savater cuando expone que la idea misma de la separación entre Iglesia y Estado se encuentra en las propias raíces del cristianismo. De hecho, el famoso "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" supuso la primera diferencia clara entre la forma de afrontar estos asuntos por parte de los cristianos y la que concepción de religión de Estado que había prevalecido hasta ese momento entre los romanos. Cierto, todo cambió cuando Teodosio estableció el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano de Oriente hacia el finales del siglo IV, pero ello no cambia el hecho histórico de que fue precisamente el cristianismo el que estableció por primera vez en nuestro pensamiento occidental la semilla de la separación entre Iglesia y Estado que después germinaría que inesperado vigor durante la Edad Moderna y daría nacimiento, tras confluir con otras ideas no necesariamente de inspiración cristiana, a la democracia tal y como la conocemos hoy día. Por consiguiente, el laicismo que critica el editorial de ABC no hace sino continuar aquella tradición ilustrada moderna que, en realidad, se limita a desarrollar el "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", llevándolo hasta sus últimas consecuencias. Y lo que se encuentra enfrente no es un cristianismo sin complejos, como nos quieren hacer creer, sino una concepción cuasi-integrista y medievalizante que entronca más con el escolasticismo que con los orígenes mismos de la tradición cristiana tal y como la describe Savater.

Ahora bien, lo que no puedo compartir es una concepción de la separación entre Estado e Iglesia que nos haga caer en el anticlericalismo descarnado, en el dogmatismo antirreligioso tan enraizado entre ciertos sectores de la izquierda. Y me temo que esto es precisamente lo que ABC confunde como laicismo, no siéndolo ni mucho menos. Así, debe quedar claro en toda mente mínimamente tolerante que cualquier cuidadano tiene derecho a manifestar sus creencias en el foro público sin sufrir ningún tipo de limitación en su libertad. Subrayo aquí lo de cualquiera, ya sea un católico o un musulmán, un mormón o un budista, pues suelen ser precisamente los sectores que más se envalentonan a la hora de defender el papel del creyente católico en la vida pública los que se esfuerzan por coartar a los creyentes en otra verdad revelada distinta a la hora de ejercer ese mismo derecho. En este sentido, me produce algo de temor leer referencias a "las creencias más arraigadas en nuestro país" en el editorial de ABC. ¿Quién decide exactamente cuáles son las creencias más arraigadas en el país? ¿Los historiadores? ¿La Iglesia? ¿ABC? A lo mejor ellos pueden hablar de lo que fueron en su momento las ideas más arraigadas en nuestra tierra y podremos entrar a discutirlo, pero hoy por hoy los únicos que tienen la legitimidad para establecer cuáles puedan ser las creencias más arraigadas en el cuerpo social son los ciudadanos mismos. Esto último no parecen haberlo interiorizado aún algunos sectores de nuestra derecha más conservadora. En todo caso, manifestar las creencias propias en público no equivale a exigir que el Estado haga bandera de ellas o las convierta en piedra angular de su edificio jurídico. Nadie impide a los católicos que manifiesten su opinión abiertamente, pero de ahí a aceptar que las impongan como "verdades absolutas" o siquiera "creencias arraigadas en el país" independientemente de lo que digan las urnas media un abismo. En otras palabras, derecho a expresar sus creencias en público sí, pero derecho a identificar España con sus ideas, ni hablar del peluquín. Eso tan sólo lo deciden los ciudadanos libremente cuando son llamados a elecciones. Se trata, ni más ni menos, que del principio fundamental de la democraica liberal. Parece mentira que aún tengamos que explicarlo a estas alturas de la película. {enlace a esta historia}

[Mon Mar 31 08:46:43 CEST 2008]

La viñeta de Krahn publicada ayer por el Magazine ilustra bastante bien el concepto de trickle down economics que popularizaran allá por los años ochenta Thatcher y Reagan:

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[Thu Mar 27 09:36:34 CET 2008]

Me ha parecido simpática la viñeta de Erlich publicada hoy por El País:

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[Wed Mar 26 10:58:04 CET 2008]

Si ayer escribía sobre la viñeta de El Roto criticando a los nacionalismos, hoy me encuentro con un artículo en El País acerca de las negociaciones entre PNV y PSOE para la acordar la representación de las mesas de ambas Cámaras legislativas en las que se cuelan casi accidentalmente unas palabras de Josu Erkoreka sobre José Bono que debieran hacernos reflexionar:

"Preferimos a Bono acotado en la Presidencia del Congreso que ejerciendo el poder desde el Ejecutivo", ha afirmado el portavoz del PNV, quien ha calificado de candidato "no idóneo" al ex presidente castellano-manchego. "A los animales mansos se les puede dejar estar con libertad, pero los cabestros deben estar acotados", ha añadido Erkoreka.

Curioso que quien así habla suene a mis oídos precisamente como el "cabestro". Entiendo perfectamente la primera frase de Erkoreka, sobre todo en un contexto político donde cada partido va a ir a obtener el mayor rédito posible en unas negociaciones como éstas. Ahora bien, la segunda frase demuestra, creo yo, el dogmatismo cerril con el que algunos nacionalistas ven a cualquiera que se les oponga. A lo que parece, únicamente podemos considerar "manso" a quien manifiesta su acuerdo con el señor Erkoreka. ¡Menuda concepción de la democracia! {enlace a esta historia}

[Tue Mar 25 11:40:19 CET 2008]

Me ha gustado mucho la viñeta de El Roto sobre los nacionalismos publicada hoy por El País. Me encantan las viñetas humorístico-filosóficas de El Roto. Se trata de un magnífico humor inteligente que contribuye, además, a ilustrar a la perfección la evolución de nuestra sociedad. Para ponerlo de otra forma, dentro de unas cuantas décadas cualquiera que tenga acceso a una colección de los trabajos de El Roto será capaz de entender cómo funciona nuestra sociedad tanto como quien prefiera estudiarla leyendo sesudos ensayos. Eso no es nada fácil.

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[Mon Mar 24 11:21:05 CET 2008]

Leo en las páginas de Público acerca de las distintas formas en que nuestro ejército cumple con los ritos religiosos de la Semana Santa y la verdad es que no deja de asombrarme la persistente presencia de elementos confesionales en nuestro Estado democrático tantos años después de aprobada la Constitución. Que los legionarios saquen al Cristo de la Buena Muerte en Málaga o las banderas luzcan a media asta en los edificios militares me parece sencillamente inaceptable a estas alturas de la película. La casi inexistente separación entre Iglesia y Estado en nuestro país es, precisamente, uno de los puntos más difíciles de explicar a mi esposa, acostumbrada como está a la estricta separación de esos ámbitos en la legalidad constitucional estadounidense. Cierto, la religión tiene una presencia fuerte en la sociedad norteamericana, pero no por imposición del Estado, que siempre se mantiene en la más estricta neutralidad entre todas las fes existentes en el país. No me preocupan ni me afectan las muestras de fe de los individuos —ni siquiera las de aquellos que desempeñan las más altas responsabilidades de gobierno— siempre y cuando se distinga claramente entre sus opciones individuales como ciudadanos y las de los cargos que ostentan. A ver cuánto tiempo más nos queda esperar para ver un auténtico Estado aconfesional como el que queda recogido en nuestra Constitución y que fue aprobado con el voto de la amplia mayoría de los españoles. {enlace a esta historia}

[Thu Mar 20 17:57:08 CET 2008]

No creo que los resultados ferozmente bipartidistas de las recientes elecciones generales sorprendan a nadie. Tras cuatro años de crispación mediática, movilización de la derecha y los sectores más integristas de la Iglesia católica por las calles de nuestro país y planteamientos descabellados por parte de los nacionalismos radicalizados parece normal que el voto se concentre en los dos partidos hegemónicos, sobre todo teniendo en cuenta que son muchos los votantes que introdujeron su papeleta en las urnas el 9-M pensando más en qué partido no querían que llegara al Gobierno que en lo contrario. Y es que esto del voto útil —la terminología políticamente correcta para referirse al acto de votar con una mano mientras uno se tapa la nariz con la otra— va íntimamente ligado al bipartidismo, como cualquier elector estadounidense puede atestiguar. Ya he dejado escrito en esta misma bitácora en otras ocasiones que prefiero un sistema claramente pluripartidista y proporcional, que permita la existencia de partidos-bisagra necesarios para la formación de mayorías de gobierno (eso sí, sin llegar a los extremos de la atomización a la italiana, que tanto daño ha hecho por allí durante décadas) y reduzcan el papel excesivamente central que desempeñan las fuerzas nacionalistas en nuestro Parlamento, sin por ello convertir la legislación electoral en un arma dirigida hacia éstos, como algunos pretenden. Pues bien, El País ha publicado recientemente un artículo sobre un estudio de la Universidad de Granada que propone un sistema electoral más proporcional y que, sin embargo, garantiza la gobernabilidad al mismo tiempo (para más información, consúltese la web del Grupo de Investigación de Métodos Electorales). El equipo nos viene a proponer un sistema a tres vueltas que, sin incluir ningún tipo de cambio en la forma en que los ciudadanos expresan sus preferencias, facilita la mayor representación de los partidos minoritarios en el Congreso, ofrece mayores garantías de proporcionalidad y, lo que es igualmente importante, no por ello deja de favorecer la gobernabilidad y la primacía de los dos partidos principales. La solución, consistente en llevar a cabo un recuento a tres vueltas (el primero tal y como se hace ahora mismo, el segundo con una circunscripción de ámbito nacional y el tercero para favorecer a los partidos más votados y garantizar la gobernabilidad), es la primera que he visto hasta el momento que contiene los elementos necesarios para satisfacer tanto a PP y PSOE como a nacionalistas y partidos minoritarios de ámbito nacional. Se trata, por ello, de la única solución posible a los graves problemas que introduce nuestro sistema electoral actual en forma de distorsión del voto y déficit democrático. {enlace a esta historia}

[Thu Mar 13 16:57:03 CET 2008]

Hace ya unos días que me topé con un breve artículo sobre el mariscal Rommel que incluía lo que me pareció una interesante referencia a la valentía de los soldados italianos durante la campaña del Norte de África:

"No tardaré mucho en conocer estas tierras", dijo Rommel para calmar los ánimos [nada más llegar a Libia, entonces un protectorado italiano]. Sin embargo, advirtió al Führer de lo que le esperaba. "La guerra aquí es totalmente distinta de cómo pueda imaginársela usted". Eso sí, las relaciones con los italianos eran buenas. Según Rommel, eran pacientes, leales y valerosos, pero "mal armados y peor dirigidos".

Nada que ver, desde luego, con el estereotipo que todos tenemos sobre el comportamiento de los soldados italianos durante la Segunda Guerra Mundial, y Rommel seguramente sabía mucho mejor de lo que hablaba que cualquiera de nosotros. Por supuesto, ya de paso no tiene uno más remedio que preguntarse hasta qué punto han cambiado las cosas en Italia durante los casi setenta años transcurridos. {enlace a esta historia}

[Thu Mar 13 16:48:46 CET 2008]

La verdad es que cuesta a veces entender por qué nos tomamos ciertas cosas tan en serio en este país de Dios. Público nos hace saber hoy que la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria dudan del papel del Chiki chiki en Eurovisión. Pues nada, hombre, pues nada. Seguramente no había nada más importante que preguntarles en estos momentos post-electorales en los que Zapatero se las ve y se las desea para encontrar un apoyo parlamentario estable para los próximos cuatro años de gobierno. Cuatro años, por cierto, que pueden ser bastante complicados si Ibarretxe continúa empeñado en convocar el referéndum y la crisis financiera internacional nos sacude bien fuerte. Y, mientras tanto, por aquí perdemos el tiempo con Eurovisión y el Chiki chiki, asunto de Estado donde los haya. {enlace a esta historia}

[Sat Mar 8 19:05:49 CET 2008]

José Vidal Beneyto nos larga hoy, desde las páginas de El País, el predecilble rollo de costumbre. Los artículos de este hombre son, sin lugar a dudas, el más claro ejemplo de progresismo más corto de miras y repetitivo que uno pueda echarse en cara. Todo parece muy izquierdoso en la superficie, pero en el fondo no hace sino repetir el mismo mantra —los mismos dogmas de fe, las mismas consignas— una y otra vez. Como militante de una fuerza de izquierdas que soy, he de reconocer que me avergüenza la frecuencia con que la mera enunciación de conceptos malamente entendidos y digeridos —pero, eso sí, supuestamente progres— pasa por pensamiento crítico entre tantos correligionarios. Pues bien, el señor Vidal Beneyto es quizás el mejor representante de este tipo de comportamiento en la prensa española actual. Hace ya tiempo que permitió que le clasificaran como intelectual progre y desde entonces no ha hecho absolutamente nada que ponga en riesgo su potencial mercado lector. Y es que, no seamos ingenuos, la retórica anticapitalista y antioccidental sigue vendiéndose mucho entre ciertos ambientes intelectualoides. Así, hoy le ha dado por lanzar el discursito de siempre contra el inmoral imperialismo occidental, lanzándose a la romántica defensa de los pueblos autóctonos y lo que él denomina "pueblos menos adelantados":

Unos y otros sometidos a un proceso de destrucción cultural que hemos llamado desculturación, que ya advirtió Claude Lévi-Strauss en La Pensée Sauvage, destinados irremediablemente a la extinción y cuya única salvación posible era la transfusión occidental. Que supone el imperialismo del hombre blanco con la religión cristiana en su equipaje y la ciencia y la técnica como armas definitivas de su particular modernización. Gracias a las cuales se añadirá a la conquista política de los territorios, la conquista religiosa de las almas y la conquista económica de los comerciantes (el imperialismo de las tres M —Militares, Mercaderes y Misioneros— que nos señala Serge Latouche en La Planète uniforme (Climats, 2001), que acaban traduciéndose en la explotación expoliadora de la naturaleza.

Esa occidentalización modernizadora, más allá de la contradicción que supone el tradicionalismo moral de su componente cristiano, conlleva un fuerte impulso uniformizador en función del modelo económico único que representa el sistema capitalista. De lo que se trata no es de ser más sino de tener más, de consumir más de lo que ofrece el mercado mundial en bienes y servicios consumibles. Marx fue el primero que nos hizo ver que la mundialización, el mercado mundial es indisociable del capital, como lo es la omnimercantilización del mundo en el que todas las cosas son mercancías, comprables y vendibles, utilizables y alquilables, todas, bienes, servicios, cuerpos humanos, sangre, órganos, esperma, úteros; a disposición del comprador solvente en nuestra ciudad o, para esto está la mundialización, a 10.000 kilómetros de distancia. Todo es cuestión de precio.

En definitiva, el discurso de siempre. Predecible a más no poder. El emotivo canto contra el consumismo publicado en un periódico que todos hemos de comprar para poder leer... y para que el señor Vidal Beneyto se gane unas perras quejándose de lo comercializado que está todo. Una vez superada mi fase de marcusianismo juvenil, no tardé mucho en darme cuenta de que todas las quejas contra el atroz consumismo capitalista tienen un mismo común denominador: el consumismo consiste en aquellos patrones de consumo que a mí no me gustan, mientras que lo que yo compro siempre responde a una auténtica necesidad. No se me puede ocurrir mayor hipocresía, pero así se las gastan todavía estos popes de la izquierda "auténtica", por infantil que nos parezca.

Pero, en fin, entremos a hablar del discurso anti-imperialista de Vidal Beneyto, puesto que ése es precisamente el elemento principal de su artículo de hoy. Creo exagerado, en primer lugar, un análisis que concibe la progresiva occidentalización de otras culturas como mera promoción de militarismo, capitalismo y cristianismo. Y digo esto por una sencilla razón: me parece razonable pensar que ninguno de los tres valores son exclusivos de la civilización occidental. Me explico. El militarismo, en primer lugar, ha venido acompañando al hombre desde los albores mismos de la civilización, mucho antes de que existiera siquiera el concepto de libre mercado. Segundo, el capitalismo no es sino el sistema económico que mejor ha sabido satisfacer hasta el momento las infinitas ansias de consumo material del ser humano. De hecho, cuando Vidal Beneyto y muchos otros critican las tendencias destructoras y consumistas del capitalismo, lo que hacen en realidad es poner el dedo en la llaga de uno de los defectos de la naturaleza humana que más tiempo lleva con nosotros —como decía antes, junto al del militarismo y la agresividad—: el ansia de acumulación y consumo sin fin. El materialismo —en el sentido más prosaico del término, pues no entramos aquí en una discusión de tipo filosófico— también nos ha acompañado desde los albores mismos de la civilización. Los seres humanos han aspirado siempre, en todo tiempo y lugar, a tener el mayor número posible de posesiones. Es más, si uno leer los documentos fundacionales del marxismo, se encontrará con que tanto Marx como Engels justifican la teórica superioridad del socialismo sobre el capitalismo precisamente por su mayor capacidad de producir bienes de consumo para todo el mundo. Pero, claro, recordar las peroratas de Kruschev amenazando con superar al capitalismo en su propio terreno de juego no encaja muy bien en los rígidos esquemas ideológicos de la izquierda antiglobalizadora. ¿Se han preguntado alguna vez Vidal Beneyto y sus correligionarios si a lo mejor la cultura occidental se está extendiendo imparablemente por todo el mundo no tanto como consecuencia del malévolo imperialismo capitalista sino por el hecho de que, al menos de momento, es la cultura que mejor ha sabido satisfacer estas ansias de consumo tan íntimamente unidas a la propia naturaleza humana? Pues parece que no. Y, finalmente, por lo que hace al cristianismo, la verdad es que hace falta una mente muy calenturienta para pensar que existe alguna conspiración global para extender la fe cristiana. Este último punto no merece la pena ni tomárselo en serio. {enlace a esta historia}

[Fri Mar 7 10:31:36 CET 2008]

El País publica hoy un interesante artículo de Jordi Borja sobre la crisis de la democracia que debería contribuir positivamente al debate sobre el tema:

Muchos ciudadanos de las democracias europeas razonan al estilo irónico de Churchill: la democracia es un mal sistema, pero los otros son peores. No se sienten identificados con ninguno de los grandes partidos y les tienta la abstención. Me lo decían amigos franceses cansados de las batallas internas y las ambigüedades del Partido Socialista. Y me lo repiten compañeros italianos, que fueron militantes del gran PCI y que difícilmente pueden sentirse representados por el "vaticanista" Rutelli y el postmoderno Veltroni. Pero todos añaden: Sarkozy y Berlusconi son mucho peores.

En España el sistema electoral parece inducir a la abstención, tiende a excluir a las minorías y a favorecer un bipartidismo conservador. Opciones que podrían ser hoy una alternativa a la abstención como Izquierda Unida, o en el pasado el CDS, o en teoría los ecologistas, sufren la exclusión de una falsa proporcionalidad. Y ahora se nos amenaza con modificar el sistema para dejar fuera a los partidos nacionalistas no españolistas.

(...)

La fragmentación social, la diversidad y complejidad de los intereses económicos, la no correspondencia entre estos intereses y los valores culturales, las contradicciones internas a cada grupo e incluso a cada individuo (por ejemplo: más protección social y menos impuestos) hacen muy difícil la representación política por medio de partidos herederos de la vieja sociedad industrial. Se había construido un entramado en el que el poder económico del capital se compensaba en parte con la representación política, las organizaciones sociales de los sectores populares y las instituciones propias del Estado de bienestar (educación pública, seguridad social, etcétera). Este entramado es hoy insuficiente para integrar en un corpus único a una sociedad muy fragmentada.

Los partidos, ante la dificultad de agregar y representar la complejidad del mundo actual y la urgencia de dar respuestas simples, especialmente en periodo electoral, tienden a la retórica genérica y a las propuestas contradictorias. Aparecen entonces las formas de pensamiento débil, mayoritarias en la izquierda, y el populismo reaccionario que caracteriza hoy a la derecha. Unas alternativas diferenciadas, que garantizan la alternancia, pero que no son suficientes para progresar en racionalidad, libertad y justicia.

Las respuestas reaccionarias son las que pretenden construir una base social y electoral a partir de excitar las emociones más irracionales, las nacionalistas excluyentes, incluso las xenófobas, los miedos e incertidumbres de gran parte de la ciudadanía, el l ado malo, egoísta de cada uno. Lo que les permite también lucrarse mediante los procedimientos más depredadores, especulativos y corruptos de hacer negocio, y más que una economía de mercado pretenden hacer una sociedad de mercado. Refuerzan las dinámicas sociales que sustituyen los lazos basados en solidaridades colectivas y autonomías personales por los de tipo clientelar o de sumisión.

(...)

La izquierda moderada, por su parte, ha perdido su proyecto histórico de un mundo distinto y reacciona a la defensiva ante una derecha agresiva. Pretende conservar los avances democráticos del siglo XX (libertades personales, elementos del Estado de bienestar), pero retrocede fácilmente ante la demagogia política, en nuestro caso del PP y de la Iglesia. No es tanto la incapacidad de esta izquierda centrista para proponer transformaciones sociales profundas lo que nos irrita hasta provocar el deseo de no votarla, sino su miedo y sus concesiones a la derecha reaccionaria incluso en materias propias del liberalismo progresista (la memoria democrática, federalismo en vez de patrioterimos, supresión de los privilegios de la Iglesia, aborto, derechos de los inmigrantes, etcétera).

Finaliza Borja con una propuesta que, más que propuesta, me parece a mí simple ocurrencia: que se permita el "voto negativo" junto al "voto positivo", de tal manera que gane quien tenga más votos positivos y, en caso de empate, aquel que tenga menos votos negativos. La sugerencia me parece, sencillamente, impracticable e inútil. ¿Cuándo se cuentan los votos negativos, entonces? ¿Únicamente en caso de empate a votos positivos? ¿Y cuántas veces sucede eso? Lo mismo cabría decir de sus críticas hacia el sistema electoral español, que obviamente tiende a excluir a las minorías parlamentarias y fomentar el bipartidismo imperfecto, como bien dice. Lo que no tengo tan claro es que la crisis de confianza en las instituciones democráticas se deba solamente a ello. Piénsese, por ejemplo, que Borja habla de sus desencantados amigos que militaban en el PCI. ¿No tiene Italia, acaso, el problema contrario al que Borja critica aquí? Lejos de contar con un sistema electoral que encorsete las opciones políticas y las limite al aburrido esquema bipartidista, los italianos tienen, si acaso, un exceso de partidos políticos con representación parlamentaria. Sin embargo, esto no parece que haya contribuido demasiado a robustecer su democrcia. El sistema electoral, por tanto, puede concebirse como parte del problema, pero seguramente no el principal. En todo caso, el resto del análisis me parece bastante acertado.

El problema se debe, me parece, a las transformaciones sociales que están en curso. La democracia parlamentaria tal y como la conocemos —y los partidos políticos, agente fundamental del sistema liberal— han de adaptarse a una nueva realidad social, económica y cultural que se caracterizan por la fluidez, la globalización, la interrelación de países y pueblos que antaño podían ignorarse mutuamente sin mayor problema y, sobre todo, el vertiginoso ritmo de cambios impuesto por los avances tecnológicos. La nuestra es una sociedad tecnológica y tecnologizada, y esta tendencia no hará sino aumentar en el futuro. La época de los grandes bloques sociales y políticos, los tiempos de los partidos de masas han llegado a su fin, y ahora toca vivir con la fragmentación y la autonomía, lo que no tiene por qué estar reñido con la agregación de individuos concebidos no como miembros de la masa amorfa sino más bien como agentes capaces de acción propia. En otras palabras, no queda más remedio que despedirse del partido como aparato monol&icute;tico del pasado, a no ser que estemos dispuestos a verlos convertirse en instituciones obsoletas y despreciadas por los ciudadanos, con el riesgo que ello conlleva de crisis irreversible de la democracia. El peligro, me parece, no es tanto que desaparezcan los sistemas constitucionales y se sustituyan por dictaduras, sino más bien que la democracia social y solidaria, la del Estado del Bienestar y las políticas sociales, que construimos los socialdemócratas durante el siglo XX dé paso a un mero paripé sin contenido alguno donde todo se limite a introducir un voto en la urna cada cuatro años. Por desgracia, estamos muy cerca de eso. {enlace a esta historia}

[Thu Mar 6 15:32:26 CET 2008]

La viñeta de El Roto publicada hoy en El País es bien oportuna, visto lo visto y oído lo oído durante esta campaña:

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[Thu Mar 6 09:58:12 CET 2008]

Como ya escribí hace unos días, está resultando bastante cómico (hasta cierto punto) esto de seguir la campaña electoral por los medios de comunicación. Por ejemplo, hoy leemos en Público acerca de una encuesta publicada nada más y nada menos que por El Periódico de Andorra (?) en la que se afirma que el PSOE queda a tan sólo 2,5 puntos de ventaja del PP y el autor del artículo tiene a bien comenzarlo con el siguiente párrafo:

El público tiende a identificarse con el débil, con el perdedor. Quizá eso sirva para explicar que, tras la clara victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en el segundo debate electoral, el Partido Popular ha conseguido recortar distancias en intención de voto hasta situarse a un escaso 2,5%.

¡Ahí es nada! O sea, que a lo mejor a partir de ahora nuestros líderes políticos deberían esforzarse por perder los debates electorales para que los ciudadanos se apenen y le entreguen el voto sin pensárselo dos veces. No estoy muy seguro de seguir la lógica del buen señor, pero me parece de lo más original. No sé, ¿podría ser, quizás, que la encuesta no se ajusta a la realidad? O, ¿podría ser, a lo mejor, que José Luis Rodríguez Zapatero no ganó el debate, tal y como parecen pensar los medios? Ya sé que prácticamente todas las encuestas —hasta la de El Mundo— dieron a Zapatero por ganador, pero yo es que no las tengo todas conmigo. A mí el segundo debate me pareció aún más penoso que el primero. No sé qué es lo que verían otros, pero yo vi a dos políticos profesionales apuntándose con el dedo acusador al grito de "¡y tú más!" y llamándose mentirosos constantemente. En definitiva, un espectáculo bochornoso. Que conste que creo que Zapatero empezó muy bien haciendo una lista de propuestas en positivo para afrontar la incómoda situación económica que tenemos por delante. Se puede o no estar de acuerdo con las propuestas que hizo, pero el caso es que las hizo. Por parte de Rajoy no oímos ni propuestas alternativas ni tampoco crítica alguna a las que hizo Zapatero. Se lanzó simplemente a una desbocada carrera de acusaciones sobre la gestión del Gobierno socialista durante los últimos cuatro años sin hacernos saber qué pretende hacer él con la Presidencia del Gobierno, si es que alguna vez llega a alcanzarla. Digo esto como una crítica hacia la actitud negativa que tomó el líder de la oposición, pero lo peor es que a partir de ese momento el propio Zapatero se dejó llevar por la misma dinámica y, en lugar de dedicarse a hacer propuestas de futuro, prefirió meterse en el lodazal al que le quería llevar su oponente. Sí, es cierto, el Presidente hizo algunas propuestas más en otros campos también, pero la verdad es que el tono general de su intervención estuvo marcado por el enfrentamiento a muerte con Rajoy sobre las cuitas del pasado. En fin, como decía, un triste espectáculo para los ciudadanos.

Por cierto que, retornando a la vena más divertida, me ha gustado leer un artículo de Borja Cobeaga en El Periódico de Catalunya sobre el uso y abuso que ambos candidatos hicieron de los gráficos durante el debate. Son bastantes los debates que he visto en EEUU —donde nos llevan mucha ventaja en esto de los debates televisados— y jamás había visto un uso tan exagerado y equivocado de los gráficos. Supongo que se debe, precisamente, a la falta de experiencia en estas lides. {enlace a esta historia}

[Wed Mar 5 13:05:40 CET 2008]

Estamos a vueltas otra vez con las noticias sobre la crisis del cine. Que si el cine pierde espectadores, que si todo se debe a la piratería en la Red, que si... pero lo que nadie parece plantearse es la posibilidad de que tal vez las costumbres de los consumidores estén cambiando y ya no les apetezca tanto ir al cine a ver las películas. Después de todo, ya sucedió otras muchas veces en nuestra historia reciente cuando se dieron transformaciones similares en la tecnología que se usaba en la industria del entretenimiento: paso del teatro al cine, incremento de la popularidad de los macroconciertos de rock y pop a costa de la tradición clásica, aparición de la televisión y la radio, éxito de los equipos de música de alta fidelidad y formatos como el LP o el CD que desbancaron, al menos en parte, a los conciertos en vivo, etc. En fin, que me parece que lo que está sucediendo estos días no es nada nuevo. Se trata, ni más ni menos, que de la evolución normal de las cosas, la cual siempre suele tener lugar junto a la feroz resistencia de quienes sienten demasiado apego por el pasado. No hay nada nuevo bajo el sol. {enlace a esta historia}

[Mon Mar 3 15:36:08 CET 2008]

Leo en El País que la Fundación Josep Pla va a conmemorar el aniversario de El quadern gris creando una bitácora que publicará el contenido del diario del escritor catalán respetando escrupulosamente las fechas de publicación del original. Se trata, me parece, de una original iniciativa que aprovecha las nuevas tecnologías para fomentar la literatura de siempre. Para subscribirse, abrid la página del blog y enviad un correo tras pinchar en el enlace correspondiente. Imagino que los mensajes se enviarán en catalán, así que los voceros del "España se rompe" deberían abstenerse para no tener disgustos. {enlace a esta historia}