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[Wed Apr 30 16:26:53 CEST 2008]Tomando como excusa el aparente éxito del chiki-chiki, Margarita Rivière ha escrito un artículo titulado Parada de monstruos que tiene más alimento de lo que parece a simple vista. Extendiendo lo que ella denomina el chikichikismo a otros ámbitos escribe: En definitiva, que en este mundo de locos, hay bastantes cosas de las que preocuparse antes siquiera de dedicarle unas líneas al fenómeno chiki-chiki. En este mundo postmoderno, dominado por la más absoluta fluidez, hemos perdido todas las viejas certezas ideológicas que nos reconfortaban, aunque fuera al precio de engañarnos a nosotros mismos con falsos ídolos que tenían los pies de barro. Y, sin embargo, no podemos evitar la clara sensación de que el todo vale no conduce sino a un callejón sin salida y nos deja igualmente insatisfechos. Está muy bien postular la tolerancia, el mestizaje, lo diverso y el pluralismo, pero si lo llevamos demasiado lejos terminamos por destruir todo rastro de humanidad. El relativismo ha de relativizarse, casi podríamos decir, acudiendo a una paradoja, por cierto, que debiera ser muy del gusto de los postmodernos. No veo otra solución que echar mano de los viejos principios ilustrados y humanistas (relativizados, sí, pero no por completo eliminados) si no queremos continuar en nuestra deriva a velocidad supersónica. La puesta en tela de juicio de las instituciones sociales tradicionales está muy bien, al igual que sucede con las críticas a la autoridad establecida o el rechazo de los dogmas. Es más, todo ello se hace necesario después de los excesos de que fuimos testigos durante el siglo XX, cuando demostramos fehacientemente que las ideologías secularizantes pueden llegar a ser tan criminales como el fundamentalismo religioso. Pero el hecho de que nos perdamos entre el ramaje del bosque no quiere decir que hayamos de tirar la brújula a la basura. Lo único que tenemos que entender es que la brújula se limita a señalar al Norte. Somos nosotros quienes, partiendo de ahí, tenemos que guiarnos en el terreno, salvar los obstáculos, abrirnos camino por entre la maleza, sortear ríos y escalar montañas. El hombre no es la medida de todas las cosas, es verdad. Parce improbable que lleguemos jamás a conocer toda la verdad sobre la realidad que nos rodea, es cierto. Pero ello no quita para que dejemos de reconocer que si abandonamos el concepto de integridad moral las consecuencias siempre son nefastas y si lo relativizamos todo no hacemos sino retroceder en nuestras conquistas sociales y políticas. De ahí que, estoy convencido, todavía tengamos razones más que suficientes para luchar contra la política reducida a la mera imagen, la educación como mero instrumento o la vida en sociedad como mercado de las vanidades. El futuro nos va en ello. Los pensadores postmodernos sí que tenían razón en una cosa: el progreso no está garantizado, la evolución lineal de las cosas no es sino una quimera. Podemos terminar entrando de nuevo en una edad oscura como la que se produjo entre la caída del Imperio Romano y el Renacimiento. {enlace a esta historia} [Mon Apr 28 14:07:58 CEST 2008]En vista del reciente nombramiento de Celestino Corbacho como nuevo Ministro de Trabajo e Inmigración, tiene poco de sorprendente encontrarse con noticias como la que leíamos esta mañana en el diario Público, titulada El Gobierno aprieta las tuercas en inmigración. El antiguo alcalde de Hospitalet no ha de considerarse necesariamente un "duro" en cuestiones de inmigración, pero queda bien claro que tampoco podemos hablar de él como si se tratara de un "blando". Y ésa es precisamente la razón, supongo, que ha llevado a Zapatero a confiarle la cartera ministerial. Sin llegar a los niveles de catastrofismo alcanzados por Rajoy y el PP durante la campaña electoral —posiciones, por cierto, que rozaban el populismo xenofóbico de algunas formaciones de derecha dura de otros países europeos—, Corbacho no se muerde la lengua a la hora de dejar bien claro que quienes llegan a nuestro país han de integrarse y aceptar nuestras normas, igual que cualquier otro ciudadano. Se trata, en definitiva, de afirmar la tolerancia racial al tiempo que se subraya la necesidad de que los inmigrantes acepten nuestras reglas del juego, posición que aplaudo, aunque seguramente abrirá al PSOE a las críticas desde su flanco izquierdo, que pasará a acusarle de hacerle el juego a la derecha más autoritaria. Yo, por mi parte, entiendo necesario este leve viraje en la política de inmigración del Gobierno de Zapatero, siempre y cuando no se abandonen los esfuerzos en pos de la integración y se continúe en la línea de analizar el fenómeno de la inmigración como una oportunidad —y no una amenaza— para nuestro país. ¿Y por qué lo considero necesario? Fundamentalmente, porque no me creo —al contrario que muchos otros— que los españoles estemos vacunados de alguna manera contra la fiebre xenófoba. No son pocos los que manifiestan repetidamente que razones tan etéreas como el "carácter mediterráneo" o nuestro "mestizaje histórico" casi garantizan que el populismo xenófobo no encuentre arraigo por estos parajes. Me parece un craso error. La xenofobia es como una mala planta capaz de echar raíces casi en cualquier lugar y nosotros no somos la excepción. De hecho, ahora que se acercan malos tiempos en lo que hace a la economía es precisamente cuando más riesgo corremos de dejarnos llevar por la demagogia populista que culpa al inmigrante de todos los males. No está de más, pues, afianzar la idea de que es posible acoger a los inmigrantes en nuestra sociedad al mismo tiempo que se les exige cumplir con los mismos deberes que cualquier otro ciudadano. A mi entender, ésa es precisamente la política que quiere aplicar Celestino Corbacho. Ni más, ni menos. {enlace a esta historia} [Mon Apr 28 09:44:15 CEST 2008]Ya he dejado escrito en otras ocasiones que no me atrae nada la idea de castigar penalmente aquellas opiniones que manifiesten un apoyo evidente o encubierto al nazismo o ideologías similares, por más reprobables que me puedan parecer. Pues bien, echándole un vistazo a la prensa diaria me he encontrado hoy con un buen ejemplo del sinsentido al que puede conducir el celo excesivo del legislador políticamente correcto. Resulta que Le Pen ha sido condenado en Francia por afirmar que "las cámaras de gas nazi fueron un detalle en la historia de la guerra", refiriéndose, obviamente, a la Segunda Guerra Mundial. Se trata de uno de esos casos en los que las palabras que se consideran merecedoras de la sentencia son, de hecho, técnicamente ciertas. Ni la guerra se hizo para oponerse al antisemitismo nazi —política que de hecho comenzó mucho antes de que los alidaos le declarasen la guerra a la Alemania nazi— ni tampoco desempeñó un papel fundamental en la propia propaganda aliada hasta los juicios de Nuremberg y la postguerra. Pero es que, además, atendiendo a un criterio puramente cuantitativo, tampoco puede concebirse que el holocausto fuera el elemento central de la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué nos parece repugnante, entonces, la frase de Le Pen? Sencillamente, porque deja entrever una clara simpatía hacia los nazis que viene acompañada de la relativización de los crímenes que cometieron aquéllos durante el conflicto. Es decir, si bien Le Pen está en lo cierto desde un punto de vista puramente técnico, su posicionamiento nis repugna moralmente. Y he aquí, precisamente, la razón por la que me opongo a este tipo de legislación: en mi opinión, no le corresponde al Estado entrar a juzgar la moralidad de los pronunciamientos de tal o cual individuo —hecho que, además, no haría sino poner impedimentos a la libertad estrictamente necesaria para el normal desarrollo de la sociedad democrática—, sino que éste debe limitarse únicamente a juzgar comportamientos y hechos, no estados de opinión e ideas. Aún más claro me parece esto en el caso de la multa que se le impuso al propio Le Pen por manigestar en una entrevista en 2005 que la ocupación nazi de Francia "no fue particularmente inhumana". ¿Cómo medimos el grado de "inhumanidad" de una ocupación militar? Llevando el asunto incluso más lejos, ¿juzgaríamos también a quien esté dispuesto a criticar la ocupación estadounidense de Iraq? ¿Y qué decir de quienes aún hoy muestran cierta comprensión por los crímenes de Stalin o Mao? ¿Y los de Fidel? {enlace a esta historia} [Fri Apr 25 14:02:58 CEST 2008]Parece mentira que, después de todo lo vivido, todavía nos planteemos ciertas cosas. Hace ya un par de semanas que El País publicó un reportaje titulado ¿El genio literario es un monstruo moral? que me parece disparatado ya desde el propio título. El reportaje, firmado por la agencia EFE, comienza de la siguiente manera: Dejemos aparte el hecho de que el principal pecado de Evelyn Waugh parece haber sido, según el autor, meramente el atreverse a hacer declaraciones políticamente incorrectas de carácter innegablemente conservador. Casi se diría que no se puede ser escritor y conservador al mismo tiempo, o al menos eso parecen asumir algunos. Y es que tantas décadas de promoción del dogma del intelectual progre debe haber calado en la mente de quienes escriben muchos de estos artículos en nuestra prensa diaria, de tal forma que no aciertan a ver la posibilidad de que pueda siquiera existir un intelectual conservador. En fin, se trata de otro prejuicio que yo ya creía superado, pese a toda la evidencia en mi contra. Pero lo que verdaderamente me interesa del reportaje en cuestión es la asunción, tan platónica, de que la excelencia en las letras ha de ir acompañada por fuerza de la excelencia moral, algo demostradamente falso pero a lo que nos agarramos una y otra vez. ¿Cómo explicarnos, si no, el éxito del que todavía disfrutan los manifiestos firmados por intelectuales de diverso pelaje, como si por el mero hecho de haberse hecho famosos escribiendo novelas ya cuenten con mucho mayor conocimiento de la realidad social que cualquiera de nosotros? Lo más interesante de esto me parece que, después de todo, la figura del intelectual progre como vanguardia social y política de las masas descerebradas que no le llegan ni a la horma del zapato es de una naturaleza tremendamente anti-democrática a la que, sin embargo, nos negamos a eliminar. ¿Adónde habrán quedado todas aquellas preguntas retóricas que nos hiciéramos en otros momentos sobre lo increíble de que un pueblo culto y educado como el alemán se entregara en cuerpo y alma a un vulgar encantador de serpientes como fue Hitler? Y es que no aprendemos. {enlace a esta historia} [Fri Apr 25 09:36:24 CEST 2008]La escritoria y traductora checa Monika Zgustova publicó ayer un Elogio del lector en El País en el que trataba de enmendar la plana ni más ni menos que al prestigioso editor francés Antoine Gallimard, quien afirmó hace poco que si Proust tratara de editar su En busca del tiempo perdido hoy día seguramente no encontraría editor. Como bien le recuerda Zgustova, tampoco encontró editor cuando lo escribió en su momento. Es más tuvo que costear de su bolsillo la primera edición. Y es que, como ya he repetido en múltiples ocasiones en estas páginas, ni todo pasado fue siempre mejor ni tampoco todo presente es tan catastrófico como nos lo pintan algunos. Pero lo que más me interesa aquí es el elogio que la escritora checa hace del lector español actual: No sólo eso, sino que, además, hoy es perfectamente posible dedicarse profesionalmente a la escritura y vivir decentemente de ello, algo que raramente fue posible en cualquier otra época histórica. Sencillamente, las cosas no están tan mal como algunos las pintan, ni tampoco es cierto que todo fuera maravilloso en ese pasado tan idealizado que muchos imaginan. La mayor parte de los genios de la literatura no entraron en el ansiado panteón de grandes autores hasta mucho después de fallecer, y eso después de sufrir lo indecible en una vida dominada por la miseria. Hoy día, por el contrario, conocemos bastantes autores ampliamente respetados y reconocidos como futuros clásicos (Saul Bellow, Umberto Eco, Javier Marías...) que disfrutan de su trabajo y llevan una vida moderadamente cómoda y despreocupada. ¿Cómo me va a convencer nadie de que también en esto cualquier tiempo pasado fue siempre mejor? {enlace a esta historia} [Wed Apr 23 15:55:54 CEST 2008]Otro artículo interesante con el que me he topado hoy, éste otro en Público. Resulta que todavía existe en Brasil un Templo de la Humanidad como los creados por Augusto Comte allá por el siglo XIX en un intento de promover una especie de culto secularizado. Ciento veintiocho años después de su fundación aún realiza "misas filosófico-científicas" todos los domingos en un templo repleto de bustos de pensadores y científicos (Sócrates, Newton, Gutenberg, Arquímedes, Descartes, Shakespeare...). La idea me parece sugerente por lo que tiene de alternativa laica al espíritu de comunidad que suele respirarse en tantas iglesias y que, al fin y al cabo —y siempre que no se lleve a sus extremos— puede resultar enormemente positivo para una sociedad. Tal y como lo veo yo, la asistencia regular a misa (lo que muchos prefieren denominar espiritualidad para quitarle calorías y hacerlo más light) viene a satisfacer muchas veces una necesidad muy humana: la de embarcarse en un viaje de descubrimiento intelectual de forma compartida, junto a una comunidad de iguales. La Modernidad nunca acertó a ofrecer una alternativa a esta necesidad tan humana, como ya notara Durkheim en su momento. {enlace a esta historia} [Wed Apr 23 15:36:30 CEST 2008]Hoy, día de San Jorge, Juan Cruz escribe un artículo en defensa del libro en El País que no quería dejar pasar en estas líneas por el símil tan simpático que usa para describir nuestra afición a la lectura estos días: Me parece que Cruz es, en buena parte, algo injusto con nuestros tiempos. No hay que revolver mucho para encontrarse con descripciones de los años sesenta que él mismo menciona en las que también se nos explica bien a las claras que la gente llevaba, es cierto, los libros bajo el brazo, pero que leerlos, lo que se dice leerlos, lo hacían bien pocos. Por el contrario, a mediados de los ochenta, cuando yo fui a la Universidad en Madrid, recuerdo que no eran pocos los estudiantes que aprovechaban el tiempo muerto del autobús, el metro o el tren de cercanías para leer algún que otro libro. En fin que, como de costumbre, no todo tiempo pasado fue siempre mejor. De todo hay en la viña del Señor, como nos solían decir cuando éramos niños. Yo, desde luego, a mi regreso a España me he encontrado gratamente con que hay mucha más afición por la lectura que en cualquier tiempo pasado, o al menos eso me lo parece a mí. Lo que pasa es que aquí nos gusta mucho la cultura del lamento y el pesimismo escatológico. Se ve como muy chic, como auténtico "pensamiento crítico". Yo, por el contrario, lo veo más bien como una patochada snob. {enlace a esta historia} [Tue Apr 22 09:56:33 CEST 2008]El Secretario de Estudios del PP y diputado por Cantabria, José María Lassalle, publicó ayer un artículo en El País titulado Liberalismo antipático en el que nos advertía sobre lo que, según él, puede conllevar la deriva neoconservadora que proponen los partidarios de Esperanza Aguirre durante este período de debate precongresual. Lassalle comienza afirmando que en el PP confluyen liberales, conservadores y democristianos, pero que él no es capaz de distinguir ninguna corriente socialdemócrata, como acusaba Aguirre, ni muchísimo menos piensa que pueda identificarse a Rajoy con dicha ideología: Lassalle da en la diana. Esperanza Aguirre, El Mundo y la COPE no representan el liberalismo frente a la supuesta socialdemocracia de Rajoy, sino que lo que postulan es más bien un neoconservadurismo a la americana disfrazado de ropajes liberales para poder venderse mejor. Representan un conservadurismo a veces incluso reaccionario en lo social combinado con un hiper-liberalismo sin cortapisas en lo económico, algo bien similar a lo que defendieran Thatcher y Reagan hace ya más de veinte años y, además, malamente adaptado a nuestra sociedad. En otras palabras, lo que proponen no es sino la derrota incondicional de cualquier conciencia social y moderadamente progresista que pueda existir dentro del PP (esto es, la expulsión por asfixiamiento de los restos del naufragio de la democracia cristiana, que jamás llegó a consolidarse en España precisamente debido a los tics ultraconservadores de nuestra derecha). Si la operación montada por Aguirre llegara a triunfar, solamente se me ocurren dos posibilidades: que el corrimiento hacia un neoconservadurismo a la anglosajona siembre el desconcierto entre los votantes y condene al PP a pasarse otra década en la oposición o, lo que me preocuparía mucho más, que la transformación tuviera tanto éxito entre las nuevas clases medias (atraídas por el componente económico liberal) y los sectores más populares (atraídos estos otros por el discurso conservador en lo moral y populista en lo que respecta a las políticas de inmigración) que obligara a todo nuestro sistema de partidos a correrse hacia la derecha, como sucedión en EEUU y Gran Bretaña durante los años ochenta. Hoy por hoy, sin embargo, no me atrevo a predecir qué bando ideológico pueda imponerse. Ahora bien, sí que puedo afirmar que me preocuparía ver a nuestra derecha tomar el neoconservadurismo anglosajón como modelo. Sencillamente, desandaríamos buena parte de lo andado en los últimos veinte años. {enlace a esta historia} [Mon Apr 21 13:06:59 CEST 2008]Leo en El País que las autoridades locales de Graz, segunda ciudad más poblada de Austria, se están planteando limitar el uso del teléfono móvil en ciertos lugares públicos y la verdad es que no me sorprende nada de nada. Acabo de regresar de un viaje a Madrid en el que tuvo la ocasión de "disfrutar" de alguna que otra conversación ajena en el coche del tren en que viajaba. Lo lógico sería, piensa uno, que la gente cambie la señal al modo de vibración para no molestar a los otros pasajeros con musiquillas incordiantes y, de paso, que abandonen el coche cuando vayan a entablar una conversación a voz en grito (es lo que sucede más a menudo) y se dirijan al espacio de descanso que hay entre coche y coche. Pero aún me parece mucho más molesto e irrespetuoso el hecho de que sea casi imposible hoy por hoy acudir a cualquier reunión que no se vea interrumpida, primero, por el dichoso tono de los móviles y, segundo, por el conciudadano que responde a la llamada sin el mayor miramiento y se pone a hablar por teléfono sin pararse a pensar que está obstaculizando una reunión en ocasiones importante, como la de una Junta Municipal de Distrito. Visto lo visto, no me cabe duda alguna de que, hoy por hoy, el móvil debe ser uno de los principales factores causantes de ineficiencia en nuestras administraciones y oficinas. Vamos, que tampoco reivindico que se prohíba terminantemente usar el móvil en los medios de transporte público, sino tan sólo que contemos con el suficiente sentido común y respeto cívico hacia los demás para no abusar de las circunstancias. En la mayor parte de los casos, solamente hay que plantearse antes de hacer la llamada si de verdad el asunto del que queremos hablar no puede esperar hasta que podamos ver a la otra parte en persona. El hecho de que las nuevas tecnologías nos permitan tener acceso a toda la gente todo el tiempo no significa que realmente tengamos que tener la oreja pegada al auricular constantemente. {enlace a esta historia} [Tue Apr 15 11:02:16 CEST 2008]Si hace una semana aproximadamente escribíamos sobre el artículo publicado en El País en que se criticaba el paternalismo de los medios de comunicación al dirigirse a nuestras políticas por el nombre de pila, hoy me encuentro con un artículo de Público sobre el mismo tema que viene a confirmar y subrayar lo que entonces defendíamos: el problema no es ya algo tan secundario como el uso del género en el lenguaje, sino un sexismo mucho más profundo y bochornoso. Por ejemplo, el citado artículo recoge algunas de las lindezas que se han oído estos días de boca de varios comentaristas políticos renombrados con respecto a Bibiana Aído, recientement nombrada Ministra de Igualdad por Zapatero: No hacen falta más comentarios. Ellos mismos se catalogan como lo que son: irrespetuosos y machistas. Nunca falta quien esconde su sexismo e intolerancia en el ingenio faltón e insultante. Que conste, esto no pasa sólo por aquí. Las ondas estadounidenses están repletas de individuos de esta calaña. Graciosillos de medio pelo que viven de insultar a los demás de forma más o menos ingeniosa. {enlace a esta historia} [Mon Apr 14 09:42:16 CEST 2008]Me encuentro en la prensa hoy una noticia de esas que le hacen reflexionar a uno sobre el doble rasero que usamos para juzgar lo extranjero y lo que sentimos como propio y, por consiguiente, "normal". Resulta que la ministra marroquí de Desarrollo Social y de la Familia, Nouzha Skalli, ha hecho un llamamiento en favor de reducir la potencia de la megafonía usada por los muecines cuando llaman a la oración de madrugada, encontrándose —como era de esperar— con la oposición frontal de los imanes e islamistas radicales que no se avienen a las razones de la ministra —fundamentalmente, que molesta a los turistas de los que cada vez más depende la economía del país magrebí— y prefieren verlo como un ataque en toda regla contra las creencias y tradiciones religiosas de los marroquíes. Hasta tal punto está llegando la campaña contra la ministra que incluso se han oído acusaciones de que su verdadera intención no es otra sino prohibir sin más contemplaciones el rezo de madrugada. Pues bien, el doble rasero se manifiesta, creo yo, cuando nuestros medios de comunicación nos presentan esta historia como un claro ejemplo de atraso sin detenerse a pensar qué podría suceder por estos lares si a las autoridades se les pasara por la cabeza plantearse siquiera la prohibición del toque de campanas a ciertas horas del día o, lo que sin duda sería mucho peor, prohibir las bandas de música que acompañan a las procesiones de Semana Santa durante la madrugada. Esto último sería, sin duda, anatema en mi Sevilla natal. Y es que demasiado a menudo todo depende del color del cristal con que se miran las cosas y lo que en los países musulmanes nos puede parecer una inaceptable imposición de los sectores más retrógrados del Islam por aquí nos parece simplemente tradición popular. Por cierto, que todo esto me recuerda un artículo publicado ayer en El País acerca de un debate que recientemente tuvo lugar en la Universidad de Brown (EEUU) entre Felpe González y Juan Luis Cebrián y en el que también salió a relucir este tema de las relaciones entre religión y política: Tenemos, por desgracia, una derecha demasiado proclive a erosionar los logros de la Ilustración en nombre del sentido de identidad religiosa y una izquierda demasiado dispuesta a dejarse convencer por los cantos de sirena de la identidad étnica, lo cual no puede traer sino problemas. Como bien dice Felipe González, el retorno de lo identitario no hace sino reintroducir el factor de lo absoluto en el ámbito político. Piénsese, por cierto, que la dañina influencia de lo identitario no se limita a la religión y el nacionalismo, sino que también la identidad de clase tuvo consecuencias nefastas en su momento, sobre todo en el periodo de entreguerras. Nuestras sociedades únicamente han avanzado por la senda del progreso —senda bien lenta y tortuosa, cierto, pero senda de progreso al fin y al cabo— cuando hemos abandonado la fe en la identidad colectiva y hemos optado por afirmar la importancia de la identidad individual inserta o integrada en el seno de una comunidad de iguales. Éste y no otro es el reto que nos planteamos a comienzos de este siglo XXI: continuar por esta senda del progreso —en buena parte identificado con el liberalismo, la democracia cristiana, la socialdemocracia y el socialismo democrático— o retomar las viejas utopías identitarias de antaño, las que nos llevaron a dos guerras mundiales y los totalitarismos de izquierdas y derechas. Finalmente, todo esto se relaciona también con la creciente tendencia de la política estadounidense a contaminar lo político de religión y a la inversa. Por ejemplo, The New York Times nos hace saber sobre las diferencias entre Hillary Clinton y Barack Obama en el transcurso de una reciente conferencia pública titulada Compassion Forum y, conforme uno va leyendo el artículo, se da cuenta de que hubo bien poca discusión sobre asuntos auténticamente políticos. Es más, ni siquiera se habló de las relaciones entre Iglesia y Estado o la demarcación de ambas esferas en la vida pública, sino que de lo que se habló más bien fue de las convicciones religiosas de uno y otro candidato demócrata. En otras palabras, del tema de conversación central no fue sino el de las convicciones religiosas personales de uno y otro candidato, como si fuera necesario someterlos a la prueba del algodón de la fe antes de poder decidir a quién votar. A mí esta actitud, desde luego, me parece escandalosa. Lo que debieran estar discutiendo Clinton y Obama no es sobre sus particulares convicciones religiosas, sino sobre sus propuestas políticas, sus programas de gobierno. De lo contrario, ¿dónde queda la democracia? Y aún más importante, ¿dónde queda la tolerancia? Precisamente la base fundamental del sistema democrático liberal es que cuando tomamos la decisión de votar a uno u otro candidato, lo hacemos basándonos en sus propuestas y no en su pertenencia a uno u otro colectivo étnico o religioso. Esto sí que es erosionar los cimientos mismos de nuestro modo de vida occidental y se está haciendo precisamente en nombre de la defensa de nuestra civilización ante los supuestos avances del fundamentalismo islámico. {enlace a esta historia} [Sat Apr 12 20:17:55 CEST 2008]Hay veces que desespero de que la derecha española tenga solución posible. Vaya por delante que ni siquiera viví en el país durante los años de gobierno del PP, así que a lo mejor tengo una idea algo errónea —incluso disparatada, es posible— de lo que sucedión en la segunda mitad de los noventa. De todos modos, lo que me hicieron llegar personas a quienes respeto por su objetividad y afán de discutir este tipo de asuntos desde una perspectiva tolerante y con amplitud de miras fue que al menos durante los primeros cuatro años de mayoría del PP parecía que la derecha española había finalizado de una vez por todas su larguísima travería del desierto, se había modernizado —como nos gustaba decir en otra época: se había europeizado— y lograba gobernar sin ánimo de revancha, para todos los españoles. También es verdad que, por lo que me cuentan, todo cambión con las elecciones del 2000, la mayoría absoluta, el acercamiento a Bush y los neocons y, sobre todo, la afamada "foto de las Azores". Una vez más, según me cuentan, casi pareciera que la victoria sin contemplaciones de aquel año se le hubiera subido a la cabeza a Aznar y los suyos que les hubiese trasladado a una suerte de realidad paralela donde, de buenas a primeras, pudieron rebrotar todos los antiguos tics de la derechona española de siempre. Se trata de algo así como si a Felipe le hubiera dado en 1986, renovada la abrumadora mayoría absoluta en las urnas, por retomar el discurso radical socialista de comienzos de la transición ignorando por completo que la sociedad española había sufrido algunos serios y profundos cambios mientras tanto —casi todos ellos, dicho se a de paso, para bien. Pues bien, viene todo esto a cuento del artículo escrito por Juan Manuel de Prada y titulado Liberalismo que publica hoy ABC y en el que se arremete sin miramientos contra la ideología liberal usando unos argumentos que creíamos ya superados y que, por desgracia, recuerdan demasiado a lo que en su momento escribieran los ideólogos fascistas en el periodo de entreguerras. Ahí van algunos ejemplos: ¡Ahí es nada! Vaya por delante, que tanto respeto me merece la tradición ideológica conservadora como la liberal o la socialista, sean cuales sean mis convicciones particulares. Como suele suceder siempre que hablamos de ideologías, también el conservadurismo tiene algunos preceptos —la importancia de la tradición como algutinador de una comunidad social, lo peligroso de lanzarse a alocadas aventuras por más que parezcan ideales sobre el papel...— que merece la pena considerar y tener en cuenta a la hora de tomar decisiones políticas. Sin embargo, el retrato que Juan Manuel de Prada hace del liberalismo resulta patéticamente simplificador, dogmático y sectario —por no hablar de su descripción del socialismo, al que equipara con todos los males habidos y por haber. Está bien —y, hasta cierto punto, es normal— que se esté convencido de la corrección de los presupuestos ideológicos que uno comparte. Sencillamente, de no ser así lo más lógico sería que uno cambiara de ideas, y santas Pascuas. Ahora bien, de ahí a afirmar sin duda alguna que únicamente la ideología propia es sensata y, por añadidura, que todas las demás ideologías son criminales, inmorales e inhumanas, media un abismo. De hecho, media ni más ni menos que el abismo que separa una mentalidad abierta y democrática de otra mesiánica y caudillista. El señor de Prada no acierta a explicarnos, entre otras muchas cosas, cómo es posible que el país más claramente liberal de todo el orbe ya desde su mismo nacimiento —los EEUU— sea precisamente el menos proclive a tentaciones socializantes, sobre todo si, como él aduce, el liberalismo no es sino poco más o menos que la puerta de entrada al socialismo. En fin, que tiene bien poco de extraño que cite constantemente en el artículo a Leonardo Castellani, sacerdote argentino nacionalcatólico y que simpatizó con el peronismo. Al parecer, la demagogia populista está mal cuando se promueve en nombre del socialismo del siglo XXI como hace Chávez, pero es más que aceptable si se usa en nombre de la "gente de buen provecho". Como decía, hay veces que la incapacidad de la derecha española para ponerse a la altura de los tiempos me sigue preocupando. Uno se pregunta cuándo demonios se decidirán finalmente a hacer su Suresnes. {enlace a esta historia} [Fri Apr 11 11:46:21 CEST 2008]Leo en El País que la editorial Zeta Bolsillo va a reeditar aquellos títulos de literatura de aventuras de Bruguera que hicieran las delicias de tantos y tantos lectores jóvenes hace años: Viaje a la Luna, Moby Dick, La isla del tesoro, Sandokán, etc. Me parece una maravillosa forma de fomentar la lectura entre nuestros hijos. Los míos, desde luego, disfrutaron con los volúmenes que encontraron desperdigados por mi biblioteca personal cuando nos mudamos de vuelta a Sevilla. {enlace a esta historia} [Thu Apr 10 19:35:46 CEST 2008]Por más que pasen los años, no consigo entender la tirria que se tiene en casi todo el país hacia lo catalán. Se trata, no me cabe duda, de una reacción casi por completo irracional, un instinto animal profundamente enraizado en el espíritu de muchos españoles que lleva en ocasiones a personas perfectamente cultas e inteligentes a decir auténticas estupideces, generalidades y simplificaciones que, sencillamente, no se atreverían a expresar si se tratara de otro tema. Saco esto a colación del artículo semanal que publica Luis María Ansón en El Cultural, y que esta vez está dedicado a la fortaleza del español en los EEUU. Se trata, en principio, de algo que guarda bien poca relación con lo catalán y, aún menos, con nuestras cuitas provincianas sobre la identidad última de lo español y un quítame allá esos archivos históricos. Y, sin embargo, alguien que considero sumamente cultivado y tolerante, amante de la buena literatura y conocedor del mundo, como Ansón (no es que siempre esté de acuerdo con las ideas que defiende, pero sí que me creo honestamente lo que digo aquí sobre su personalidad), alguien como él, decíamos, no puede evitar arrastrar el tema del independentismo radical catalán por los pelos y meterlo en un artículo sobre la expansión de nuestra lengua en los EEUU. Y lo hace, además, comenzando su artículo con una acusación no ya falsa, sino además grosera y de poca monta. El bueno de Ansón escribe, ni más ni menos lo siguiente: A mí la desfachatez me lo parece precisamente esta acusación falsa y completamente gratuita lanzada por Ansón. Dudo mucho que a Carod Rovira le importen un pimiento las aventuras y desventuras del idioma castellano en el orbe orbital, la verdad sea dicha. Imagino que a él, con que le concedan la independencia de su querida tierra, ya le basta y le sobra. Que conste que no estoy lanzando aquí un alegato en favor de la independencia de Cataluña, puesto que es algo que no comparto, pero de ahí a acusar a Carod Rovira y quienes apoyan a ERC de querer erradicar el idioma castellano de la faz de la Tierra (no deja uno de preguntarse, según el señor Ansón, qu&eeacute; es lo que cree él que Carod Rovira haría no ya con el idioma sino con quienes lo hablan) media un abismo. Por favor, señores, guardemos la compostura. No hace mucho que tuvimos ocasión de ver y oír a Carod Rovira en la televisión respondiendo a preguntas precisamente en castellano y yo no creo recordar que le costara excesivo trabajo expresarse en dicha lengua ni pareciera estar sufriendo lo indecible por tener que hablar castellano. Sí que recuerdo, la verdad, que tuvo un par de incidentes cuando se negó a permitir que le llamaran José Luis cuando su nombre es Josep Lluis, pero qué le vamos a hacer si es que ése es su nombre. ¿Acaso alguien se empeña en llamar a George Bush "Jorge Matorral" o en referirse a Margaret Thatcher como "Margarita Techadora"? Yo, desde luego, no lo he oído jamás, aunque también es verdad que la amplia mayoría de mis compatriotas no parece disfrutar tanto sacando de sus casillas e incordiando a los anglohablantes como parecen disfrutarlo en el caso de los catalanes. Pero ése es otro asunto bien distinto, claro. {enlace a esta historia} [Thu Apr 10 14:26:31 CEST 2008]La reseña de La princesa de Clèves en la bitácora de Lector mal-herido me ha hecho reír nuevamente. La toma en este caso con la introducción que se incluye en la edición de Cátedra y que, desde luego, tiene su miga, a juzgar por lo que se nos expone en el artículo. Estas introducciones que se incluyen en todos los libros de la colección de Letras Hispánicas y Letras Universales de la editorial tienen, como no podía ser de otra manera, una calidad muy diversa. Las hay que verdaderamente ayudan en la comprensión de la obra situándola en un determinado contexto histórico o en la vida del autor, y en otras ocasiones arrojan luz sobre la estructura de la obra o los recursos estilísticos que la puedan caracterizar. En cualquier caso, no es menos cierto que en algunas ocasiones son perfectamente prescindibles. Como ya dije, no puede ser de otra manera. Y, por lo que hace a la bitácora de Lector mal-herido, creo que ya expliqué en su momento que se trata del tipo de crítica chulesca y agresiva que no suele gustarme, pero en este caso el autor hace un derroche de irreverencia e ingenio que no deja de atraerme, a pesar de todo. En fin, que me pareció simpático. No hay necesidad de buscar ninguna otra excusa al respecto. {enlace a esta historia} [Wed Apr 9 14:24:41 CEST 2008]También hoy mismo publica El País un artículo del economista Ignacio Muro titulado Vertebrando España: autonomías e inmigración que no tiene desperdicio. Comienza dejando claro que hay dos ideas distintas e incluso contrapuestas de lo que es España: Y es que, a pesar de todo, digan lo que digan Rajoy y los dirigentes populares acerca del entreguismo de Zapatero y los riesgos de que España se rompa, el único partido de implantación auténticamente nacional que tenemos, hoy por hoy, es el PSOE, y no el PP. Sencillamente, no hay otro partido que cuente con el mismo nivel de homogeneidad relativa en su discurso y que, al mismo tiempo, cuente con un sólido apoyo electoral en todos los territorios, tanto en el centro como en la periferia, en aquellas comunidades autónomas donde existe un nacionalismo fuerte y donde no. Porque, seamos serios, el PP de hoy en día sigue representando, como el de ayer, el nacionalismo español de siempre, que es sin lugar a dudas una fuerza social a tener en cuenta en el momento de lograr los consensos necesarios para que todo marche bien, pero que no por ello deja de ser una fuerza más entre otras que también merecen ser escuchadas y deben ser tenidas en cuenta en la mesa de negociaciones. O, lo que es lo mismo, lo que se nos plantea es, una vez más, el viejo debate entre quienes ven España como una nación de "identidad fuerte", asentada sobre todo en torno a las tradiciones e instituciones castellanas, y quienes, por otro lado, la conciben como una entidad plural donde tengan cabida también otras identidades, como la catalana o la vasca, entre otras. Los estrategas del PP harían bien en observar que únicamente fueron capaces de llegar al poder cuando lograron hilvanar un discurso amplio e inclusivo a mediados de los noventa, y no cuando se han entregado al más rabioso españolismo. De hecho, si no entienden esto, parece bien probable que se condenen de nuevo a permanecer en la oposición hasta que los socialistas cometan suficientes errores de bulto como para ser apeados del poder y los ciudadanos no tengan más remedio que volverse al principal partido de la oposición para darle la victoria, más por imposibilidad de entregar el gobierno a otra fuerza que por otra cosa. En este sentido, el intercambio de palabras entre Zapatero y Rajoy en el Congreso de los Diputados ayer me parece bastante ilustrativo. Según el líder de la oposición: A mí, por el contrario, me parece que lo lógico es intentar sumar al consenso al mayor número de fuerzas posibles y, si esto no funcionara, entonces esforzarse en firmar un acuerdo con, al menos, las dos fuerzas políticas principales. Así es como se ha venido haciendo tradicionalmente y siempre funcionó bien. Pero la propuesta de Rajoy ayer en el Parlamento deja entrever claramente cuál es su posición en los llamados temas de Estado y qué concepto de España tiene la derecha que representa. Después, el propio Rajoy se desdijo: Pero, para entonces, ya estaba bien claro qué es lo que había dicho y lo que no. Se trata, por cierto, de una táctica de la que abusa en demasía Rajoy en sus debates parlamentarios: primero hace una declaración contundente, de las que gustan a sus seguidores de siempre, para, a continuación, desdecirse y acusar a su oponente de tergiversar unas palabras que, como en este caso, son bien obvias. En fin, la viñeta de Peridis ilustra gráficamente a qué me estoy refiriendo: Por cierto, que la última frase de su primera intervención sobre este tema también me parece sumamente interesante: Pero es que el problema está, precisamente, no en el hecho de que se defiendan tesis soberanistas o independentistas, sino en que se recurra al asesinato para conseguir esos objetivos. Yo pensaba que eso ya lo teníamos todos bien claro, pero no parece ser el caso. Tal y como leo yo las palabras de Rajoy, la izquierda abertzale y los nacionalistas vascos en su conjunto no sólo han de renunciar a la violencia, sino que también deben renunciar a sus propias ideas, a su programa político. Cuesta trabajo entender eso como una actitud verdaderamente demócrata, por más que estemos de acuerdo a lo mejor con la oposición por principio a la ideología nacionalista. Rajoy está confundiendo churras con merinas y lo hace, además, para su propio provecho político y sin siquiera hacer un esfuerzo por entender y respetar al oponente político. Con esta mentalidad, sencillamente, cuesta verle como Presidente del Gobierno de todos los españoles. Pero volvamos al artículo de Ignacio Muro, quien hace un llamamiento a Zapatero para que centre sus esfuerzos en dos áreas que le parecen prioritarias: primero, la ampliación del Fondo de Compensación Interterritorial y la revisión del sistema de financaición de las comunidades autónomas para garantizar la solidaridad interterritorial en un momento en el que, previsiblemente, tendremos que afrontar una seria desaceleración económica que afectará sobre todo a aquellas regiones donde la construcción tiene mayor peso específico —algo que tendremos que hacer, además, sin contar ya con la ayuda de los fondos de la Unión Europea, lo que subraya aún más la importancia de consolidad una política de solidaridad interterritorial seria—; y, segundo, plantearse una política de inmigración sólida y bien explicada a los ciudadanos. Al hilo de esto, nos recuerda el autor algo que se ha venido ignorando en casi todos los análisis electorales que se han publicado: Estoy completamente de acuerdo. Como ya advertí durante la propia campaña electoral, existe de hecho un cierto malestar entre algunos sectores de la población española a cuenta de la inmigración que quienes nos identificamos con posiciones de izquierda ignoramos a nuestro propio riesgo. No se trata de endurecer nuestras políticas, pero sí de explicarlas mejor y, sobre todo, de hacer un mayor esfuerzo en lo que respecta a la prevención de problemas. {enlace a esta historia} [Wed Apr 9 11:06:45 CEST 2008]El País publica hoy un interesante artículo de Reyes Mate titulado Ciudadanía postnacionalista que debiera contribuir a la reflexión general sobre el panorama político durante esta segunda legislatura de Zapatero en el Gobierno, principalmente en lo que respecta al nacionalismo vasco: Se trata, en definitiva, del elemento diferenciador del nacionalismo vasco con respecto al catalán o el gallego, de corte mucho más lingüístico o cultural: el etnicismo, el mito de la sangre. El nacionalismo vasco, ya desde Sabino Arana, lleva consigo una especie de pecado original que no es otro sino su ideal de la pureza de raza, algo no tan distinto de otras formas de nacionalismo totalitario que vimos en el siglo XX. El maketo no es el charnego, por mucho que ambos términos sean obviamente despectivos. La diferencia fundamental está en que un charnego puede dejar de serlo por el hecho de aprender la lengua catalana y, como hemos visto en el caso de Montilla, puede incluso llegar a ser presidente de todos los catalanes sin mayor problema. En el caso vasco, por el contrario, un maketo será siempre un maketo, por más tiempo que viva en el País Vasco y por más esfuerzos que haga por integrarse en su tierra. En otras palabras, el maketo lleva su naturaleza en la sangre y nada que pueda hacer logrará lavar su auténtica identidad maketa. En este sentido, se diferencia bien poco del concepto de ario creado por Rosenberg y sus adláteres. Tiene poco de extraño, pues, que el nacionalismo vasco haya llegado a unos extremos que el nacionalismo catalán o gallego no han alcanzado jamás, sin que esto quiera decir que estos últimos no hayan caído también en ciertos excesos. En cualquier caso, el tema que plantea Reyes Mate es de una importancia capital pues, como bien afirma en su artículo, se ha extendido poco a poco la idea de que, una vez desaparecido el terrorismo etarra (algo que, tarde o temprano, sucederá, eso lo sabemos todos), las aguas volverán a su cauce y se implantará por sí sola la tan ansiada normalidad democrática. He estado releyendo estos días un libro de entrevistas con Txiki Benegas publicado allá por 1984 y esta asunción sobre la que nos advierte Mate aparece una y otra vez. Se ignora adrede la naturaleza pseudo-racista del nacionalismo vasco de corte sabiniano, sus golpes de pecho para reafirmar la pureza de sangre y sus constantes llamamientos a detener la ola de invasión de los maketos no basándose en argumentos economicistas o de pura defensa de unos intereses regionales concretos, como suele suceder en el caso catalán, sino tan sólo en nombre de una pureza de lo vasco que conlleva unos supuestos filosóficos ya de por sí intolerantes. Es precisamente este sustrato el que habrá que cambiar una vez desaparezca ETA y ello no sucederá de un día para otro. {enlace a esta historia} [Mon Apr 7 10:59:47 CEST 2008]El País publicaba este sábado pasado un artículo sobre el trato paternalista que se dispensa a las mujeres en el poder que, aun siendo correcto en el fondo, me parece que peca de un excesivo simplismo en la forma. No entiendo muy bien a cuento de qué ciertos sectores del feminismo han optado por entregarse a la moda de lo políticamente correcto y ejercer de policía de las buenas costumbres en lo que respecta al uso del lenguaje, algo que, creo yo, no es sino meramente secundario, simplemente un síntoma (que no la causa) de los problemas que se quieren solucionar. Digo que no entiendo por qué parece prestarse tanta atención al lenguaje políticamente correcto estos días, aunque entiendo perfectamente de dónde viene la obsesión: del postestructuralismo más o menos derrideano postulado por algunas pensadoras francesas cuyo interés principal fue la deconstrucción de las categorías mentales de un Occidente que consideraban eminentemente sexista desde sus orígenes —algo así como el pecado original en versión agnóstica. Espero que no se me malinterprete. No se me esconde la importancia del lenguaje, y quien me conoce sabe que siempre he sido un firme defensor del uso de un lenguaje respetuoso y tolerante hacia quienes no piensan como nosotros. Se mire como se mire, y pese a la creciente importancia del mundo de la imagen, la palabra es el elemento esencial en cualquier sociedad humana, la piedra fundamental sobre la que se erige todo el edificio social. Ahora bien, donde comienzan mis discrepancias con estas tendencias tan a la moda últimamente es cuando se quiere afirmar un cierto determinismo entre el lenguaje y el pensamiento, entre la palabra y las ideas. No dudo que haya algún grado de condicionamiento, pero de ahí a un auténtico determinismo media un abismo. Pero entremos en materia y hablemos sobre el artículo en cuestión al que me refería más arriba. Según se nos hace ver, el uso de los apellidos o del nombre de pila para referirse a un político viene determinado por el sexismo: ¡Ojalá las cosas fueran tan fáciles! Vayamos por partes para no liarnos en un tema tan complicado y polémico como este. El doble rasero al que se refiere la autora del artículo me parece que sí existe en líneas generales, pero tiene una naturaleza mucho más compleja e insidiosa que la que ella nos hace ver. Comenzando por la preferencia del uso del nombre de pila o del apellido, no me parece que sea tan evidente que sea debido al sexismo. ¿Cómo piensa la autora que debiéramos referirnos a Bono entonces, como José? ¿Y cuántos José hay? Obviamente, lo mismo se aplica al Presidente del Gobierno, a quien habitualmente no se le llama, como ella bien señala en su artículo, José Luis. Ahora bien, ¿se ha parado a pensar por qué tampoco nadie se refiere a él como Rodríguez? ¿No será, a lo mejor, porque entonces no habría forma de distinguir entre los tropecientos mil Rodríguez que hay? Por cierto, que no estoy de acuerdo con su afirmación de que todo el mundo se refiera a la Vicepresidenta del Gobierno como María Teresa, sino que lo que yo oigo más bien es Fernández de la Vega casi siempre, así como en el caso de Esperanza Aguirre, Celia Villalobos o Teófila Martínez casi siempre oigo a la gente usar ambos, el nombre de pila y el apellido, al igual que sucedía con Margaret Thatcher. En estos casos, seguramente no tanto debido al hecho de que el nombre de pila no baste para diferenciarlas de otros personajes de la vida pública, sino a lo mejor debido a cuestiones de musicalidad. Lo mismo ocurría con Ronald Reagan, Helmut Kohl o François Mitterrand, y en cambio no se daba con nuestro Felipe, a quien, al menos aquí en el Sur, le bastaba el nombre de pila. En fin, que la cosa es mucho más compleja de lo que nos quiere hacer creer el articulito de marras y creo que haríamos bien en prestar más atención a otros asuntos que me parecen de mayor importancia y con muchas más consecuencias negativas en lo que hace a la discriminación de la mujer que no estos asuntos lingüísticos que se me apetecen más bien secundarios. A lo sumo, incluso si uno estuviera dispuesto a aceptar la existencia de una relación causa-efecto, me parece evidente que esta obsesión por el lenguaje políticamente correcto no hace sino poner la carreta delante de los bueyes, pues no es el lenguaje el que conduce a la discriminación, creo yo, sino más bien la discriminación la que conduce a deformaciones en el lenguaje. El caso estadounidense es, en este sentido, paradigmático. Aunque la Constitución de 1786 y la Declaración de Independencia usaran conceptos globales ("individuos", "personas", etc.) que incluían semánticamente tanto a blancos como negros, todos sabemos de qué forma se interpretaron dichos documentos hasta mediados los años sesenta del siglo pasado. Como tan sabiamente nos han advertido nuestros mayores en otras ocasiones, las palabras no son a menudo más que palabras y se las lleva fácilmente el viento. Precisamente por ello no me parece sensato basar toda una estrategia política solamente en palabras. {enlace a esta historia} [Fri Apr 4 16:27:01 CEST 2008]Público tiene hoy un artículo sobre Umberto Eco con el sugerente título No quiero ser Papa, más por llamar la atención del lector que por otra cosa. No obstante, es cierto que nos explica el porqué de tan interesante afirmación: Mientras vivía en los EEUU, pensaba que a lo mejor se trataba de una tendencia mucho más presente por allá que en Europa, debido al evidente vigor de tantas iglesias cristianas ultraconservadoras por tierras estadounidenses. Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula cuando, de regreso a España, me encontré con el mismo tipo de acusaciones en boca de nuestra propia derecha. Ignoro si esto se debe al afán por remedar al neoconservadurismo americano que, al parecer, se apoderó de nuestros populares a raíz de la conversión de Aznar al militarismo de su amigo Bush o a lo peor venía de mucho antes. No sé, la verdad. Se trata, en todo caso, de una tendencia que me preocupa, teniendo en cuenta, eso sí, las salvedades que detallo más abajo. En líneas generales, prefiero tomar la posición del catedrático de Filosofía del Derecho, Francisco Laporta, quien escribe en El País sobre la Moral de laico (una vez más, y esto me empieza a gustar, se encuentra uno el mismo día en la prensa española con artículos que ofrecen puntos de vista contrapuestos sobre un determinado tema, y sin que el asunto tenga que estar relacionado necesariamente con la política, lo cual se agradece): Sencillamente, no puede entenderse el concepto mismo de democracia liberal sin aceptar el relativismo que tanto critican últimamente los líderes de la Iglesia, al menos en lo que respecta a la forma de organizar la cosa pública, es decir, el ámbito de convivencia que compartimos creyentes y no creyentes. En la esfera privada, por supuesto, cada cual puede pensar y actuar como quiera, plegándose a a los dictados de esta o aquella jerarquía religiosa o no, defendiendo la primacía absoluta de ciertos valores basados en la fe o no. Es más, al contrario que quienes apoyan lo que podríamos llamar un laicismo "militante" o incluso anticlerical, yo no me opongo a que cada cual pueda hacer explícitas sus creencias religiosas en el foro público, llegando incluso si fuera necesario a comprometerse de forma personal e intransferible en la defensa de las mismas. Ahora bien, defensa no equivale a imposición y postular unos valores en el transcurso del debate político no es lo mismo que proponer un cambio legislativo que exiga a todos los ciudadanos comportarse de acuerdo a los valores morales del gobernante de turno. La democracia, o es plural o no es nada. De hecho, la democracia liberal moderna, tal y como la conocemos, sólo nació en el momento histórico en que aceptamos poner coto a las creencias de tal o cual grupo religioso o político, ya fuera mayoritario o minoritario, y permitir que fueran los individuos quienes eligieran qué código moral consideraban más acertado para guiar sus vidas. En otras palabras, la democracia liberal nació cuando aceptamos que no teníamos derecho alguno a imponer nuestros propios valores sobre los demás. Y que conste que ello no tiene por qué suponer la renuncia a convencer (convencer, que no imponer por la fuerza de la ley) al conciudadano sobre la bondad de nuestros valores. Es más, sin esto otro tampoco puede haber democracia, pues el "todo vale" y el "deja a cada cual que viva su vida" sin cortapisas conduce, esto sí, a un relativismo absoluto igualmente incompatible con el concepto de democracia, pues destruye las bases mismas de la convivencia (esto es, la idea de que tenemos algo en común y debemos alcanzar un acuerdo sobre las normas de convivencia mediante el diálogo y la negociación). Sin aceptación del otro no puede haber diálogo y el "deja hacer" postmoderno, lejos de ser tan tolerante como nos lo pintan, no es sino un ignorar al prójimo y vivir al margen de él. Si las autoridades eclesiásticas hicieran esta crítica al relativismo postmoderno, no creo que hubiera problemas en llegar a un acuerdo con ellos. El problema está en que, queriendo oponerse al relativismo absoluto, toman partido por el dogma absoluto y mucho me temo que a mí me aterroriza tanto el uno como el otro. {enlace a esta historia} [Fri Apr 4 13:18:08 CEST 2008]Nada más conectarme a la Red esta mañana para echarle un vistazo a las noticias del día, me topé con una que no podría catalogar sino de esperpéntica. Resulta que el seleccionador del equipo nacional de fútbol, Luis Aragonés, se va a someter a una sesión de preguntas y respuestas en el programa televisivo Tengo una pregunta para usted, al que ya acudieran Zapatero, Rajoy y Llamazares, entre otros. En otras palabras, que da la impresión de que las cadenas televisivas asumen (y mucho me temo que con razón) que a los televidentes les interesan tanto los asuntos de la cosa pública como la gestión de la selección nacional de fútbol. Conste que, debido al cargo que desempeña el invitado, queda claro que no podrá discutirse en el programa de política deportiva ni las inversiones en el llamado deporte de base, que es lo que de verdad puede afectar al ciudadano medio, sino únicamente de a quién poner o quitar del equipo nacional lo que, por otra parte, se diferencia bien poco, me parece, de discutir durante un par de horas sobre los líos de faldas de un actor conocido o las peleas familiares de aquella otra famosilla. En fin, como de costumbre, RTVE parece más preocupada de competir contra las cadenas privadas en audiencia que de cumplir con el objetivo de un ente de titularidad pública. Despropósitos de este tipo, desde luego, sólo podían surgir por aquí. {enlace a esta historia} [Fri Apr 4 13:01:52 CEST 2008]Mientras leía una noticia sobre los posicionamientos internos de distintos líderes del PP de cara al congreso del partido en junio me encontré con un párrafo que me llamó la atención: El comentario me parece de mayor peso por venir, como viene, de un medio de comunicación claramente afín al PP. Y es precisamente por ello por lo que me horroriza la ligereza con que tanto la periodista que firma la noticia como los dirigentes del PP que lanzaron las susodichas críticas a la Presidenta de la Comunidad de Madrid hablan de lo que, al fin y al cabo, no es sino una descarada manipulación de los medios de comunicación de titularidad pública. Y esto viniendo del mismo partido y los mismos medios (El Mundo, la COPE...) que se desgañitan en período electoral atacando a los socialistas desde posiciones supuestamente liberales y acusándoles de un excesivo intervencionismo en estos ámbitos. {enlace a esta historia} [Thu Apr 3 10:25:05 CEST 2008]El Roto vuelve a dar en el clavo con su viñeta de El País: Cuando la economía del país necesita importar mano de obra para garantizar las altas tasas de crecimiento que experimentamos durante los últimos diez años (o para reflotar las castigadas cuentas de la Seguridad Social) todo el mundo está contento, pero en cuanto el lobo de la recesión asoma las orejas por el horizonte todos los comentarios elogiosos sobre la capacidad de la sociedad española para aceptar la diversidad y rechazar el racismo desaparecen en nombre del "aquí ya no cabe nadie más". Lo peor es que se veía venir. {enlace a esta historia} [Tue Apr 1 10:33:31 CEST 2008]No son pocas las ocasiones en que uno oye estos días que la derecha española no está a la altura de los tiempos y debe modernizarse, lo cual suele defenderse a menudo mediante un llamamiento a construir un partido liberal-conservador de corte "europeo". La intención del autor en casi todas las ocasiones no es otra sino subrayar su oposición a la deriva sectaria y mesiánica adoptada por el PP desde que conquistara la mayoría absoluta en el 2000 (¡ah, quién no recuerda aquellas quejas constantes contra el rodillo socialista en los ochenta!) y que se vio aún más radicalizada, si cabe, a partir de la derrota del 2004. En cualquier caso, mis tiros no van por ahí, por más que comparta dichas críticas a la estrategia de los populares. A mí lo que me llama la atención no es tanto el discurso crispado de la dirección del PP, ni tampoco (de hecho, esto mucho menos) el prejuicio de que ellos son los únicos patriotas auténticos. Del mismo modo, no me sorprende la íntima asociación entre nuestros liberal-conservadores y la jerarquía de la Iglesia, ni siquiera la supeditación de aquéllos a ésta. Ahora bien, lo que sí me sorprende enormemente respecto al tema este de la modernización de nuestra derecha es el hecho de que hablen tanto de liberalización de los sectores productivos y la importancia de la iniciativa privada y después vayan por ahí mostrando el currículo de abogado del Estado como si se tratara de alguna prueba de genio e inteligencia destacados. Y es que, en el fondo, les pierde el tic de la derecha rancia y rentista de siempre o, por lo menos, así es que como se ven las cosas desde Andalucía. No hay más que pararse a pensar que, hasta el momento, todos los líderes de nuestra derecha (Fraga, Aznar y Rajoy, pero incluso Suárez y Calvo Sotelo si extendemos el calificativo a la UCD) han sido funcionarios del Estado. Lo mismo cabe decir de buena parte de sus líderes nacionales y regionales. Yo no sé qué puedan pensar los demás respecto a este asunto, pero yo veo una clara desconexión entre el discurso y la cruda realidad. Más que una derecha liberal y moderna, parece que tenemos la misma derecha conservadora y estatista de antaño, la que ya creíamos superada con la renovación llevada a cabo por Aznar en los noventa. Por lo que vemos, el sueño de cualquier madre de la derecha sociológica sigue siendo que el niño pase las oposiciones a abogado del Estado, por más que hablen de innovación y emprendedores. Triste sino el nuestro. {enlace a esta historia} |