[Thu Jun 30 10:14:38 CDT 2005]

Se me saltaron las lágrimas esta mañana (lágrimas de alegría y orgullo) cuando oí en las noticias de la radio pública de Minnesota que el Congreso de los Diputados había aprobado finalmente la ley del matrimonio homosexual. A pesar de la oposición del PP y la Iglesia católica, los derechos de la minoría homosexual han sido reconocidos y legalizados con el apoyo de la amplia mayoría de los españoles. Hoy es un gran día para la democracia española, y buena prueba de que el cambio tranquilo que prometiera Rodríguez Zapatero se está realmente llevando a cabo. {enlace a esta historia}

[Wed Jun 29 12:52:24 CDT 2005]

Mario Vargas Llosa publicó hace unos días en El País un excelente artículo en defensa del matrimonio gay que merece la pena resaltar aquí. Siempre he admirado la insobornable independencia de Vargas Llosa, ya esté de acuerdo o no con sus opiniones. Son muchos quienes le consideran un conservador de los duros, sobre todo por su defensa a ultranza de las políticas económicas neoliberales. No obstante, cuando se trata de temas sociales suele moverse en un ámbito mucho más progresista que el de aquéllos con quienes suele comparársele (Margaret Thatcher, Ronald Reagan...). En definitiva, que se trata más de un liberal que de un conservador, por más que esto disguste a sus críticos, que son legión, y Vargas Llosa va por la vida como un librepensador, siempre dispuesto a plantearse los problemas desde una perspectiva refrescante y crítica, sin recurrir a tópicos manidos ni catecismos preconcebidos, lo cual es de agradecer en un ambiente tan enrarecido como el que vivimos. Así pues, no debería extrañar a nadie su feroz defensa del matrimonio gay:

Los argumentos contra el matrimonio gay no resisten el menor análisis racional y se deshacen como telarañas cuando se los examina de cerca. Uno de los más utilizados ha sido el de que, con esta medida, se da un golpe de muerte a la familia. ¿Por qué? ¿De qué manera? ¿No podrán seguir casándose y teniendo hijos todas las parejas heterosexuales que quieran hacerlo? ¿Alguien, con motivo de esta nueva ley, va a forzar a alguien a no casarse o a casarse de manera distinta a la tradicional? Por el contrario, la ley, al permitir a las parejas gays contraer matrimonio y adoptar niños, va a inyectar una nueva vitalidad a una institución, la familia, que —¿alguien no lo ha advertido todavía?— padece desde hace ya un buen tiempo una profunda crisis en la sociedad occidental, al extremo de que, contabilizando al número de divorcios que crece cada año y la multiplicación de parejas de hecho que rehúsan resultamente pasar por el altas o por el registro civil, hay quienes le auguran una obsolescencia irremediable. La paradoja es que, probablemente, sólo entre los homosexuales, que, como todas las minorías perseguidas desean ardientemente salir del gueto en que la sociedad los ha confinado, despierta la familia esa ilusión y ese respeto que en un número muy grande de heterosexuales, sobre todo entre los jóvenes, parece haber perdido.

Tiene también toda la razón del mundo Vargas Llosa al señalar que aunque la medida la haya tomado un Gobierno socialista, en realidad la defensa de una legislación de este tipo es más democrática y liberal que socialista. La tradición socialista, de hecho, y al menos con anterioridad a los enormes cambios experimentados durante los años sesenta, siempre fue enormemente pacata y tradicionalista cuando se trataba de costumbres sociales, la verdad sea dicha (el mundo libertario o del llamado socialismo utópico es otra cosa). Razón de más, por supuesto, para entristecerse por el paso atrás dado por el PP con su oposición frontal a esta legislación, especialmente cuando se habían dado claros y firmes pasos hacia una derecha más liberal en España durante los últimos años. En todo caso, nada de esto cambia la realidad de que en la actualidad son precisamente los sectores progresistas los que se muestran mucho más consistentes con la tradición liberal que muchos partidos que se autodenominan liberal-conservadores.

Por cierto, que las críticas de Vargas Llosa incluye al Gobierno Zapatero en su artículo también me parecen bien sopesadas y merecedoras de atención:

Hay muchas razones para criticar al Gobierno de Rodríguez Zapatero. Su desastrosa política internacional, por ejemplo, que ha abolido a España de la escena mundial, donde llegó a tener influencia y a figurar entre los países de vanguardia. Sus ventas de armas al Gobierno demagógico del comandante Chávez, en Venezuela, que alienta y subvenciona grupos subversivos. Su acercamiento, que linda con la alcahuetería, a la satrapía de Fidel Castro, a la que trató de salvar de la condena que ha merecido de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. O sus concesiones sistemáticas a los nacionalismos, que rompen una tradición de defensa de la unidad de España del socialismo democrático de la que el Gobierno de Felipe González nunca se apartó. Pero no tiene sentido atacar a un Gobierno por todo lo que hace y, mucho menos, por haber hecho avanzar, con esta ley, la democratización y modernización de la sociedad española.

Cabe discutir si de verdad el Gobierno Zapatero está haciendo "concesiones sitemáticas a los nacionalismos" o si su política exterior puede considerarse "desastrosa", pero hay que admitir que las críticas tienen algo de fundamento y habría que considerarlas en una evaluación del primer año de gobierno socialista tras la era Aznar. Quizás sea la afirmación sobre el papel desempeñado por España en la comunidad internacional el que me parezca más discutible, pues da a entender que la participación de tropas españolas en la ocupación de Irak fue precisamente lo que catapultó a nuestro país a la "vanguardia". Cabe preguntarse si la defensa de una política exterior que ni siquiera cuenta con el apoyo de sus propios ciudadanos es legítima, por más que contribuya a incrementar el caché internacional de nuestro país. Es más, podríamos preguntarnos también si Vargas Llosa se está refiriendo a la vanguardia internacional o simplemente a la vanguardia de aquéllos que apoyaron a Bush en su aventura iraquí, pues no son la misma cosa. Casi pareciera que para el escritor peruano contar con el visto bueno de la Administración estadounidense de turno equivalga a encontrarse automáticamente en la "vanguardia internacional", y las cosas tampoco son así. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 27 11:43:34 CDT 2005]

Hace ya un par de semanas que El Cultural publicó unos cuantos artículos sobre el estado del nacionalismo cultural catalán sobre los que merece la pena reflexionar aquí. Aunque se incluyera un artículo introductorio de Nuria Azancot mencionando, entre otras cosas, el aumento de las partidas presupuestarias dedicadas a fomentar el libro en catalán con el nuevo Gobierno tripartito (un incremento del 23% comparado con el presupuesto del 2004, llegándose a un total de 240 millones de euros) y las cifras generales de cuántos lectores en catalán hay, lo cierto es que el centro de la disputa son las dos piezas escritas por Miquel de Palol y Félix Ovejero, el primero defendiendo una política cultural de corte nacionalista y el segundo enfrentándose a ella. Para Palol,

... no creo que se deba considerar escritor catalán a quien no escriba en esa lengua, de la misma manera que a nadie se le ocurre considerar escritor inglés, ni francés a quién no haga lo propio con tal idioma, y aunque siendo peregrino plantearlo en cualquier otro caso, tengamos a estas alturas que continuar haciéndolo en el del catalán.

... encuentro ridícula la idea de que los escritores castellano-hablantes y castellano-escribientes puedan sentirse perseguidos. El castellano es la lengua dominante en la sociedad catalana, en la publicidad, en la prensa, en las televisiones, en el uso social, en el personal de los bares, de los transportes públicos, de la Administración pública. La realidad entera es un dato que desmiente que haya ninguna persecución. ¿Puede un wasp de Nueva York sentirse discriminado o perseguido en una reserva sioux? (...) La mera idea de que el catalán deba ser defendido desde Cataluña ilustra tristemente sobre la situación. Deberían ser las instituciones del Estado, en Madrid, quienes protegieran las culturas y las lenguas minoritarias de su territorio, no quienes las pusieran trabas y cortapisas.

La última afirmación de Palol me parece acertada, pero al mismo tiempo creo evidente que de hecho se ha dado en Madrid un cambio de actitud con la llegada del nuevo Gobierno. Por lo demás, no entiendo su posición con respecto a lengua y nacionalidad (por no hablar del incomprensible ejemplo de un wasp neoyorquino en una reserva sioux), donde equipara ambos términos sin tener en cuenta para nada las peculiaridades de la situación catalana. Palol nos recuerda que jamás se nos ocurriría considerar como escritor inglés a alguien que no publique en ese idioma. Sin embargo, y a pesar de que parece de sentido común, lo cierto es que esto dista de estar tan claro. Por ejemplo, ¿consideraría Palol que un escritor irlandés que escribe en lengua inglesa es auténticamente irlandés? ¿Y qué decir de un escritor escocés que escriba en gaélico? ¿Le consideraría como un escritor británico o no? En otras palabras, el problema de fondo son los parámetros de nacionalismo lingüístico desde los que se mueve Palol. Tanto tiempo criticando el concepto cerrado y patrimonialista que tradicionalmente caracterizó a la derecha españolista, y ahora resulta que los nacionalismos periféricos no hacen sino reflejar esa misma actitud por el otro extremo. Tiene poco de extraño, pues, que el artículo de Félix Ovejero me parezca más acertado:

Parece increíble que a estas alturas haya quien se pregunte si es escritor catalán quien no escribe en esa lengua. La pregunta equivalente: "iquest;Se puede considerar catalán a quien no habla en catalán?", resultaría absurda, quitaría la condición de catalán a la mayor parte de los habitantes de Cataluña. Lo que no es es escritor en lengua catalana. Pero que el ruido no nos confunda: no hay lengua propia de "Cataluña", hay la lengua de los catalanes, dos, desde hace tiempo. Ya a finales del siglo XV se imprimían en Cataluña tantos o más libros en castellano que en catalán. Y hoy Barcelona sigue siendo el principal centro editorial del mundo en castellano. El castellano no es un injerto extraño de la cultura catalana.

... Cuando me plantean si los escritores castellano-hablantes tienen motivos hoy para sentirse perseguidos mi respuesta es categórica e inmediata: no, no los tienen. (...) Lo que sí hay es una legión de casos que muestran las trabas de los agentes culturales institucionales a la difusión de la literatura en castellano. (...) Lo podemos valorar como queramos, pero el hecho indiscutible es que no hay detrás una demanda cultural de la sociedad catalana, una realidad reprimida. Más bien al contrario.
He ahí, me parece, la clave del problema. Se puede promover la literatura en catalán todo lo que se quiera, se pueden publicar miles de libros a bajo precio, pero si no hay demanda, no servirá de nada. Digo yo que antes de promover la literatura en una determinada lengua, habrá que promover la literatura a secas, la simple lectura incluso. Ya nos ocuparemos después del tema de la lengua particular. Claro que todo depende del concepto que uno tenga de la cultura como tal, que en mi case tiende a subrayar lo universal en tanto que en el caso de Palol se concentra en lo particular. Y es que el terruño está muy bien, pero cuando se trata de los grandes temas (amor, muerte, existencia, Dios, relaciones interpersonales...) lo mismo me vale un buen libro en castellano que otro en japonés. ¿De qué nos valdría, si no, la traducción? {enlace a esta historia}

[Sun Jun 26 20:43:21 CDT 2005]

El País publicó el pasado viernes una entrevista con Tony Blair, quien se encuentra a punto de tomar el relevo de la presidencia de la UE. Se le ha criticado mucho estos días por promover, o al menos eso suponen algunos, una Europa limitada a ser una mera zona de libre comercio no muy lejana de aquella con la que soñara Margaret Thatcher durante los ochenta. Y, sin embargo, a mí, europeísta convencido, me parece que la propuesta de Blair es realmente la única que puede sacarnos del impasse a que nos ha el triunfo del no en los referendos de Francia y Holanda (¿o se trata más bien de una enfermedad degenerativa que nos venía aquejando hacía mucho más tiempo pero que no ha mostrado sus síntomas más evidentes sino con esta afrenta en las urnas?). Sea como fuere, y como he dejado escrito en algún otro lugar, estoy convencido de que el origen último del contrapiés no puede resumirse en un sólo punto, pero hay varios elementos de malestar general en las sociedades europeas que, confluyendo en este preciso momento, han dado como lugar la crisis que tenemos entre manos: una expansión acelerada, y hasta cierto punto improvisada, hacia la Europa del Este; los continuos intentos de imponer desde arriba una decisión tan importante como la integración de Turquía en la UE, cuando deja de estar claro que realmente tenga sentido alguno expandirse en esa dirección geográfica y cultural; el desempleo y la sensación de parálisis económica que se extiende por toda Europa, pero sobre todo Francia y Alemania, dos de los motores tradicionales del proceso de integración; el temor al proceso de globalización económica y a perder las conquistas sociales que tanto esfuerzo costó alcanzar; y, finalmente, el desprecio a un clase política encorsetada, falta de imaginación y, sobre todo en el caso de la UE, nada flexible y poco acostumbrada a responder a las demandas de los ciudadanos. En este contexto, las palabras de Blair me parecen completamente lógicas y sinceras, por más que se le acuse de esconder unas secretas intenciones de desmontar todo el edificio institucional europeo. Sencillamente, no creo que sean esas sus intenciones, aunque haya de reconocer que no se trata sino de una impresión personal. Como afirma el propio Blair:

Yo soy un apasionado proeuropeo, siempre lo he sido. He llevado al Partido Laborista a una posición proeuropea y creo en la UE como algo necesario en el mundo de hoy. Pero debemos reconocer que hay una crisis en la UE y que lo primero que tenemos que hacer es responder a las preguntas. Ya es hora de que los políticos iniciemos el debate que los ciudadanos de la Unión ya están celebrando: ¿cómo nos ayuda Europa ante los desafíos a los que nos enfrentamos en el siglo XXI, ante desafíos como la globalización, el cambio económico, el social, la seguridad, el lugar de Europa en el mundo? En segundo lugar, tenemos que resolver un acuerdo financiero, pero un acuerdo que nos ayude a celebrar ese debate y no que lo oculte. (...) Estamos dispuestos a discutir sobre el cheque británico, pero tiene que ser parte de una discusión más amplia sobre el presupuesto europeo. Entiendo la posición de la comunidad agraria, y sé que cualquier cambio tendrá que empezar a aplicarse dentro de algunos años. Pero tenemos que usar el presupuesto como una oportunidad para ayudar a fijar una nueva dirección para Europa. Un presupuesto que gasta siete veces más en agricultura que en tecnología, ciencia, investigación y desarrollo no es un presupuesto que se corresponda con las necesidades. (...) No digo que tengamos todas las respuestas, que nuestra opinión sobre el modelo social europeo sea correcta. Sólo doy mi opinión. ¿Cuál es el mayor problema que afronta hoy la UE? Veinte millones de desempleados. ¿Qué hace el presupuesto por ellos? No mucho. ¿Qué hace la política económica europea por ellos? No gran cosa. Hay que realinear las prioridades de la gente con las prioridades de los políticos. Y si hacemos eso, habremos encontrado la verdadera naturaleza del debate en Europa.

La política continental europea, como toda política que ha logrado enquistarse tras décadas de desarrollo, está demasiado acostumbrada al tejemaneje, al chalaneo negociador entre estados miembros donde uno cede acá a cambio de obtener beneficios allá. Pero lo que nos hace falta es una visión de futuro. Se tacha a Blair de ser poco europeísta, pero quienes le critican parecen entender la UE como un mero mercado presupuestario donde rascarse mutuamente la espalda, en lugar de proponer soluciones auténticamente europeas a los problemas europeos. Echamos en falta, precisamente, un proyecto unificador que vaya más allá de los meros intereses nacionales y nos ofrezca un programa, un plan de trabajo, un objetivo. Una vez alcanzado el mercado único europeo y la implantación del euro, nos hemos quedado sin programa mínimo. Los objetivos que nos habíamos planteado durante los años ochenta y noventa han sido alcanzados, y ha llegado la hora de plantearse un nuevo programa mínimo para los próximos veinte años. La propuesta de Blair, en este sentido, me parece completamente lógica. Me parece que el objetivo ahora debiera ser llevar a cabo una reforma seria del sistema presupuestario de la UE para adaptarlo a las necesidades de una economía moderna, relanzar la inversión en tecnología, ciencia y desarrollo, promover una necesaria flexibilización del mercado laboral europeo que no tiene por qué conllevar, como señalan los críticos, la destrucción de los sindicatos o la implantación de un capitalismo salvaje, asegurarnos de que las instituciones europeas están modeladas realmente de acuerdo al principio de subsidariedad y descentralización democrática, y la potenciación de una política exterior y de seguridad común sin temores ni miedos a desempeñar un papel de liderazgo en el mundo. Todo lo demás me parece que no serían sino componendas, parches que no vienen sino a aplazar la resolución definitiva de nuestros problemas. Haría falta escuchar más a lo que dice Blair, en lugar de estar a ver saltar la liebre para lanzarle dos cañonazos. Y no veo por qué todo esto haya de ser etiquetado automáticamente como "conservador" o "antieuropeo" cuando, creo yo, no se trata sino de pura honestidad intelectual. {enlace a esta historia}

[Wed Jun 22 12:10:42 CDT 2005]

Manuel Montero, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco, publica hoy en El País un esclarecedor artículo sobre la naturaleza del nacionalismo vasco. Comparando el Plan Ibarretxe con la reciente enmienda al Estatuto de Cataluña, aprobada por todos los partidos con representación en el Parlament con la excepción del PP, y que viene a definir a Cataluña como una nación, Montero resalta que el nacionalismo vasco no parece tan preocupado con el concepto de nación como con el de Pueblo Vasco, por extraño que parezca.

El nacionalismo vasco no cree (ni quiere) que el País Vasco sea una nación. Entiéndase: el nacionalismo vasco sí sostiene que existe una nación vasca. Tal creencia es una de sus razones de ser. Pero discrepa de la idea de que lo sea el País Vasco tal y como lo entendemos en lenguaje común, en el sentido que se emplea Cataluña al definirla como nación. No cree que los ciudadanos vascos, los que hoy habitan el País Vasco, sean una nación. Negar esta eventualidad es otra razón de ser del nacionalismo vasco.

El nacionalismo vasco cree que no todos los habitantes del País Vasco son vascos. Lo decía en Euzkadi Buru Batzar del PNV de 1988, en declaración confirmada por los 17 años transcurridos. "En Euzkadi vivimos vascos y no vascos (...). De ahí que coexistan en nuestro pueblo, en difícil y a veces crispada convivencia, un nacionalismo vasco y otro español". El convencimiento de que existe en el País Vasco tal antagonismo, y que esto es la esencia de la política vasca, es consustancial al nacionalismo: es otra de sus razones de ser. ¿Quiénes son vascos, para los nacionalistas? Los que cumplen determinados requisitos. "Vasco es aquel que, nacido o no aquí, se identifica con la forma de ser y con la idiosincracia de este Pueblo y opta expresa o tácitamente por él". En otras palabras, son vascos quienes se identifican con el Pueblo Vasco tal y como lo concibe el nacionalismo. No lo son quienes no se ajustan a tales supuestos. De esta forma, la nación es ese "Pueblo Vasco" cuya identidad define el nacionalismo. Se dirá que de esta manera se concluye que la nación vasca la componen aquellos vascos que son nacionalistas, esto es, los que se identifican con su idea de Pueblo Vasco. Pues sí: eso es lo que hay. Su nación no la forman los ciudadanos vascos, sino los vascos nacionalistas.

El nacionalismo suele emplear el término "ciudadanos vascos" como algo diferente a "vascos". Algún analista entiende que el nacionalismo llama de esta forma a los habitantes del País Vasco que no son vascos para el nacionalismo. No es exactamente así. "Ciudadanos vascos", en el concepto de los nacionalistas —que en estas cosas hilan muy fino— son los vascos (esto es, los nacionalistas) y "los residentes" en el País Vasco que desde su punto de vista no son vascos (es decir, los no nacionalistas).

El galimatías resulta básico en la construcción mental del nacionalismo. Alienta al fenecido plan Ibarretxe, que en ningún momento emplea el término nación, contra lo que cabría esperar de un texto furibundamente nacionalista. Véanse las tres afirmaciones de su preámbulo, sus "tres pilares": "El Pueblo Vasco o Euskal Herria es un Pueblo con identidad propia"; "El Pueblo Vasco tiene derecho a decidir su propio futuro"; "El ejercicio del derecho del Pueblo Vasco a decidir su propio futuro se materializa desde el respeto al derecho que tienen los ciudadanos y ciudadanas de los diferentes ámbitos jurídico-políticos en los que actualmente se articula a ser consultados para decidir su propio futuro".

(...)

De esta división mental entre vascos y no vascos y de esta renuncia a una idea de nación de ciudadanos vascos se deduce, por ejemplo, que si existiese un referéndum en torno a la independencia, y el resultado fuese negativo, tal resultado no querría decir, en el concepto nacionalista, que el Pueblo Vasco renuncia a la independencia o no la quiere, sino que "los ciudadanos vascos" que no son nacionalistas se habían impuesto a los vascos que, por definición (sólo es vasco quien se ajuste al criterio nacionalista de lo vasco), se habrían pronunciado un 100% a favor de la independencia.

Y he ahí, precisamente, la diferencia fundamental entre el nacionalismo vasco y el catalán. Mientras que los catalanistas tienen un concepto de nación catalana que inspira su actividad política, los nacionalistas vascos se sienten más inspirados por un peligroso concepto de pureza cuasi racial que hunde sus raíces en el romanticismo alemán y acaba relacionándose con mentalidades totalitarias que todos creíamos superadas. En otras palabras, el esencialismo de los nacionalistas vascos, de acuerdo al cual solamente se puede ser un vasco auténtico si se comparten sus ideas, no se encuentra tan alejado del patriotismo de la derechona española, y está sujeto de hecho a los mismísimos peligros. Tiene poco de extraño, pues, que de este ambiente tan enrarecido surgiera el totalitarismo etarra allá por los años sesenta. El nacionalismo integrista del PNV, al contrario que el nacionalismo de corte más pragmático que siempre caracterizó a los catalanes, representaba el caldo de cultivo ideal para los excesos asesinos de ETA, Batasuna y Jarrai. {enlace a esta historia}

[Tue Jun 21 20:53:06 CDT 2005]

Esta semana se celebra el centenario del nacimiento de Jean-Paul Sartre, tan admirado en su tiempo como vilipendiado hoy. Y es que, como afirma hoy mismo Anie Cohen-Solal en un artículo publicado en Le Monde, no sabemos muy bien si es "una referencia obligada o un mal maestro". Si, por un lado, es cierto que, como afirman sus críticos, se equivocó casi en todo, tampoco es menos verdad que vino a marcar toda una época y, aún más importante, vino a definir, junto a Zola, la figura del intelectual comprometido, con todo lo que ello tiene de positivo y negativo. Se le puede achacar un exceso de celo en su pasión por el compromiso político, pero al menos hay que reconocerle el esfuerzo de evitar caer en la trampa típica del académico de su época: la torre de marfil. El Cultural hace un buen repaso tanto a lo bueno como a lo malo de Sartre:

Sartre retrató la náusea del hombre contemporáneo perdido en un mundo sin dioses ni sentido. Trató, desde —no sólo— la filosofía temas como la soledad, la muerte, la subjetividad o la libertad, que desarrolló n novelas, ensayos, panfletos, obras de teatro... Más aún: nadie encarnó como él al intelectual comprometido con su tiempo, sus contradicciones y embustes: fervoroso comunista, condenó la invasión soviética de Hungría y apoyó la revolución maoísta; rechazó el Nobel de Literatura, pero reclamó el dinero; combatió en la Resistencia, estuvo en las barricadas del 68 francés, y acabó apoyando el terrorismo y convertido en el mandarín de lo filosóficamente correcto.

Nada como las páginas que le dedicó El Cultural la semana pasada para mostrarnos las enormes contradicciones de Sartre. Carlos Semprún Maura escribe un artículo abiertamente crítico con el francés, acusándole de casi todo y llegando casi a caer en la crueldad:

... siguiendo los soplos de la moda progresista intelectual, Sartre radicaliza su discurso y abandona la literatura. Pueden señalarse como jalones de esa evolución la guerra de Argelia, durante la cual, pese a una exquisita prudencia personal, defiende el FLN y su terrorismo, como Mayo del 68, y su conversión al peculiar maoísmo parisién, cuando por primera vez en su vida, y a los 60 años cumplidos, se convierte en militante, arranca su traje/chaqueta/corbata para disfrazarse con un chaleco de jubilado arrabalero, vocear la prensa maoísta por las calles y hacer el ridículo. Si esto puede resultar divertido —o enternecedor—, lo que escribe en su última etapa no lo es. Llega a tales extremos que para él todo terrorista es revolucionario, y todo revolucionario debe ejercer el terror, para conquistar o guardar el poder. Exalta el terrorismo palestino, los Black Panthers, ETA. Y eso hasta que, enfermo, cansado, abandonado por los suyos, particularmente por su ama de llaves, Simone de Beauvoir, semiciego, escucha lo que le lee la discreta Arlette Elkaïm, conversa sobre metafísica con Benny Levy (ex maoísta) y sobre mujeres con Françoise Sagan. Su entierro fue multitudinario pero ¿a quién enterraron?

Por otro lado, Eugenio Trías escribe una pieza titulada Lo que queda de Sartre que resulta mucho más mesurada, subrayando tanto lo positivo como lo negativo de Sartre (después del tremendo varapalo asestado por Semprún Maura, prefiero concentrarme aquí solamente en las palabras laudatorias de Trías):

La filosofía, lo mismo que la poesía, es algo extraño, único, singular. Una filosofía se acredita si es capaz de elaborar una propuesta que requiere tres características necesarias. Dejo la tercera para más adelante. Una: Promover un desplazamiento innovador en relación a la historia de los hábitos de pensamiento. Y dos: alcanzar una ambición suficiente como para que esa propuesta afecte y altere el conjunto de lo que puede ser pensado. Eso sucede raras veces. No suelen abundar propuestas de esa naturaleza.

Hay excelentes innovadores en un ámbito parcial: la teoría de la ciencia por ejemplo (pienso en Popper, o en Kuhn). O bien una nueva manera de enfocar la historia de las ideas (pienso en Foucault). O un excelente modo de acercarse a nuestra percepción, o a la estructura del comportamiento (Merleau-Ponty). Hay magníficos ensayistas que no terminan de culminar sus intuiciones metafísicas a través de una fidedigna elaboración de la propuesta filosófica que anuncian (Ortega). O bien cumplen con creces esos dos requisitos señalados, pero incumplen un tercero que debe añadirse sin dilación. Pues toda filosofía verdadera, en tercer lugar, debe ser también una respuesta posible a la contemporaneidad. Decía Hegel que la filosofía era la elaboración conceptual de la propia época. Una filosofía se debe, por tanto, al reto de modernidad que la época exige. En este sentido, una filosofía como la de Zubiri, tan cuidada en su rigor, tan propicia respecto a los dos primeros caracteres, sucumbe en razón de este tercer rasgo necesario. Quizás sea exigente en modernidad en el dominio de su diálogo con la física cuántica o con la fenomenología. Pero el lastre neo-escolástico de la propuesta, o el "realismo" que le caracteriza, de viejo ascendiente suareziano, frena decisivamente su posible fecundidad.

(...)

Sartre fue un filósofo audaz. Y me atrevería a decir que un escritor coyuntural. Su ambición de homme de lettres, en rivalidad con Paul Valéry, y su deseo por destacar en tantos campos a la vez, el teatro, la novela, la crónica periodística, el panfleto político, la crítica literaria, la filosofía, terminó por generar la más completa confusión en torno suyo. Tuvo demasiado poder. Y descuidó aquel ámbito, el filosófico, en el que poseía verdadera inspiración. Y tengo plena conciencia de que digo justamente lo que no suele decirse de Sartre.

El Sartre grande, el que todavía nos puede (y debe) interesar hoy en día es el de El ser y la nada, y no el de Crítica de la razón dialéctica. Por desgracia, el Sartre panfletario y enrabietado vende mucho mejor. Es blanco o negro, y se puede resumir en unas cuantas frases lapidarias. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 20 13:15:02 CDT 2005]

He de manifestar mi acuerdo con Tony Blair cuando critica que el presupuesto de la UE "no es el adecuado para el siglo XXI". Sencillamente, no es aceptable que cerca del 40% de los dineros de la Unión se dediquen a la Política Agrícola Común (PAC) mientras tenemos planteados otros gravísimos problemas: la expansión de la UE hacia la Europa del Este y las disparidades en el desarrollo económico, la necesidad de potenciar la tecnología y la ciencia europeas, los programas de integración de inmigrantes, etc. Por supuesto, cabe aducir que nos estamos refiriendo al 40% de un presupuesto que no llega ni mucho menos al nivel de gasto total de los presupuestos de los estados miembros, y que la política agrícola es precisamente uno de los pocos campos donde hay una clara demarcación de las competencias de la UE. No obstante, no podemos seguir adelante con este estado de cosas. A Europa no le queda más remedio que mirar al futuro, y el futuro no pasa por la agricultura, mal que les pese a muchos, y por difícil que sea de explicar a aquéllos que aún sobreviven de ella. Claro que una cosa es llegar a esta conclusión, y otra bien distinta tratar de vendérsela a los agricultores franceses. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 20 10:16:24 CDT 2005]

Leo en El País que se acaba de celebrar un homenaje en la antigua cárcel de Huelva en honor a los homosexuales que fueron encarcelados y maltratados allí entre 1968 y 1979. Parece mentira que estas cosas sucedieran en tiempos tan recientes, aunque por el otro lado también nos vienen a recordar cuánto ha cambiado la sociedad española en los últimos veinte o treinta años. No obstante, los relatos son escalofriantes:

En la prisión de Huelva, los homosexuales fueron sometidos a palizas, vejaciones e incluso a tratamientos con electrochoques, para que "volvieran a la normalidad y les gustaran las mujeres", según recordaron algunos de los que ayer asistieron a un acto en Huelva para recordar a esas personas. (...) Ayer, asistieron numerosos políticos de Huelva, casi todos del PSOE. Y también algunos de los que sufrieron las torturas. Como Trinidad Martín, un transexual que estuvo ingresado en la cárcel de Huelva en 1973. La trajeron desde Granada, donde vivía, porque un vecino suyo, que trabajaba como guardia civil, la sorprendión vestida de mujer. Recuerda Trinidad las humillaciones y cómo la llamaban "mariconazo" en la cárcel, pero lo que más le dolió fue que cayó sobre ella una orden de destierro que le impidió regresar a Granada durante un año.

(...)

En aquellos años había psiquiatras especializados en la recuperación de los homosexuales. Lo ha contado, entre otros, el periodista Fernando Olmeda en su reciente libro El látigo y la pluma. Actuaban en la cárcel y fuera de ella. Proyectaban una imagen con un chico en posiciones de provocación sexual y descargaban un electrochoque contra el paciente. Luego exhibían la imagen de una muchacha y ya no pasaba nada.

En otras palabras, un clarísimo ejemplo del salvajismo franquista que todavía se daba a mediados de los setenta bajo la superficie de un régimen en apariencias suavizado. Y es que, por más que el tardofranquismo se encontrara en plena modorra, de cuando en cuando todavía mostraba su auténtica faz autoritaria y fascistoide. La Ley de Peligrosidad Social, así como la de Vagos y Maleantes, no sería derogada finalmente hasta finales de los setenta, poniendo así fin a uno de los más claros ejemplos de arbitrariedad administrativa del régimen de Franco. {enlace a esta historia}

[Sat Jun 18 15:12:50 CDT 2005]

Óscar Scopa acaba de publicar Nostálgicos de aristocracia, donde analiza la evolución de la moda desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Su tesis principal puede resumirse en las siguientes palabras:

Asistimos, afirma Scopa, a la desaparición tanto de la moda burguesa como de la moda de los trabjadores, aplastadas ambas por la vulgaridad del "todo vale". Si se acepta como se viene aceptando, que cualquiera se puede vestir de cualquier modo en cualquier circunstancia o momento, se entra para el autor en la negación del cuerpo y en una "peligrosa alienación".

He de reconocer que yo me encuentro entre quienes siempre han promovido una cultura de la informalidad cuando se trata de vestimenta, y de ahí que ésta sea precisamente la cualidad que más aprecio en la sociedad estadounidense. Sin embargo, las reflexiones de Scopa apuntan sin lugar a dudas a un hecho preocupante. La progresiva destrucción de las fronteras entre las diferentes esferas de la vida cotidiana, así como el debilitamiento de la tradición como elemento de control social, han terminado por destruir cualquier diferenciación en el campo de la moda. Las claras diferencias de clase que antaño se observaban en el campo de la moda hoy se han extendido a otras áreas, principalmente aquellas marcadas por el consumismo: automóvil, marcas, dónde se vive, dónde pasa uno las vacaciones, dónde prefiere uno pasar el tiempo libre... Quizá pueda deberse todo ello a las tendencias igualitaristas intrínsecas al sistema democrático, como ya señara Alexis de Tocqueville, o, como prefieren pensar los comentaristas conservadores norteamericanos, tal vez se trate más bien de una consecuencia directa de la desorientación moral y social de nuestra sociedad postmoderna. Sea como fuere, parece claro que se trata de una tendencia social imparable no ya en las sociedades de capitalismo avanzado, sino prácticamenten en todo el mundo. {enlace a esta historia}

[Sat Jun 18 14:53:52 CDT 2005]

José Manuel Gamboa ha publicado recientemente Una historia del flamenco, que, de acuerdo a la mayoría de las críticas que he leído, evita los lugares comunes tan conocidos por todos. Alfredo Grimaldos nos lo explica en las páginas de El Cultural:

La bibliografía flamenca se encuentra muy dispersa y no son demasiadas las obras que, de verdad, merezcan la pena y hayan resistido el paso del tiempo y una visión más seria y rigurosa del arte jondo. La mayor parte de las publicaciones que han pretendido relatar su historia llegan, sin el menor respaldo científico, a conclusiones peregrinas y encuentran antepasados de los cantaores casi en la Prehistoria. Siempre comienzan hablando del mismo personaje: Tío Luis el de la Juliana, un supuesto aguador de Jerez, que, mientras iba y venía con su carro, desgranaba los cantes más primitivos y se supone que fue el primer intéreprete flamenco de cuya existencia ha quedado constancia. A continuación, se suele añadir una rehíla de lugares comunes, refritangas y anécdotas ya escritas hasta la saciedad. Como en los libros de historia que estudiábamos durante el bachillerato franquista, se da mayor importancia a los mitos que a la realidad constatable, que es más peliaguda.

Tiene toda la razón Grimaldos, aunque él no llegue a cuestionarse por qué se ha construido todo este mito en torno al flamenco, sobre todo en épocas más recientes, cuando se ha convertido en un género musical sorprendentemente popular. Yo me atrevería a apuntar que la mitologización del flamenco, como la popularización del concepto de genio y figura, está directamente relacionado con el resurgir del regionalismo andalucista y su claro entronque con el populismo folklórico de raíces agitanadas. Supongo que algo hay de positivo en todo ello, sobre todo teniendo en cuenta que todo lo andaluz ha sido siempre distorsionado hasta la caricatura más allá de nuestra tierra. No obstante, uno se pregunta si todo esta revalorización del folklore no tendrá el efecto contrario al que muchos pretenden, limitándose a empaquetar los viejos tópicos de la grasia andalusa con una nueva etiqueta. Cuidado, porque escribo todo esto no tanto como consecuencia del libro de Gamboa sino como reflexiones acerca de los comentarios que hace Grimaldos respecto a la creación de los mitos del flamenco. Como decía, parece ser que Gamboa se ha esforzado en hacer un estudio decente y más o menos científico. {enlace a esta historia}

[Fri Jun 17 20:54:14 CDT 2005]

Hace un par de semanas me encontré con una entrevista con el jesuita José-María Díez-Alegría, mucho más conocido como el cura del Pozo del Tío Raimundo, quien acaba de publicar un nuevo libro (Fiarse de Dios, reírse de uno mismo) a sus noventa y cuatro años. Se trata de uno de esos individuos que siempre han existido en la Iglesia pero de quienes no solemos oír tanto. El colorido de Roma, la pompa del rito católico, siempre ha ejercido más atracción sobre creyentes y no creyentes (tan responsables somos aquí los unos como los otros) que la constancia, la honestidad, el amor al prójimo que caracterizan a Díez-Alegría. Se trata, al fin y al cabo, de una persona comprometida con la justicia social, con la lucha de los más pobres, los marginados, los desheredados incluso, un auténtico predecesor de lo que después vendríamos a conocer como teología de la liberación. Ahí van algunas citas para que nos hagamos una idea de sus experiencias y su talante:

Empecé el noviciado el 15 de agosto de 1930, pero en 1931 empiezan con la quema de conventos y, muy pronto, la República decretó la disolución de la Compañía, de modo que mi noviciado transcurrió en cinco casas distintas y en muchos países. Fue emocionante.

(...)

En mi fe, Jesús es el prototipo del pobre y del justo inicuamente atropellado. Me quedo con tres expresiones de Jesús: el reino de Dios es de los pobres; no se puede servir a Dios y al dinero, y amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen, y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmentei. Estas tres expresiones tienen las máximas probabilidades de ser auténticamente palabras de Jesús de Nazaret, se encuentran tanto en el Evangelio de Mateo como en el de Lucas. Jesús dice otras cosas inauditas: bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos; bienaventurados los afligidos porque serán consolados; bienaventurados los hambrientos porque serán saciados... El espíritu de Jesús es de una alegría profunda, deconcertante, paradójica. Nos transporta a un mundo de libertad interior que nos impacta.

(...)

La doctrina social de la Iglesia es una broma comparada con la doctrina que aprendí en algunos de los Santos Padres. San Juan Crisóstomo dice: "Todo rico, o es injusto, o es el heredero de un injusto". Si argumentas: "Yo heredé de mi padre", el santo te replica: "Y tu padre, ¿de quién heredó? Si indagas, al final encontrarás algo que no ha sido justo". Sostiene Crisóstomo: "Demos que tu padre se lo encontró nacido de la tierra, ¿ya por eso va a ser justa la riqueza? Sólo si la usas bien y, por tanto, si la repartes, porque si no, no". También hay un texto de san Jeróimo que me sé de memoria en latín. Está comentando los hechos de de los apóstoles cuando Pedro y Juan encuentran a un paralítico que les pide limosna, y Pedro dice: "Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te lo doy: en nombre del señor Jesús, levánta y anda". San Jerónimo tenía muy mal genio y fue el secretario del papa Dámaso, que era español. Cuando muere éste, el bueno de san Jerónimo se va de eremita cerca de Jerusalén, al desierto, y en fin, comentando ese texto, dijo: "'Pedro dijo al paralítico: oro y plata no tengo, pero lo que tengo te lo doy'; ahora muchos clérigos, se refiere a los romanos, dirían: 'Fe y caridad no tengo, pero lo que tengo, oro y plata, eso no te lo doy'".

¡Cuán distinto de la Iglesia del Papa Benedicto XVI! Pero, sobre todo, ¡cuán distinto de todos nosotros! Cuando uno oye a personas como Díez-Alegría no nos cabe la menor duda de que están hechas de otra materia, de que están mucho más cerca del espíritu cristiano originario que cualquier otro beato oficial. Es una lástima que individuos como este no tengan ninguna oportunidad de alcanzar la santidad en una Iglesia tan entregada al mundo terrenal como la que tenemos. Claro que también debemos preguntarnos si no tenemos la Iglesia que nos merecemos, pues ¿quién no está entregado al mundo material estos días? Es precisamene por ello que Díez-Alegría representa un soplo de aire fresco, una vuelta a los Padres de la Iglesia, al espíritu del cristianismo original, un retorno a las fuentes.

Por cierto, que Díez-Alegría hace otra interesantísima afirmación durante la entrevista:

La cultura es lo que le queda a uno cuando ya se olvida de lo que ha estudiado.

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[Thu Jun 16 09:32:17 CDT 2005]

Hace ya un par de semanas que no le echo un vistazo a las páginas de El Cultural, así que hoy me decidí a comenzar leyendo los números atrasados y me he encontrado con una entrevista a la escritora Ana María Matute en la que reflexiona sobre la naturaleza de la literatura fantástica:

Olvidado Rey Gudú, ¿demuestra que el único reino habitable es el de la fantasía?
— La fantasía es fundamental, pero mis libros no son literatura fantástica, sino mágica. La vida es mágica, química, el amor es química, el hombre es química, y la química es magia.
— Pero en su mundo hay mucha crueldad.
— La gente piensa que la fantasía es dulce, soñadora, ¡qué idiotez! La torre vigía es de una crueldad tremenda. La fantasía es cruel, feroz
.

Aún más profunda me parece su respuesta a la pregunta sobre la novela que está escribiendo en estos momentos:

— Trabaja en una nueva novela, Paraíso inhabitado. ¿Por qué inhabitado?
— Nadie estuvo en él; cuando llegamos deja de ser el paraíso
.

O, como decía Sartre en una de sus obras, "el infierno son los otros", si bien en este caso lo podemos llevar un poco más lejos aún: basta la presencia de un único individuo para destruir cualquier paraíso, no tanto por la naturaleza destructiva del ser humano (que también), sino sobre todo porque la presencia humana, de un único individuo incluso, conlleva la presencia de la conciencia. En este hipotético caso del que habla Ana María Matute, es posible que el infierno no sean tanto los otros como la propia conciencia de uno. A falta de congéneres, seguramente uno se entregaría a oscuras reflexiones sobre la soledad. Y es que no podemos vivir completamente felices ni solos ni junto a otros seres humanos. He ahí, precisamente, nuestra condena. {enlace a esta historia}

[Thu Jun 16 09:19:27 CDT 2005]

No estoy seguro el por qué, pero hoy me dio por echarle un vistazo al sitio web de Gara, el periódico de la izquierda abertzale, y no pude evitar cierta sorna cuando me encontré con un ejemplo más de la estupidez nacionalista: el Euskal Xakea o ajedrez vasco. La verdad es que las piezas de la foto son bastante pequeñas y es difícil reconocerlas a todas, pero a mí me parece un ajedrez como cualquier otro, por más que las piezas queden lindas y todo eso. En fin, que no acierto a ver el carácter vasco del jueguecito dichoso. A lo mejor es que mi conciencia nacionalista no da para mucho, pero eso tampoco me sorprendería nada de nada. Supongo que soy lo que los abertzales denominarían un españolista opresor. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 13 16:07:21 CDT 2005]

Si esta mañana escribía sobre la manifestación que se ha convocado en Madrid contra la legislación que permite el matrimonio entre homosexuales, ahora me encuentro con una entrevista con el filósofo Emilio Lledó publicada en El País de la que entresaco las siguientes y sabias palabras:

Escribo también contra las frases hechas, ¡pueden ser mortales! Ustedes, los periodistas, debieran hacer un catálogo de frases hechas. Le doy dos: "El matrimonio gay destruye la familia". "España se resquebraja". ¡Y también podríamos decir que destruyen la familia quienes no se casan! Se aceptan como normas de conducta y muchas veces impulsan determinadas violencias.

El señor Lledó tiene más razón que un santo. ¿Cuántas veces no habremos oído hablar del peligro que suponen los homosexuales para el futuro de la familia? Y, sin embargo, bien pocas críticas que se oyen sobre aquéllos que elijen no casarse o no tener hijos. Y es que algunos parecen tener unas convicciones morales bastante sui generis, aplicando distintos baremos a unos y otros dependiendo de su grado de simpatía hacia los afectados. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 13 10:13:33 CDT 2005]

Ayer se clausuró la Feria del Libro de Madrid, donde la editorial Espasa rindió homenaje a Alfonso Guerra en señal de agradecimiento por Cuando el tiempo nos alcanza, primera entrega de sus memorias, y que fue el libro más vendido de la editorial durante el año 2004. Nunca me gustó el estilo del Guerra mitinero, resabido y chistoso, ácido y agresivo, pero tampoco me engañaba pensando que se tratara de algo más que una mera máscara electoralista para soliviantar a los simpatizantes socialistas. Por el contrario, siempre me pareció que el Guerra más íntimo y personal era un personaje mucho más complejo y culto, con un enorme caudal de sabiduría y experiencias del que todos podíamos beneficiarnos. Me alegro, pues, de que se haya decidido a publicar sus memorias. Yo ya compré mi ejemplar hace unos meses, y seguramente tendré la oportunidad de leerlo antes del fin de año. Pero seguramente lo que más he admirado siempre en Guerra es su actitud hacia la política, firme y comprometida, pero sin convertirla en único motor de su vida. Se trata, al fin y al cabo, de una aproximación profundamente ética al compromiso político. Como afirmara ayer:

No me dediqué a la política de manera profesional, sino porque luchaba contra la dictadura. Estuve ocho años en el Gobierno, ¿me equivoqué? Me ayudó a tener un espíritu más fuerte y más libre y contribuí a un cambio. Ya sé que personalmente no voy a cambiar el mundo y que, cuando ninguno de nosotros estemos aquí, seguirá siendo igual de injusto, pero, por decencia y dignidad, tenemos que intentar que cambie. Sigo siendo un amigo de la utopía y todos tenemos la obligación de acercarla al mundo en que vivimos.

El Guerra humano y personal siempre me ha parecido mucho menos maquiavélico que el que vimos retratado en los medios de comunicación durante los años ochenta. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 13 09:25:34 CDT 2005]

Se está criticando bastante al PP por sumarse a la manifestación convocada por el Foro de la Familia contra la ley del matrimonio homosexual, y no me parece justo. Se les acusa de promover la marginación de la comunidad gay, cuando en realidad se están limitando a manifestar su oposición a una legislación determinada. De acuerdo a su propio programa electoral, el PP defiende la equiparación de derechos, pero no el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Se trata, por supuesto, de una actitud que podemos compartir o no (en mi caso, como ya he dejado claro en otras páginas de este mismo cuaderno, estoy a favor de la nueva legislación), pero que no tenemos más remedio que respetar, independientemente de que en esa misma manifestación, como en cualquier otra, habrá de todo, incluyendo elementos dogmáticos que seguramente mostrarán su fervor anti-homosexual. En fin, cada uno elije con quién desea compartir las manifestaciones, pero las críticas al PP que hemos oído me parecen excesivas. Casi se diría que para algunos la calle es de izquierdas y a la derecha no se le ha perdido nada en esas manifestaciones. {enlace a esta historia}

[Fri Jun 10 22:16:34 CDT 2005]

Tras la presión ejercida por Chirac y otros estadistas europeos, Blair ha accedido a renegociar la contribución del Reino Unido a los fondos de la UE siempre y cuando se dé al mismo tiempo un debate serio sobre "cómo gasta la UE su dinero". El tema se ha convertido, tras la negativa de franceses y holandeses al nuevo Tratado de la Unión, en el tema central a discutir en el Consejo Europeo que se reunirá los días 16 y 17 de junio. No estoy seguro de entender por qué haya de ser éste precisamente el tema crucial en estos momentos, sino que, más bien al contrario, me da la sensación de no hace sino resaltar aún más la enorme distancia que separa a la clase política del ciudadano medio. En cualquier caso, las quejas de Blair acerca del excesivo costo de nuestra Política Agrícola Común me parecen correctas. No es fácil de entender que este capítulo del presupuesto absorba un 40% del gasto cuando los agricultores tan sólo representan un 5% de la población y menos de un 2% de la producción comunitaria. A ello habría que añadir, además, las contradicciones a las que nos conduce dicha política justo al mismo tiempo que intentamos promover el desarrollo económico en los países de la Europa del Este y, más importante aún, el Magreb o el África subsahariana. Claro que cualquiera les explica ahora a los agricultores franceses que hemos de recortar el gasto dedicado a la política agrícola comunitaria, precisamente en estas circunstancias. Como dicen en mi tierra, ésa es harina de otro costal. {enlace a esta historia}

[Mon Jun 6 09:44:01 CDT 2005]

Este fin de semana lo pasé en la casa que mi suegro tiene junto a un lago en el Norte del Estado, así que no tuve ocasión de echarle un vistazo al correo hasta hoy, cuando me he encontrado con unas cuantas citas que me gustaría dejar escritas en estas páginas. Comenzaré con unas frases de personajes bien distintos pero con un elemento común: la defensa de la libertad frente a cualquier tipo de tiranía, ya sea política o meramente social. Naguib Surur fue un dramaturgo y poeta egipcio perseguido constantemente en su país debido no sólo a sus posiciones políticas, sino también a su lucha permanente contra la censura. Su propio hijo hubo de marchar al exilio por el imperdonable delito de publicar los poemas de su padre en la Internet. Las siguientes líneas corresponden a Drink Delirium:

...What will be said
Of us when they look back on it all?
What will be said
Of us after the deluge,
After the coming drowning, after the coming anger,
What will be said of us poets and writers?
Were we men in truth,
Half-men
Or mere shadows?
Fear,
Fear of the sword,
Made of us something unspeakable —
Except in the vulgar tongue...

El poeta chino Bei Dao, cuyos poemas adornaban muchas de las pancartas estudiantiles durante las protestas de Tiananmén, acabó también exiliándose en los EEUU, pero no sin antes haber hecho la siguiente declaración contra sus opresores:

I will not kneel on the ground,
Allowing the executioners to look tall,
The better to obstruct the wind of
   freedom
.

Desde luego, no menos cruel y constante fue la persecución que sufriera el marqués de Sade debido a sus peculiares costumbres sexuales y sus explícitas obras, lo que no quita para que dejara escrito en su testamento:

Imperious, choleric, irascible, extreme in everything, with a dissolute imagination the like of which has never been seen, atheistic to the point of fanaticism, there you have me in a nutshell, and kill me again or take me as I am, for I shall not change.

Toda una declaración de rebeldía frente a las imposiciones, en este caso morales y culturales, de una sociedad opresora. La única esperanza que nos queda, el único rayo de luz entre tanta oscuridad, es el concepto ciertamente imperfecto pero al menos abierto y respetuoso de democracia, como señara Reinhold Niebuhr:

Human beings are just good enough to make democracy possible... and just bad enough to make it necessary.

Acabemos con una sucinta y cómica frase del poeta Lord Tennyson acerca de Walt Whitman:

He is a great big something. I do not know what.

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[Fri Jun 3 15:01:14 CDT 2005]

El "no" holandés a la Constitución de la UE (más claro todavía que el "no" francés, si cabe) no ha hecho sino ahondar la tremenda crisis política. De momento, los políticos de Bruselas y la mayor parte de los gobernantes de los estados miembros han hecho un llamamiento para continuar con el proceso de ratificación del Tratado, lo cual es comprensible. Al fin y al cabo, merece la pena aguardar y ver qué es lo que opinan el resto de los ciudadanos al respecto, por más importancia que le demos a la negativa de holandeses y franceses. Quizás el mayor temor ahora mismo es que la oposición al tratado se extienda ahora como la pólvora al resto de estados que aún han de votar la ratificación. Luxemburgo y Dinamarca son, en este sentido, quienes más preocupan. En el caso de Dinamarca, se trata de un país que ya ha rechazado documentos comunitarios en el pasado, así que no tiene nada de extraño que, como todas las encuestas parecen indicar, las fuerzas del "no" estén ganando puntos conforme pasan los días. Mientras tanto, el euro no para de caer en los mercados, entre otras cosas por la inestimable ayuda de irresponsables como Roberto Maroni, ministro italiano de Trabajo y Asuntos Sociales, haciendo un llamamiento a favor del abandono de la moneda única. Esto es precisamente lo que nos faltaba ahora. Casi pareciera que los ministros italianos tienen la habilidad de abrir la boca en el momento menos adecuado siempre. Es bien posible que el euro se encuentre sobrevalorado en estos momentos, pero de ahí a deshacer todo lo que hemos hecho durante los últimos años media un abismo.

En cualquier caso, lo más importante en estos momentos es llamar a la calma. Tenemos una crisis entre manos, es cierto, pero tampoco puede decirse que se trate de algo completamente inédito en la historia del proceso de integración europea, que está jalonada de crisis. De la misma forma que nos hemos metido en este embrollo, ahora también podemos salir de él. Tan sólo hace falta la voluntad política de solucionar los problemas y una cierta dosis de maestría política. No faltará quien afirme que nuestros políticos son incapaces de solventar nada de nada, pero después de vivir casi diez años aquí en los EEUU la verdad es que no veo en qué puedan ser nuestros políticos inferiores a los estadounidenses. Sin embargo, aunque me parecen lógicos los llamamientos que se han estado haciendo a favor de continuar el proceso de ratificación como si nada hubiera pasado, lo cierto es que no podemos ignorar el hecho de que franceses y holandeses han manifestado una clara oposición al nuevo tratado, y el sentimiento se está extendiendo como un reguero de pólvora. Las autoridades de la UE no tienen más remedio que atender las demandas de los ciudadanos en este sentido, comenzando por preguntarse qué es lo que ha generado tal oposición al nuevo tratado. Sin lugar a dudas lo más fácil es responder que tanto franceses como holandeses simplemente querían castigar a sus respectivos gobiernos como consecuencia de cualquier problema doméstico que se nos ocurra. Y, sin embargo, eso no sería sino evadir responsabilidades y negarse a afrontar el problema de fondo. Debemos abrir ahora un período de reflexión para intentar responder las principales cuestiones que han sido puestas sobre la mesa por los partidarios del "no": ¿qué forma puede adoptar nuestro mecanismo de toma de decisiones en la Europa ampliada que pueda permitir al mismo tiempo la eficiencia de nuestras instituciones y la protección de los intereses de los estados miembros?, ¿cómo apostar por una Europa social al tiempo que defendemos la libre circulación de bienes y servicios entre los países de la Europa occidental y los de la oriental?, ¿cómo introducir mayores cotas de democratización en las instituciones de la Unión?, y finalmente, aunque no menos importante, ¿qué hacer sobre la cuestión turca? Se trata éste último de un problema que hemos venido evitando durante bastante tiempo, pero que tarde o temprano tendremos que discutir con todas sus consecuencias: si permitimos el acceso de Turquía a la UE, ¿por qué no hacer lo propio con Marruecos o Israel, por ejemplo? Si bien es cierto que Turquía no es un país árabe y tradicionalmente se ha encontrado a caballo entre el Medio Oriente y Europa, tres cuartos de lo mismo podemos decir acerca de Marruecos o Israel. En definitiva, ¿dónde situamos los límites geográficos de Europa? La cuestión no es baladí, ni mucho menos. {enlace a esta historia}

[Wed Jun 1 14:58:00 CDT 2005]

Hoy mismo le han concedido el Premio Diálogo de Amistad Hispano-Francesa a Jorge Semprún y, como era de esperar, surgió el tema de la negativa francesa a la Constitución de la UE. Me llamaron la atención las palabras de Semprún acerca de un artículo publicado en Le Monde Diplomatique en el que se comentaba cómo los españoles votaron a favor del acuerdo porque no se les ha explicado bien el texto, en tanto que los franceses, que lo conocían muy bien, se han opuesto al mismo. Como indica Semprún, el análisis es bastante superficial, y hay de hecho razones profundas por las que la mayoría de la sociedad española favorece el proceso de integración europea:

No nos hace falta nada que venga alguien a explicarnos que somos muy tontos. La posición de España es clara y positiva, y no ya sólo por aquello que decía Ortega de que España es el problema y Europa la solución. Europa, para nosotros los españoles, significa democracia, progreso y consolidación económica.

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