[Wed Jun 30 21:48:58 CDT 2004]

A vueltas con la religión. Un par de periodistas italianos acaban de publicar un libro sobre malinterpretaciones de la Biblia que puede sorprender a más de uno. Así, por ejemplo, resulta que en ningún sitio quedó escrito que Eva naciera de la costilla de Adán, sino más bien de su costado, lo cual sitúa a la mujer de buenas a primeras bajo una luz bastante distinta. Asimismo, nunca se afirma en los textos sagrados que Eva comiera una manzana, sino que el Antiguo Testamento se limita a llamar al fruto prohibido una delizia, así, en hebreo. Por último, lo de las tres caídas de Jesucristo camino del monte Calvario también es una creencia errónea, como por supuesto el hecho de pensar que Jesús naciera el 25 de diciembre, la mujer de Lot se convirtiera en una estatua de sal o los judíos atravesaran el Mar Rojo (aparentement, los textos hablan más bien del Mar de los Juncos o Mar de las Cañas). En fin, que como era de esperar, hemos perdido bastante en las sucesivas traducciones que se han producido durante estos miles de años, por no hablar de las distorsiones introducidas por el simple mestizaje cultural o los prejucios de los creyentes. No es que me sorprenda ni mucho menos, pero supongo que más de un ortodoxo se escandalizará, a pesar de que todo un cargo eclesiástico (monseñor Gianfranco Ravasi) haya escrito el prefacio de la obra. {enlace a esta historia}

[Thu Jun 17 15:37:32 CDT 2004]

Religión y política deben ser las dos creaciones humanas que más crímenes han justificado. No debería sorprenderme, pues, encontrarme con la espeluznante historia de Camila O'Gorman en el contexto de una recensión sobre libros acerca de mujeres que cambiaron la Historia. Camila tuvo la mala ocurrencia de enamorarse de un sacerdote católico en su Argentina natal, con quien huyó en busca de la felicidad. Tras una larga persecución, las autoridades les apresaron y condenaron a muerte, pero hubieron de hacer frente a un profundo dilema moral: Camila estaba embarazada, y al ejecutarla también habrían de acabar con una vida inocente. ¿Cómo podrían salir del atolladero? Bien fácil. La obligaron a beber un litro de agua bendecida para así cumplir con el sacramento del bautismo, y la fusilaron a continuación. Una muestra más de los peligros que se esconden tras ciertas interpretaciones de creencias religiosas e ideologías políticas. Por supuesto, esto no justifica que ignoremos por completo a una u otra, pero sí que supone la obligación moral de mantenernos siempre ojo avizor ante semejantes despropósitos. {enlace a esta historia}

[Wed Jun 16 19:48:54 CDT 2004]

Hoy hemos visto una nueva prueba de que con el Gobierno Zapatero también han llegado nuevos aires a la vida política española. Cuando una veintena de ciudadanos (la mayoría simpatizantes y alcaldes del PP) protagonizaron una protesta en el Congreso de los Diputados, el Presidente, Manuel Marín, les permitió que continuaran durante unos segundos, manifestando a continuación que "las cosas han cambiado" y "ya no se reprime a nadie" que quiera manifestar sus opiniones en "la gran casa pública" que es el Congreso. No me cabe duda alguna de que, tarde o temprano, el Gobierno socialista cometerá errores, algunos de ellos de importancia, pero al menos de momento están demostrando el cambio de actitud que prometieron durante la campaña electoral, que ya es bastante. Tantas promesas oímos los españoles acerca del talante dialogante en el pasado, y tantos desengaños sufrimos con los socialistas de los ochenta y los populares de los noventa, que ahora casi no puede uno creerse que el nuevo Gobierno esté cumpliendo con lo que prometió, pero así parece ser. {enlace a esta historia}

[Wed Jun 16 19:22:55 CDT 2004]

El especialista Joan Estruch acaba de editar con Cátedra las obras completas de Gustavo Adolfo Bécquer, y lo que tal vez llame más la atención sea precisamente el lado oscuro del sevillanísimo. Todos conocemos a Bécquer por su poesía amorosa y sus románticas Leyendas, pero aquí se nos muestra su faceta política, bastante conservadora por cierto, que en nada se ajusta a su imagen de poeta maldito. Es más, Estruch aclara que "la imagen angelical, abstracta e incluso impregnada de un cierto malditismo postizo" de Bécquer que ha llegado hasta nuestros días fue más bien una falsificación de quienes se encargaron de las primeras ediciones póstumas del autor, como Ramón Rodríguez Correa. El auténtico Bécquer, el de la vida real, publicaba artículos de opinión en los principales diarios de la época y acabó muriendo en el respetable barrio madrileño de Salamanca, y no en la más absoluta pobreza como siempre se nos hizo creer. Así pues, la cosa últimamente parece ir de publicaciones desmitificadoras. Hace unos días le tocaba el turno al mismísimo mito de la Atlántida, y ahora nos las vemos con un Bécquer tan involucrado en la vida diaria y los acontecimientos políticos de su época como cualquier otro, bien lejos de la imagen de aquél frágil y sentimental autor de las tan apreciadas Rimas. Claro que todo esto no le quita una sola pizca de mérito a su obra. {enlace a este artículo}

[Tue Jun 15 20:21:50 CDT 2004]

El London International Festival of Theatre (LIFT) ha organizado unas interesantísimas jornadas cuyo propósito es investigar la naturaleza del teatro. Los artistas invitados se plantean, cada uno a su manera y con una enorme libertad creativa, la cuestión sobre cómo definir el teatro, y lo cierto es que algunas de las propuestas presentadas hasta el momento parecen sugerentes. Así, por ejemplo, Michael Boyd, director de la Royal Shakespeare Company, subrayó el carácter efímero de la creación teatral:

We sometimes call ourselves ice sculptors in the theatre because our work only lives on in people's memories, but even that overstates an independent substantiality to what we make. The reality is that our art form only exists in the space between the audience and the player, in a moment of trust, a collective encounter hanging in the air.
Se trata, precisamente, del rasgo diferenciador del teatro, el que le separa nítidamente de la forma de expresión artística más cercana, el cine, y, posiblemente, el único factor capaz de devolverle su grandeza de antaño. Sin embargo, no olvidemos que el gambito del teatro participativo, envolvente, el teatro que borraba la clásica demarcación entre actores y público, ya se intentó sin mucho éxito en los años sesenta y setenta. Hay que reconocer que algo sí se logró, pues cambió el concepto del teatro tal vez para siempre, y sin aquellos experimentos no podríamos entender las obras de grupos como Els Joglars, La Fura dels Baus o Cirque de Soleil. Pese a todo, las masas continúan sin acercarse al patio de butacas, y yo, que conste, el primero.

Mark Lythgoe, por otro lado, neurofisiólogo en el Institute of Child Health (ICH) y uno de los principales defensores del movimiento sci-art, ve un enorme potencial en el teatro como herramienta de experimentación con el sentido de la percepción:

... actors struggling to represent "ambiguity", combining (say) a "happy voice" and a "disgusted body" in equal proportions. The strength of the audience's likely desire to resolve such ambiguities by creating an illusory explanation (such as "mania") is what is being tested. Theatre enables Lythgoe to embody, dramatise and ponder these profound perceptual puzzles in an interactive exchange with the public.
Quizás se trate, después de todo, de la vieja definición del teatro como catarsis purificadora, como experiencia mágica que consigue enfundarnos en la piel de otros individuos y ver el mundo desde su punto de vista, incluyendo por tanto su pasado, sus sufrimientos, amores, odios, sueños y pesadillas. La verdad es que estamos bien faltos de esto en un mundo donde sólo se nos ofrece entretenimiento por doquier. De una u otra forma, se nos ha vendido el arte como divertimento, y no como oportunidad para mejorarnos a nosotros mismos como seres humanos, y en lugar de ir al cine o al teatro a ver el mundo con otros ojos, nos limitamos a hacerlo con la mentalidad escapista de quienes solamente quieren olvidar el mundo de ahí afuera.

En fin, que todavía no está nada claro qué es lo que puede salvar al teatro, como sucede también con aquel otro gran dinosaurio de la cultura occidental, la música clásica. Quizás la última esperanza sea un tan repentino como improbable cambio en los planes de estudio que lleve estas formas artísticas a nuestras escuelas como parte integrante de la educación que impartimos. Claro que tampoco soy tan ingenuo como para sentarme a esperar una cosa así. Hace ya bastante tiempo que nuestras escuelas y universidades dejaron de ser templos del saber para convertirse en meros expendidores de diplomas e impartidores de cursillos básicos de preparación para la vida laboral. Una transformación como la que aquí menciono requeriría una política educativa basada en los principios humanistas, tan trasnochados ellos. Vivimos, después de todo, en la cultura de lo práctico, lo funcional, lo cuantitativo, y el futuro de las artes importa bien poco, al menos como algo independiente de una actividad puramente comercial. {enlace a este artículo}

[Sat Jun 12 13:12:06 CDT 2004]

Hace ya unos días que falleció Ronald Reagan, y ayer mismo se celebró el funeral oficial. El ex-presidente estadounidense casi no necesita presentación, y seguramente no sorprenderá a nadie si afirmo aquí que debe tratarse de unos de los presidentes de EEUU más vilipendiados del siglo XX, si bien es cierto que tampoco faltan quienes se esfuerzan en ver en él una presencia casi beatífica en un mundo complejo y confuso. Como suele suceder en estos casos, me temo que la verdad no sea ni lo uno ni lo otro. Para empezar, hemos de reconocer el enorme acierto que tuvo Reagan en forzar la máquina de la antigua Unión Soviética, primero con una política de confrontación más retórica que real, y después con una apertura hacia la perestroika de Gorbachev, que culminó con el fin de uno de los regímenes más criminales de la Historia. Sí, es cierto, aquéllos polvos trajeron estos lodos, y la caída del muro de Berlín también trajo el conflicto de los Balcanes y la guerra civil en Chechenia, entre otras cosas. Pero, ¿qué duda cabe que el fin de la Guerra Fría supuso un enorme paso adelante para la Humanidad? Si después no supimos aprovechar las circunstancias para construir un mundo mejor, la responsabilidad no es precisamente de Ronald Reagan, sino de quienes le sucedieron. Hay que reconocer también que la Administración Reagan consiguió todo esto pese a la oposición frontal de todos aquellos que pensaban que era imposible hacer frente a la expansión soviética sin causar un apocalipsis nuclear. Cuando el recién llegado a la Casa Blanca comenzó a apretar las tuercas y calentó el ambiente con su clara oposición a las aventuras comunistas en Afganistán, Nicaragua o El Salvador, muchos activistas del movimiento pacifista internacional (entre los que me encontraba yo) creyeron ver el comienzo del final. Pues bien, se trataba ciertamente del comienzo del final, pero no tal y como nosotros creíamos el inicio del invierno más largo, sino más bien el inicio del fin de la Guerra Fría que había separado al mundo durante décadas y nos había costado miles de millones de dólares. Pocos tuvieron entonces la habilidad de ver que las fuerzas reformistas dentro de la Unión Soviética necesitaban no menos presión, sino precisamente más, para poder imponerse a la ortodoxia paralizante del Kremlin. Reagan supo ver la situación con claridad absoluta, mientras nosotros nos dedicamos a asistir a manifestaciones de protesta, conferencias sobre lo equivocado de la política armamentista estadounidense, y escribir largas y aburridas proclamas teóricas sobre el bien y el mal. No hay vuelta de hoja.

Segundo, queda bien claro a estas alturas que, guste o no guste, Reagan marcó el principio de una nueva era. De la misma forma que sucediera con Abraham Lincoln o Franklin Delano Roosevelt, su presidencia cambió las tornas y modificó profundamente el modo de entender la política no ya en los EEUU sino en todo Occidente. Hasta la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca, ni siquiera los presidentes republicanos se habían atrevido a poner en entredicho la existencia del Estado del Bienestar. Se habían dado llamamientos a favor de su reforma aquí o allá, pero no se trataban de propuestas radicales sino más bien de reformas o modificaciones al status quo. La reaganomics, por el contrario, proponía un profundo cambio de perspectiva cuyo objetivo principal evidente era el desmantelamiento de las políticas del bienestar que se habían impuesto desde los años del New Deal. De ahí que se entendiera tan bien con Margaret Thatcher nada más ganar las elecciones. Ambos compartían las mismas posiciones ideológicas con respecto a los problemas económicos, sociales y militares de su época, lo cual contribuyó a reconstruir la entente británico-estadounidense que, hasta cierto punto, ha continuado hasta nuestros días a pesar de los cambios políticos que han tenido lugar tanto en la Casa Blanca como en Downing Street. Como venía diciendo, uno puede estar o no de acuerdo con estas posiciones, pero no queda más remedio que reconocer la influencia que han tenido en todas las naciones del globo durante las últimas tres décadas.

En definitiva, que Reagan vino a revitalizar una nación a la defensiva, un país que se había sumido en una profunda depresión tras el fracaso de Vietnam y la vergüenza del Watergate. El anciano ex-actor trajo la esperanza en un futuro mejor, la ilusión de que aún era posible derrotar al comunismo totalitario y, sobre todo, la idea de que a pesar de todos los errores, a pesar de todos sus defectos, la sociedad estadounidense era todavía la mejor esperanza que nos quedaba para poder construir un futuro en paz y libertad.

Pero había dicho algo más arriba que, como suele suceder con todos los políticos, el legado de Ronald Reagan también tenía sus puntos oscuros, por más que los fanáticos aduladores de la derecha se nieguen a verlos. ¿Cuáles fueron, pues, sus puntos débiles? Tenemos, para empezar, el mito de que la Administración Reagan hizo una política de recortes del gasto público y disminución del intervencionismo estatal. No fue así. La retórica conservadora sí que estuvo siempre ahí, pero aunque redujera los impuestos en 1983 después los incrementó cuatro veces. Asimismo, el gasto público se disparó durante su mandato, y no sólo el relacionado con los gastos militares, como sus partidarios quieren hacernos creer. Finalmente, frente al Reagan macho y militarista que se nos dibuja a menudo, hemos de recordar que fue éste mismo presidente quien decidió retirar a las tropas del Líbano en 1983 después de que los terroristas islámicos asesinaran a más de doscientos soldados estadounidenses en sus barracones, no tuvo problemas morales en llegar a acuerdos con el régimen del Ayatollah Jomeini, protagonizó la ignominia del Irán-Contra, o contribuyó a los acuerdos de desarme con el Gobierno de Gorbachev. En fin, que se hacen demasiadas simplificaciones con el legado de Ronald Reagan, tanto desde la derecha para alabarle como desde la izquierda para denostarle. Como suele suceder, la realidad es mucho más compleja que nuestros fantasmas ideológicos. Descanse en paz, señor Presidente. {enlace a este artículo}

[Wed Jun 9 19:13:34 CDT 2004]

¿Quién no ha oído hablar de la leyenda de Atlántida? Pues bien, la BBC publicó ayer la noticia de que un arqueólogo alemán cree haber descubierto los restos de la legendaria ciudad precisamente en unas salinas gaditanas. Tanto se ha escrito a través de los siglos acerca de su rica civilización, tanto hemos leído acerca de historias fantásticas sobre visitantes extraterrestres y ciudades bajo el agua que si se confirmase el descubrimiento del doctor Rainer Kuehne, no me cabe duda alguna de que supondrá un buen chasco para los amantes del misterio y las historias para no dormir. {enlace a esta historia}

[Sun Jun 6 20:28:01 CDT 2004]

En Europa, es raro el individuo con cierta cultura que no haya oído hablar de Tintín, pero por acá, al otro lado del Atlántico, su figura siempre estuvo disminuída por la aplastante presencia de los superhéroes de Marvel (Spiderman, Superman, La Masa, El Capitán América y tantos otros). Pese a todo, y aunque las generaciones más jóvenes seguramente no lograrán entenderlo, debemos recordar aquello de que Europa comienza en los Pirineos y resaltar que en este campo de los cómics también España vivió un claro aislamiento, si bien con unos resultados mucho más afortunados que en otras esferas. Así, gracias al bloqueo nacionalcatolicista florecieron personajes como el Capitán Trueno, El Guerreo del Antifaz o Jabato a quienes seguramente todos los de mi generación recordamos con ternura.

En fin, que jamás tuve ocasión de ver a Tintín en página impresa, y no fue sino hasta mi adolescencia que pude ver algunas series de televisión basadas en sus historias, como El asunto Tornasol o El cangrejo de las pinzas de oro. Hasta ese momento, supongo que el aislacionismo cultural llevado a cabo por las autoridades franquistas había surtido su efecto, pues a lo máximo a lo que llegué fue a leer algunas historias de Spiderman, El Hombre Enmascarado o Astérix y Obélix, quienes al fin y al cabo batallaban contra el enemigo romano de una forma no tan distinta a como lo hacían los numantinos, tan queridos por el régimen. De todos modos, yo siempre preferí el humor, y ahí sí que estábamos bien surtidos con Mortadelo y Filemón, El botones Sacarino, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio, 13 Rúe del Percebe, Zipi y Zape, Sir Tim O'Theo, y un buen sinnúmero de personajes tan desternillantes como los que ahora se me vienen a la memoria.

Así pues, como venía diciendo, la afición al bueno de Tintín en España ha sido algo tardía, pero ya parece estar dando de sí lo suficiente como para que una pequeña editorial independiente publique El siglo de Tintín, intentando desentrañar los enigmas del siglo XX europeo basándose en las historias del intrépido reportero. Y es que el personaje de Hergé estuvo politizado ya desde sus inicios, cuando vio la luz en las páginas del periódico ultraconservador Le Vintième Siècle, que después pasaría a situarse claramente en el bando colaboracionista durante la Segunda Guerra Mundial. Para ser justos, Hergé nunca tomó un partido claro por el bando nazi, pero lo cierto es que tampoco se atrevió nunca a romper con sus amistades colaboracionistas, e incluso frecuentaba a León Degrelle, el dirigente filonazi belga. Aún recuerdo cómo muchos de mis amigos izquierdistas durante los años universitarios detestaban a Tintín casi tanto como a los héros del cómic nacional que mencioné algo más arriba. Sea como fuere, recientemente me decidí a leer una de sus historias a mis niños y quedaron tan encantados que cada vez que vamos a la biblioteca me preguntan si podemos llevarnos a casa otra historia de Tintín. Siempre y cuando les anime a iniciarse en la lectura, tampoco me voy a partir la cabeza tratando de desentrañar las conexiones filonazis de Hergé hace ya más de setenta años. {enlace a esta historia}

[Tue Jun 1 17:21:52 CDT 2004]

Hemos leído y oído muchos comentarios en los últimos tiempos sobre el autoinflingido retraso secular de los países árabes y, para ser honestos, lo más probable es que algo de verdad haya en esas críticas. No obstante, la realidad casi nunca es blanca o negra, sino que suele adoptar una intermedia tonalidad gris que viene a complicar los análisis de aquellos que se dedican a estudiar estos temas y también de quienes, como es el caso de los políticos, pretenden interferir con el curso de los acontecimientos e influir en nuestro futuro. Digo esto a raíz de la lectura de una breve recensión sobre Inside The Arab Mind y la influencia que ha tenido entre miembros de la Administración Bush. No se trata ya de que, como señala el autor del artículo, estemos asistiendo a una increíble ola de generalizaciones y estereotipos sobre el mundo árabe (por ejemplo, la idea de que los árabes sólo entienden la fuerza bruta y son proclives al chalaneo), sino que además ni siquiera estamos dispuestos a reconocer la parte de culpabilidad que podamos tener en los acontecimientos de la historia más reciente. En este sentido, lo que me parece más preocupante son las críticas incesantes a fenómenos como el panarabismo sin que a nadie se le ocurra hacer un mínimo de autocensura al respecto, pues como afirma Lee Smith,

[T.E.] Lawrence and the British encouraged Arab nationalist ambitions. They hoped that Arab officers in the Ottoman army would turn on their Turkish masters to fight for an independent Arab nation. Lawrence's Arab revolt thus dovetailed with British plans to dominate the region. Or so it seemed.
Como en tantas otras ocasiones, los poderes coloniales se encargaron de difundir cualquier idea que viniera bien a sus propios intereses sin pararse a reflexionar un momento sobre las consecuencias que pudieran tener en el futuro. Como bien señala el autor de la reseña, los británicos se guardaron muy bien de fomentar los conceptos inglés, francés o estadounidense de nación, prefiriendo manipular a su gusto el nacionalismo romántico alemán, centrado en el concepto unificador de la lengua como factor primordial y empeñado en supeditar el individuo a los intereses colectivos del pueblo. Tiene poco de extrañar, pues, que las ideas liberales y democráticas occidentales no arraigaran por aquellas tierras. Las mismas autoridades coloniales británicas hicieron bien poco por plantar las semillas, y ahora, cuando recogemos los frutos, es cuando llegan las lamentaciones y las acusaciones contra la supuesta inferioridad natural de la cultura islámica. {enlace a esta historia}

[Tue Jun 1 09:02:25 CDT 2004]

Parece mentira que aún haya altos cargos incapaces de mantener las formas, sobre todo en lo que respecta a la estricta separación entre vida pública y privada. Leo en El Mundo que Jiménez de Parga, Presidente del Tribunal Constitucional, ha hecho unas declaraciones en las que tacha de "basura" y "canallada" las críticas contra la Iglesia y las escuelas religiosas. Supongo que se está refiriendo a la última película de Pedro Almodóvar, que al parecer es bastante crítica con las escuelas religiosas. El señor Jiménez de Parga muestra su orgullo por la educación que recibió en el colegio de los Maristas, y a mi me parece muy bien. Lo que ya no me parece tan aceptable es que todo un señor presidente del Tribunal Constitucional intervenga en estos asuntos de forma directa y para colmo afirme que no está "dispuesto a tolerar" las susodichas críticas. ¿En qué sentido no está "dispuesto a tolerarlas" el señor Presidente? Pensaba que ya habíamos internalizado hacía tiempo la diferencia entre las manifestaciones de un cargo público y las del mismo individuo como ciudadano común, y que aquellas personas que ostentan cargos de representación pública sabían diferenciar hasta dónde podían llegar en una y otra condición. Jiménez de Parga, sin embargo, tuvo la osadía de hacer estas manifestaciones durante la presentación de las memorias del Tribunal Constitucional, por lo que no cabe duda alguna de que hablaba como Presidente del mismo. En fin, se trata de un error muy humano que quizás no tenga mayor transcendencia, pero estaría bien que el señor Presidente rectificara. {enlace a esta historia}